Disclaimer: Si la historia hubiera sido distinta, a lo mejor Himaruya nunca habría nacido!
Señor Feudal
Hemos visto las banderas de Suiza y Francia. Una al lado de la otra. Tanto Inglaterra como Austria están in-dig-na-dos. ¡En un sólo lugar! ¡Y no sabemos a qué se debe!
No es verdad, era en los kioscos.
¡Es ese idioma! ¡Paren!
No nos vas a comprar con eso que seguro lo organizaron austriacos.
¡No!
Además seguro solo es + = Y resultó ser en rojo…
¡Qué no! ¡Que es él que quiere a Austria!
—Así no nos va a convencer... —los celos de Austria.
—¡Pero si yo le quiero a él más qué a nadieee! —se agobia el rubio, yéndose a donde está el austriaco para abrazarle. Este se queda tan propio, brazos cruzados, nariz levantada—. ¡No te enfadeeees!
—¿Cómo no me voy a enfadar?
—¡¿Pero por qué?!
El austriaco lo fulmina porque le da vergüenza decirle porque... y se le van los ojos a las malditas piernas aunque no quiera. Suiza le abraza otra vez, ahora más fuerte.
—¡Es que ni siquiera me gusta France, me gustas más tú y me gusta que vengas a casa! ¡Mucho!
—No seas ridículo, ¿qué estás haciendo? —tan frío y enfadado.
—E-Estoy... ¡Te has enfadado! ¡No lo hagas!
El menor pone los ojos en blanco y chasquea la lengua.
—¡No te pongas así! —le hace un cariño en la mejilla.
—¿Y cómo me voy a poner?
—Es mi vecino, tú haces cosas peores con Deutschland... Como vivir con él.
—¿Qué hay de peor en eso? También yo vivo con Italien y tú tienes más vecinos.
—Es sólo un acuerdo comercial.
—Ya, claro.
—¿Estás de verdad acusándome de tener algo raro con France?
Austria bufa porque de nuevo no quiere decirlo.
—Pero si es France, no tengo nada de nada, ni interés. ¡Si yo estoy contigo!
El de anteojos pone los ooojos en blanco otra vez porque bien que sabe que es guapo y es que sólo son celos. No son muy racionales. Suiza le hace otro cariño en la mejilla.
—Si me dieran a elegir entre tú y él... —empieza el rubio y Austria le mira—. ¡Es que no me lo pensaría ni una sola vez! No puedo creer que... Creas que pudiera elegirle.
—Yo no he dicho eso —ojos en blanco.
—Pero crees que él no deja de ser... France.
—Was?
—No sé, como para ti Ungarn es tu amiga. Pero France no es mi amigo.
—Und? ¿Lo que quieres decir es que quieres tener con Frankreich una relación como yo la tengo con Ungarn?
—¡Ella te lava la ropa y te hace bolita los calcetines! Nein!
—¿Entonces?
—¡Entonces nada, no me gusta ni le quiero y de hecho me cae francamente mal!
—¿Entonces por qué haces todo eso?
—¡Porque tiene la cartera ASÍ de gorda y le gusta le haga esas cosas tontas!
Sigue de malitas igual. Suiza le toma de la mano y entrelaza sus dedos, más el menor no le deja del todo porque mira que ahora Suiza está en el grupo con Francia en la euro.
—Vamos mejor a encontrar algo entretenido que hacer a... Was? —le mira a los ojos.
El bufido austriaco.
—Estoy ocupado —le suelta.
—Nein, ¡no estás ocupado! Estás... ¡Ahí haciendo cosas!
—Y tengo otras que hacer en otro lado.
—Was? Pero si estás en mi casa —le mira a los ojos y le aprieta la mano y por un momento piensa que con lo que se va a resolver todo es con... Chan chaaaaan. Se pone de puntas y le da un beso suave en los labios
Austria parpadea, habiéndole tomado desprevenido. El suizo se sonroja separándose un poquito.
—Aun así —traga saliva y aparta la cara.
—Waaaas? —pregunta dulcemente, tocándole la barbilla.
—Tengo que ir... con Vater.
—¿A dónde tienes que ir con Vater? Estás aquí conmigo.
—A verle y a hablar con él.
—¿Pero por qué no hablar conmigo? —se le echa un poquito encima, sonrojándose por hacerlo pero… No quiere que huya y no sabe bien cómo lograrlo.
—Porque tengo que hablar con él.
—Pero no quiero que te vayas... —le aprieta la mano.
—¿Por qué no?
—Porque estamos aquí en mi casa y estás enfadado otra vez y yo quiero arreglarlo.
—No estoy enfadado —claramente enfadado.
—Y yo no me llamo Schweiz —suspira. Austria pone los ojos en blanco, es un record —. Estás enfadado y quizás con cierta razón pero...
—Ah, ¿además tengo razones?
—Pues había unas banderas. A mí también me hubiera enfadado eso... Pero creo que lo que más te enfada es enfadarte.
—Así que lo sabías y aun a... was?
—Que sabes que tengo razón y que tu situación es peor que la mía con Ungarn por ejemplo, pero... —levanta las cejas cayendo en la cuenta, sí, apenas —. Estás celoso.
—¿Mi situación es peor? —protesta.
