Capítulo 1
POV Katniss Everdeen
- No fue una alucinación – me digo asomándome por la ventana, viendo los arbustos recién plantados por Peeta. Son primroses, en honor a mi hermana. Me vuelvo corriendo hacia mi recámara y lloro el resto del día, pensando en mi adorada hermana Prim.
Peeta ha vuelto – pienso a media noche cuando despierto de mi pesadilla cotidiana. Me levanto de la cama sabiendo que no podré volver a dormir, que no deseo volver a cerrar los ojos y encontrarme en medio de una arena donde no solo Peeta y yo estamos en peligro, sino todo Panem, todos mueren frente a mis ojos y sin que pueda hacer algo por ellos. Estoy tan cansada de vivir así… he deseado tantas veces morirme, pero mi cuerpo se resiste. Por más que dejo de comer, mi cuerpo sigue aguantando, por más que lloro y dejo de moverme, mi cuerpo sigue resistiendo, así que me rindo. Mi cuerpo a ganado, si quiere seguir viviendo, lo haré. Así que me visto, tomo mi arco del armario de la sala, me pongo la chaqueta de mi padre y salgo rumbo al bosque.
El camino hacia el bosque me hace llorar. Algo de lo que también estoy cansada, intento por mil maneras no llorar, pero mi cuerpo sigue haciéndolo. Por cada cosa mis ojos producen lágrimas que no quiero derramar. Camino hacia el bosque pasando por la plaza, ese lugar que empieza a reconstruirse. Recuerdo mi primera visita cuando todo estaba destruido. Al centro lo único que quedaba de pie eran los instrumentos de tortura de los agentes de la paz. Ahora han desaparecido. Me alegro y aunque mi rostro dibuja una leve sonrisa, mis ojos siguen llorando. Continuo hacia la Veta pasando por la zona de comercio. Ahí descubro el lugar donde debería estar la panadería: el hogar de Peeta. Ahí murieron sus hermanos, su madre y… su padre. Ese hombre que estaba enamorado de mi madre, me acerco al lugar buscando indicios del incendio, pero el terreno ha cambiado.
- ¡Está reconstruyendo! – pienso al estar ahí parada – Peeta… ¡Peeta está reconstruyendo la panadería!
Por algún motivo decido salir corriendo. Me duele ver que Peeta está saliendo adelante y yo sigo inmersa en este deseo de morir. Corro hasta llegar a donde estaba mi casa, mi primera casa. La Veta también comienza a renovarse. La mayoría de los que ahí vivían han regresado y la nostalgia les hace desear vivir ahí. Las pequeñas casas de antes han desaparecido ahora construyen casas más grandes y bonitas. Pronto la Veta formará parte del Distrito y será un Distrito bello. Continuo corriendo hasta la alambrada y por instinto me detengo a escuchar si está electrificada… no se escucha nada. Me rio al darme cuenta de mi actitud y recuerdo cuando en el Vasallaje les hice creer que tenía un oído biónico con el que podía escuchar el campo de fuerza.
- El campo de fuerza que mato, por unos momentos a Peeta. – me digo sintiendo un fuerte dolor en el pecho.
Me arrastro por el suelo para salir por el agujero de la alambrada y corro buscando dejar mi dolor atrás, corro sin sentido hasta parar en el lugar de encuentro con Gale. Nuevamente el dolor me invade, lo extraño. Extraño al Gale con quien casaba diario para mantener con vida a nuestras familias, no al Gale que se dedicaba a inventar trampas y deseaba por todos los medios derrotar al Capitolio. Tomo mi arco y comienzo a disparar hacia unas ardillas en los arboles.
No atino a ninguna. Me sorprende ver que he fallado. Las lágrimas nublan mi vista y por eso falle. Me enfurezco y trepo al árbol para rescatar las flechas lanzadas, me quedo sentada en una rama y grito llena de furia. Estoy tan cansada de llorar, de intentar morir y no lograrlo.
Cuando regreso a mi casa el Distrito comienza a despertar. El Quemador ha regresado a su actividad diaria, solo que ahora todo el comercio es legal. Ahí está Sae la Grasienta a quien me acerco para darle el conejo que he logrado cazar.
- Hacía falta carne fresca – dice sonriendo al ver al animal – estaba por ir a tu casa
Las dos nos encaminamos hacia la aldea de los vencedores, lo único que subsiste de aquel Distrito 12.
- Mucha gente – digo escuetamente
- La mayoría de los que salimos vivos del bombardeo, hemos regresado. El distrito comienza a resurgir, la escuela está por terminarse, hay una pequeña clínica y se empieza a sembrar a las afueras
Sae continua diciéndome todo lo que está sucediendo en el lugar, pero a mí no me importa. Mi mente comienza a pensar en Prim y lo feliz que hubiera sido al ver cómo está resurgiendo el Distrito. Mis ojos vuelven a humedecerse y prefiero ignorarlos, empiezo a acostumbrarme a tenerlos siempre llenos de agua. Sae también se ha acostumbrado, pues no me dice nada y continua conversando.
