I
Corrí tan rápido como mis piernas lograban avanzar respirando agitadamente por la boca. La brisa húmeda del helado viento me golpeaba las mejillas haciéndome sentir como si cientos de agujas pequeñas se clavaran en mis poros. Tenía entumidos los dedos de mis manos y pies. Faltaba una cuadra más para llegar a la preparatoria y a lo lejos logré escuchar el timbre que anunciaba la entrada.
— ¡Mierda! —exclamé para mí misma mientras apresuraba el paso.
Justo cuando los prefectos estaban por cerrar el portón llegué. Me puse en cuclillas intentando recuperar el aliento. Mr. Yosh me miró con desapruebo agitando su cabeza en negación mientras que Miss. Adal me pedía que entrara para que pudieran cerrar.
— Gracias —logré articular.
Me encaminé por el pasillo dándome prisa a llegar a mi locker que para mala fortuna estaba hasta el tercer piso. Casi caigo de frente en las escaleras al desatarse las cintas de mis tenis pero no tuve tiempo de detenerme a abrocharlas. Las manos me temblaban y aún estaba agitada. No quise ni ir al baño a verme en un espejo pues sabía de antemano que mi cabello era una madeja de frizz debido al clima húmedo y mi rostro posiblemente más pálido que la leche. Una vez que logré abrir el candado del viejo cubo de aluminio que me habían asignado hacía casi dos años sentí un fuerte golpe en el dedo gordo del pie al caer una pila de libros de éste. Escuché risas y carcajadas y al girarme vi a la bola de engreídos, los niños de papi cuya vida parecía la perfección andando. Adam, Kyo, Josh y Takeru estaban mirándome como si fuese yo su bufón. Sentí un golpe de calor generado por la vergüenza y me agaché a recoger mis cosas sin prestarle más atención.
— Hey, guapa —escuché que gritó uno de ellos y al girarme recibí un golpe en la frente de una bola de papel y perdí el equilibrio cayendo de sentón al piso. Más risas se hicieron escuchar y estuve a punto de llorar cuando un ángel apareció en la escena.
— ¡Basta! Vayan a sus salones ahora mismo si no quieren una sanción —el profesor Andrew, de literatura inglesa, llegó a ayudarme a levantar. Los chicos pronto desaparecieron de ahí y no volví a verlos—. ¿Estás bien, Kari? —sus ojos verdes me inspiraban mucha paz y no pude más que sonreír agradeciéndole su noble gesto.
— Sí. Gracias, profesor Andrew —me entregó un par de libros que había levantado y los volví a colocar en mi locker.
— El señor Jeffers no ha llegado, aún estás a tiempo de entrar al salón sin que descubra tu retraso —murmuró en voz baja y guiñó su ojo derecho formándosele unos hoyuelos en las mejillas al sonreír.
— Gracias.
Sin más corrí al primer piso en donde se hallaba el aula de cómputo. Así inició mi regreso de vacaciones de invierno.
Para cuando dieron las 11:20am ya mi estómago hacía quejidos de hambre que me costaba mucho callarlo. Estábamos a mitad de la clase de biología y aunque la evolución darwiniana era un tema de mi interés, con tantas ganas de comer que sentía no podía concentrarme. Aún faltaba otra media hora para el almuerzo.
Por la ventana miré a los del otro grupo jugando fútbol. No entendía cómo es que disfrutaban jugar en la cancha húmeda y lodosa, con la ventisca de lluvia empapándolos ligeramente. Yo prefería una y mil veces estar adentro del salón.
Como portero se hallaba Josh. Era judío, se había mudado a Odaiba junto con sus padres éste año así que era relativamente nuevo en la preparatoria, de nacionalidad británica, nacido en Sheffield. Debía admitir que tenía un acento muy atractivo. En el equipo estaban sus otros compañeros excepto Takeru. Incliné un poco mi banco esperando lograr verlo y perdí el equilibrio cayendo al suelo con el banco casi encima de mí.
— ¡Hikari! ¿Estás bien? —preguntó el profesor Jodd.
— Sí. Lo siento —me levanté sintiéndome terriblemente apenada. Al menos unos treinta pares de ojos estaban clavados en mí y enseguida se escucharon murmullos.
La clase continuó y al girar a mi derecha vi a Yolei, mi mejor amiga, con semblante de desaprobación.
