Lo que siempre había deseado
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Metamorfosis
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"Vamos, chicas, todas al autobús. Venga, venga" la voz de la profesora se alzaba entre el barullo de cuchicheos. Todas las adolescentes charlaban animosamente, ilusionadas por la excursión escolar al museo. Cualquier variación de la rutina era bienvenida, y a fin de cuentas pasarían el día en otra ciudad y no encerradas en ese instituto para chicas que se les hacía tan aburrido a su edad. Mientras las tutoras organizaban a las chicas en dos grupos para repartirlas en los dos autobuses disponibles, las jóvenes se apresuraban a reunirse con sus amigas con tal de no quedar separadas de ellas al establecer los conjuntos.
"¿A que grupo nos unimos?" preguntó una bella muchacha de cabellos oscuros y rostro afable. "A mi me da igual. Elige tú Nanoha" respondió su acompañante, una rubia robusta de ojos verdes dirigiéndose a una tercera persona.. Nanoha Takamachi puso una expresión pensativa estudiando las dos filas de alumnas que se habían formado. "Mm, no sé. Mientras estemos juntas realmente no me importa" les contestó sonriente. Las tres chicas eran amigas desde primaria y siempre habían estado juntas. Suzuka y Arisa eran de familias adineradas, unas autenticas princesas y eran como uña y carne a pesar de (o gracias a) tener personalidades opuestas. Mientras Suzuka era calmada y racional, Arisa era impulsiva y enérgica. Nanoha se les unió posteriormente. Procedente de un linaje más humilde, la pequeña de tres hermanos era alegre y trabajadora. Solía llevar su pelo castaño recogido en una coleta, pues gustaba de correr y hacer deporte sin que su melena se interpusiese. Sus ojos azul marino siempre brillaban amistosos. La chica tenía un encanto natural y una fuerte personalidad que encandilaba a gran parte del instituto. De una forma u otra acabó uniéndose a Arisa y Suzuka formando con ellas una fuerte amistad. Con el resto de compañeras se llevaba bien, pero no había creado ningún lazo.
A pesar de todo, Nanoha no se llevaba bien con todo el mundo. Específicamente con dos de sus compañeras de clase.
"Mira, ahí están las solitarias, por suerte parece que irán en el otro autobús" musitó al divisar las dos figuras esperando turno en la hilera vecina a la suya. Sus nombres, Hayate Yagami y Fate Testarossa.
Fate era una de las alumnas más altas de la clase, por no decir la que más. Ese día llevaba su larga y rubia melena recogida en una trenza floja. Sus ojos rojo rubí, sumisos y tímidos, pocas veces se atrevían a cruzarse con los de nadie más. La muchacha esperaba junto a una silla de ruedas en la que viajaba su mejor amiga, Hayate.
Hayate era una chica menuda que había tenido la mala suerte de nacer con una constitución débil. Su corta melena marrón oscuro a menudo se adornaba con alfileres de colores. Sus ojos eran de un azul pálido. Su fortaleza interior nada tenía que ver con su endeble cuerpo; Hayate era vivaz y cabezota, sin contar que poseía una lengua viperina y un cerebro rápido y astuto que usaba a menudo si se veía arrinconada por algún problema.
Nanoha observó como el chofer tomaba a la minusválida en sus brazos y empezaba a subirla trabajosamente al autobús. Fate por su parte aprovechaba para guardar la silla en el maletero, teniendo cuidado de no golpear el aparato más de lo necesario. "Cómo un buen lacayo" murmuró Nanoha sintiéndose molesta por aquello, sin saber por qué. La rubia volteó tras finalizar su tarea y sus miradas se encontraron por un instante. La castaña enarcó las cejas sorprendida, pero antes de que pudiese descifrar el significado de tal acontecimiento, Fate se volvió hacia la puerta y entró en el autobús. "A buscar a su dueña, claro. Como un perrito, igual" refunfuñó Nanoha enfadada de nuevo. No comprendía por qué aquel par la enfurecían tanto. Normalmente siempre tenía muy buen humor, pero esas dos...
La profesora se puso frente a Nanoha interrumpiendo sus pensamientos "Takamachi" pronunció llamando su atención. Suzuka estaba ya en las escaleras, pero Arisa giró curiosa para ver qué pasaba. "Takamachi" repitió la profesora "el grupo es impar. ¿verdad que no te importa viajar con el otro autobús?"