—Ja, tú vives con ellos, yo no hablo con France. No entiendo como él te puede poner celoso y no entiendes cuando a mí me enfada tanto lo de Ungarn.
—Porque no hay nada por lo que tengas que enfadarte —ojos en blanco.
—Te lava la ropa, te consiente cada cosa íntima... Te dobla la ropa interior, sabe si un día traes ropa interior mía o no...
—¿Y qué tiene eso que ver? ¡Liechtenstein te hace lo mismo a ti!
—Pero Lili no es la mujer con la que compartí la cama por años, Österreich. Si Frankreich se acerca a mi ropa interior le vuelo una mano... Y lo sabes bien.
—Has vivido con ella ambos solos por mucho más tiempo del que yo estuve casado con Ungarn. Y de todos modos yo no tengo cosas húngaras por toda Wien.
—¡Tienes tantas cosas húngaras como yo tengo cosas de France! —protesta apretando los ojos —. ¿Cuantas más banderas viste?
—Exacto. Yo tengo cosas húngaras y alemanas y suizas e italianas y de todos lados. Tú sólo tienes una clara preferencia.
—Por ti. Tengo una tienda de Steinway, tengo conciertos por todos lados... ¡Y un letrero a media ciudad que dice que te amo!
El moreno pone los ojos en blanco.
—¿Por qué descartas todo lo que te digo como carente de importancia?
Austria le mira fijamente... porque quiere más y es irracional en esto, pero no se lo va a decir. El helvético da un pasito hacia él.
—No te vayas con Vater... Olvídate de Vater.
Aparta la mirada, aparentemente muy fastidiado pero se acomoda en el sofá cruzándose de piernas.
—Tengo una cosa para ti —se sonroja.
—Was?
Se levanta y se va a la puerta, y vuelve con una bolsa que envuelve a una cajita transparente. Austria la mira y esta contiene freeeeeesas con chocolaaaaaate. Pueeeede comerse una... así como se las come él. Suiza sonríe un poco porque si come fresas es que ya no se va. Le pone una mano en la pierna.
—¿Qué es lo que más te gusta de Zúrich?
—La pizzería italiana que había... ahí —no sabe dónde estaba, no, imposible. Mientras juguetea con una fresa recogiéndole las hojitas. Suiza parpadea.
—W-Was?! ¡¿Lo que más te gusta es una pizzería donde ni comimos?!
—Hugo boss. Y Zara.
Suiza le mira y frunce un poco el ceño, sonrojándose.
—Es decir, te gusta todo menos Zúrich. ¿Qué hay del lago? ¿Quieres ir a dar una vuelta en barco? ¿Una cena bonita y romántica?
—Nein —se lleva la fresa a la boca y empieza a besarla lamiéndole el chocolate. El mayor se queda idiotizado sin poder evitarlo.
—N-Nein? ¿Por?
Ya que estamos, le mira de reojo las piernas porque nos habíamos olvidado de los shorts. No contesta, cerrando los ojos concentrado en la fresa. El suizo se sonroja más.
—Creía que íbamos por fondue —susurra.
—¡Ah! ¡Podemos, claro que podemos ir por fondue! —sonríe un poquito y se relame.
—Nein, no tendré hambre después de las fresas.
—Ohh... Pero... Podemos salir a caminar a ver si se te abre el apetito.
—Estoy cansado.
—¿Quieres... —recuerda que de alguna manera se ha enterado de que Inglaterra NO LE LEE JAMÁS a Francia y piensa que suena bastante romántico —... que te lea un libro un rato?
—Was? —pregunta porque suena como la última actividad que propondría Suiza.
—Sabes... Un libro que quieras de algo o... Nein? Pensé que podría gustarte.
—¿Qué libro? —se termina la fresa, relamiéndose
—No... sé. Nunca te he visto leer un libro.
—Yo a ti tampoco —levanta las cejas.
—¿Heidi?
—¿Soy Liechtenstein y me estás poniendo a dormir?—a pesar de eso sonríe un poco porque las fresas ayudan. Toma otra.
—Nein, puedo leerte algo más... ¿Freud?
—¿No acabaremos discutiendo de nuevo?
—Es posible. Ehm... Alguna otra novela normal... ¿Una de Liechtenstein?
Lili tiembla en algún lugar.
—¿De las que escribe?
Suiza parpadea y decide por una vez hacerse como que sabe de qué habla.
—Ja.
—Bueno, busca una buena, entonces.
—Prefiero que la elijas tú.
—Pero tú vas a leerla, ¿cuales has leído?
—Ehm... Sólo un par... Las de... Nombres cortos.
—Entonces lee una con nombre largo —sonríe.
—Pe-Pero... Ehm... ¿Esto donde lo lees tú? ¿En la computadora?
—Ja, claro, las suben en esa página de Ungarn.
Suiza las cejas al cielo.
—Ehm... En el teléfono entonces. ¿Te-Te la sabes?
—A ver, déjame.
El suizo le mira con curiosidad morbosa. Austria toma el teléfono y empieza a buscar el perfil de las dos. El mayor se le echa encima cada vez más interesado.
—Espera... —le abraza un poco y le mira con ojos entrecerrados, apartando el teléfono.
—Was?
—Dime el título de una.
—No me acuerdo. ¡Venga, deja te leo una!