- Hace falta una buena cazadora – me suelta entre una serie de descripciones de los oficios que se están desarrollando. Me agrada la idea y decido que todos los días saldré a cazar. Así ayudaré al Distrito.
Sae prepara el desayuno mientras yo me doy un baño, luego le digo que se vaya y ella me deja sola. Me tumbo en el sillón de la estancia y permanezco ahí el resto del día.
Comienzo con una rutina aún a pesar de mis deseos. En cuanto la primera pesadilla me despierta, salgo de la casa rumbo al bosque. Permanezco ahí hasta medio día, regreso pasando por el Quemador, donde Sae me espera con el desayuno. Recuperar a varios conocidos del lugar me alegra unos momentos, hasta que tengo que alejarme pues me recuerda a los muertos, a todos los que no sobrevivieron el bombardeo ocasionado por mi culpa, por mi desafío al Capitolio.
El camino de regreso a mi casa es como una muerte lenta. Cada paso que doy me genera un fuerte dolor, un dolor por el recuerdo de todo lo que era y ya no es, todo lo que viví con mi madre y Prim y lo felices que eran en la Aldea. Miro la casa donde viví con mi madre y Prim volteando la vista para evitar sufrir más. Miro hacia el otro lado, la casa de Haymitch, siempre sucia y abandonada aun a pesar de que sé que está dentro.
- No lo he visto – me digo considerando la opción de pasar a verlo. Decido hacerlo cuando miro hacia la otra casa, la de Peeta, esa casa si es un hogar. Por la chimenea siempre sale humo, está rodeada de flores y las ventanas siempre están abiertas.
Me acerco a casa de mi mentor y toco varias veces sin recibir respuesta. Decido entrar esperando encontrarme con un hombre tirado a media estancia completamente borracho.
- Sigues viva preciosa – me dice bajando las escaleras en un estado que me sorprende. Esta borracho, pero no completamente. Eso me alegra y sonrío brevemente
- Tu también – respondo secamente y los dos nos sentamos en los sillones de la estancia sin decir nada por largos momentos.
- ¿Has visto a Peeta? – pregunto arrepintiéndome en el mismo instante
- Ese chico es el mejor hombre que he conocido en mi vida – dice haciéndome sentir miserable – viene a diario, me trae comida y bebida…
- Por lo visto está mejor – respondo con una voz furiosa que no pasa desapercibida para Haymitch quien sonríe con ironía.
Me enfurece saber que él está bien, que se ha recuperado, mientras yo sigo sumida en este deseo de morir, también me enfurece que no me haya buscado. Me levanto y camino, más bien corro hacia la puerta para salir de ahí lo más rápido posible.
- ¡Yo no he dicho eso! – grita Haymitch antes de que azote la puerta a mi espalda.
Abandono el Quemador como todas las mañanas después de desayunar con Sae y doy una vuelta por el Distrito para ver los avances en las construcciones. Me detengo en seco al observar los cimientos de la panadería y verlo.
Ahí está, con esos expresivos ojos azules y esa sonrisa afable que tanto extraño. Peeta está sirviendo comida a los trabajadores de la panadería, no solo a ellos sino a los trabajadores de todas las construcciones de la zona.
- Peeta los alimenta – me digo respondiendo mis propias dudas de cómo mata el tiempo.
Sé que Haymitch lo hace ahogándose en alcohol y yo lo hago observando la pared de mi habitación y cazando en la madrugada. Él lo hace como siempre lo ha hecho, entregándose a los demás.
Delly Cartwright se acerca a mi cuando estoy a punto de salir corriendo.
- Hola Katniss – me dice con su alegre sonrisa, que en esos momentos odio
- Hola Delly, no sabía que estabas de regreso en el Distrito
- No tiene mucho que volví con mi hermano menor – me dice y camina conmigo.
Ella me cuenta que su hermano ha comenzado a trabajar con otro de los vecinos en el negocio de la construcción. Aunque no gana mucho pues nadie tiene para pagar, se ha comenzado a reconstruir con apoyo del Capitolio para los materiales, y la mano de obra depende de los habitantes de cada Distrito. Así que se intercambian cosas, unos ayudan a construir, otros dan alimentos, etc. una de las construcciones es la panadería de Peeta, quien es el único que paga con dinero.
- Con ese dinero, se ayuda a otros a construir sus casas – continua comentando Delly
Ella apoya a la comunidad haciendo de comer y piensa, más adelante, establecre un restaurante. También me dice que Peeta sigue horneando desde su casa y que todo el pan lo regla diariamente.
- Da el pan a todos los que trabajan con él y siempre está a disposición de quien quiera y necesite. Algunos le dan algo a cambio pero él se resiste.
Peeta… pienso sintiendo una profunda tristeza. Las palabras de Haymitch resuenan en mi mente "Peeta es el mejor hombre que he conocido"… "Ni viviendo cien vidas llegarías a merecerte a ese chico… lo sabes ¿no?"
- ¡Lo sé! – grito corriendo hacia mi casa, dejando a Delly perpleja con mi reacción y sin entender mis palabras. Me encierro en mi casa a llorar… a intentar morir nuevamente.
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