Capítulo 1: Huída

Siempre que pensamos en las tragedias de Europa del Este pensamos que estamos a salvo en la parte más Occidental. Por eso, ninguno de nosotros, ni de nuestro entorno, parecía preocupado cuando en los periódicos, de pasada, se comentaba una especie de guerra vírica. Yo mismo lo consideraba una especie de lavado de cerebro grupal, algo para meter miedo a la gente en el cuerpo. Nunca he odiado tanto equivocarme.

De pronto, aquella guerra se extendió a ambos frentes. Se empezaron a oír historias de que el mundo se estaba acabando por el continente americano. Pero cuando apenas podíamos empezar a preocuparnos, aquella realidad nos afectó también a nosotros.

Un grito de verdadero horror nos hizo brincar de la silla. Creo que todo el colegio se asomó a las ventanas en ese momento. ¿Para qué? Para ver a nuestro profesor de gimnasia siendo atacado por dos personas. Los que mejor vista teníamos pudimos verlo: se lo estaban comiendo vivo, arrancándole la carne del cuerpo. Vomité. Todos se apartaron de mi. Nuestra profesora de Ciencias nos ordenó permanecer en el aula y salió corriendo hacia allí, mientras intentaba llamar a la policía. Cuando envié un mensaje a nuestra amiga Yumi y vi que no aparecía la marca de "Enviado", supe que algo gordo estaba pasando. Sissi gritó, y volvimos a mirar. Señalaba a más personas, de andares errantes, cubiertos de sangre, que empezaban a entrar en el recinto. Se me heló la sangre. Estábamos en peligro.

A algún lumbreras se le ocurrió la idea de que deberíamos refugiarnos en nuestros dormitorios. Intenté disuadirles, pero todos huyeron a sus cuartos, y empezaron a montar barricadas. Yo me negué. Lo primero que había que hacer estaba claro: huir de aquella trampa de ratas. Odd, Ulrich y Aelita me miraron, como esperando a que les dijese qué hacer.

Les indiqué que fueran a por lo imprescindible en una mochila, y que en cinco minutos debíamos estar reunidos. Yo volé a mi cuarto, metí varias mudas limpias en una bolsa, un par de prendas, y mi ordenador portátil. Tenía que enterarme de qué estaba pasando cuando estuviera a salvo.

Me reuní en el pasillo con mis amigos. Antes de poder irnos, Sissi nos retuvo. Ella, Herb y Nicholas querían venir con nosotros. Acepté, y en ese momento, vimos a uno de cerca por primera vez. Nuestro profesor de italiano tenía el rostro pálido, cubierto por sangre, y un trozo de la mejilla arrancado, de forma que podíamos ver su mandíbula. Se movía reptando, pero a pesar de tan incómoda forma de desplazarse, había llegado hasta la primera planta. No quise quedarme a comprobar si sería capaz de ponerse en pie. Huimos atravesando el colegio para llegar al otro lado.

—Jeremy, ¿vienes a comer? —preguntó la voz de Hiroki, asomándose por la puerta del antiguo dormitorio de Waldo Schaeffer.

—En seguida. Estoy recopilando todo lo que sabemos.

—Vale.

Al llegar al patio, la sensación de que el apocalipsis se había hecho realidad nos golpeó en la cabeza. Aquellos seres en los que se habían convertido las personas… en ese momento no debíamos ser aún conscientes de la realidad, o el miedo nos habría paralizado y estaríamos muertos. Lo que hace el instinto de supervivencia.

Oí a Ulrich gritar el nombre de Yumi. Nuestra amiga estaba al lado de una columna, cubriendo a su hermano pequeño, que estaba muerto de miedo, llorando. Yumi usaba sus artes marciales para repeler a aquellos monstruos, pero algo me decía que había que evitar el contacto con ellos.

