¡Tercer fic en pocos días! Esto es un nuevo récor y hay que festejarlo, ¿bebidas, quién quiere? Venga gente, las gemelas necesitan muchos abrazos y muchos besos cariñosos. ¿Es que nadie las quiere, pobrecitas?
Aclaraciones: As always, ni Kurona ni TG me pertenecen. Todo de Ishida Sui. Este fic participa en el Reto Temático: Recuerdos, perteneciente al foro Anteiku: la cafetería para fans de Tokyo Ghoul. No creo que contenga ningún spoiler, tampoco. Espero que lo disfruten.
Fuimos, somos, seremos.
La casa está vacía.
(Fuimos grandes… Nashiro).
Ya no se escucha el taptap de los sirvientes, ya no hay muebles en las habitaciones, ya no hay juguetes ni muñecas desparramados por el suelo ni gritos de «vayan a guardarlos», ya no hay mamá –ni besos en la frente-, ya no hay papá –ni caricias sobre la cabeza-, ya no hay vestidos caros y bonitos que se sujetan con un moño por la cintura.
Ya no hay… nada.
(Sólo angustia materializada; el lamento de dos almas).
La casa es una cáscara rota, un hueco oscuro, una piel cambiada.
Un agujero sucio, aterrador, mugriento, donde nacieron y se mataron las esperanzas. (Con una risa atronadora y pintura roja). Les prometió grandes destinos, un futuro sellado con papeles rosas, un felices para siempre y a cambio de confiar, de vendarse los ojos, les devolvió la fe destrozándola, partiéndola con un chasquido, un silencio sordo, pesadillas con forma de mamá y papá y sus tripas por el suelo, un futuro que ya no sería más futuro.
Si se fija la vista en sus paredes todavía se puede ver a dos niñas aterradas, contra ellas, y sangre moteada logrando un bonito diseño vanguardista decorándolas.
(Nashiro…).
A veces se escuchan ruidos. Son sonidos bajitos, susurros tímidos, murmullos quedos, casi como si no quisieran apoderarse de la casa, casi como si le tuvieran miedo al silencio. Es un goteo constante (¿de qué? ¿sangre, lágrimas, agua corriendo?); es una risa ahogada; es un grito, al unisonó, de dos gargantas; es un lamento de muertos; es unos pasitos ligeros sobre el corredor; es uñas clavándose sobre el piso de madera; es ayuda, ayuda, ayuda, que alguien-; es una mandíbula masticando; es dos respiraciones que se cortan, se vuelven erráticas, se vuelven a cortar.
(¿Qué somos, Nashiro?).
A veces, si se presta atención, se pueden ver sombras. Dos pequeñas sombras que recorren los pasillos de la casa sin hacer ruido, ya no vestidas con ropas bonitas, ya no buscando juguetes y muñecas, ya no con la familiaridad de antaño. Son dos pequeñas sombras que miran con sus ojos negros y sus irises rojos bañados en melancolía –añorando- los rincones más oscuros sin derramar un solo lamento. Son dos pequeñas sombras que de la mano deliran e inventan historias imposibles (y con eso se nos desgarra el corazón un poquito, pero no importa, no importa, ¿verdad?).
«Había una vez, una familia feliz que tenía dos hijas…».
(Nashiro…)
La casa está vacía, abandonada, sólo unos cuantos fantasmas vagabundos la recorren.
(Nomedejes, nomedejes, nomedejes, nomedejes).
La casa es un refugio maldito, una ilusión descorazonada, una trampa dulce, un vicio oculto que las dos pequeñas sombras no pueden dejar de sorber. La necesitan. Están atrapadas entre sus paredes y no pueden huir por sí solas. Sólo pueden escapar… (Siempre lo supimos, siempre supimos la forma de escapar).
La casa está vacía y una de las pequeñas sombras ya no está más.
Ya no se tienen la una a la otra.
(Nashiro... seremos… nada).
...
...
NOTAS: Bueno, el drabble tomó una dirección completamente diferente a la que tenía planeada, pero milagrosamente me gusta como quedó. Espero que a ustedes también les haya gustado. Ah, una cosita, sí, lo que está entre paréntesis es lo que narra/dice Kurona. Nos estamos leyendo.
Atte, Misari.
