¡Saludos!
Bueno, llevaba un tiempo trabajando en esta idea pero hasta ahora la pude terminar. Inspirado en la imagen que acompaña este fancfiction (la artista se llama brittsart en Tumblr por si quieren ver más su trabajo).
Espero que lo disfruten. No olviden comentar su les gustó o no, si quieren que continué con otras historias en este universo alterno, etc.
Steven Universe, al igual que todos los personajes que conforman la serie, no me pertenecen sino a Rebecca Sugar y Cartoon Network.
Perla
-De nuevo- dijo Rose Cuarzo viendo a Steven, indicándole que empezara a tocar el piano desde el inicio.
-Mamá, no creo que sea una buena idea… -replicó él mientras se acomodaba delante de las teclas blancas y negras de su instrumento.
-Está bien Steven. Tengo que poder hacerlo- contestó Perla sosteniéndose de la barra de madera a la mitad del estudio. - ¿Podrías tocar esa canción para mí? – le preguntó sonriendo en un intento de ocultar su cansancio.
Steven suspiró resignado y comenzó a tocar. Las notas poco a poco fueron brotando del piano y el sonido de "La gran polonesa" de Chopin inundó el estudio de pared a pared al mismo tiempo que Perla comenzó a bailar.
La suave luz del atardecer acariciaba cada paso, cada vuelta, cada salto que la joven bailarina hacía. El contraste del leotardo negro, las mallas y sus puntas de color crema, las últimas un poco desgastadas de tantos ensayos para la presentación que haría dentro de unas pocas semanas, la hacían ver más pálida de lo que realmente era.
Rose tenía la mirada fija no en ella, sino en sus movimientos. Observaba cada gesto de su rostro, cada ademán que hacía con los brazos y cada pisada que daban sus piernas. Parecía como si intentara ver el esfuerzo de cada uno de sus músculos tratando de moverse lo más armoniosamente posible para que cada giro y caída parecieran hechos con la misma suavidad con la que una madre acaricia a su bebé.
Perla no sentía más que el calor de su cuerpo fatigado, reclamándole descanso, y las notas que la abrazaban y la guiaban para el siguiente paso o el siguiente giro. Para ella el mundo se reducía a una imperturbable obscuridad de la cual emanaba la música. Y era en esos momentos en que se sentía libre y completa. Era una misma con la música y su cuerpo, sin necesidad de pensar en nada más que el siguiente movimiento.
Y se sentía así hasta que encontraba los ojos de Rose. Esos ojos que no la miraban sino escudriñaban sus movimientos y sus gentos. Era cuando ella dejaba de ser importante y pensaba que eran más importantes sus movimientos. Mientras más cercana a una ejecución perfecta, menos sería analizada y, tal vez, sería vista ella y no lo que ella hace.
El piano se fue silenciando poco a poco con las últimas notas de la canción, hasta que enmudeció por completo. Perla se sostuvo en su posición, parada en puntas con sus manos sobre su cabeza formando un círculo, por unos segundos, esperando la aprobación de Rose, quien hizo un leve gesto con su rostro, y dejó caer sus brazos exhausta la joven bailarina.
Por uno momento Steven miró maravillado la pose final de Perla, pensando que no había alguien que pudiera bailar ballet mejor que ella, pero al voltear a ver a su madre, observó que ella la miraba sin emoción alguna.
-Es todo por hoy Perla- dijo Rose casi como un suspiro, -Steven, no tardes mucho en dejar todo en orden, ¿de acuerdo? – continuó ella mientras veía cariñosamente a su hijo.
El respondió con un leve movimiento de su cabeza. Entonces ella abrió la puerta y salió del estudio. Lo único que se pudo escuchar era el sonido de las escaleras siendo pisadas y el ruido de la calle cuando se abrió la entrada principal, y como desapareció éste al cerrarse la puerta de la entrada.