Mi amigo castaño corrió hacia ella. Le seguimos todos. Su grito había alertado a los monstruos, pero se movían tan despacio que nos dio tiempo a llegar. En medio de la confusión, no sé cómo conseguimos reunirnos con ellas y llegar hasta L'Ermitage, donde nos aseguramos de cerrar bien la verja y pudimos sentarnos a pensar por primera vez en lo que habíamos visto.

Jeremy dejó de teclear. Apoyó las gafas en la mesa, y se cubrió la cara con las manos. No era la primera vez en aquella semana que intentaba convencerse de que aquello no era real. Pero era real. Aquellos monstruos habían surgido, se habían abierto paso por la sociedad, y todo indicaba que se habían adueñado del mundo. Sólo había podido ver las noticias hasta el segundo día. No olvidaba la cara de terror de la presentadora, ordenando que la gente se pusiera a salvo hasta que el ejército acudiera a limpiar las zonas.

"Pues por mis cojones van a limpiar esto. Estamos acabados", pensó con amargura. Miró su teléfono, apagado, y que encendido no le había servido de mucho pues todas las comunicaciones estaban caídas. Ni sintonizaba la radio.

Se había intentado convencer de que ahora tenía "la familia de Schrödinger": al no poder contactar con sus padres, estaban vivos, o muertos, pero no las dos al mismo tiempo. Era su esperanza. Y había intentado convencer a sus amigos de lo mismo. Con suerte, sus padres se habrían refugiado de alguna forma y estarían a salvo. Aunque encontrarlos sería otra historia, pero no era tan idiota como para contar eso.

Llegó al comedor. Miró el desolador panorama. Yumi, Ulrich, Odd, Aelita, Sissi, Nicholas e Hiroki tenían un aspecto terrible. Apenas habían dormido esos días, y sus ropas habían acabado rasgadas y manchadas. Se sentó en el suelo con sus amigos. No se animaban a hablar mucho esos días. Observó la sopa preparada por Nicholas, que había resultado ser un habilidoso cocinero.

—Por Herb —dijo, levantando su vaso de agua. Los demás le imitaron, y bebieron.

Llevaban esos días brindando por su compañero. El tercer día que estuvieron allí optaron por salir a ver cómo estaba el exterior. Salieron con mucho cuidado, intentando no hacer ruido. Se habían armado con varas de hierro que había por la casa. Y aunque al principio no vieron a ninguna de esas criaturas, al llegar al patio del Kadic se toparon con una horda de ellos.

Intentaron huir, pero había uno a punto de darles alcance. Fue a por Jeremy, pero en un acto de valentía, Herb se interpuso, recibiendo la mordedura de aquella cosa. Y ahora, de alguna forma, Herb caminaba también por el bosque, errante, buscando otros humanos que devorar.

—Yo ya he terminado. Me piro —dijo Odd.

—Espera…

—¡Ya he esperado bastante! —protestó el rubio.

Un par de meses atrás había cambiado el escondite de Kiwi, su perro. El cajón de su dormitorio era un sitio peligroso para esconderle, pues las patrullas de sus profesores eran más frecuentes, así que le había cambiado al cuarto donde almacenaban los muebles viejos, en el sótano de la escuela. En su huída no había podido ir a por él, y calculaba que las reservas de agua y comida de su mascota habían mermado tanto que no aguantaría mucho más él sólo.

—Tenemos que planearlo bien —dijo Aelita, en su tono conciliador—. Ya hemos visto que el bosque lo rodean esos devoradores, y dentro de la escuela también debe haberlos.

—Por eso dijimos que iríamos por las alcantarillas. Además, es lo que más cerca me pilla de la sala —respondió Odd, con poca paciencia.

—Pero no puedes ir sólo —señaló Sissi—. Estamos sólos los ocho. Necesitamos asegurarnos de que no os pasará nada.

—Y por eso dijimos que no iré sólo. Por favor. Necesito al menos saber si está vivo o no… ya que nuestros padres… en fin. Chicos, vamos.

—Iré con él —aseguró Yumi.