Nanoha parpadeó, por un momento sintió una oleada de fastidio, pero finalmente accedió con una sonrisa forzada.
"Lo siento, chicas. Nos vemos en el museo" se despidió dirigiéndose a su autobús predestinado.
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Los asientos del autobús estaban separados por pares, dos a cada lado del pasillo. Con fastidio Nanoha encontró que todos estaban ocupados. Miró al fondo, donde la última hilera se formaba por cinco asientos, el del medio era el único libre. Se apresuró a sentarse cuando la profesora, tras ella, la apremió. Ojeó a la pareja de chicas a su izquierda, no las conocía mucho, sólo de verlas en clase. Miró a su derecha y sus ojos se abrieron como platos. "Genial" farfulló sarcástica. Hayate y Fate la observaban igual de sorprendidas a su derecha reaccionando con el mismo entusiasmo. Hayate tenía el lugar junto a la ventana, Fate a su lado escudándola del resto de compañeras. Nanoha se sentó lo más hacia la izquierda posible evitando el contacto con la rubia, pero en cuanto se pusieron en marcha, con los movimientos del autobús fue imposible no tocarse.
"Fate-chan, mira eso" Hayate señaló algo a través de la ventana. Fate se inclinó sobre su amiga para poder ver lo que le estaba indicando. Susurraron algo que los finos oídos de Nanoha no comprendieron y rieron. La castaña las contempló molesta por su secretismo, pero no dijo nada, se limitó a tomar de su mochila su reproductor de mp3 y intentar pasar el viaje abstraída con su música, imaginando que no estaba sentada junto a sus peores enemigas. El bullicio de voces que habitaba en el vehículo se difuminó poco a poco y sólo el sonido de sus canciones favoritas llegaba a sus oídos. Nanoha sonrió levemente y cerró los ojos. Canturreó por lo bajo algunas de las melodías, ajena a todo lo demás. Estando así era fácil olvidar los problemas.
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"Nanoha-san, Nanoha-san" una voz llamaba en la lejanía. "Despierta, hemos llegado" susurraba la voz entre la cacofonía de una canción pop. "Nanoha" la voz sonó más clara y cercana, suave y familiar. "¿Uh?" balbuceó Nanoha aún medio dormida. Abrió los ojos para despertar de repente. El autobús estaba detenido, sus compañeras colapsaban el pasillo mientras bajaban ruidosamente del autobús. "¿Qué?" murmuró incoherente, y entonces se percato que no estaba erguida en su asiento sino recostada contra el reconfortante hombro de alguien. Se puso en pie de un salto y volteó para reafirmar sus sospechas. Quiso que se la tragase la tierra. Se había quedado dormida sobre Fate Testarossa. Pero eso no era lo peor, lo anecdótico fue que la rubia no la rechazó y aguantó el peso de la castaña sobre ella a saber durante cuánto tiempo; lo perturbante era que Nanoha se había sentido tan cómoda como para no darse cuenta de haberse dormido. Había disfrutado de su sueño de tal manera que aún sentía la humedad de babitas en la comisura de sus labios. Alarmada se limpió la boca con la mano en un periquete y miró con rabia a su temporal almohada y a su acompañante con hostilidad. Si ninguna de ellas se atrevía a comentar, a reír o simplemente abrir la boca en su dirección, Nanoha iba a hacer alguna locura. Fate la miró con cara de no haber roto un plato, Hayate con una expresión neutra, pero con un destello de risa tras sus ojos que no pasó desapercibido a Nanoha.
Finalmente fue la más rezagada de ellas quien rompió el hielo, evitando la confrontación. "Nanoha-chan" la llamó Hayate con una voz tan melosa que era difícil no adivinar que era simulada simpatía "tus amigas deben estar esperándote, y nosotras necesitamos espacio para poder salir de los asientos" la expulsó con diplomacia. "Disculpa" contestó la castaña con la misma falsedad. Dio media vuelta y se marchó con dientes apretados. Quiso responderle con alguna frase perspicaz, pero tras haberse dormido sobre ellas, no quiso arriesgarse a ser humillada. Nanoha Takamachi, era orgullosa, pero no estúpida, se retiró del campo de batalla a tiempo.