Perla se dejó llevar por su fatiga lentamente hasta que terminó sentada en el piso de madera del estudio, justo en el mismo lugar donde momentos antes posaba para Rose. Estaba demasiado cansada para intentar dirigirse al pequeño vestidor del fondo y así poder llorar con un poco de privacidad, pero tampoco tenía energía para llorar justo donde estaba. ¿Por qué había reaccionado así Rose? ¿Acaso había cometido algún error tan grave para que sea mejor marcharse?
Poco a poco la fatiga y sus pensamientos hicieron que su cuerpo se fuera recostando sobre la duela. Aún podía escuchar las notas que Steven tocó, sentir la luz del atardecer acariciando su piel y ver la mirada de Rose antes de marcharse. Cerró los ojos para intentar ahogar el llanto que la inundaba después de recordar eso.
¿Qué necesitaba hacer para hacer sentir a Rose orgullosa de ella? ¿No eran suficientes su esfuerzo y dedicación para complacerla? No lo entendía, había pasado los últimos dos meses ensayando arduamente por horas para poder ejecutar ese baile sin problemas y ahora parecía que simplemente no podía hacerlo como esperaba, como se supone que debería poder hacerlo.
Suspiró profundamente mientras brotaban las primeras lágrimas de impotencia. Cuando abrió los ojos vio que Steven ya no estaba sentado enfrente del piano sino a lado suyo, mirándola con la preocupación típica de él después de verla practicar tanto.
-Ven, necesitas tomar agua y comer algo más que simplemente avena y espinaca- dijo Steven ofreciéndole su mano para ayudarla a levantarse.
Perla tomó su mano y se levantó del piso, quedando sentada. Momentos después Steven había traído una botella de agua y un sándwich que le sobró de su almuerzo. Ella se limpió las lágrimas y le sonrió.
-No deberías preocuparte por mí Steven, estaré bien. Simplemente tengo que seguir practicando hasta que pueda ejecutar bien este baile- dijo Perla después de darle un gran sorbo a la botella de agua.
Los dos estaban sentados, frente a frente, sobre la duela, sintiendo la luz del atardecer recorrer poco a poco el lugar, sin más ruido que el de ella comiendo y tomando agua.
- ¿Hasta que lo hagas bien… o hasta que mi madre te diga que lo hiciste bien? - preguntó Steven mirando a Perla a los ojos.
El silencio se apoderó rápidamente del lugar mientras Perla pensaba en cómo respondería a esa pregunta. Steven era casi como su hermano menor, le tenía mucho cariño y confianza, pero no estaba segura que ser totalmente sincera con él sería lo indicado en esa situación.
-Este… yo diría que… no estoy segura de cómo… explicarlo…- logró tartamudear ella antes de llevarse el último bocado del sándwich a la boca.
Perla bajó la mirada al piso, evitando por completo la de Steven. Él se preparaba para seguir asediándola con sus preguntas cuando el sonido de su celular lo interrumpió. Miró la pantalla y susurró:
-Es mamá- y se llevó el celular a su oreja para poder contestar. -Hola ma, ¿qué pasó?... Sí, ya voy a terminar de… ¡Cierto! Lo había olvidado por completo. Bajaré en un momento- terminó diciendo guardando el celular en el bolsillo de su pantalón.
- ¿Pasa algo Steven? - preguntó Perla.
-No realmente, sólo olvidé un compromiso y tengo que irme rápido- respondió él mientras se levantaba.
Buscó su chaqueta y recogió las partituras que estaban en el piano. Antes de irse se despidió de ella dándole un beso en la frente.
En cuanto se cerró la puerta de la entrada Perla se dejó vencer por la gravedad y se recostó sobre la duela. Sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, como si esperaban el momento para salir de ellos sin ninguna restricción, así que decidió cerrar los ojos para intentar ahogar esas ganas de llorar que la invadían de nuevo.