Había declarado una guerra a los devoradores. Dos días antes había atravesado las peligrosas calles de París con Ulrich, armados con sendos cuchillos. Habían descubierto el punto débil de aquellos monstruos. El único, al parecer: atravesarles el cráneo. Era repugnante, y debían contener las náuseas, pero… aquellos no eran personas. Habían sido, pero cuando vieron a uno de ellos con los intestinos arrastrando por el suelo, tenían serias dudas al respecto de su estado actual.

Al llegar a su calle corriendo pudieron aminorar el paso. Parecía desierta. Caminaron deprisa hasta la casa Ishiyama, y entraron. La verja exterior estaba abierta, y la puerta de madera, fuera de los goznes. Entraron cautos, mientras ella susurraba intentando llamar a sus padres. No había obtenido respuesta, y las marcas de violencia por la casa le dieron pánico, pero el hecho de no ver sangre la tranquilizó un poco. Especialmente al ver que la foto familiar del salón ya no estaba en su sitio. Sus padres se la debieron llevar al huir. Al huir… así que debían estar vivos aún.

Abrieron la despensa. Casi todo se lo habían llevado. "Saqueadores", pensó ella. Agradeció sentir la mano de Ulrich en el hombro. Acordaron subir un momento. Yumi recogió su diario, y un pequeño recordatorio que tenía de la única cita que había tenido con el alemán. Entró en el dormitorio de su hermano, y tomó su consola. Pensó que le iría bien poder evadirse. Se llevaron también las pocas mantas y sábanas que quedaban.

—Os recuerdo que ni siquiera tenemos transporte —dijo Jeremy—. Explicadme cómo vamos a huir en caso de que las cosas vayan mal. Si invaden esto…

—Pero no nos podemos quedar aquí eternamente. Al final intentarán entrar y estaremos perdidos. Invadirán esto —dijo Nicholas.

Hiroki no decía nada. No le gustaba verles así discutiendo. Era lo peor. Miró a Ulrich, quien parecía más calmado. El alemán se puso en pie.

—Escuchad, podemos hacer una cosa —propuso—. Yumi y Odd van a por Kiwi. Yo puedo salir y hacer que esos bichos me persigan, despejando la salida. Estaré bien —se apresuró en añadir, al ver que Yumi y Sissi empalidecían—. Soy buen corredor. Y puedo llevar la mochila y buscar por el barrio de Yumi nuevos alimentos.

—Tú tampoco vas a ir sólo —dijo Jeremy—. Sissi podría ir contigo y ayudarte a cargar. Mientras, Aelita, Nicholas, Hiroki y yo podríamos buscar todo lo que podríamos necesitar y reunirlo aquí. Si cuando volváis estamos a salvo, nos quedamos. Si logran entrar por el acceso a la alcantarilla, huímos por la verja. Y si entran por la verja, salimos por el acceso.

El plan parecía bien formado. Lo primero era que Ulrich y Sissi salieran, con margen, ya que la excursión de Yumi y Odd debería ser más breve. Dos cuchillos y un gran saco era todo lo que necesitaban.

Salieron al jardín. Cargaron varias cajas para poder subir el muro sin abrir la verja, y de paso, poder otear. Por alguna razón, ningún devorador miraba hacia allí en ese momento. Estaban "en Babia". Ulrich trepó y se dejó caer en silencio. Miró, alerta. Estaba a salvo. Sissi se dejó caer y no tropezó gracias a que él la sostuvo. El nerviosismo de Yumi bloqueó el posible ataque de celos. Les vio alejarse, y por primera vez en su vida, pidió a todos los kamis que le cuidasen.

Los demás bajaron a las alcantarillas. Parecían despejadas. Y aún así su buena suerte parecía efímera. Tan frágil. Acordaron que Hiroki se quedara vigilante, en el acceso, por si había problemas que pudiera correr y dar la voz de alarma. A su hermana le pareció correcto. Observó cómo se alejaba con Odd en la oscuridad. A su espalda, Jeremy, Aelita y Nicholas volvían a la casa. Los minutos se empezaron a estirar.

