N.A.: Los personajes no me pertenecen, todos son personajes de la serie Once upon a time. Aviso que el guión no está perfectamente igual al que dieron en los capítulos. Acepto reviews y sugerencias :)
—¿Qué es lo que vamos a hacer? —Preguntó mi padre mirando a los demás que estaban parados a su alrededor, ¿consejeros, quizás?
—Pelear, eso es lo que haremos. —Opinó Gaston en un tono —a mi parecer— muy confiado.
—No. Nos harán pedazos. —Respondió mi padre, sentándose en su trono. —
—Esperemos a que venga. —Dijo uno más.
—No va a venir. —Masculló mi padre, volteando a otro lado. —Necesitamos hacer algo.
—Debemos hacer algo. —Lo corrigió Gaston.
Todos guardaron silencio. Nadie se atrevía a hablar enfrente de todos, tenían miedo. Más de lo que yo creía. Me quedé parada observando a mi padre, quien se volvía a su trono, sentándose pesadamente en él. Me acerqué, poniéndome en cuclillas, mientras apoyaba mis manos con delicadeza en una de las suyas.
—Él podría estar viniendo ahora mismo, papá. —Le dije mientras lo miraba a los ojos.
—Ya no podemos hacer nada, es tarde… —Hizo una pausa y luego continuó. —Es demasiado tarde.
Abrí la boca para decir algo, pero unos golpes en la puerta me hicieron voltear, al igual que todos los presentes. Un golpe, dos golpes e iban aumentando, Gaston tomó la empuñadura de su espada atento a cualquier cosa. Me levanté y miré a mi padre que se había levantado igualmente.
—¿Lo oyes? Tiene que ser él. —Tomé su brazo levemente observando la puerta.
—¡Ábranla! —Gritó mi padre mientras nos acercábamos a la puerta.
Los guardias, tomaron la tabla y la bajaron para permitir la abertura de las puertas. Las abrieron, Gaston sacó su espada por si acaso. Pero no hizo falta, no había nadie del otro lado de las puertas.
—Oh, pero deberían voltearse. —Dijo una voz detrás de nosotros.
Solté el brazo de mi padre y volteamos observando al hombre enfrente de nosotros. Gaston se puso a mi lado con la espada agarrada, mientras mi padre se ponía firme. Gaston al ver a mi padre, tomó la espada y se acercó al hombre apuntándolo.
—Recibí su mensaje, era algo como: ¡Ayúdanos, ayúdanos! Estamos muriendo, ¿podrías salvarnos? —Movió un poco la mano para hacer énfasis. —Y la respuesta es... —De un leve manotazo hizo que Gaston bajara la mano. — Si, si puedo. Si puedo proteger su pueblo.
Miré de reojo a mi padre y luego al hombre, quién se levantaba y daba una vuelta, rondándonos.
—Por un precio.
—Te daremos oro —Se acercó mi padre.
—Ah, ahí está… —Sonrió e hizo de nuevo el movimiento de manos. — Yo hago oro. Y no quiero eso, yo quiero algo más especial, mi precio… —Hizo una pausa, mirando a mi padre burlonamente. —Mi precio, es ella… —Me señaló.
Gaston cruzó su brazo enfrente de mí en un intento de apartarme de mi lugar, lo único que hice fue inclinar un poco la cabeza hacia abajo y dar un paso atrás.
—Nunca. —Respondió mi padre.
—De acuerdo, entonces no hay trato. —Sonrió y se dio media vuelta dispuesto a irse.
—¡Espera! —Levanté un poco la voz.
Delicadamente tomé el brazo de Gaston, bajándolo para poder acercarme al hombre. Ni siquiera sabía porque lo hacía, ¿o sí? Se dio media vuelta y yo me acerqué a él decididamente.
—Iré contigo.
—Bella… —Susurró mi padre.
—¡No tenemos muchas posibilidades! —Alcé un poco la voz, de nuevo. Volviéndome para ver la expresión en la cara de mi padre.
—Tengo una condición, te irás para siempre. —Me dijo el hombre, viéndome a los ojos.
Suspiré, y volví mi vista a mi padre, y a Gaston. No tenía otra opción, pronto el enemigo llegaría y no nos daría tiempo de nada. Me importaba la seguridad de todos ellos, no importaba si tenía que dejar de verlos. Me volví hacía él y lo miré fijamente.
—Mis padres y amigos… —Tragué saliva y proseguí. —¿Van a estar a salvo?
Él sonrió. Me puse un tanto nerviosa, pero mantenía mi idea de irme con él, todo sea por la protección de mis seres queridos.
—Tienes mi palabra.
—Y tú tienes la mía —Afirmé con la cabeza en alto. Él dio un pequeño brinco de alegría, juntando sus manos.
—Bella… —Habló de nuevo mi padre, tomándome del brazo y acercándome a él. —¿Estás segura de querer hacer esto?
—No tenemos otra opción. —Dije mientras el otro hombre respondía.
—Es cierto, no tienen otra opción. —Sonrió ampliamente a mi lado.
Mi padre lo miró y luego a mí. Por supuesto, él nunca me dejaría ir tan fácilmente. Suspiré y espere que es lo que iba a decir.
—Ella está comprometida.
—Yo no quiero amor. —Contestó el hombre a mi lado. —Sólo necesito a alguien que cuide de mi castillo.
Yo lo miré de reojo y luego a mi padre. Asentí con la cabeza, tratando de darle a entender que aceptaba irme con aquel hombre. Mi padre suspiró levemente y me dedicó una mirada de tristeza. Le dolía ver ir a su única hija, al igual que a mí me dolía irme.
—Bueno, con su permiso. Debemos retirarnos. —Sonrió el hombre y alzó su brazo, en un intento de abrirme paso hacia la salida.
Le dediqué una última sonrisa a mi padre, mientras seguía al hombre. Saliendo de la habitación y cruzando el pasillo para irnos de aquel que era mi hogar. Cruzamos el pasillo, callados. Ninguno de los dos articulaba palabra alguna, sin embargo pude apreciar una pequeña sonrisita formada en sus labios. Miré de nuevo al frente, viendo como los guardias abrían las puertas, dejándonos el paso directo afuera.
El hombre salió como si nada hubiera pasado y lo seguí. Caminabamos por un camino, adentrándonos en el bosque. Justo cuando habíamos caminado un tramo, me detuvo. Me paré y lo miré sin entender muy bien.
—¿Qué sucede? —Pregunté, viendo de reojo a los lados.
—Nos vamos a tele transportar a mi castillo, querida. —Sonrió y se colocó de nuevo a mi lado, tomando mi brazo levemente. Como si en verdad no quisiera tomarme el brazo.
—¿Nos vamos a…? —No acabé la frase, cuando un leve humo nos envolvió, y en un parpadear de ojos, nos hallábamos enfrente de dos grandes puertas doradas.
Él me soltó enseguida y se acercó a las puertas. Lo miré y rápidamente lo seguí tratando de no tropezarme. Las puertas se abrieron cuando él se acercó a ellas, me paré a su lado y antes de que entrara, suavemente lo tomé del brazo.
—Espera. —Lo hice voltear para poder hablarle. Y así lo hizo, volvió la cabeza y me miró. —Puedes, ¿puedes decirme tu nombre?
Él sonrió ampliamente, como si la pregunta hubiera sido una broma. Se zafó levemente de mi agarre y se volvió para entrar.
—Rumpelstilskin… —Susurró antes de entrar en el castillo.