Se sentía abatida. Todo su esfuerzo no había logrado evitar que volviera a fallar. Parecía que no sin importar lo que hiciera nunca podría alcanzar su verdadero potencial, ese que vio Rose en ella pero que ahora parecía inalcanzable. ¿Se sentiría decepcionada de ella por eso? ¿Por qué no podía ser lo que Rose esperaba que fuera?
Fue cuando recordó las palabras de Steven: "¿…o hasta que mi madre te diga que lo hiciste bien?". Él no lo entendía. Mientras que ella se encontraba estancada él era casi un prodigio en la música, y sabía que Rose lo amaba por ello. Tal vez no únicamente por eso, pero podía ver que Rose se sentía orgullosa de él, lo notaba en sus ojos cuando lo ve tocar. Por eso sabía que ella no la enorgullecía en lo absoluto, jamás le había dirigido una mirada así a ella. Solamente la primera vez que bailó enfrente de ella.
La noche se apoderó del cielo y ella dejó que su fría sombra la envolviera poco a poco. No deseaba levantarse de ese lugar, esperando que tal vez la obscuridad la hiciera desaparecer, tal vez así dejaría de sentirse así, tan desdichada y con un hueco en su interior.
Poco a poco sus lágrimas fueron secándose y su respiración, lenta y profunda, era lo único que se podía escuchar en el estudio. Se sentía ligera, recostada en el piso de duela con la mirada clavada en el techo, pero seguía sin querer moverse. Así repasó cada uno de sus movimientos del baile, cada salto, giro y ademan ejecutado por ella, intentando descubrir en qué momento se equivocó para poder corregirlo y lograr que por fin Rose la admire mientras baila.
Entonces imaginó que Rose se sentiría tan orgullosa y encantada con su baile que irremediablemente se le uniría, y nada ni nadie más existiría a partir de ese instante, solamente ellas dos bailando. Su corazón se aceleró al pensar que cada paso que daban Rose se acercaba más a ella, hasta el clímax donde Rose pasaba un brazo alrededor de su cintura en un abrazo que terminaba con las dos viéndose frente a frente, con sus miradas cruzadas y sus alientos golpeando contra sus rostros, tan cerca que…
La luz de las lámparas iluminó el estudio violentamente, obligando a Perla a regresar de su mundo imaginario. Mientras se cubría de la luz con una mano y utilizaba la otra para levantarse, escuchó que alguien abría la puerta del estudio.
-Pensaba que ya te habías ido- dijo una voz familiar y desinteresada.
Aunque todavía no podía ver claramente por la luz de las lámparas, la silueta de la desconocida cobró forma al ver su cabello azul. Si Lapis Lázuli estaba ahí significaba que realmente ya era tarde.
-Ah, eres tú…- contestó Perla, incorporándose por completo. - ¿Vas a practicar sola? – preguntó, sabiendo de antemano que Lapis no era precisamente una persona "sociable".
-No, Jasper no tarda en llegar- respondió Lapis sin voltear a ver a Perla.
"¿Jasper?" se preguntó Perla internamente. No sabía que Jasper tenía las características necesarias para enseñarle a otras personas, ¿o tal vez practicaría con ella como su compañera? "Mejor me retiro antes de averiguarlo" fue el siguiente pensamiento que cruzó por la mente de Perla.
Lapis ya estaba cambiada y comenzó a estirarse mientras que Perla se dirigía al vestidor. El silencio volvió a apoderarse del estudio hasta que se escuchó abrirse la puerta de la entrada y se escuchó una voz estridente, casi como un grito.
- ¡Ya estás aquí, Lapis? - preguntó la voz desde la entrada.
- ¡Sí Jasper! Estoy estirando- respondió Lapis con una pierna sobre una de las barras de madera que había a lo largo de la pared.
Perla terminó de cambiarse cuando la puerta se abrió y pudo ver a Jasper con su gran cuerpo atlético abarcando gran parte de la puerta, con una mochila grande que cargaba con una mano y la otra sobre la perilla de la puerta.