—Sabía que teníamos que ir con vosotros… —susurró Sissi. Estaban llegando al barrio de Yumi, que era el único que aún no parecía infectado por los monstruos, y donde apenas habían habido saqueos. Si podían encontrar provisiones, sería ahí—. Jeremy y Aelita son muy inteligentes, y con vuestra fuerza… podremos sobrevivir hasta que esto acabe.

—Estamos todos juntos en esto —fue lo único que dijo él, ya que su respuesta sincera sería "esto nunca acabará".

La primera casa de la calle estaba cerrada. Eso podía significar que los propietarios estaban aún dentro, aguardando, y posiblemente, preparados para un asalto, así que se dirigieron a la segunda. Pasaron por el jardín, y empujaron la puerta.

Un devorador se abalanzó a por ellos. Ulrich lo apartó de un empujón, y Sissi sacó su cuchillo, intentando contenerse. No debía gritar, no debía gritar. No debía dejar que aquella cosa la mordiera, arañara, o cualquier cosa que pudiera infectarla. Aprovechó el momento en que el devorador se incorporaba para perforar su cabeza con el cuchillo. Le dio asco ver el agujero que había hecho al retirar el arma. Miró a Ulrich, quien asintió.

—No parece haber más… no se oye nada… —dijo—. Estás muy pálida. Quédate aquí, y avísame si ves algo. Ponte a salvo.

La chica asintió. Se sorprendía a sí misma por tener espíritu de supervivencia. Pero había debido aflorar con el peligro. Mejor para ella. No quería morir.

—Gracias por acompañarme. No quería venir sólo —se sinceró Odd con Yumi—. Pero no aguantaba más tiempo sin ver a Kiwi.

—Te entiendo. No te preocupes. Me viene bien moverme. Sólo espero que podamos salir de esta con vida. Todos.

Odd también se había dado cuenta al ver cómo Herb moría medio devorado que estar juntos no garantizaba su supervivencia. Sólo el tener precaución, y que alguna circunstancia fuera favorable para intentar aprovecharla.

Llegaron a la puerta definitiva. Al otro lado de eso, estaba el sótano de la academia, a la que accederían por la sala de calderas. Odd puso la mano en el manillar. Yumi alzó el cuchillo. Estaban preparados para lo que hubiese. Abrieron la puerta, conteniendo la respiración.

Nada. Silencio completo. Las calderas estaban paradas. Probablemente, el suministro eléctrico había caído. Más probablemente, no sólo el de la academia. Aún así, se movieron con precaución. La sala que buscaban estaba en paralelo, con un pequeño pasillo de por medio. Y no habían terminado de salir todavía. Yumi rozó con el pie un tornillo olvidado, y el ruido que hizo les puso los pelos de punta. Les dolía el cuerpo de lo tensos que se movían.

Llegaron a otro picaporte. Esta vez lo abrieron más lentamente. Cuanto más se adentrasen, más difícil sería salir. No hubo ninguna sorpresa desagradable. Se asomaron. Y les dio miedo. Había al menos cuatro de esos seres en la sala. Estaban de espaldas a ellos, intentando alcanzar una rata que había encima de un armario. Yumi no les había visto comer animales, pero aquello puso los pelos de punta a Odd, que en un acto irrespondable, corrió a la puerta del almacén de muebles viejos. Y alguien se lanzó a por él con un ladrido.

—¡Kiwi! —exclamó alegre. Se preocupó cuando, al recibir un lametón, su perro no le dejó marca de baba. Tenía la lengua seca. Justo a tiempo.

—¡Pedazo de idiota! —gritó Yumi.