Al posar los pies en el suelo encontró que Arisa y Suzuka ya estaban haciendo cola y balanceando sus manos en el aire en señal de que fuera con ellas. Y eso hizo. Mientras las profesoras organizaban la visita y repartían las entradas, ella y sus amigas se enfrascaron en vanas conversaciones de adolescentes, que en su momento parecen tan y tan importantes. En un recoveco de su conciencia, sin embargo, Nanoha pensaba en lo sucedido en el bus. ¿Por qué no habían usado el momento para atacarla? Ella lo hubiera hecho. No lo comprendía. Se le ocurrió que Fate y Hayate fueran en el fondo chicas normales en vez de las solitarias extravagantes que parecían, pero no quiso pensar de aquella manera, a fin de cuentas, si era así ¿Para qué todo ese tiempo de enemistad con ellas?. Y a todo esto. ¿Cuándo fue que empezó esta guerra entre ellas? ¿Empezó con la sana rivalidad por saber quien sacaba mejor nota en los exámenes en primer curso? ¿Por qué fue? Nanoha no conseguía recordarlo. Sólo quedaba el hecho de que ella y Hayate (y por consecuente, Fate) eran enemigas a muerte.
Consiguió olvidarlas cuando con la entrada en la mano y rodeada de sus buenas amigas, entró en el museo y empezó a maravillarse con todo lo que había en él.
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"No comprendo como no la tiraste al suelo" comentó Hayate a su amiga mientras esperaban su turno para entrar en la exposición. Fate le evitó la mirada disimuladamente y se encogió de hombros. Hayate observó a su rubia compañera y poco a poco una sonrisa conocedora se fue dibujando en su rostro. A medida que la maquiavélica sonrisa de Hayate se ensanchaba, el rubor en las mejillas de Fate se hacía más y más destacable. La chica de ojos celestes rió por lo bajo y suspiró negando con la cabeza. "Olvídate, Fate-chan. Es un caso imposible" le aconsejó compasiva. "Además, ¿te has fijado en como nos trata? No entiendo qué ves en ella, Takamachi no es más que una pija consentida y superficial." Se quejó.
Fate bajó la mirada, hizo ademán de defender a Nanoha, pero finalmente guardó silencio. Hayate sonrió triste "Eres demasiado buena para tu propio bien, Fate" le dijo suavemente en forma de cariñosa advertencia mientras le tomaba la mano como disculpa.
***
"Y esta galería está dedicada a antiguas civilizaciones aún no determinadas" señaló el guía del grupo. "Y con esta cámara acaba la visita, sentiros libres de estudiar todas la piezas y observarlas con atención, pues muchas de ellas son únicas en el mundo. No toquéis nada. Y preguntar cualquier duda que se os ocurra" sonrió el hombre dando permiso al grupo para desperdigarse por todo el museo a sus anchas.
"Vayamos a ver de nuevo las momias egipcias" exclamó Arisa con entusiasmo. "Mejor las esculturas grecorromanas" prefirió Suzuka. Nanoha sin embargo quería ingresarse más en ésta última galería, la de civilizaciones no documentadas. Iba a clamar su predilección a sus amigas cuando las vio alejarse cogidas de la mano "Si nos damos prisa tenemos tiempo de ver las dos" decía Arisa tomando la iniciativa. Entre risas y prisas ninguna de las dos se dio cuenta de que Nanoha no iba tras ellas. A pesar de su muy buena amistad, a veces la castaña se sentía excluida del grupo. Suzuka y Arisa se conocían desde niñas y compartían más de lo que Nanoha podía intentar. La castaña suspiró y decidió observar las reliquias por su cuenta. Había desde jarrones con extrañas runas, desusadas y raras armas, ropajes hechos tirones, hasta joyas. Entre las alhajas hubo un solitario diamante que llamó su atención.
"Semilla de la Joya" leyó en el cartel junto a la pieza.