- ¡Lapis dónde dejaste mi…? - se detuvo Jasper al ver a Perla. -Pensé que estabas aquí sola. ¿Qué hace ella aquí? – cuestionó Jasper a la chica de cabello azul.
-Estaba aquí cuando llegué- respondió Lapis con un semblante serio, mirándola desde el piso de la duela haciendo un split.
-Yo… ya me iba de todos modos…- dijo Perla sujetando su mochila con fuerza. -Hasta luego…-
-Adiós- respondió Lapis.
Jasper simplemente bufó mientras Perla pasaba al lado de ella. Hasta que cerró la puerta del estudio se sintió más tranquila. Estar en el mismo lugar que Lapis ya era complicado, pero tenerlas a ambas en la misma habitación era una tarea casi imposible de superar.
El estrecho pasillo que llevaba a la entrada tenía simplemente un foco para iluminarlo, lo que lo hacía parecer un poco aterrador a esas horas de la noche. Los escalones no eran uniformes y no había barandal, así que tenía que bajar las escaleras despacio y sujetándote de las paredes para evitar caer. Ya iba a medio camino cuando vio que la puerta de la entrada se abrió y apareció Steven cruzándola.
-Steven, ¿qué haces aquí? – preguntó Perla sorprendida de volverlo a ver.
-Lapis me pidió que le ayudara a ensayar- contestó él, un poco avergonzado.
"Así que este era tu compromiso" pensó Perla mientras veía a Steven sonrojarse de la vergüenza. Él sabía que Lapis y ella no se llevaban bien, pero ella sabía que él y Lapis eran mejores amigos básicamente desde que se conocieron. Perla suspiró y soltó una pequeña risa al pensar en todo lo que se había esforzado Steven en cubrir que le ayudaría a su amiga para terminar siendo descubierto de esa forma.
Pero rápidamente una idea invadió su mente y perdió toda la alegría que tenía hace unos momentos.
- ¿Y qué dijo Rose al respecto? – quiso saber Perla.
Tal vez ella no se llevaba bien con Lapis, pero sabía que Rose no estaba de acuerdo en compartir el espacio con otras bailarinas que vinieran de la misma escuela a la que ella renunció como maestra, y tanto Lapis como Jasper provienen de esa escuela. ¿Sabrá Jasper que Rose enseña en este estudio? ¿Lo sabrá Rose?
-Nada, simplemente me preguntó a qué hora terminaría para que papá viniera por mí- respondió Steven rápidamente.
Al terminar su frase la miró pensativo. Sabía que estaba tramando algo, pero Perla decidió dejarlo meditar lo que sea que estuviera atravesando su cabeza en ese momento.
-Espera aquí un momento- solicitó Steven a Perla mientras dejaba sus cosas y se dirigía a la entrada.
Sorprendida, Perla lo siguió hasta que cruzó la puerta de la entrada. Ella se quedó ahí, como se lo pidió Steven, en la mitad de las escaleras. Podría ir los pasos fuertes de Jasper y los ligeros saltos de Lapis y cómo discutían a cada momento. "Me sorprende que no se maten entre ellas" pensó Perla antes de escuchar que la puerta de la entrada se abría y aparecía Steven con una sonrisa en el rostro.
-Listo- dijo victorioso mientras cerraba la puerta detrás de él y se acercaba a Perla.
- ¿Qué está listo? - preguntó Perla un poco temerosa.
-Le pregunté a mamá si podía llevarte a tu casa y me dijo que sí. Está esperando a que salgas- continuó él con la misma sonrisa, levantando sus cosas que dejó en el pasillo.
- ¡Qué? - preguntó Perla exaltada. - ¿Por qué hiciste eso? - continuó apenada por la forma en que estaba reaccionando.
Sabía que Steven lo hacía de buena fe, porque era su amiga y todo eso, pero definitivamente ella no se sentía cómoda en una situación como esa. ¿Cómo podría ver a Rose a la cara después de lo que había pasado? ¿Cómo explicaría que estaba todavía ahí a esas horas?
