Título: Falsa pecadora

Sumary: Ellas decían que para llegar al cielo primero habría que atravesar el infierno. Y así había sido.

—Komori Yui, ¿finalmente aceptarás tus crímenes?

Porque Dios había puesto a prueba su fe.

Advertencias: Ooc, Limme, Lemon, Lenguaje adulto, Situaciones para adultos, Angst, Drama.

Disclaimer: Ni Yui ni Diabolik Lovers me pertenecen, tristemente :(

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I. Pecadora

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Desde que era tan sólo una pequeña niña siempre había escuchado de aquella leyenda que solían contarles las monjas del convento antes de dormir, para apaciguar los lamentos de huérfanos como ella, clamando por los padres que no tenían y probablemente jamás habrían de tener.

Ellas decían que para llegar al cielo primero habría que atravesar el infierno, con calma, justo antes de arropar el cadáver de un niño a su lado que había muerto hace apenas unas horas pues no podían deshacerse del cuerpo hasta la mañana siguiente por lo menos, y quizás tendría que terminar con los otros en el jardín.

Solían relatar que sólo un alma noble y completamente pura podría resistirse a las tentaciones y atravesar las trece puertas del infierno sin mancharse con el pecado. Y es por eso que debían ser siempre correctos y educados, o su espíritu terminaría ardiendo en las llamas eternas junto a los pobres desgraciados que habían muerto sin un sacrosanto bautizo o haber pagado adecuadamente su diezmo.

Luego la peste se había llevado a varias de ellas junto a casi todos sus compañeros de orfanato.

Yui había crecido creyendo que era un castigo divino, como todos en el convento. Algunos monaguillos más osados se atrevieron a mencionar una venganza por parte de las brujas gracias a la matanza de sus demoniacos aliados, los gatos y fueron escarmentados.

Los años que había vivido en ese lugar, en aquello que consideró su hogar le hicieron pensar que era una privilegiada de Dios. Las monjas, a pesar de su educación estricta, y en ocasiones violenta, siempre hablaban de cómo ella era la única mujer que lograría salir invicta de los infiernos y vencer a la tentación.

Yui sonreía, porque creía que era la manera de mostrarle el cariño del que carecían todos sus golpes y correctivos.

Ella… sinceramente lo creía.

—Komori Yui, ¿finalmente aceptarás tus crímenes?

Pero Dios había puesto a prueba su fe.

—¡Se lo juro, madre superiora, que yo no he hecho nada! —declaró al borde del llanto. —Yo, realmente…

—Guarda silencio —ordenó.

Sus ojos llorosos la miraron en absoluto silencio, dispuesta a obedecer.

No lo entendía, no era capaz de comprender nada. Su mente se mantenía repitiendo el recuerdo de su padre, sosteniéndola entre sus brazos, acercándose bruscamente a su rostro y uniendo sus labios en un beso ardoroso que no supo detener.

—Que decepción — Masculló con asco la mujer. —Tú, de quién teníamos tantas esperanzas, a quién educamos como una mujer dedicada a nuestro señor, siendo una ramera hipócrita, capaz de seducir y engañar a un siervo de Dios con la tentación de la carne…—exclamó furiosa. —¡A alguien que te crío como un padre!

—¡Pero yo no…!

—¡Dije que guardaras silencio!

Una bofetada cruzó su rostro, lanzándola despiadadamente al suelo, y tras ella, cada una de las mujeres que consideró su familia siguieron su ejemplo, despedazando con saña la piel de su rostro ante la fuerza y constancia de sus palmas contra sus mejillas.

Y ella solo pudo verlas, esperando resignadamente a que acabaran, con sus ojos llorosos, con el joven y destrozado rostro, con su camisón antes blanco y virginal desgarrado en su pecho y vientre bajo, incapaz de negar su pecado.

Había sido profanada.

Aun cuando su cuerpo sucio y desnudo había sido dejado en la oscuridad de su habitación, su mente seguía en aquél momento, anclada a ese lugar, recordando el susurro obsceno de su voz murmurándole al oído y siendo recorrida una y otra vez por las manos sagradas del padre que ella amó.

Pecó de ingenua, pecó de idiota.

Permitió al enemigo tomar parte de ese acto divino de la creación en uno de los hijos elegidos y atormentó al hombre detrás del siervo con su cuerpo indecente. Había sido su culpa por no detenerlo, y sin embargo no podía evitar sentir asco de sí misma y del que la tocó.

Merecía cada tormento, cada desprecio. Jamás podría olvidarlo.

Entre lágrimas agradeció que ellas la llevaran a su redención.

Con la última orden de aquella mujer que consideró su madre, fue apaleada hasta morir.

OoOoO

Notas de Kou: Sé que no he actualizado muchas otras historias como para subir una nueva pero en verdad quería publicarla xD Nunca en mi vida estaría a favor de que una víctima se culpara, pero lo último, aparte de ser necesario para la trama, viene de la fecha en que está ambientada.

En esos años era común que los conventos fueran más un prostíbulo para los padres que verdaderos templos, muchas veces las monjas ejercían de prostitutas para ellos y la creencia general era de que se trataba de un "ritual" para "purificarlas", y a quién se oponía la mataban a golpes, por eso Yui se siente culpable, en ese tiempo (e increíblemente todavía hoy en día) se pensaba que los hombres tenían "necesidades" que no podían controlar y las mujeres eran las culpables por "tentarlos", como si fueran animalitos incapaces de pensar, los pobrecillos ¬.¬

Bueno, que me extiendo mucho xD Andaré actualizando otras historias esta semana, solo que termine los capítulos porque todos los tengo a medias o sin editar, llevaba mucho rato sin escribir y nada me parece, siento que son horribles.