Nanoha se quedó mirando aquella piedra de apariencia tan simplona. Era de un azul resplandeciente, pero más bien opaco, de forma romboide y de superficie lisa. "Bonita ¿verdad?" sonó una voz chirriante a su lado. Nanoha dio un respingo sobresaltada y volteó al instante para encontrar un extraño hombre que la miraba con una sonrisa anormal. La chica dio un paso hacia atrás recelosa de aquel sujeto. El hombre sin embargo abrió sus ojos dorados casi sacándolos de las orbitas y soltó unas risitas maniacas. Nanoha iba a salir corriendo de ahí, pero el hombre la agarró del brazo. "Es bonita ¿verdad?" repitió esperando respuesta. Nanoha asintió y el hombre la soltó. Sin saber muy bien que hacer, se quedó frente a aquel extraño mientras éste observaba maravillado la joya. Nanoha encontró el momento perfecto para retroceder y escapar de aquel chiflado. Observó su vía de huida y ojeó al hombre, asegurando que seguía sin prestarle atención. Sin embargo, por el rabillo del ojo le pareció ver parpadear la Semilla de la Joya.
Ese momento de congelada estupefacción fue el tiempo suficiente que el hombre necesitó para girar sobre sus talones y tomar los hombros de Nanoha. " ¿Has visto eso?" le chilló lleno de júbilo. "Ha reaccionado a ti" exclamó.
La chica parpadeó atontada y aquel hombre miro a su alrededor vigilando que nadie los viera antes de acercar su rostro al de Nanoha y susurrarle "La Semilla de la Joya concede deseos y tu debes necesitar uno para que la Logia Perdida tome vida"
Nanoha no dijo nada, pero el hombre le dio unas palmaditas en la espalda "Enhorabuena" le dijo y echó a reír. En ese instante, el segundo grupo de alumnos llegó a la galería con su guía y al verlos entrar el hombre soltó un "oh" y desapareció corriendo, como huyendo de ellos. Nanoha se quedó pasmada por la experiencia. Siempre le tocaba a ella vivir sucesos extraños.
***
"Bardiche" entonó Fate leyendo la nota junto el arma. La rubia volvió a mirar aquel instrumento entre lanza y hacha, era negro y con una hoja dorada levemente oxidada por el tiempo, pero aún así el arma dejó ensimismada a la chica. "Te gusta ¿eh?" le sonrió su amiga. Fate giró la cabeza para encararla y le devolvió la sonrisa.
"Ya sólo nos queda otra galería y terminamos la visita guiada. Luego podemos volver y te quedas mirando el trasto todo el tiempo que quieras" se burló levemente la morena de la súbita fascinación que el artefacto había despertado en Fate.
Fate se quejó de las constantes bromas de Hayate a su costa, pero en el fondo no parecían importarle. Sabía que cuando realmente importaba, Hayate siempre estaba con ella y podían hablar sinceramente y sin trabas, ambas se defendían y protegían mutuamente. Tal era el vínculo que habían formado, eran más que mejores amigas, eran como familia.
Por el camino, Hayate palideció poco a poco y un leve temblor se apoderó de sus manos. Fate que andaba a su lado con una ligera sonrisa la vio de refilón y se percató de inmediato de que su amiga no se encontraba bien. "Hayate" la llamó preocupada arrodillándose junto a la silla. Hayate apretó los puños intentando contenerse, cerró los ojos por un momento con tal de deshacerse del leve mareo que la asaltó. Un sudor frió le recorrió la espalda. Pero al cabo de un rato, las molestias empezaron a remitir. Hayate abrió los ojos y encontró el compungido rostro de Fate observándola con cuidado. Una profesora estaba a su lado. Fate la había llamado durante el pequeño ataque. "Estoy bien" susurró la morena con voz rasposa.
"¿Estás segura, Hayate-chan?" quiso asegurarse la profesora, a fin de cuentas era responsable del bienestar de los alumnos, y Hayate Yagami era un caso especial. Hayate asintió y la profesora miró al resto del grupo que curiosos se habían congregado alrededor de la silla de ruedas de la joven. Algo desconfiada, la adulta accedió. "Está bien, que continué la visita. Pero si empiezas a sentirte mal de nuevo, avísame enseguida ¿de acuerdo?" le dijo, luego se dirigió a Fate "Te dejo al cargo, si pasa algo acude a mi inmediatamente" otorgó la responsabilidad de 'vigilar' a la minusválida a la rubia. Hayate resopló mentalmente. No hacía falta, Fate iba a cuidar de ella como una princesa sin necesidad de que se lo pidieran. "Claro" respondió Fate obediente. La profesora sonrió y tras echarle un ultimo vistazo al anémico rostro de Hayate, apremió al resto de la clase a seguir al guía ha la última galería. Hayate respiraba profundamente intentando volver a la normalidad, tan sólo había sido un pequeño susto. A pesar de su edad, Hayate estaba curtida en ataques más fuertes, no iba a dejar que un pequeño revés dominará su visita al museo. Y más cuando había costado tanto convencer a Signum de dejarla venir.
