Hola a todos! Esta es mi primera incursión en el mundo de Batman así que espero no cagarla demasiado... Llevaba mucho tiempo con esta historia en la cabeza y al final me he decidido a escribirla. No sé adónde me llevará esto ya que no sé yo si este fandom en castellano tiene mucho éxito... pero bueno, yo lo intento y a ver qué os parece. Me encantan los reviews y me motivan mucho para trabajar, ejem ejem, así que cuantos más tenga, más rápido escribiré ;)
Sin más, aquí os dejo con esta historia.
Disclaimer: Batman no me pertenece (qué pena...)
CAPÍTULO 1
Don't go ruinin', ruinin' my, my bad reputation
Don't go tellin' 'em, tellin' 'em all the plans we've been makin'
Cause everyone knows that I don't cry
You never see stars shinin' in my eyes
Ruinin', ruinin' my, my bad reputation
Kelly Clarkson, Bad Reputation
Un turno en las urgencias del Gotham General siempre era caótico, por algo era uno de los hospitales más importantes de la ciudad. A eso se le añadía que era sábado por la noche y que parecía que la mayoría de descerebrados sin dos dedos de frente se animaban de manera excepcional a llevar a cabo los mayores disparates que se les podían ocurrir.
La doctora Ann Samuels lo sabía muy bien, aunque era la primera vez que se enfrentaba a aquella situación como jefa de residentes, eso siempre añadía un pequeño extra de estrés. Pero a Ann siempre se le había dado bien manejar situaciones extremas. Casi siempre.
Mientras cosía una ceja abierta, provocada por un iluminado al que se le había ocurrido prender fuego a un cohete en un lugar cerrado vio aparecer a Jack White, su mentor y, sobre todo, su jefe, con cara de pocos amigos. Maldijo en voz baja mientras veía por el rabillo del ojo cómo la estaba buscando en la saturada sala de urgencias. Intentó hacerse la loca y seguir con su trabajo para ser ignorada, pero fue infructuoso. 3 segundos más tarde su jefe la miraba con reproche, vestido de etiqueta de los pies a la cabeza.
— ¿Qué demonios estás haciendo? —le preguntó de mal humor.
Ella lo miró con cara de inocencia sin soltar la aguja con la que estaba dando los puntos a su paciente — ¿Trabajar? —respondió intentando parecer serena.
—Tu turno terminó hace una hora y media —replicó su jefe poniendo los brazos en jarras.
—¡Lo sé! Pero urgencias estaba a tope y ahora no podía irme —trató de justificarse ella —, ahora soy la jefa de residentes, ¿te acuerdas? ¡Me nombraste tú mismo! —continuó ante la atónita mirada de su paciente, que se fijó entonces en los tacones y el vestido de noche negro y corto que la doctora llevaba bajo la bata blanca.
—Jamison está aquí para cubrirte, una de las cualidades más importantes para un jefe es la de delegar, Ann —respondió Jack, claramente irritado —, además, si yo tengo que ir a esta pantomima insufrible para conseguir fondos, tú también vienes —siguió diciendo el jefe, revelando la verdadera razón para su presión.
Ann bufó por la desgana y terminó de coser a su paciente, le hizo un gesto a Dorothy, una de sus enfermeras favoritas, para que lo ayudase con todo lo que tenía que hacer para poder irse a casa a descansar.
—Jack, odio esas estúpidas fiestas — protestó la chica mientras caminaba hacia los vestuarios seguida de su jefe —, y además se me dan fatal, nunca he sido una buena lameculos.
—Créeme, yo también las odio, pero viene con el cargo —respondió él acompañándola, como temiendo que fuese a escaparse otra vez —, ¿de verdad has suturado una herida vestida de gala? ¿Y si se te hubiese manchado el vestido?
—Habría sido una pena, tener que ir a casa, cambiarme, se podría haber hecho tarde y luego no habría encontrado taxi así que me habría tenido que quedar sin ir, una pena ¿verdad? —le contestó Ann quitándose la bata y colocándola en la percha de su taquilla.