Y mientras me preguntaba si en algún momento mi mala suerte se acabaría, mi estómago emitió un ruido tan fuerte que la mayoría de los que estaban en el salón voltearon a verme.
Al diablo con mi vida.
Le di una probada al pudín de chocolate y no me pareció que supiera tan mal. Como música de fondo se tenía a Justin Bieber pero quienes menos parecían disfrutarla eran las señoras que servían la comida.
La cafetería era ese lugar en donde podía sentirme segura. Había tanta gente que lo último que recibía era atención. Por un lado se encontraban los del equipo de básquetbol, por otro los juniors, hijos de papi, luego los artistas, los rebeldes, los traficantes. No había entendido por qué los llamaban así y tampoco se me apetecía acercarme a preguntarles. Después estaban las porristas y enseguida los geeks.
Mientras que en un rincón, nuestro rincón, nos hallábamos Yolei, Davis, Cody y yo. No teníamos etiqueta ni identidad en el zoológico llamado "Preparatoria Azabu de Odaiba". Nuestro objetivo era poder sobrellevar cada día pasando desapercibidos hasta terminar y poder ir cada uno a la universidad que deseábamos. Lo cual era un tema bastante inquietante. Llevaba años junto a ellos, prácticamente toda nuestra infancia y adolescencia, ahora que nos hallábamos en una etapa que requería tomar decisiones para nuestro futuro ellos, que siempre me habían parecido más seguros y decididos que yo, no tenían ni idea de qué querían hacer con su vida. En cuanto a mí…
— Oye Kari, ¿cómo vas con los trámites de UCLA? —preguntó Cody.
— Pues bien. Esperando que me den respuesta sobre la beca para manutención del gobierno.
— ¿Y has hablado con tu mamá? —dijo Davis con la boca llena de espagueti. Yolei le dio un golpe en el brazo diciéndole que era de mala educación.
— Sí. Creo que vendrá a fin de mes para ayudarme a buscar casa allá e ir al banco a hacer el depósito y todo eso.
— ¡Qué genial! ¿Hace cuánto que no la ves? —preguntó mi amiga.
— Mmm… unos tres meses si no es que más —terminé mi pudín y dejé el plato sobre la charola de comida. Mi mamá era enfermera y había sido transferida a un hospital en Fukuoka casi al otro extremo de a isla por lo que casi no la veíamos. Yo vivía con Tai, mi hermano mayor, pero pasaba tan poco tiempo en casa que era casi como vivir sola. A lo lejos divisé a Takeru entrando y Jossy, una porrista americana de cabello rubio falso y grandes pechos, que se creía la dueña del mundo, se acercó a besarlo apasionadamente. Me giré antes de devolver la comida.
— ¿Ustedes cómo van? —mis amigos se miraron entre sí pero sin decir algo—. ¿Qué pasa?
— Pues… —comenzó Cody—. Esta mañana recibí mi carta de aceptación al Instituto Max Planck de Matemáticas.
— ¿Qué! —exclamó Yolei y se acercó a darle un abrazo—. ¡Cody, qué genial!
— ¡Felicidades! —dije yo, y enseguida volteamos a ver a Davis.
— ¿Irás al Max Planck? —se cruzó de brazos y arqueó una ceja. Cody se puso serio y Yolei y yo nos miramos sin entender por qué parecía molesto.
— Así es.
— Yo también iré al Max Planck —dijo sin mucho entusiasmo.
— Espera… ¿tú? —inquirí sorprendida. Davis no era precisamente el más inteligente del grupo, siempre estaba recibiendo reportes por faltas o no llevar tareas. ¿Cómo había logrado entrar a un instituto tan prestigioso si apenas y podía acabar de leer un capítulo de La Odisea?
— También fui aceptado por ellos excepto que yo iré al de Química en Mainz.
— ¡Davis! ¡Eso es genial! —exclamó Yolei inclinándose para abrazarlo.
— Ambos estarán en Alemania. Al menos podrán verse seguido —dije sin caer en cuenta que era un tema delicado para Yolei. Las separaciones no eran lo suyo.
— Hablando de eso —dijo mi amiga acomodándose sus lentes—. Yo estaré en Italia.
— ¿Italia? —eso sí que no me lo esperaba. Yo esbozó una sonrisa de oreja a oreja.
— Sí. Iré a estudiar Historia del arte.
— ¿Cuándo lo decidiste? —preguntó Davis igual de sorprendido que nosotros.