"Hayate" aclamó su atención su amiga, que seguía inmóvil a su lado mientras el resto del grupo se adelantaba "¿De verdad estás bien?" susurró la pregunta intranquila. Hayate sonrió a pesar de no estar del todo en condiciones. Nadie sabía cuánto apreciaba la amistad de aquella muchacha de ojos carmesí. "Ha sido sólo un arrechucho. Ya se me está pasando" le confesó. Fate asintió y poniéndose en pie se quitó la mochila que llevaba a cuestas para sacar una botellita de agua y ofrecérsela a Hayate. La enferma la tomó dando las gracias y sorbió un par de veces. No sabía la sed que tenía hasta que el líquido tocó sus labios. De un tirón acabó con media botella, devolviéndosela a su dueña con sonrisa. Complacida al ser de utilidad y ver mejor color en la piel de su amiga, Fate volvió a colocarse la mochila a la espalda y trotó levemente en la dirección en la que aún se veían algunos compañeros. Hayate tomó el mando de su silla y la siguió.
Al igual que el grupo anterior, el guía de éste se despidió tras explicarles que la última galería estaba repleta de los artilugios de los cuales aún se estudiaba su procedencia o se verificaba su autenticidad. Hayate se emocionó explicando a Fate que había estado leyendo sobre esa galería y le interesaba. La mayoría del grupo se había esparcido por todo el museo y eran pocas compañeras que danzaban por aquella sala. Hayate ojeó a Fate por el rabillo del ojo. La rubia no se separaba de su lado, era como una sombra. La joven sabía que Fate se moría de ganas por ver de nuevo esa extraña guadaña pero que por nada del mundo la dejaría sola después de lo sucedido en la sala anterior. Sonriendo tristemente Hayate llamó a su compañera "Fate, de verdad que estoy bien. Si quieres puedes ir a ver a tu Bardiche de nuevo" le guiñó un ojo como si estuvieran hablando de su novio. Pero Fate no rió, solo estrujó sus cejas y al instante Hayate reconoció su expresión, iba a oponerse. "Fate" susurró desesperada. Odiaba ese tipo sobreprotección en la que sus seres queridos se sacrificaban por ella de aquella manera. No le gustaba ser una carga. Fate lo sabía y al oír aquel tono entre triste y enfadado reaccionó. "Perdona Hayate, es que me preocupas" se disculpó. La chica de ojos claros sonrió "Lo sé, y de verás lo agradezco profundamente. Pero sabes que odio que hagáis eso" se quejó. "Ahora hazme un favor y vete. Anda. Disfruta de tu nuevo amigo" le dijo con más alegría, pero todavía parecía que la rubia tenía dudas. "¡Venga! Te prometo que no me muevo de esta sala y si pasa algo te llamó al celular enseguida" .
Sin estar convencida del todo, Fate accedió al fin "Volveré en un minuto" prometió y dando media vuelta se marchó corriendo, hecho que le costó una reprimenda de uno de los responsables del museo. Hayate al verlo rió de buena gana. Una vez sola, manejó su silla por la sala observando las reliquias. Ya conocía muchas de ellas por leerlas en aquel libro. La que más deseaba ver estaba en un rincón expuesta en una cajita de terciopelo. Hayate dio velocidad a su silla para que la acercara lo antes posible.
***
A pesar de lo singular del caso, Nanoha se quedó en la galería de objetos dispares procedentes de civilizaciones perdidas. Estando frente a la Semilla de la Joya, vigilaba esa piedra azul con un inusitado interés. Pero por mucho que la muchacha se concentrase en la reliquia, la joya no volvió a brillar. ¿Había sido todo un truco de aquel lunático?
El ruido inconfundible del pequeño motor de la silla de Hayate la alertó de su presencia. Nanoha vio como la morena se acercaba hacia ella. Hayate la miró a los ojos, primero se sorprendió, pero luego siguió acercándose con expresión determinada. Parecía que no iba a dejarse amedrentar por la presencia de Nanoha.