Los ladridos del perro y el grito del chico habían llamado la atención de los devoradores. Y no sólo de ellos. De alguna forma, empezaron a aparecer más. Odd agarró a su perro y salió corriendo, justo a tiempo antes de que le alcanzasen. Se metió por la puerta, pero no daba tiempo a cerrarla. Yumi iba delante de él, verificando el camino. Estaba vacío. Los devoradores se aproximaban a ellos a buen paso. Fueron a cerrar la puerta, pero el manillar se desencajó. No podían trabarla. Había que huir antes de que todas las alcantarillas fueran infectadas. Corrieron por su vida.

Jeremy, Aelita y Nicholas habían dejado lo que tenían a mano en el jardín. No había mucho. Además de las sábanas que habían rescatado de la casa Ishiyama, quedaban aún sobres de sopa, un par de paquetes de salchichas, un hornillo eléctrico, una linterna recargable manual, una navaja, y el portátil de Jeremy. En un experimento, el chico lo había equipado con un cargador solar por si las excursiones al campo. Y ahora, era la única forma de comprobar si volvían las comunicaciones en algún momento.

—¿Lo tenemos todo? —preguntó Jeremy.

—La casa nunca ha estado más vacía —dijo Nicholas—. Salvo que quieras llevarte algún mueble.

Aelita no quería hablar. Esa era la casa de sus padres, y la iban a tener que dejar atrás antes o después. Esa idea no le gustaba. Y por primera vez, el tener a sus amigos con ella, no la tranquilizaba en absoluto. Eran apenas unos críos. Y aunque Jeremy había sabido guiarles, sentía que necesitaba una figura adulta con ellos. Quien fuese.

—¿Ya has terminado? —preguntó Sissi, al ver a Ulrich llenar el saco con latas y latas de conservas.

—Sí. Este estaba bien provisto. También he encontrado esto —sacó una serie camisetas y pantalones, algunos de los cuales parecían de mujer—. Creo que no lo echará de menos, y nos hará falta tener algo de ropa limpia.

Sissi asintió. No lo había pensado. Llevaba como… una semana sin ducharse, y podría haber aprovechado la excursión. Pero ya lo haría. Ahora el problema era mucho más grande. Literalmente. ¿Cómo iban a llevar todo eso sólo entre los dos? Pensó, y en ese momento, le brillaron los ojos.

—Ulrich… ¿ves esto? —dijo, y levantó las llaves de un coche. Con toda seguridad, el que estaba aparcado en el garaje abierto de fuera.

—Sí, lo veo. ¿Y? Yo no sé conducir —dijo el aludido, con cierto tono de amargura. Maldijo el no haber intentando convencer a algún profesor para que fuera con ellos, pero todos habían ido de frente a enfrentarse a su destino fatal.

—Papá… me enseñó —respondió ella, intentando no recordar la imagen de su padre, vagando por los terrenos de la academia con un brazo colgando de los tendones y parte de la mandíbula rota—. Es decir, me enseñó para que pudiera presentarme cuando cumpliera los dieciocho…

Sólo la última vez que había practicado le había salido lo suficientemente bien, en realidad. Y le daba miedo equivocarse. Aquello podría sellar su destino. Ulrich estuvo tentado de preguntar: "¿Podrás llevarnos?". Pero recordó que en esas situaciones, no había que hacer preguntas.

—Sácanos de aquí —le dijo, con una sonrisa para darle confianza.

La chica devolvió la sonrisa, y salieron de allí. Metieron el saco en el maletero, y un ruido agonizante llamó su atención. Un devorador les había visto, e intentaba pasar a través de la verja que cerraba el garaje.

—Ve arrancando —pidió Ulrich, mientras abría la puerta del copiloto y se acercaba. Tenía que tener cuidado.

Sissi metió la llave en el contacto, e intentó arrancar. Un intento. Fallido. Dos intentos. Fallidos. Al tercero, el motor rugió y se puso en movimiento. Se alegró al verlo. En ese momento Ulrich apuñaló al devorador en la cabeza, abrió la verja para que pudieran salir, y entró en el vehículo. El coche giró por primera vez, saliendo de la casa, en el momento en que más devoradores empezaban a hacer acto de presencia.

