¡Hola! Esta es mi primera historia en este pagina, espero que de verdad les guste. Tengo una cuenta tambien en Wattpad, mi usuario esta en mi perfil.
Esta historia es una adaptación entre la nueva novela de Pol-Ka para canal El Trece "Argentina: Tierra de Amor y Venganza", escrita por Leandro Calderone y Carolina Aguirre, y los personajes pertenencen a Miraculous Ladybug creada por Thomas Astruc y producida por Jeremy Zag, todos los creditos a ellos. Yo solo la adapto por diversión. Más adelante iran viendo que cambie algunas detalles de la novela original.
Esta primera parte recibí ayuda de una amiga española que me ayudó a entender mejor ciertos detalles de dicha guerra, procuré tomar este tema por su delicadeza con la mayor seriedad posible y quiero dejar en claro que mi intención no es ofender a nadie por lo que todas las críticas constructivas que puedan aportar para mejor mi escritura seran bien recibidas siempre y cuando no sean ofensivas.
Aclarado todo esto, los dejo con mi historia.
Prologo
Murcia, España. 1936.
Guerra Civil Española
El ambiente en Europa era cada vez más tenso, y España sufría la separación de su gente en dos bandos que luchaban por ser el vencedor, la guerra estaba ocasionando hambre, dolor y muerte. Miles de personas, familias y amigos, tuvieron que dejar sus hogares en busca de una oportunidad mejor para vivir.
Mientras los barcos se llenaban cada vez más, en la región de Murcia se labraba una batalla, un grupo de soldados se dirigía silenciosamente por la zona en busca del enemigo. Unos ojos verdes como las esmeraldas miraban la fotografía de una joven mujer rubia, anhelando el momento en que todo acabara para volver a casa con ella.
- Imagínate Theo, termina la guerra civil, los franquistas se rinden ¿Qué haces? -. Por delante del joven, armado iba un hombre un par de años mauor, de vabellos marrones y mirada fría y analítica, en la boca llevaba un cigarro y el uniforme que portaba indicaba que pertenecía a un rango superior.
- Emborracho y duermo.
- ¿Después? -. La pregunta insistente del soldado demostraba su ansiedad por volver, sin darse cuenta de la irritación de su compañero.
- No sé.
- Yo primero busco a mi hermana, Allegra - dijo en susurros -. Luego reabro el astillero de mi padre, cuando termine la guerra se reactivará el comercio, se necesitarán más barcos. No sabes lo que es el astillero de mi padre.
- Me hablaste miles de veces de él - contestó el mayor -. De tu finca, de tu casa. Es como si los conociera.
- Hecho tanto de menos mi tierra, Cataluña. Es como estar ahí, cuando lo cuento -. Mientras hablaban, ninguno bajaba la guardia -. ¿Y tú?
- Prefiero no pensar en esas cosas.
- Anda, animo Theo, termina la guerra y empieza la vida.
Theo miro a su compañero sonreír, era obvio que fuera de la guerra no tenían la misma vida. Adrien Agreste era un niño rico con la vida resuelta, con una familia y amigos esperándose en casa, y un futuro por delante.
Él, por otra parte era un muerto de hambre, no había ingresado en esta disputa porque tuviera un motivo para pelear como los demás, ya fuera por obligación, por ideología o, como en el caso del joven a su lado, por el solo deseo de ayudar a su nación.
No, él lo hizo porque no tenía nada, no era español y su única familia era su hermana, pero ella se encontraba miles y miles de kilómetros lejos, enviaba un carta cada cierto tiempo y siempre preguntando por algún obsequio caro que quería que enviara, aun cuando era consciente que no tenían ni donde caer muertos.
Le daba completamente igual pensar en lo que haría cuando la guerra terminará, ya pensaría en eso cuando llegara el momento. Seguramente buscaría otro lugar donde poder obtener dinero, o tal vez volvería finalmente después de varios años a su país, al otro lado del océano.
- ¿Qué vida?