"Hola" dijo secamente la recien llegada. Nanoha respondió con hastío, pero no iba a ser maleducada "Hola". Las dos voltearon sus cabezas a la Semilla de la Joya. Ignorandose mutuamente. Si les incomodaba la presencia de la otra, solo tenían que irse a otro lugar, pero ambas eran demasiado orgullosas y cabezotas para ceder el puesto a su rival. Intentando hacer como que Hayate no estaba ahí, Nanoha observó de nuevo el artefacto. Cuando Hayate hizo ademán de tocar la piedra, a pesar de las normas del museo, la joya volvió a lanzar un destello. Las dos chicas abrieron los ojos como platos. Nanoha supo entonces que no lo había soñado.
"Ah" tomó Hayate la joya entre sus dedos con rapidez.
"¡Ey!" Le advirtió Nanoha asombrada por el descaro y insubordinación del gesto.
"No te metas Nanoha, he esperado mucho esta oportunidad" susurró hostil la inválida, encerrando la piedra en su puño. La castaña parpadeó asombrada por la amenaza en la voz de Hayate. Seguidamente alzó sus manos en pos de la joya "Devuelve eso" ordenó.
"No" se negó rotundamente Hayate alzando la voz. A pesar del pequeño espectaculo, los responsables del museo no repararon en ellas, apenas dos personas sí se fijaron. Compañeras de clase. Pero era conocida la enemistad entre ambas chicas y otra disputa no era noticia, por lo que ignoraron la pelea.
Nanoha forcejeó con Hayate, tomando sus manos en las suyas en un intento por recuperar la Semilla de la Joya. "No" repitió Hayate vehementemente viendo como Nanoha ganaba terreno al poseer más fuerza. "Esta joya es mi esperanza" la desesperación se apoderó de la joven más menuda. "Tú no puedes entenderlo" prosiguió zafándose bruscamente. Nanoha perdió el equilibrio por un momento y ojeó a su oponente que se aferraba a la pequeña piedra como si su vida dependiera de ello. Hayate le dedicó una mirada de desprecio que Nanoha devolvió con la misma intensidad.
"Alguien como tu no es capaz de comprender lo que esta joya puede hacer" murmuró Hayate y eso enfureció a Nanoha, que contestó burlona "¿El qué?¿Cumplir deseos?". Una expresión de sorpresa surco el semblante de Hayate, haciendo desaparecer el ceño fruncido. Seguidamente la chica de la silla de ruedas sonrió condescendiente a su rival. "Una chica como tú no puede entenderlo. No tienes deseos, porque lo tienes todo. Una familia con dinero, popularidad, una salud de hierro..." "Qué sabrás tú de mi y mis deseos" interrumpió Nanoha con ojos brillantes abalanzándose de nuevo a arrebatarle la joya. En su pugna la Semilla de la Joya volvió a brillar tomando más y más intensidad. Las dos chicas cesaron al instante. "Ah" "¿Qué...?" fue lo único que pudieron balbucear antes de que la Semilla de la Joya explotara en un cegador destello.
Nanoha sintió un tirón en su pecho, un escalofrío, como si cruzara una cortina de agua helada. Luego, nada. El olvido momentáneo antes de recuperar la sensación de tacto y calidez. Se sentía extraña. Gritos asustados se oían a su alrededor. Nanoha abrió los ojos, acabándose de dar cuenta que hasta entonces los tenía cerrados. Estaba oscuro, pero aún en las sombras se diferenciaba a la gente corriendo hacia la pequeña lucecita de emergencia de la salida del museo. Escuchó un grito ahogado a su lado y el sonido sordo de algo chocando contra el piso con violencia. Volteó pero no vio nada.
Había habido un apagón. Olvidando por completo su riña con Hayate y lo sucedido con la Semilla de la Joya, abordada por el pánico que reinaba en el ambiente, Nanoha decidió salir de ahí también. Se preguntó si Arisa y Suzuka estarían bien. ¿Se habrían dado cuenta de su ausencia? Al intentar andar hacia la salida sin embargo algo pasó. Sus piernas no respondieron, chocaron contra algo y la chica se encontró cayendo de bruces al suelo. "Au" exclamó dolorosamente. Se sentía especialmente aturdida, rara. ¿Qué había pasado?