Jack puso los ojos en blanco —Mira, es así de sencillo, sonreímos, estrechamos unas cuantas manos de gente ricachona, comeremos unos entremeses diminutos y después podremos volver aquí con historias divertidas de contar sobre los últimos escándalos en sociedad —echaron a andar hacia la salida del hospital, aunque se dio cuenta de que Ann no parecía del todo convencida — ¿acaso preferirías quedarte toda la noche haciendo colonoscopias?
—¡De hecho sí! —contestó ella colocándose el chal sobre los hombros.
—¡No puedes hablar en serio! —le respondió Jack tras una risotada.
Ann enarcó una ceja —Espero que eso te indique el nivel de compromiso que tengo con la velada de esta noche —la chica se colocó al lado de la puerta del coche de su jefe, que iba a llevarles a la fiesta —, ya me duelen los pies y esto acaba de empezar…
Jack abrió su coche y cuando ambos estaban sentados, arrancó el motor. La suerte estaba echada —Quizá no te dolerían si no hubieses estado atendiendo pacientes durante más de una hora con ellos puestos.
—En eso tienes razón, cuando tienes razón, tienes razón —le replicó Ann, resignada y repantingada en el asiento del copiloto. Echó una mirada a Jack, siempre había sido su referente desde que entró al Gotham Memorial como una asustada interna de cirugía. Con un tono paternal y desde sus ya 57 años, era uno de los mejores maestros que tenía el hospital; solo había accedido a ir a la fiesta porque se lo había pedido Jack, no lo habría hecho por ningún otro.
Al llegar al lugar donde se desarrollaba la fiesta, un aparcacoches tomó el relevo y muy educadamente les invitó a entrar en el edificio. Ann no dejó de morderse el labio durante el interminable trayecto del ascensor, tenían que subir hasta un ático. La fiesta parecía a reventar, cuando entraron todo era gente, música y camareros sirviendo aperitivos y bebidas.
Ann en seguida se hizo con una copa de champán ante la mirada de reproche de su jefe. Ella se limitó a encogerse de hombros y llevársela a los labios mirando hacia otro lado. El aburrimiento era casi soberano. A la chica no le gustaba el ambiente de falsa amabilidad que se respiraba en aquel lugar. Todo el mundo parecía feliz y deseando expresárselo al mundo. Había mucha gente que trabajaba en el hospital, pero ninguno de los que estaban allí eran amigos, simplemente conocidos.
Ella suspiró y se mantuvo junto a Jack durante toda la noche, compartiendo alguna que otra mirada cómplice cuando alguien decía una barbaridad lo suficientemente grande. Los pies le estaban matando, no veía el momento de quitarse aquellos zapatos infernales. Echaba de menos sus cómodos zuecos de hospital.
Y entonces ocurrió. Ann, distraída, ni siquiera se había dado cuenta de que un pequeño grupo de personas se había arremolinado a su alrededor hasta que escuchó su nombre pronunciado por Jack, que la hizo girarse. Y vio al hombre más guapo que había visto nunca.
Su cerebro se paró un instante mientras procesaba la información, dónde estaba, con quién y qué se suponía que estaban haciendo.
—Esta es la doctora Ann Samuels, recientemente nombrada jefa de residentes —escuchó que la presentaba Jack, ella era incapaz de quitar la mirada de aquellos ojos penetrantes que la escrutaban con diversión, como si supiese el efecto que estaban provocándole. Jack la miró con curiosidad y le sonrió —, el señor Bruce Wayne, Ann, uno de nuestros mayores benefactores y el organizador de esta maravillosa velada.
— Encantado de conocerla doctora Samuels —pronunció con una voz relajada y sensual que le iba muy bien con su cobertura de caramelo mientras le tendía la mano.
Ella sonrió y le apretó la mano intentando no parecer demasiado estúpida —El placer es mío, señor Wayne.
Así que ese era Bruce Wayne, el playboy más acaudalado y conocido de Gotham, sus escarceos y escándalos eran el pan nuestro de cada día de los periódicos sensacionalistas de la ciudad, a Ann no se le escapaba ninguno porque su mejor amiga era una incondicional seguidora de sus andanzas en particular y de las revistas de cotilleos en general. Iba acompañado por una de aquellas modelos con las que llenaba las portadas.
Había visto sus fotografías en alguna portada, pero tenía que reconocer que aquel hombre ganaba muchísimo en persona, y más cuando llevaba un traje como aquel. Seguro que cuando no lo llevaba también ganaba… Ann se dio una pequeña patada mental por dejarse llevar por aquellos derroteros de pensamiento y trató de volver a la realidad.