- Vendrás a Cataluña, a trabajar en el astillero conmigo. Podrás traer a tu hermana – dijo palmeando su espalda. Finalmente obtuvo una sonrisa de su amigo, pero un ruido los hizo callar.
El aire se puso pesado, se podía cortar la tensión con un cuchillo. A la distancia, pudieron observar a uno de sus compañeros indicándoles que estaban cerca. Todo el grupo avanzó por la trinchera entre los árboles hasta un escampado. No había rastros del enemigo, solo la presencia de su compañero que se acercaba trotando hacia ellos. Entonces un disparo cortó el silencio y el soldado cayo.
Rápidamente, todos se escondieron detrás de unos pastizales y se prepararon en caso de tener que pelear. Theo y Adrien observaron entre los yuyos a un pelotón del ejército franquista y por sobre sus cabezas, un par de aviones armados sobrevolaban la zona dirigiéndose a ellos. La orden de retirada fue lo único que se escuchó antes de que el caos estallara. Las bombas llenaron el aire, los disparos atacaban sin piedad, el suelo se cubrió de sangre. En la huida, el más joven divisó un pozo donde poder esconderse y se arrojó sobre Theo evitando que una granada los matara a los dos. Cuando el polvo se dispersó ambos estaban inconscientes en el medio del bosque.
Cuando despertó, a Adrien le costaba respirar, tenía la vista borrosa y el cuerpo adolorido. La sangre teñía su frente, sus oídos aun zumbaban por la explosión y su ropa estaba rota, pero al menos aún estaba vivo. Trató de ubicar dónde estaba, entonces, a unos metros vio a un par de soldados franquistas matando a uno de sus compañeros, el disparo lo sobresaltó pero antes de poder emitir algún ruido una mano tapo su boca. Theo estaba a su lado, igual de herido indicándole que guardara silencio y fingiera estar muerto.
Por sobre sus cabezas pisadas resonaban quebrando las ramas, ambos cerraron sus ojos y esperaron su suerte. Adrien no podía ver que estaba ocurriendo, la adrenalina corría por su cuerpo, el miedo había helado sus venas, intento quedarse quieto pero el dolor era demasiado. Sintió el ruido de un arma siendo cargada, había llegado su hora, pensó con angustia en su hogar y en todo lo que dejaría atrás. Pero nada sucedió, las pisadas se alejaron y la calma volvió a invadir el bosque. Se dio cuenta de que Theo se había desmayo y por el estado de su cuerpo, él también se desmayaría pronto.
Habían pasado varias horas cuando ambos despertaron, Theo podía notarlo por el sol que ya no estaba en lo alto del mediodía. Su pierna estaba destrozada, tuvo que hacer un torniquete para poder detener la sangre. A su lado, Adrien igual de herido no dejaba de hablar, intentando obtener una promesa que no estaba seguro de querer cumplir.
- Promételo. Júralo por tu virgen – dijo con los dientes apretados por el dolor.
- Sí, hombre. Vamos a salir juntos de ésta – El castaño intentó ponerse en pie –. Ya se fueron, es mejor apresurarnos.
- Si algo me pasa, si tú sobrevives y yo no, prométeme que te vas a ocupar de mi hermana, ella está sola sin mí – dijo sacando de su abrigo unos papeles que le entregó -. Dime que la vas a cuidar, que la vas a proteger, que no le va a pasar nada. Prométemelo y yo te prometo hacer lo mismo por tu hermana.
A Theo le costaba apartar la mirada de esos ojos, si algo que había notado era la lealtad devastadora que poseía el muchacho, su inocencia y bondad muchas veces le impedía notar la maldad en el otro. Era irónico considerando que estaban peleando a muerte, aún que seguramente el rubio solo pensaba en conseguir un futuro seguro para su familia. Tomo los papeles que le estaba entregando, al abrirlos descubrió unos poderes firmados a su nombre.