—No sabes ni de qué te hablo y vas a reñir a Liechtenstein —protesta apretando los ojos... y esto es culpa de los shorts en gran medida—. Y ella va a enfadarse conmigo.
—No voy a reñir a nadie. Venga, que quiero leer lo que escribe. ¿Por qué tú sí sabes y yo no? ¿Y si te juro que no la regaño?
—¿Seguro...? ¿SEGURO que no?
—Ja.
El moreno le mira. El dilema... buscar la peor con el sexo más sucio sólo para escandalizarlo en una escala inaudita a varios niveles prácticamente inimaginables o... bueno, igual iba a leerlas si no él solo en la cómoda intimidad de su alcoba, mejor que la experiencia fuera lo más intensa posible.
—Ja! —repite Suiza.
—A ver... suele escribir sobre tú y yo... y no de la manera más inocente.
—Was?
—Supongo que es básicamente culpa de tus gritos y en alguna medida quizás también de que nos haya encontrado alguna vez por error... —si serás cínico.
—Pe-Pero ella escribe de nosotros teniendo... ¿Relaciones íntimas? ¿Por qué?
—Bueno, supongo que es básicamente culpa de tus gritos y en alguna medida quizás también de que nos haya encontrado alguna vez por error... —repite. Suiza aprieta los ojos.
—De-Déjame leer, venga —estira la mano.
Pone una se lo pasa, para el horror de Liechtenstein. Va a morir como se entere.
—Vale... Vamos a ver...
Y seguro se enterará... pero bueno, Suiza también va a morir de la vergüenza. No la va querer ver a la cara.
Empieza a leer lo primero así como rápido y por encima sobre una fondue, y una cena romántica. Parece no ser algo tan terrible, de hecho, Austria es muy guapo y el no parece hacerlo tan mal.
El austriaco se acomoda, escuchándole mientras come otra fresa, abrazándole bajo él.
—¡Mira! En realidad no lo hace mal... Es una bonita historia —asegura sonriendo un poco tiernamente, emocionado porque esto tiene pinta de que será muy bonito y dulce.
—Ella es una chica encantadora. Tiene mi talento artístico pero con las letras y tu... bueno, tu peinado.
Este cabrón.
—Mi habilidad física, mi fuerza, mi tenacidad, mi puntería. ¡Y mis ojos verdes! —tan orgulloso. Austria se ríe —. Además ella lo valora, no como tú.
—Ah, ¿y qué es lo que valoro yo de ti?
—Nada.
—¿Nada de nada?
—¡Pues por lo visto no te parece que esas cosas de Lili sean buenas!
—Sólo... no son imprescindibles.
—¡Es mucho más imprescindible ejercitarse o defenderse que saber escribir historias o tocar el violín por bonito que sea!
—Ya me dirás para qué...
—¡Para que no te ataquen o estar saludable! —es que le mira todo enfurruñado —. Además luego quieres que valore tu arte y tu música, y trato, pero a ti te parece que lo que hago es idiota.
Cuando ha llegado esa mano a meterse por dentro de la pernera del short es un misterio... pero nop, desde luego que no lo valora y le parece inútil.
—Y no me digas que no has dicho que es ídio... Ah! —respingo. Sip, eso que está siendo acariciado es tu nalga ahora ya —. Ö-Österreich!
—Está bien, está bien... no es idiota —pero ni sueñes que quite la mano. No sabe ni de qué hablas, muy preocupado por la mano —. Sigue con la historia, anda.
El rubio traga saliva y es que ahora... Le pone de nervios y no ayuda mucho que inmediatamente en la historia y de golpe ya se están besando con descripción gráfica de la lengua de ambos.
Puede que haya algún dedo haciendo un poco lo mismo que describe la historia, pero en otra cavidad... Suiza pega la madre de los saltos y Austria levanta las cejas, tan inocente.
—No me... No me toques tan... No me... Dejas leer —lo aprieta todo dentro de los pantalones.
—¿El qué? Si no hago nada —hombre pero al menos no vuelvas a ello, espera a acabar de decirlo. Otro saltito porque sí que hace. Malditos dedos Fuertes. Le toma de la muñeca.
—Österreich!
—Was?
—Estás haciendo... Cosas.
—¿Cuáles?
—¡No me digas que cuales! ¡Estás con los dedos...!
—¿Los dedos? —le muestra la otra mano donde aun sostiene una fresa.
—Ja!
—Sólo como las fresas que tú me has traído.
—Esta mano —la mira tenso.
—¿Qué le pasa?
—¡No me deja leer!
—Ignórala —sonríe y vuelve a ponerla en su sitio... ¿ahora ese es su sitio? Suiza traga saliva y le tiembla el gráficos.
—Pero tú. No... No la... —toma aire profundamente y se vuelve a mirar a la cosa que está leyendo. La escena sigue con algunas insinuaciones bastante menos ligeras que le hacen sonrojarse, pero aún es bastante sutil.
Aun así, el de anteojos no para con la mano, resiguiéndole todo el muslo arriba y abajo con las yemas de los dedos. Esto lleva a que Suiza tenga que, inevitablemente, leer dos o tres veces las palabras complicadas, porque oh como le gusta que le toque Austria.