—Vamos a por los demás —dijo Ulrich. No cabrían todos en el coche cómodamente, pero algo le indicaba que la policía no iba a ser un problema.

Antes de que Hiroki se diera cuenta de lo que ocurría, su hermana había aparecido y tiraba de él hacia L'Ermitage. Odd venía detrás, con Kiwi entre sus brazos. Y a pocos metros, los devoradores a punto de darles alcance.

Pero lograron llegar al patio de L'Ermitage antes de ser atacados. Consiguieron cerrar la puerta, pero esta flojeaba. Los devoradores gruñían al otro lado, e intentaban hacerla caer empujando. Quizá "intentar" no era la palabra exacta, pero el resultado era el mismo: llegar a por más personas que poder comerse.

—¿Estáis bien? —preguntó Aelita.

—Sí, pero no podemos quedarnos. Van a pasar —respondio la japonesa.

—Además, seguro que el ruido los atrae —pensó Nicholas, en un momento de lucidez.

Era cierto. Estaban en peligro inminente. Jeremy no sabía qué hacer. ¿Debían huir, dejando atrás a Sissi y Ulrich? Imposible. Yumi no lo consentiría. En ese momento escucharon un ruido que pensaron que nunca volverían a oír. Era un coche. Miraron por encima del muro, y se sorprendieron gratamente al ver a Sissi y Ulrich en el vehículo, dirigiéndose a por ellos. La chica no era capaz de llevar el coche recto, pero cada vez lo dominaba más.

—¡Abridles! —dijo Odd. Saltó al suelo, y fue a abrir la verja.

En ese momento, cayó la puerta. Los devoradores estaban ahí, a unos pocos metros, cuando Sissi dejó el vehículo al otro lado de la puerta.

—¡Subid! ¡SUBID! ¡POR AQUÍ TAMBIÉN VIENEN! —gritó Sissi. El retrovisor desvelaba que más devoradores caminaban hacia ellos.

Corrieron al coche como pudieron. La distancia entre los monstruos y ellos se acotaba. No iban a poder. A Aelita se le cayó el cuchillo, y se agachó a recogerlo. Necesitaba su arma. Miró hacia arriba cuando notó sombra. Un devorador. Iba a ser su final. Intentó defenderse, pero estaba paralizada por el miedo. Iba a morir.

Pero alguien se interpuso. Alguien que gritó de dolor. Oyó a sus amigos llamar a alguien, y poco después, que uno de ellos tiraba de ella hacia atrás. Era Jeremy quien se habia interpuesto, recibiendo el mordisco del devorador en el cuello. Observó con horror cómo más devoradores le rodeaban, dispuestos a alimentarse con su carne. Intentó ir a salvarle, pero se vio forzada a entrar en el coche.

Unos momentos después, sentía que el vehículo se ponía en marcha. Gritó de rabia, de dolor, de pena. Jeremy había caído por intentar salvarla. Y sus lágrimas no fueron las unicas que hubo en el coche en ese momento.


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¡Zombies! Uno de mis géneros favoritos. Y después de años viendo 'The Walking Dead', 'Fear The Walking Dead', 'Highschool of the Dead', la trilogía de libros "Apocalipsis Z" y películas del género, me quería animar a escribir algo por el estilo... y tenía ganas de empezar fuertecito, razón por la cual, decidí que Jeremy no pasaría del primer capítulo. Nadie está a salvo en estas situaciones.

Por cierto, he usado la palabra "devoradores" porque he decidido usar un elemento de TWD: en este universo, el género "zombi" nunca se llego a inventar, de forma que no han existido nunca en la cultura popular. La pregunta es... ¿quiénes de los personajes llegarán al final... si llega a haberlo? Tengo ganas de seguir explorando este fic, así que habrá continuación ;) Zombies rules!