-Porque aún estás aquí, y ya es bastante tarde, y quiero ayudarte, aunque sea en llegar a casa tranquila- respondió él todavía sonriendo.
Lo único que pudo hacer Perla fue responderle con una sonrisa sincera. De pronto se escucharon unos pasos en la duela y un sonido fuerte y sordo, seguido por voces que discutían.
-Bueno, creo que ya llegaron… Así que mejor me apuro. Nos vemos Perla- dijo Steven pasando tan rápido como pudo en el estrecho pasillo. -Hola Lapis…- fue lo único que escuchó antes de que Steven cerrara la puerta del estudio.
Y así volvió a quedarse sola en el pasillo, pero ahora tenía a alguien esperándola afuera del estudio para acompañarla a casa. Respiró profundamente, tratando de controlar sus nervios, y caminó lo más decididamente posible a la puerta de la entrada del estudio. Abrió con tranquilidad y cerró con suavidad, como si todo ese proceso fuera un ritual para no entrar en pánico al ver a Rose Cuarzo esperándola en su coche. Siguió caminando hasta estar del dalo del copiloto, abrió la puerta y se metió, todo tratando de controlar sus nervios.
Nunca le había parecido tan largo el camino a su casa, menos en coche. Rose manejaba tranquila y en silencio. La música de Chopin ahogaba el silencio incómodo que las rodeaba. Perla parecía una estatua, con el mismo color en piel y la misma movilidad que una. No sabía qué decir o sí debía de decir algo en primer lugar. Con la mirada al frente, fija en el camino solamente lograba ver a Rose de reojo, con el mismo semblante serio con que dejó el estudio esa misma tarde. ¿Estaba… enojada con ella?
- ¿Por qué te quedaste tan tarde en el estudio Perla? - preguntó Rose con voz suave.
Rose había roto el silencio y no ella, eso era algo que no podía manejar. Estaba obligada a responder a su pregunta, pero ¿cómo? La música se había silenciado y el corazón de Perla bombeaba tan fuerte que ella estaba segura que Rose podía escucharlo latir con su ritmo tan acelerado.
-Bueno, yo estaba…- dijo Perla con una voz casi inaudible.
"…llorando por ser tan débil" pensó Perla. Con la mirada ahora clavada en el piso trataba de no contestar esa pregunta.
- ¿Seguías practicando? - volvió a pregunta Rose.
Perla se sentía atrapada. No podía ser sincera con Rose porque ella esperaba que fuera fuerte y estuviera ensayando para mejorar en lugar de perder el tiempo llorando y pensando en otras cosas menos importantes. Quería salir del auto, sin importar que estuviera en movimiento.
El silencio reinaba dentro del auto, Rose estaba esperando una respuesta que Perla no estaba dispuesta a dar. Ella seguía anhelando ser lo que Rose esperaba de ella, pero no podía alcanzar a esa Perla tan fuerte, decidida, agraciada, perfecta. No, ella simplemente era la réplica opaca de lo que solamente Rose podía imaginar.
Sin darse cuenta la primera lágrima rodó sobre su mejilla y fue a parar en medio de sus pies. Por alguna razón ya no podía aguantar más ese peso, esa gran carga que sentía al no ser como esperaba que fuera, estaba cansada de sentirse vacía, de sentir ese hueco que la atormentaba cada vez que no podía ser lo que Rose esperaba.
-Lo siento, por no ser tan fuerte como tú, Rose…- dijo Perla con sollozos.
Ya no podía contener el llanto, pero tampoco trato de detenerlo por más tiempo.
-Sé qué esperas que sea fuerte, que sea la mejor bailarina del mundo, pero no sé cómo serlo, no sé cómo ser como tú…- continuó cubriéndose con sus manos su cara.
-Lo sé Perla- contestó Rose con un tono seco y sin expresar nada en su rostro.