Lo bonito del asunto es que a Austria le gusta hacerlo cuando es así un poco sin pensar y sin que sea el foco de atención principal la actividad. Y claro, es que lo que está leyendo el suizo sin duda alguna es el foco... Eso empieza a notarse de manera excesivamente clara cuando en la historia Suiza empieza a quedar completamente desnudo... Y Austria no.
Ah, mira qué situación tan bonita y ¡qué buena idea! La mano sube metiéndose por debajo de la camiseta de Suiza y levantándola para quitársela y reproducirla un poco. Los shorts pueden quedarse... por ahora.
—Pe-Pero... —igualmente deja que se la quite sin prestarle demasiada atención.
—Was?
—¡¿Pero por qué está escribiendo esto así?! ¡Esto es tú culpa porque cuando nos ha encontrado...! —empieza a protestar.
—¿Ajá?
—Yo estoy desnudo y tú no... Tanto.
—Eso es porque a ti te gusta estar desnudo a mí alrededor.
—¡¿A mí?! No, no me gusta estar desnudó, en general. Me da frío —¡pero si pones la calefacción como a mil grados centígrados! Mira como ahora mismo casi lo estás y no te has ni enterado.
—Tal como tienes siempre la calefacción en todos lados... tendrás que buscar una mejor excusa ante la evidencia —sigue, sonriendo y pasándole la mano por la espalda ahora.
A Suiza le da un escalofrío.
—¿Vas a dejarme seguir leyendo? —protesta tratando de concentrarse en algo útil.
—¿Yo? Tú eres el que no para de protestar —sonríe más y se acomoda después de soltar el rabito de la última fresa, ahora dispuesto a usar las dos manos exclusivamente para Suiza.
Malditos galos que siempre consiguen parecer pulpos.
—Pues no paro de protestar por tu culpa —asegura sonrojadito.
—¿Mi culpa? Qué culpa voy a tener yo si eres tú el que me está leyendo la historia guarra y además fue tú idea por si con las fresas había aun dudas de tus intenciones.
—¡¿Una historia guarra?! ¡Es una historia de Liechtenstein! —protesta sonrojándose.
—Sí, lo cual lo hace peor porque están específicamente nuestros nombres ahí —señala el aparato. Suiza aprieta los ojos... Pero no suelta el teléfono.
—Eres tú el que le ha enseñado perversiones…
—En concreto, estas te las ha visto a ti. Mira quién es el que está desnudo...
Suiza se mira a sí mismo de reojo.
—Nein! —se cubre el pecho con las manos... Sin soltar el teléfono y siente otro escalofrío cuando la mano austriaca le resigue el muslo otra vez —. Deja de... Hacer cosas.
—¿Pero qué cosas?
—Cosas… de distraerme.
—Eso díselo a tu cuerpo que reacciona ante mí demasiado perfectamente para tu gusto —esa es una frase del diálogo de Austria inventada por Liechtenstein que acaba de recitar. Suiza aprieta los ojos.
—Ugh! ¡No lo leas! —aunque quisiera que lo leyera en realidad, en una de esas perversiones muy suyas.
—No lo leo, repito lo que has dicho.
—¡Yo lo leí! ¡Y no es verdad que mi cuerpo reacciona ante ti demasiado perfectamente de nada!
—Desde luego que lo es, por eso andas chillando. Ella es una chica muy lista.
—Nein!
—Todo el mundo lo sabe, Schweiz...
—Nein, Nein, ¡no tienen nada que saber y menos ella! —agobiado, haciendo reír al moreno —. ¡Debíamos ser más cuidadosos!
—Tendrás que esforzarte por gritar menos —mientras tú te esfuerzas por hacerle gritar más. El rubio se muerde el labio.
—¡No grito tanto!
—Lo suficiente, por lo visto —señala el teléfono otra vez. Suiza se tapa la boca con las manos... Y el teléfono.
—Quizás si me cubro la boca...
—Ah, ¿así que en eso planeas ocupar las manos nada más?
El niño de los Alpes se queda quieto y se sonroja. Austria le pone las suyas en los costados y vueeelve a acariciarle hasta los shorts.
—Nein, pero debería dejar de gritar... De hecho debería dejar de ha-hablar en e-esos momentos.
—¿Y para qué vas a usar la boca en vez de eso?
—¡Pues para lo que sea!
—Deberías pensar en algo —los dedos se meten por dentro de los shorts hacia el culo. El mayor da un saaaalto hacia él otra vez.
—¡P-Pues en besarte quizás!
—¿Quizás?
—¡Es que eso no suele servir!
—¿Ah, no?
—¡Pues no, porque igual te beso y mira lo que ella oye!
—Besos ruidosos —se ríe.
—¡Es que es tu culpa! ¡A ti te gusta que ella me oiga!
—¿A mí? Como si yo pudiera controlarlo... —sí, como no.
Suiza gira la cara todo sonrojado porque no sabe cómo callarse, y lo hace muy en automático, más aún con Austria, además grita y chillonea toda clase de cosas vergonzosas sobre lo bien que lo hace y lo mucho que le gusta y lo muuuucho que le quiere.
—Quizás debería ponerme un calcetín en la boca o una almohada.
—Nein, me parece que prefiero tu boca funcional.
—Pero... ¿Es que cómo hago para no...? ¿Cómo haces tú?
—Con... una fuerte disciplina.