— ¿Cuál es su especialidad, doctora Samuels? —preguntó una mujer mayor a su lado, seguramente debería conocer su nombre porque Jack se lo habría mencionado, pero su cerebro seguía en huelga.
— Soy cirujana cardiotorácica —le respondió ella con una sonrisa, intentando recuperar la compostura.
—Así que lo suyo son los corazones, ¿no es así? —dijo Bruce Wayne, que parecía estar pasándoselo en grande.
Ella giró la cabeza, sorprendida por la pregunta —Podría decirse que sí.
—No sé por qué no me sorprende —respondió él.
En la cabeza de Ann se encendieron todas las alarmas. ¿Estaba flirteando? ¿Con ella, cuando tenía el brazo en la cintura de una rubia explosiva? La indignación empezó a salir a flote por encima de lo deslumbrada que se sentía en presencia de aquel hombre.
Soltó una risita irónica —Si me disculpan, tengo que ir al tocador —y se marchó dejando la conversación en auge y a su jefe atónito.
Se metió en el cuarto de baño solamente por si alguno de los participantes en la conversación decidía seguirla con la mirada. Una vez dentro, rodeada de acaudaladas señoras y de modelos neumáticas como la acompañante de Wayne, dio rienda suelta a su enfado.
Definitivamente, acudir a aquella fiesta había sido una mala idea. Ese estúpido incidente no hacía más que recordarle a Jeremy, o Jeremy "el bastardo" Jenner como le llamaban ahora ella y Susie, su mejor amiga. Jeremy también era un hombre guapísimo y también tenía ciertas tendencias bastante desagradables, como por ejemplo acercarse a chicas guapas y flirtear con ellas, a veces incluso más, cuando Ann no estaba presente, lo que había provocado la ruptura de una relación de casi 3 años de duración. Una relación que había acabado hacía escasos 7 meses y había dejado a Ann con el corazón destrozado y todavía intentando recuperarse, lo cual no era fácil cuando tenía que ver al bastardo todos los días en el trabajo.
¿Sería que tenía cara de tonta? ¿Era eso? ¿Tenía pinta de ser una chica a la que podían intentar camelarse mientras se tenía a otra chica prácticamente chupeteando su oreja? Conocía la terrible reputación de Bruce Wayne y seguramente con cualquier otra mujer habría funcionado, pero había tropezado con un hueso duro de roer. Ann tenía 27 años y era una mujer fuerte e independiente, o al menos eso le parecía a ella. Quizá hacia el mundo exterior transmitía una información totalmente contradictoria.
En cualquier caso, intentó relajarse y tras unas respiraciones profundas se convenció de que no todo el mundo ni el cosmos estaban en su contra. Salió del tocador pero fue incapaz de volver a encontrar a Jack entre la multitud. Se fue paseando por las esquinas del reciento pero entre tanta gente le resultó imposible reconocer a su jefe. Después de media hora buscando y de responder preguntas bastante estúpidas por parte de gente que no conocía de nada, se dio por vencida y encontró un pequeño ventanal abierto que fue su salvación, ya que estaba sofocada y le dolían los pies terriblemente.
Sorprendentemente, la pequeña terraza estaba vacía, así que después de mirar hacia los dos lados y asegurarse de que no venía nadie, la chica se sentó en un banquito que había junto a una pequeña fuente y se quitó los zapatos, soltando un pequeño gemido de alivio al hacerlo.
Se masajeó los piececitos suavemente sintiendo cómo la tensión iba abandonando su cuerpo lentamente hasta que una voz le provocó un respingo.
—¿Interrumpo algo? —escuchó que decía una voz conocida a su espalda.
Ella se giró y se encontró de bruces con el soltero de oro de Gotham, Bruce Wayne, sin rubia neumática incluida esta vez. ¿Por qué le tenían que pasar esas cosas? Allí sin Jack para controlar su afilada lengua seguro que terminaba insultándole y perdiendo los fondos destinados al hospital.
—Claro que no —le dijo intentando sonar normal.
