Mary afirmaría a cualquiera que le preguntara que ella amaba a Francis, sin reparos, sin condiciones.
Pero…
Había un pero constante en su mente…
Bash.
No llegaba a comprender muy bien que le pasaba, no entendía ni a su mente ni a su corazón que le hacían imposibles olvidar ese nombre…y a ese hombre.
Bash con su mirada cómplice y penetrante, casi furtiva.
Bash con su semblante enigmático y serio.
Bash con su sonrisa blanca y sincera.
Bash llenándola de calidez en momentos de soledad e incertidumbre.
Bash, Bash y mil veces Bash…
Y también estaban sus labios, esos labios que había probado y el sabor del que ahora no se podía desprender.
Amaba a Francis.
Sin embargo…seguía existiendo ese gran y enorme "pero" y tenía un nombre, o más bien un diminutivo…
Bash.