—¡¿Me estás diciendo indisciplinado?! Tú, el que no tiene hora de levantarse, el que no hace ejercicio, el que es un desordenado... ¿Me estás diciendo A MÍ indisciplinado?
—Tú preguntaste cómo —se encoge de hombros—. Será que tu disciplina no es lo bastante fuerte.
El suizo frunce el ceño, apretando los labios enfadado como suele hacerlo Germania y ahora va a esforzarse en extremo por callarse. Y a fallar miserablemente.
¡No! ¡No va a fallar miserablemente nada!
Claro que sí.
—Sólo lo haces para molestarme y para qué pase vergüenzas... No es como que te grite nada malo —protesta girando la cara.
—La cuestión no es esa, es que Liechtenstein te oye.
—Voy a forrar las paredes de corcho.
—No estoy seguro que sea suficiente.
—Pues voy a sellar la puerta y a hacer todo insonorizado para que no pueda nadie oír NADA.
Como si no tuvieran micrófonos... Si serás cínico. Y además micrófonos buenos, les obligo a cambiarlos.
—Seguramente hasta ella agradecerá eso los días que viene Kanada.
—Pues... ¡Ya podrías haber sugerido esto directamente! —aprieta los ojos.
—¿Que insonorices los cuartos? Es que no suele servir de mucho —él y su oído biónico.
—Sí que debe servir de mucho, ¿como si fuera una de esas tontas salas de grabación tuya! Vamos a hacer que nadie oiga nunca NADA de lo que pase aquí y estará prohibido hacerlo en cualquier otro sitio que no sea en nuestro cuarto. O en Berlín. Hay que hacer lo mismo en Berlín.
Austria se ríe, que traducido es un "lo tienes claro".
—Bien, no te olvides de contarle a Deutschland para qué es que vas a hacer eso en uno de sus cuartos.
—Odio que vivas en su casa. Lo ODIO —protesta Suiza, haciendo reír al menor.
—Deberías venir tú a vivir ahí con nosotros.
—Was?! ¿Yo vivir en Berlín? ¡JAMÁS! ¡Óyeme bien!
—Nein? ¿Ni siquiera por esto? Eres parte de la familia aunque prefirieras ser parte de Frankreich.
—¡Nunca! Con el trabajo que ha costa... ¡No prefiero ser parte de Frankreich!
Ojos en blanco porque las banderas francesas...
—¡Si no le soporto! ¡Ni siquiera hablo con él, tú eres mi esposo!
—Quién sabe por qué —ojos en blanco, labios fruncidos.
—Was?! ¡Österreich, por el amor de Dios! ¡Si France no tiene nada que ver aquí!
El austriaco gira la cara y le quita las manos de dentro de los pantalones, serio. ¡Nooooo, eso es súper cruel! Pues, pueees…
—Was? ¿Qué pasa?
El pianista bufa sin contestar. Por mucho que vayamos a ver la catedral…
—Pero Österreich... —es que además sobra decir lo contento que está ahí arriba y lo verdaderamente muy poco que le importa Francia en estos (y casi cualquier otros momentos.) Bueno, tú querías que te demostrara que te quiere...
—Yo te quiero a ti más de lo que he querido a nadie nunca —baja la mirada. Austria le mira de reojo no muy convencido —. Creo que te quiero más que a mí mismo lo cual siempre ha sido muy preocupante y peligroso.
—¿Qué tiene de tan preocupante y peligroso? Además, no es cierto.
—¿No lo es?
—Nein.
—Yo siempre lo he sentido así, y siempre me ha parecido que debo detenerme un poco —le mira a los ojos.
—Y siempre has acabado haciéndolo, como todos.
—Lo que sí te puedo decir es que lo que sea que siento por ti no lo siento ni lo he sentido nunca por nadie más —se humedece un poco los labios. Austria suspira —. Además es que no quiero que pase nunca con nadie más.
—Pues también pasó y nunca pareciste tan molesto.
—Was? ¿Que fui el novio cornudo idiota de France en un forzado y desesperado intento por olvidarme de ti, todo para que... saliera mal?
El moreno pone los ojos en blanco y no contesta.
—Tengo una sola especie de... Historia de amor además de la nuestra. Una completamente plagada de mentiras.
—A veces tú eres un idiota —sonríe un poquito de lado.
—W-Was? —parpadea sin esperarse la sonrisa.
—¿Cómo vas a decirme que esa fue una historia de amor justo ahora?
—Pues no fue... Bueno, fue un intento muy malo de historia de amor —aprieta los ojos al notarlo —. Y de hecho tú la paraste, y no fue por él... Que no creas que no sabía yo que se acostaba con todo el mundo. Fue... Por ti.
—Por mí... ¿Y si yo hubiera ido a acostarme con alguien más?
Suiza se sonroja porque en realidad ese no era el problema principal, no responde de inmediato.
—¿Y bien?
—Ma-Más bien de... De que... —traga saliva.
—Was?
—Si ibas a ir ahí para acostarte con alguien... para terminar con la relación…
—Aja?
—¿No podrías haber venido a... conseguirme a mí? —susurra.
—Nein, no habría funcionado porque tú me odiabas y no me hubieras dejado.
Suiza hace directamente los ojos en blanco.
—O lo que hubiera sido peor...