Estaba todo lo que había mencionado; la casa, la finca, el astillero, la herencia familiar…y el destino de Allegra Agreste. Adrien le estaba dejando todo, como tutor y administrador de la acaudalada familia Agreste una de las más ricas de Cataluña, en caso de que algo le ocurriera mientras durara la guerra.
- Vamos a estar bien – le dijo tomando su cara y mirándolo a los ojos –. Tú y yo, vamos a volver, y vamos a estar bien. Anda, ayúdame a subir.
Ambos se pusieron de pie con dificultad, puso su pie en el hombro del ojiverde mientras éste hacia fuerza para subirlo y poder salir del pozo. Theo fue lentamente saliendo y la vista que lo recibió, era desalentadora. A su alrededor todo estaba destruido, los hombres de su pelotón estaban todos muertos, y probablemente él también lo estaría si Adrien no lo hubiera arrojado fuera del camino de las explosiones. Cuando logro salir completamente, se dispuso a subir al otro. Entonces la vio.
En el suelo, entre la tierra y los cuerpos, había una pistola. No dudó cuando la tomó y revisó si estaba cargada, para su suerte todavía tenía balas. No dudó cuando tomó la decisión que cambiaría la vida de muchas personas, para siempre.
Cojeando se acercó al borde del pozo, en su interior, herido y vulnerable, Adrien lo miraba con una sonrisa.
- ¿Qué pasa? – pregunto, seguramente se había dado cuenta del cambio en él –. ¿Theo? ¿Está todo bien?
- Yo no tengo una vida maravillosa para volver como tú, da igual si vivo o muero – contestó con resignación –. ¿Qué me espera después de la guerra? Nada. Salvo tu caridad y esa casita que vas a poner para mi hermana y para mí. Para envejecer trabajando como unas bestias en tu astillero.
Mientras hablaba, Adrien perdía lentamente la seguridad. Una sensación helada se instaló en sus huesos, previniendo el peligro. Pero su inocencia le decía que Theo era su amigo, que no debía temer, que pronto ambos estarían riendo en Cataluña, con las hermanas de ambos y viviendo el futuro. Su inocencia –como muchos ya le habían advertido, incluyendo el hombre que ahora lo miraba con los ojos inyectados en sangre– sería la que lo condenaría.
- ¿Pero qué dices? Desde que nos conocimos aquí, eres como un hermano para mí.
- Pero no somos hermanos. Tú naciste rico y así será. Yo no soy tonto, sé cómo funcionan las cosas y no voy a ser tu esclavo para siempre – contestó con resentimiento mientras levantaba el arma, apuntando a su amigo –. Así es la guerra, algunos mueren y otros vuelven. A mí me tocó volver.
- ¡No! ¡Theo, por favor no!
Un disparo resonó el bosque. Lo último que vio Adrien antes de caer en la inconsciencia, fue a su amigo, su compañero de armas, su hermano. Alejándose, mientras él se desangraba en el fondo de un pozo.
Theo caminó por horas con una pierna infectada y casi destruida. Tratando de acallar las voces de su conciencia. Tratando de ignorar la voz de Adrien y las posibilidades de ese futuro que habían planeado juntos por años. Trato de justificar que lo hacía por su hermana, su hermana ya próxima a ser una solterona. Tenía que pensar en su futuro, ser un peón más de la finca Agreste no era lo que quería hacer toda su vida. Era alguien ambicioso, estratégico, capaz de hacer lo que fuera necesario para triunfar. Lo había hecho bien durante la guerra, pero Theo quería más.
Adrien había sido un buen amigo, el único de verdad que había tenido en toda su vida, pero también era capaz de reconocer cuando era hora de soltar una amistad, cuando era hora de cortar lazos. Así lo había hecho siempre, desde que había abandonado el pequeño pueblo en el interior de su país y viajado a la capital a obtener un mejor futuro. Pero ahora, herido, solo y con el daño ya hecho, no podía evitar pensar si la vida de Adrien y todo lo que había representado valía la pena. Finalmente llegó a la conclusión que haber matado al joven de forma tan fría y sin dudar, era el paso que le faltaba para perder cualquier rastro de consciencia que tuviera. A partir de ahora ya no había vuelta atrás.
