Si a Sakura Haruno le preguntasen como estaba esa tarde, respondería que se sentía cansada.

Definitivamente, estaba cansada.

Pasó sus dedos por el cabello rosa, descuidado y crecido, y sus ojos por la historia clínica de su próximo paciente. Siempre era lo mismo, suspiró tomando un sorbo del café que a estas alturas ya no le sabia a nada. Tocaron la puerta y un ninja entró, no le prestó atención a lo que estaba haciendo, no sabía si estaba sanando su brazo o su espalda, ni si su cabello era rubio o castaño, ni si era un hombre o una mujer, su mente estaba vacía y aburrida, hundida en el azul grisáceo de la pared frente a ella.

Cómo había llegado a ese punto? Cómo fue que la emocionante y agitada vida de ser shinobi había culminado en una rutina frustrante e insulsa?

La paz había llegado luego de la guerra y sus días de aventuras habían encontrado su fin. Con los títulos honoríficos de heroína de guerra, de la mejor medic-nin de la Alianza, habían aparecido las responsabilidades de ser no solo una adulta, sino un ejemplo para las próximas generaciones. Estaba orgullosa de sus logros, feliz de que ahora sus seres queridos estuviesen a salvo, pero... a qué costo?

Lo admitía, a veces lloraba por las noches, por aquellas almas a las que no supo ni pudo salvar. La tarea del médico es noble y dura, eso le habían dicho alguna vez, pero solo quienes han ejercido la profesión saben lo que se siente acarrear con todos aquellos que murieron en sus brazos.

No supo en que momento el ninja que había visto entrar se había transformado en un niño lactante necesitado de un control de rutina, ni cuando el reloj había pasado por media hora su horario de salida. Siempre le ocurría lo mismo, las cosas pasaban mientras ella se quedaba ahí parada, esperando que volviesen, acostumbrándola a esperar.

Despidió al niño y a la madre, juntando lentamente sus cosas en un pequeño bolso. Un bolígrafo naranja que Naruto le había dado para su ultimo cumpleaños, de tinta negra y casi agotada, el teléfono casi nuevo que llevaba siempre encima, por si alguien se acordaba de ella o la necesitaban en el hospital, y una libreta con pocas hojas, en la que garabateaba notas cuando se aburría. Salió del edificio a paso lento, sin ser notada, sin saludar a nadie, hoy simplemente no tenía ganas de ser alegre.

Las calles estaban poco concurridas y algo oscuras, frías. Se abrazó a sí misma, tratando de darse calor, pensando en que, más que un abrigo, necesitaba a alguien que le diera un poco de temperatura no solo a su cuerpo, sino a su vida. Sus ojos verdes, no tan brillantes como lo habían sido en sus años de genin, se posaron en las nubes grises que amenazaban con llorar con ella esa noche. Apuró el paso y se metió en su casa, tirando la cartera en algún lado.

- Tadaima-habló en voz alta a la nada misma, recibiendo como respuesta solo un silencio ensordecedor. Quizás no había sido tan buena idea mudarse sola. Claro que lo había hecho en aquel tiempo en el que había pensado que todo iba a ser diferente, que tendría a quien invitar a su hogar, alguien con quien compartir la cena y, porque no, su cama.

Pero no, cada uno había hecho su vida, avanzaron en su camino y ella allí se quedó, esperando, esperándolo, esperándolos.

Vio en la ventana de su habitación su reflejo y no se reconoció. Estaba delgada, el cabello ya no se veía bonito y su cara no estaba mejor. Intentó sonreír y le salió muy bien, ahora sabía porque nadie preguntaba nada.

Pero, a quién quería engañar? Bien sabía que nadie preguntaba por ella porque Naruto estaba felizmente casado con Hinata, Ino andaba loca con Sai, Ten Ten estaba en la suyas como siempre, Kakashi estaba muy ocupado siendo Hokage, Shizune lo asistia, Tsunade se habia ido de viaje y Sasuke no había vuelto a aparecer. Después de la derrota de Kaguya, su mundo había vuelto a girar con normalidad, y la normalidad implicaba que todos tomaran por seguro que ella se encontraba bien.

Entonces, si todo era como solía ser, por qué ella se veía así? Por qué se sentía tan vacía? Tan... sola?

Una lágrima cayó. De repente sintió sobre ella el peso de todo eso que pensó que podría ser y no fue. Pensó que Sasuke se podría haber quedado con ella, que Kakashi y Naruto podrían seguir haciendo misiones con ella, que Ino podría seguir saliendo y pasando tiempo con ella, que Tsunade podría seguir entrenándola a ella.