—No creo que haya un momento en la vida en que me hubie... ¿Qué hubiera sido peor?
—Que me hubieras dejado y hubieras acabado creyendo que quería que pelearas por mí en vez de pelear por ti.
—Pelear por todos pelee en algún momento.
—Pero entonces tocaba que hicieras eso, Schweiz, no hubiera servido de nada si no te levantabas por ti mismo sin seguir a nadie más, no porque yo te dijera que lo hicieras.
—Entonces SÍ que te odié.
—Justo era la idea.
—Una muy retorcida. Te odié y le odié a él, y gracias a eso es que hoy no es mi amigo, ni mi ex nada...
—Si me odiabas a mí y a él... volvías a pensar fríamente, si no, quizás hubieras acabado concluyendo de nuevo que yo era como él y sin hablarme otra vez.
—Y tú te saliste con la tuya, porque termine casándome contigo. Y no me importa, pero... ¡¿Es que de dónde sacas que pasa algo con France?!
—Pues de... ti —protesta—. Ni siquiera has hecho nada bonito en la catedral.
—¡Te he subido al campanario! ¡Y te he dado un beso ahí arriba! ¿Sabes qué creo? Que lo que tú quieres son joyas.
—Was? —el tono de indignación.
—Ja. Joyas. Y no creas que no he pensado en eso. Vi ayer en Zurich un anillo muy bonito con un brillante del tamaño de tu ojo.
—Nein! —le mira, entre furioso e incrédulo. El rubio parpadea y levanta las cejas.
—¿Perdona?
—Nein! ¡No va de eso! ¿Cómo puedes pensar en comprarme así?
—Was? Es que estás diciendo cosas sin sentido con lo de France, demasiadas para lo habitual... Por eso pienso que en realidad lo que quieres es hacerme sentir tan mal que termine por comprarte algo. Y joyas parece ser algo de lo que a ti te gusta.
—Nein! Y que lo digas aun me hace enfadar más.
—¡Es que olvídate de todo de France, en lo que a mí respecta ni siquiera existe France! ¡Ni me importa! ¡Lo que me importa es que estemos aquí y tú estés hablando de él!
—Vale, vale... entonces basta con eso. Deja de presumir que tanto le gusta Bern a Frankreich que la protege la Unesco.
—Was? ¡La Unesco no es de France! Como la FIFA no es mía... Österreich! ¿Qué pasa contigo? —pregunta descolocado.
—¡Es como si lo fuera!
—Nein, ¡no es como si lo fuera! Österreich, Salzburg es de la UNESCO también.
—¡Pero a mí no me importa, ni fue cosa de Frankreich que lo estuviera!
—Lo que me dices es que Bern no merecería ser parte de la Unesco, sólo lo es porque France quiso por no sé qué cosa conmigo.
—No he dicho que no lo merezca, pero sí lo conseguiste... mira, déjalo porque no tienes con qué defenderte.
—¡Österreich, es que estás tremendamente enfadado y me parece que sin razón! France es mi vecino, como es tuyo... Deutschland. Y ya. No hay más.
—Y no por eso hay una escultura a las gracias alemanas en cada esquina de Wien. Y podría.
—¡Es una escultura de mi madre!
—¡En la que alabas a Frankreich en cada texto! ¡Y que ni siquiera se parece a tu madre!
Suiza se pellizca el Puente de la nariz.
—No me interesa France, ni una mierda me interesa. ¡Pero estoy aquí, y estás tú aquí y sólo estás hablando tú de él! ¿Qué es lo que ocurreeee?
—¡Que no se puede dar dos pasos sin que encontremos la Tour Eiffel Schweizerise o una placa conmemorativa!
—¡Bueno pues quizás él en ese momento intentó que yo progresara en vez de hacerme entrar por la entrada de servicio o llamarme todo el día cabrero! ¡Ya está, ya lo he dicho! ¡En su momento, me ayudó y en su momento hizo cosas, y aún con todo a quien quiero más es a ti!
El moreno pone los ojos en blanco.
—Y por eso vamos a estarle eternamente agradecidos porque yo NUNCA te he ayudado con nada.
—Tú me has ayudado mucho con muchas cosas ahora, no sabía yo que tú requerías una placa. Hay CIENTOS de cosas para que tú te sientas mejor en esta ciudad y seas feliz. Es tu casa. Es tan tu casa como la mía hoy por hoy y puedes notarlo perfectamente, sólo que asumí que tú no requerías que estuviera escrito así con letras enormes. Tú eres más fino y elegante.
—¡Y no lo necesito! —protesta porque sí le haría sentir mejor.
—Me casé contigo aquí...
—¡Porque yo lo pedí!
Suiza le mira a los ojos porque todo esto hace pensar que él no le quiere lo bastante. Austria le sostiene la mirada.
—Es que no se me ocurre una sola cosa que no daría por ti o que no haría por hacerte feliz. Quizás yo no te haya pedido que te casaras conmigo, pero tú me has hecho a mí el hombre más feliz del mundo desde que estamos casados. Y no te lo digo más porque creo que será cansino para ti... Pero —le mira súper agobiado y otra vez le abraza del cuello.
Ojos en blanco porque tampoco es... exactamente eso.
—Estás muy enfadado y yo estoy muy contento de que estés aquí —se le quita ya que ve que no le abraza.