— Hace tiempo, sólo no había querido decirlo hasta que fuera oficial. Cody sonrió y por su gesto entendí que había sido su cómplice y él ya lo sabía.
— O sea que ya es oficial —afirmé.
De pronto el peso de la realidad cayó sobre mis hombros haciéndome sentir chiquita y miserable. Mis amigos estarían en el mismo continente mientras que yo volaría a miles de kilómetros para residir en un lugar diferente. Ya no más chismes en la cafetería, no más tardes de pizza y películas los sábados. Se terminarían las salidas al centro y las pijamadas en casa de Yolei. Comencé a sentir un nudo en la garganta y tuve que tragarme las ganas de llorar. Sí lo haría pero ese no era ni el momento ni el lugar.
Gracias al cielo fui salvada por la campana y pronto comenzaron a levantarse para volver a sus aulas. Me acerqué a un bote de basura para tirar los restos de comida y dejar ahí la charola cuando Jossy se acercó fingiendo no verme y los restos de su almuerzo fueron a parar a mi blusa blanca del uniforme. La rubia hizo tanto escándalo que por una breve fracción el tiempo se paralizó y todos posaron sus ojos en nosotras.
— Opss. No te vi —dijo simplemente antes de echarse a reír al igual que el escuadrón de ignorantes que la seguía.
Salí apresurada al baño para limpiarme. Aquél día ya se sentía como infierno.
Para mi buena fortuna no tuve la última clase y nos dieron permiso de salir temprano. Después del incidente en la cafetería lo único que quería era llegar a casa y dormir, aunque probablemente llegaría a hacer tarea. Antes de salir pasé a dejar unos libros a mi locker. Se sentía agradable que no hubiera nadie en el pasillo observándome. Mi hermano me había advertido que la preparatoria no sería sencilla especialmente ahí en Odaiba e incluso mi mamá sugirió que me mudara a Tokyo pero sabía que ya habría suficientes gastos cuando me mudara a Los Ángeles para la universidad y dos años, finalmente, se pasaron casi volando.
Estaba acostumbrada a ser objeto de burla de Jossy, no era la primera vez que hacía algo así, durante todo el trayecto escolar me había escogido de conejillo de indias haciéndome pasar humillación tras humillación. Dado que era la sobrina del director, no la castigaban. Su familia aportaba tanto dinero a la preparatoria que ella era prácticamente como un trofeo más en la vitrina. Pero ya sólo debía aguantar unos cuantos meses para que la tortura finalizara.
Mientras me acomodaba los guantes antes de salir, crucé por el aula de música y algo ahí llamó mi atención: TK se hallaba sentado tocando la batería. Traía los audífonos puestos y golpeaba los platillos y tambores de tal forma que parecía que el mundo a su alrededor no existía. No había nadie más en la sala, ni siquiera el profesor Riley que en ocasiones se quedaba horas después de la salida para dar clases particulares a quien se lo pedía.
Volví a enfocar mi mirada en el rubio: se marcaban las venas de sus brazos y el cabello se despeinaba en cada movimiento. Tenía las mejillas rojas y pese al frío que se sentía, él estaba sudando. Me quedé ahí un rato observándolo, contemplando su atractivo físico además de esa pasión con la que tocaba el instrumento que de alguna manera me hacía sentir mariposas revoloteando en el estómago.
Takeru, mejor conocido como TK, tenía tiempo viviendo en Odaiba. Se había mudado de Francia junto con su madre cuando sus papás se divorciaron. Era presidente de grupo, líder del equipo de básquetbol y hasta donde yo sabía no había instrumento musical que no dominara. Decían las malas lenguas que era algo que traía de familia pues su hermano estaba en una banda. Dada su genética, era muy alto lo cual lo hacía atractivo, tenía el cabello rubio y los ojos azules. Obviamente desde que puso un pie en la preparatoria se convirtió en Mr. Popular y Jossy no perdió tiempo en conquistarlo convirtiéndose en la envidia de muchas.
El timbre sonó haciéndome salir de mi ensimismamiento y TK volteó a la puerta. Me agaché cayendo de pompis al suelo para que no me viera y rápido gatee hasta poder levantarme sin ser vista e ir a casa.
Con el corazón saltándome en el pecho y una sonrisa en los labios.
Nuevo proyecto en avance! Espero que les guste! Dejen sus comentarios :D
Feliz Navidad y próspero año nuevo!