En la base, fue socorrido y contó cómo habían sido aniquilados, como todos sus compañeros, sus amigos habían muerto. Lamentablemente, su pierna tuvo que ser amputada debido a la infección y por sus servicios en la guerra sería enviado a casa. Pero primero tenía algo que resolver.
- ¡Disculpe! – dijo un hombre mayor de baja estatura y ojos color ámbar. Tenía unas grandes cejas negras grisáceas, con las patillas, la barba y el bigote ya completamente grises.
- ¿Usted es el casero?
- Sí, soy el señor Damocles. Si busca a Don Adrien, no se encuentra en la casa.
- El señor Adrien murió. Murió como un héroe. Tengo instrucciones para ocuparme de todo. Ahí está el poder – dijo ante la cara estupefacta del hombre mientras le entregaba los documentos para que los revisara.
Al principio, todo era borroso y confuso. Estaba acostado sobre algo blando y el aire olía a alcohol y sangre. Intentó sentarse pero una mano suave lo volvió a acostar.
- ¿Cómo está? –. Intentó enfocar la vista buscando el sonido de esa voz que le hablaba con calma. La mujer que se encontraba frente a él era alta y delgada. Con ojos verdes y su cabello rojo estaba atado en un moño.
- ¿Hace cuantos días que estoy aquí? –. Su voz sonaba rasposa, le dolía la garganta pero la ansiedad por saber era mayor.
- Hace casi tres meses. ¿Se encuentra bien?
- Tengo que salir de aquí –. Tres meses, había pasado tres meses inconscientes. Tenía que volver a casa y asegurarse que Cloe estuviera a salvo.
- ¿¡Pero qué hace hombre!? ¡Usted no puede moverse! ¿Qué no ve que está herido? Además, ¿A dónde quiere ir? Todos los caminos están cerrados, si usted sale lo van a matar. Así que se quedara aquí mientras yo le traeré algo de comer.
- Señorita Allegra – dijo el casero. La joven sentada en el jardín bajó su té al sentir su nombre y notó la presencia del otro hombre detrás del señor Damocles. Era alto y bien parecido pero no recordaba haberlo visto alguna vez en su vida –. El señor Theo es amigo de su hermano –. Al escuchar eso, no dudo en correr hacia ellos con la esperanza de obtener noticias de Adrien.
- ¿Cómo está? – dijo ansiosa –. ¿Ha recibido mis cartas? ¿Cuándo regresa? – preguntó sonriendo. Pero solo obtuvo silencio por parte de los dos hombres, eso la confundió –. ¿Qué pasa?
Ninguno de los dos respondía a sus respuestas, el recién llegado ni siquiera la miraba a los ojos. Una sensación de angustia y dolor se instaló en su pecho, y sus ojos se llenaron de lágrimas sin saber por qué, Adrien debía estar bien, nada malo le había pasado. El problema era ella, su hermano siempre decía que tendía a dramatizar por todo, seguramente solo era eso, tenía que serlo. Pero la mirada aguada del señor Damocles y el silencio del señor Theo le dijo que realmente algo malo había pasado.
- No. Adrien está bien ¿verdad? – dijo al borde del llanto –. Dígame ¡¿Dónde está mi hermano?!
- Lo siento mucho señorita Allegra –. Su voz sonaba quebrada, como si le costara hablar. Eso le hizo entender lo que había pasado –. Pero no va a estar sola. Antes de morir su hermano me pidió que la cuidara, y eso es lo que voy a hacer – dijo limpiando sus lágrimas. Sus manos eran callosas pero cálidas y la acariciaba casi con ternura, aun así no pudo evitar que un escalofrío recorriera sus huesos.