—Estoy muy enfadado porque parece que sólo quieres restregarme... —y maldita sea que hiciste un buen trabajo quitando.
—No quiero restregarte. De hecho... Tampoco hay nada de Lili. Y tú y ella son lo más importante para mí.
—Tal vez ella debería enfadarse contigo también —incluyamos a la niña también al lío. El mayor se humedece los labios.
—¿Tú te acuerdas de la Euro? ¿Te acuerdas lo que puse cuando decidimos hacerla juntos?
Austria le mira fijamente esperando a que continúe.
—Ya sé que ahora no es la Euro ni estamos como entonces... Pero te puse cosas muy bonitas en mis plazas y tú no pusiste nada.
—Estábamos bastante enfadados aun por entonces.
—Y tú estás bastante enfadado hoy.
—Sólo que entonces era más divertido.
—No, no era más divertido. AHORA es mucho más divertido.
—No cuando estoy enfadado.
—¡Pues no lo estés! No hay ninguna razón real para estarlo fuera de esta irritación que tienes por ver cosas de ese individuo. Venga ya... Vamos a tomar una cerveza.
—No, tu idea es que me pelee ahora con Holland.
—¿Porque hay DOS Banderas? ¡Mi idea es que NO te pelees con nadie, sino que estés bien conmigo! ¡Tengo su embajada en una calle y no sé qué hace su bandera aquí, pero es que no tengo otras banderas!
—O con England a juzgar por ese cuadro tan enmarcadito que tienes sobre la pizarra de Live Sports.
Suiza suspira y se tira de los pelos.
—Me da tremenda vergüenza, ¿vale? Aún ahora. Me da vergüenza que la gente lo vea.
—Mmm... —no parece muy convencido, de hecho pensamos que siguen sin hablarse.
—¡No estás porque cada cosa que veo se va!
—¿Se va?
—La quito. Esto sólo por ser temporal —le vueeeeeelve a tomar de la mano —. Österreich, estás siendo irracional. Tú nunca en ningún caso eres irracional, pero ahora mismo lo estás siendo.
El austriaco abre la boca incrédulo porque... ni se había dado cuenta. Aprieta los ojos.
—No hay peligro alguno tangente, no hay nada que demuestre en lo absoluto que tengo nada con France, sólo estás viendo unas cosas viejas y de ahí estás dejando llevar solo irracionalmente con esto —le toca el estómago y se sonroja tocándole el corazón —. Y con esto. Lo que me dice que en el fondo sí que me quieres.
El de ojos purpura aparta la cara sonrojándose con esa conclusión, porque además el cartel de England sólo dice que hay un bar como este en Inglaterra y que están hermandados, nada raro.
—Lo cual me sigue haciendo el hombre más feliz del mundo.
—Eres un ridículo... —no sé si se lo dice a sí mismo o a él.
—Nein, no soy un ridículo —protesta un poco y le aprieta la mano —. ¡Me haces de verdad muy feliz!
—Justo por eso —asiente. El helvético se sonroja.
—¡¿Ahora no crees que debiera ser feliz contigo!?
—Nein.
—Was?! —el chillido —. ¿Qué me estás diciendo ahora? ¡¿Qué no debería ser feliz contigo?! ¡Pues lo soy, y todo lo feliz que puedo ser! ¡Si eres mi marido! Si no soy feliz contigo no seré nunca feliz con nadie, además quiero serlo. ¡Contigo! Y que tú seas feliz conmigo... ¡Qué seas más feliz de lo que has sido nunca! —hace unos cuantos gestos con las manos hablando tan apasionadamente como habla... Sólo con él.
—Nein, me refiero a que no quiero decir eso —aun así sonríe un poco.
Suiza parpadea dejando de mover las manos y sonrojándose porque casi casi casi se levanta y grita a los cuatro vientos cuánto te ama. Sólo te faltó presionar un poco Austria.
—Oh. Y... Ehm... ¿A qué te refieres?
—Porque lo eres y punto, pero no por eso.
—¡¿Me dices ridículo por ser feliz?! ¿No eras tú el que vino un día a acostarse conmigo porque yo estaba amargado e infeliz? —se sonroja al preguntar eso.
—Bueno, no fue ese exactamente el motivo, pero... —hace un gesto vago con la mano aunque ya sonríe un poco.
—Túuuu me dijiste que ibas ahí porque yo necesitaba relajarme. Pues tú... ¡Ahora mismo necesitas relajarte, debería darte el mismo tratamiento! A ver si así eres feliz.
—Ni puedo imaginar cómo habría ido de ser al revés.
—De haberme tenido... Nein, espera. ¿Por qué viniste según tú ahora sí no fue porque estaba yo tenso?
—Nein, de haber sido yo el pobre cabrero ermitaño malhumorado y tú el elegante y acaudalado que necesitaba resolver una solución relacionada con mi mal humor.
—Oh... ¿Los papeles invertidos? —levanta las cejas pensando en ello —. Si yo hubiera tenido todo el dinero y tú no. Cielos... Es hubiera sido fácil de resolverse.
—Ah, ¿sí? —tan incrédulo.
—Hubiera ido por ti y te hubiera llevado a casa. Si el problema, una vez más, no era que yo, que yo no quisiera estar contigo. Era que tú eras imposible por tener dinero.