Esas palabras golpearon el corazón de Perla. ¿Qué quería decir con eso? ¿Por qué continuó enseñándole si lo sabía? ¿Acaso tenía lástima de ella, que nadie más le querría enseñar por ser débil? Con sus manos aun cubriendo su rostro, sus lágrimas continuaron brotando de sus ojos, pero eso ya no le importaba. Ahora sabía que sin importar qué tanto se esforzara, jamás podría hacer sentir a Rose orgullosa.
Entonces sintió como el auto se detenía. Rose se había detenido y su suave mano tocó el hombro de Perla.
-Sé que no eres como yo Perla, pero eres magnífica, así como eres tú. Tienes pasión en tu corazón y una elegancia en tus movimientos que no había visto antes. Sé que no eres fuerte como piensas que lo soy yo y nunca he querido que lo fueras. Eres perfecta tal y como eres y como bailas, y te admiro porque siempre te esfuerzas tanto por mejorar. Sabes, es fácil continuar cuando eres fuerte, pero se necesita verdadera voluntad y determinación para continuar sabiendo que no posees esa fortaleza- dijo Rose mirándola.
Perla no podía creer lo que escuchó. Todo ese tiempo Rose la estimaba de verdad, hasta la admiraba. Esa última palabra recorrió su mente lentamente y sintió que el júbilo brotaba desde el interior de su cuerpo. Quitó sus manos de su cara y con los ojos enrojecidos de tanto llorar miró a Rose, quien la miraba con la misma ternura con la que veía a Steven tocar. ¡Por fin podía ver que realmente estaba orgullosa de ella! Pero todavía quedaban rastros de su melancolía rondando por su ser, esperando poder salir.
-Entonces, ¿por qué nunca me lo dijiste? - cuestionó Perla, quitándose la mano de Rose del hombro con un movimiento de su mano. -Siempre parecías tan seria, como si estuvieras molesta conmigo, porque no podía hacer las cosas a la perfección como…- continuó cerrando su puño con ira.
-Pensé que, si te decía que descansaras o que había salido bien dejarías de esforzarte porque ya habrías alcanzado tu objetivo- respondió Rose con voz segura. -De haber notado que te sentías así, yo te habría dicho antes…- dijo bajando ahora ella la mirada.
Rose reconocía que tal vez la había presionado mucho y se arrepentía. Lo último que ella quería era lastimar a Perla, pero el daño ya estaba hecho.
El resto del camino ninguna de las dos habló. No tardaron mucho hasta llegar a la casa de Perla. Ella suspiró profundamente al ver la puerta verde de su casa porque sabía que una vez que la cruzara las cosas que se dijeron en el auto quedarían perpetuadas en el recuerdo de las dos, y las cosas ya no llegarían a ser iguales después de ese punto. Ya había abierto la puerta del auto cuando sintió la suave mano de Rose sobre la suya.
-Espera Perla- dijo Rose-, antes de que te vayas, quiero disculparme contigo por todo lo que te he hecho sentir. No era mi intención que pensaras y sintieras eso…- terminó con una pequeña lágrima brotando de sus ojos.
Lo único que pudo hacer Perla en ese momento fue sujetar con fuerza la mano de Rose. No podía odiarla, no podía estar enojada con ella porque ella la admiraba, era su modelo a ser, su heroína, era… su sueño inalcanzable. Y ahora ahí estaba al lado suyo, sujetando su mano y ofreciendo sus disculpas por algo que ella no hizo realmente.
Entonces simplemente se acercó a Rose para poder abrazarla y susurrarle al oído "Gracias". Rose respondió con un abrazo cálido, y se quedaron así hasta que el celular de Rose sonó. De esta forma Perla se bajó del auto y se despidió de su mentora agitando la mano mientras su auto desaparecía en la profundidad de la noche.
Perla se quedó ahí unos momentos, sintiendo como el frío aire recorría su cuerpo y sus pulmones cada vez que respiraba. Era un momento único en el que se sentía, por primera vez en mucho tiempo, tan ligera y tan libre.