Trabajó duramente para recuperarse por completo y aun así debía sostenerse con muletas. Pero estaba decidido a recuperarse rápido. La enfermera, Caline Bustier, era una mujer amable y carismática. Lo trataba con cariño y siempre preocupándose por su salud, pero también podía ser firme y estricta.
- ¿Lo ves? Ya puedo andar.
- No vas a poder salir por los caminos, Adrien. La mitad del país está controlado por los sublevados. No hay forma de pasar por la zona franquista.
- Necesito volver a casa, Caline. Tengo que buscar a mi hermana – dijo con desesperación.
- Mírate. No te puedes ni mantener en pie, aun no te recuperas.
- No, no, no me importa. Me tengo que ir, mi hermana está en peligro –. Necesitaba que ella entendiera que nada lo detendría.
Allegra no estaba del todo segura de las decisiones de Theo, había tomado el control de todo debido a los poderes que su hermano había firmado. Era amable y tenía una bonita sonrisa, se preocupaba mucho y sus ojos siempre la miraban con cariño, ella estaba muy agradecida y si su hermano había confiado en este hombre como para dejarlo a cargo de todo entonces ella aprobaría todo lo que decidiera. A pesar de eso, se ponía nerviosa cada vez que se acercaba a ella.
- ¿Le duele mucho? – le preguntó al verlo hacer una mueca mientras salían de la casa.
- Tarda en sanar, pero voy a estar bien. Vamos que llegamos tarde al puerto
- Todavía no entiendo porque nos tenemos que ir –. El señor Damocles estaba terminando de subir las últimas valijas al auto.
- Aquí ya no hay nada para nosotros bella – le dijo –. Los franquistas pronto llegaran al poder y España se volverá un infierno. Además, quiero volver a mi país. Te va a gustar, mi hermana vive allá, vamos a vivir todos juntos y seremos como una familia –. Por alguna razón, la idea de ser familia de Theo no era algo con lo que se sintiera cómoda, pero lo ignoró igual como venía haciendo desde hacía dos semanas.
Avanzó a paso decidido por los caminos de España, pero cuando estaba llegando a la frontera franquista fue detenido por soldados.
- Documentos –. Decidió obedecer para evitar problemas –. ¿Qué hace un catalán por estas tierras?
- Voy a visitar a mi hermana – dijo guardando su documento, pero no se esperó que el soldado lo pusiera a prueba.
- ¡Arriba España! – grito extendiendo su brazo, esperando que el rubio lo imitara, pero Adrien solo lo miro con desagrado –. He dicho arriba España, catalán – repitió con ira obteniendo nuevamente silencio –. ¡Hijo de puta! – grito golpeándolo con el fusil.
- Buena suerte señorita.
- Buena suerte señor Damocles – dijo sonriendo al hombre que la había cuidado desde niña. A su lado, Theo dio la orden de poner en marcha el auto.
Cuando se despertó, estaba en una celda. Las ventanas estaban tapiadas y casi no entraba luz. Sentía que la cabeza le iba a estallar donde había sido golpeado. Malditos franquistas, maldita guerra, maldito Theo, todo lo que quería era volver a casa.
Lentamente fue perdiendo la noción del tiempo, no supo cuánto tiempo pasó allí, sabía que los días pasaban por la poca luz que ingresaba, tenía hambre y frío. Pensó en su hermana, Allegra, en que había entregado el destino de su hermanita a un monstruo y se arrepintió por haber confiado tanto, de ser tan ingenuo. Pensó en todos sus empleados, gente que habia trabajado para su familia, gente que lo había visto crecer quedando a disposición de un canalla, un traidor. Pensó en la compañía de su padre, de su abuelo; ellos habían trabajado arduamente durante años para incrementar la fortuna familiar, y ahora todo quedaba en la nada.
Pero día a día su deseo de venganza crecía junto con la esperanza de que pronto saldría de allí y se aseguraría de que Theo Rossi pagara muy caro su traición.
Eso es todo por ahora, espero que les haya gustado.
Valkyrie fuera.