Lo analizó detenidamente por unos instantes y concluyó que su vida era un trago de café de primera que se había enfriado hace tiempo. Porque la emoción se había disuelto en la rutina, porque a ella no solo le estaba faltando ese amor que es un abrazo, un te quiero, una compañía para tomar algo y reír, sino que también anhelaba ese amor que saca el aire, que hace sonreír como tonta cada diez segundos, de ese que te acorrala contra la pared y te hace ver las estrellas.

Quería ser irremplazable para alguien, que alguien la deseara para algo más que una salida. Quería probar que era eso que cualquier mujer de su edad ya había tenido entre los dedos.

Y pese a eso allí estaba, sola, con los ojos hinchados, la garganta desecha, atragantada con todo lo que no podía decir, sedienta de alivio y hambrienta de amor. Las heridas todavía no sanaban, y las cicatrices también habían comenzado a sangrar.

Hurgó en el cajón buscando un pañuelo, pero lo primero que tocó fueron un par de hojas de papel. Allí estaban varias de las páginas que le faltaban a su libreta, todas esas cartas a Sasuke que nunca se había atrevido a enviar ni a quemar. Promesas de afecto, noticias casuales, deseos de salud, buenos augurios y pedidos de respuesta, todas tan llenas de ella y tan ausentes de él.

Sabía que no debía pensar en su situación, pero no podía evitarlo. No podía mirar el teléfono sin notar que hacía días que nadie se comunicaba con ella, no podía ir al trabajo sin pensar que cualquiera podría atender a sus ocasionales pacientes, no podía regresar a su casa sin recordar lo vacía que estaba, ni pasear por las calles viendo que todos eran más felices, o, al menos, más fuertes que ella.

Qué gracioso era eso, siempre se había recriminado su debilidad cuando niña, siempre esperando que sus compañeros la salvasen, cual princesa necesitada de ayuda. Se cansó de eso y decidió mejorar, se hizo más fuerte como ninja, pero su corazón y su mente seguían tan frágiles como antes, solo que ahora, los monstruos y dragones estaban en su cabeza. Ningún príncipe ni villano la podía ayudar, era su propio victimario y a la vez, víctima, ya de nada le servía esperar a un salvador que no había llegado ni lo iba a hacer. Una vez más, estaba sola.

No lo soportaba más, estaba cansada, y sabía que el único alivio lo encontraría al dormir. Pero no se cambió, ni se metió en la cama, ni abrazó la almohada para ahogar sus lágrimas.

Rebuscó en su armario y allí encontró uno, un kunai envenenado que había preparado para una próxima misión que nunca llegó. Pensó en escribir una carta de despedida, pero, qué iba a decir? Prefería llevarse sus sentimientos y su soledad a donde sea que fuese, que nadie se acongojara ni la extrañara, irse en silencio sin ser llorada por nadie más que por ella misma.

- Quizás...fui una princesa que arruinó su felices para siempre-murmuró para sí misma, hablándole a la Sakura que sonreía en el portarretratos de su mesita de noche, la que parecía tan feliz junto a su equipo, ese que había soñado reunir en algún momento.

- Menuda tonta has sido, no, Sakura?... intentaste salvar a todos y no puedes salvarte a ti... eres...somos... tan patéticas.

Ahogó un sollozo y dibujó una línea recta sobre su brazo con el filo del kunai, un trazo profundo y firme, que no tardó en teñirse de rojo.

Tendida en su cama, llorando, rota. Así era el final de aquella hermosa princesa, la que había soñado con ser más fuerte y proteger a su gente, la que no pudo superar a sus fantasmas, la que había amado demasiado y esperado suficiente. Su carruaje esperaba por ella, la alejaría de sus pensamientos y la cobijaría en aquella oscuridad, quitándole el aliento y los sentidos, alejándola de aquel mundo que seguiría girando sin ella, sin lamentos, sin tristezas, sin dolor. Si, ella, una vez más, se encontraba esperando.

Esperando una última vez.

Hola a todos!

Hace unos días que no me he estado sintiendo muy bien y me decidí a tratar de expresarlo escribiendo algo más sad de lo que acostumbro. Se supone que esta historia es un one-shot, pero personalmente creo que podría tener un par de capítulos más.

Dejaré que los lectores lo decidan, así que espero sus comentarios con su opinión sobre la historia y si quieren que la continúe! Muchas gracias a todos!