Él lanzó una sonrisa en su dirección y dio gracias por estar sentada, ya que si no seguramente le habrían fallado las piernas. ¿Cómo demonios hacía eso? ¿Por qué no estaba castigado por la ley?
Observó cómo Bruce Wayne se sentaba a su lado y se le quedaba mirando los pies descalzos con una expresión entre divertida e incrédula.
Ann casi no podía creérselo e intentó llenar el silencio con lo primero que se le ocurrió —¿Dónde está su cita? —preguntó con cierto sarcasmo.
—¿Tiffany? Oh, creo que estaba hablando con un especialista de oncología, no estoy seguro—respondió Bruce con total normalidad —, por favor, no me hables de usted, solo Bruce —le dijo con aquella sonrisa perfecta que casi conseguía derretir a media población femenina de Gotham.
—De acuerdo, Bruce —dijo Ann, que empezó a sentir el instinto de salir corriendo y cerrar la puerta detrás de sí misma.
—Eso está mejor, Ann, ¿verdad? —preguntó Bruce con curiosidad. Ella asintió con la cabeza y él siguió hablando —, es un nombre precioso.
—Gracias —contestó la chica a la defensiva.
—De nada —Bruce Wayne se quedó callado y perdió la mirada en el maravilloso paisaje que tenían ante ellos, Gotham entera en oscuridad con una noche llena de luces. Como Ann no sabía muy bien cómo actuar se quedó callada y miró también al vacío, imitándole. —Puede ser intimidante, ¿verdad? —Rompió el silencio el millonario, girándose para mirarla —, la gente, quiero decir.
—Intimidante no es la palabra que yo utilizaría —replicó la chica.
— ¿Ah, no? —Bruce parecía tremendamente divertido —, ¿y qué palabra utilizarías?
—Quizá… Cargante —la personalidad de Ann afloraba, incapaz de no ser ella misma durante más de 15 minutos —, aburrida, ¿estúpida? —siguió enumerando la chica, que de repente se dio cuenta de con quién estaba hablando —, perdona, no quería ofenderte a ti ni a tus amigos.
Bruce se rio —No me ofendes, y no son mis amigos —le respondió con dulzura.
La chica miró entonces a los ojos de aquel hombre y casi pudo vislumbrar a un niño pequeño, inocente y dulce que solo quería que le diesen la mano para cruzar la calle.
—Oh… —respondió ella, sin saber bien qué más decir —, en ese caso me reafirmo.
Arrancó otra sonrisa al magnate, que escogió ese momento para rozarle la cara, ya que un rizo rebelde se había escapado del intrincado recogido que llevaba, lo tomó entre sus dedos y se lo colocó tras la oreja.
El gesto tan íntimo hizo que la chica se levantase como un resorte y se apartase de Bruce Wayne como si tuviese la peste.
—Discúlpam… —empezó a decir Bruce, pero Ann no le dejó decir más.
—No, no se disculpe —le cortó la chica, marcando las distancias —, escuche, conozco su reputación, sé lo que estará pensando y me siento halagada de verdad, de que haya decidido obsequiarme con su magnífica presencia esta noche —empezó a decir con el sarcasmo que tanto la caracterizaba —, pero no soy esa clase de chica, ¿de acuerdo? Así que no pierda más el tiempo conmigo, estoy segura de que obtendrá mejores resultados con cualquier otra.
Bruce Wayne, al contrario de lo que ella habría esperado, casi sonreía —Ann…
—¡Ann! —dijo Jack White, entrando en la escena como si fuese un caballero de reluciente armadura —, ¿quieres que nos marchemos? —le preguntó de manera casual.
Ella respiró con alivio —Sí, por favor —se giró para mirar a Wayne —Tengo que irme, gracias por la fiesta y todo eso —le dijo poniéndose los zapatos y marchándose detrás de Jack lo más rápido que pudo.
Bruce Wayne se quedó en la terraza, solo, reflexionando sobre lo que había ocurrido durante unos segundos hasta que al final soltó una risotada. Aquello… Aquello había sido como una corriente de aire fresco para su aburrida y monótona vida social. Se metió de nuevo en la fiesta y decidió continuar con la farsa durante un rato más hasta marcharse con Alfred y empezar su verdadera noche.
N/A: ¿Qué os ha parecido? ¡Dejadme un riviú por favor! :D