Los fusibles chispearon intentando volver a iluminar el museo, en ese tiempo, Nanoha permaneció en el suelo sintiendo nauseas. Vio como todo el mundo corría en dirección a la salida del museo, pero nadie parecía percatarse de su presencia en el suelo, nadie se paró a socorrerla. Nadie excepto una figura solitaria que apareció contracorriente en la entrada, con rostro descompuesto. "Hayate" gritaba, "Hayate". Era Fate Testarossa. Nanoha agotada recostó la cabeza en el suelo, no tenía fuerzas ni para mantener la vista fija en la rubia que corría en su dirección. Al menos Hayate sí tenía alguien que la recordase, pensó pesarosa y desanimada al sentirse sola. Pero para su asombro, Fate no pasó de largo, se desplomó de rodillas junto a ella y la tomó en su regazo.
Antes de perder el conocimiento, Nanoha sintió como la rubia acariciaba su cabeza y le susurraba algo con cariño. Por vez primera en mucho tiempo, Nanoha sintió un sentimiento de paz apoderarse de ella y se abandonó a la oscuridad con una leve sonrisa en los labios. En otras circunstancias, quizá ellas podrían haber sido buenas amigas, ese fue su último pensamiento.
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Al volver en sí, Nanoha sintió un fuerte dolor de cabeza. "Ugh" gimió mientras luchaba por abrir sus pesados párpados. Se encontró a sí misma en una cama, en una habitación desconocida y solitaria. El silencio era un acompañante conocido por Nanoha, así que la chica simplemente suspiró mientras acababa de despertarse. Se oyó una puerta y dos mujeres entraron, Nanoha volteó la cabeza para verlas. Una de ellas vestía de blanco por lo que la joven dedujo que se encontraba en el hospital. ¿Qué había pasado? Sus recuerdos estaban borrosos. "Hayate" la llamó la otra mujer al verla despierta y corrió a su lado "¿cómo te encuentras?" le preguntó mientras apoyaba una fría mano en su frente. Nanoha la miró tontamente sin responder, aún aturdida. Aquella mujer le resultaba familiar. ¿Dónde la había visto antes? Ah, sí. Con Hayate y Fate. ¿Cómo era? Su nombre. Signum se llamaba, era la guardiana de Hayate. La información acudió a su mente como si fuera el residuo de un sueño pasado.
"Signum" murmuró con vocecilla dudosa. La mujer sonrió levemente mientras le acariciaba la mejilla.
"Aún tiene fiebre" pronunció Signum volviendo su cabeza hacia la doctora que aguardaba unos pasos más allá. La mujer de bata blanca asintió, "Mejor deja que pasé aquí la noche. La mantendremos en observación y si no empeora le daremos el alta mañana". Signum accedió y le dio las gracias. Nanoha se sentía estúpida e ignorada y no comprendía qué estaba pasando. "Ya has oído a la doctora" resonó la firme voz de Signum susurrarle con dulzura "Ahora descansa y si todo va bien mañana estarás de vuelta en casa" le dijo mientras acomodaba las sabanas sobre su estómago. Nanoha se sentía tan cansada que no tenía otra opción que la de obedecer. Girando la cabeza levemente, miró por la ventana, viendo que ya pasaba del ocaso. Parpadeó cansada desenfocando la vista. En ese momento por fin cayó en la cuenta. El reflejo que le devolvía el cristal no era el suyo, era el de Hayate Yagami.
Continuará...
En el próximo capítulo:
Al pasar frente el espejo del lavamanos, Nanoha volvió a verlo. Signum llevando en brazos a Hayate, pero tras la mirada brillante de Hayate, era el alma de Nanoha que veía. Hasta que comprendiera que había pasado, Nanoha iba a ser cauta y hacerse pasar por Hayate Yagami costara lo que costara.
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"¿Para quien son las flores?" se interesó la chica, y su amiga le esquivó la mirada por un momento antes de responder seriamente "Para Nanoha".
Aquí les traigo un nuevo fic. Ya aviso de antemano que me demoraré con cada capítulo, pero espero que me apoyen. Se supone que debía estar continuando otro Nanoha/Fate, pero se me cruzaron los cables y cuando la inspiración llama a tu puerta, hay que responder.
Tenía ganas de hacer una historia de instituto pero darle algún toquecillo emocional y dramático. Así que si les gusta la idea de una historia romántica en la que los lazos de amistad y los de amor son tan difusos que se confunden, de descubrimientos, superación y sacrificio, de alegría y de perdidas, este es su fic.
Hasta la próxima.