—Tú fuiste el que se fue porque no quería estar conmigo.
—Pero porque tú estabas siendo imposible conmigo porque tenías dinero y querías controlarlo todo, ¡incluyéndome a mí! Y sólo me ordenabas cosas.
—Asumamos que eso hubiera pasado igual.
—Y que tú... —carraspea —. ¿Por qué viniste realmente entonces?
—Me estaba aburriendo —el cínico mentiroso—. Sólo imaginemos que tú te hubieras ido igual, pero en vez de quedar tú en bancarrota y yo en la opulencia, hubiera sido al revés.
—Y tú estás asumiendo que yo tendría que ir por ti a... a... Eso. Pero para que lo pueda entender necesito saber que es "eso"… Es decir, cuál fue tu motor.
—Sabes perfecto a qué fui y qué pasó.
—Sé que pasó pero no sé por qué fuiste realmente. ¡No es que estuviera yo desquiciado!
—En realidad, mis motivos y los tuyos no tendrían por qué ser los mismos, así que me parece irrelevante.
—¡A mí no, ahora quiero saber por qué fuiste! —sigue semi desnudo, ay…
—Ya te lo he dicho, estaba aburrido —vale, puede que las manos hayan vuelto al menos a su cintura.
—¿Has ido a... la cosa que revolucionó mi vida por completo y la cambió totalmente porque estabas... aburrido?
—Cazar en un recinto cerrado no es tan apasionante como puede parecer.
Suiza le mira incrédulo.
—Eres... ¡Eres! ¡¿Fuiste ahí a romperme en dos sólo porque estabas aburrido?!
—Sh, shhhh, no te sulfures —le abraza un poco y se ríe.
—Es que... No sé si podría ir yo por ti a eso, seguramente... Tendría que buscarme un buen motivo, por eso te preguntaba a ti el tuyo.
—¿Un buen motivo como cuál?
—Un buen motivo como... Österreich está solo y necesita ayuda. Como Lili pidiéndome que fuera a verte. Como... Saber que hablabas conmigo aunque no estuviera. No sé. Un motivo así como esos que tú decidirás ignorar.
—Bien, elige cualquiera de ellos... estando resentido.
—Estando resentido... Ir por ti sabiendo además que tú no tienes dinero y yo sí. Seguramente no habría pensado en sexo contigo —se pasa las manos por el pelo y aprieta el abdomen sin quererlo. Austria se humedece los labios porque él pensó en sexo por... su motivo específicamente.
—¿Qué habrías pensado?
—No lo sé. ¿En llevarte comida? En... En términos generales, ver que estuvieras bien.
—Pongamos que sabías que estaba bien y que yo no querría ir contigo.
—Pero querría ir a buscarte sin respetar eso... —aprieta los ojos—, sólo por quererte.
—Nein —niega el menor. Suiza se lo piensa mordiéndose el labio —. Piensa en el resentimiento, piensa en que creías que me merecía lo que me estaba pasando, que tenía que aprender la lección, que aun era demasiado pronto.
—Eso lo pensaba ya, de hecho, entonces. En parte pues, pensaba que sí que tenías que aprender una lección, sólo que no pensaba que te merecieras que te fuera tan bien. Pero vale, entiendo lo que dices. Yo irte a buscar sabiendo todo eso... ¿Pero por qué? ¿Qué te haría falta?
—Bien, ese no es el motivo por el que ir, es el motivo por el que no llevárteme contigo al terminar...
—¿Me dejaste ahí porque lo merecía? —levanta las cejas —. Yo creo que tú aún no sabes lo que hiciste bien.
—Was?
—No sabes lo que fue que fueras... No puedes imaginar cuánto necesitaba que fueras, y fuiste exactamente a lo que necesitaba que fueras. Pero creo que no imaginas lo que fue que te fueras.
—Cómo no lo voy a imaginar, si yo soy el que me fui.
—¡No es lo mismo irte que quedarte!
—Nein, irme implica toda una fuerza de voluntad a la que someterme que sólo podrías entender como la que necesitaste tú para irte de casa la primera vez.
Suiza se sonroja y aprieta los ojos. ¡Muy buen comparativo, Austria!
—¡Tú no sentiste cuando me fui de casa lo mismo que sentí yo! ¿Cuánto tiempo te tomó darte cuenta que no estaba?
—¡Unos dos segundos! Si dependía de ti hasta para saber donde estaba —suelta, sincero. Suiza aprieta más los ojos.
—Yo tampoco había estado mucho tiempo sin ti... Era muy raro estarlo repentinamente.
El moreno suspira.
—Es decir, si tú te crees que no fue como cortarme un brazo... —se le acurruca un poco —. Y la segunda vez fue igual de terrible porque si ya había aprendido a pensar menos en ti, ahora cada, ¡CADA maldita noche estabas ahí! ¿Tú pensabas en mí después?
Necesitaaaa que le des un pooooco de eeeeeso para seguir pensaaaaando en tu jueeeeego.
—Yo... —empieza y aparta la cara porque ya lo está notando—. Oí por ahí que Frankreich estaba pensando en ir por ti. Y no quise que tu primera vez fuera con él aun y todo el resentimiento.
Suiza levanta las cejas... Y se sonroja. (Todo para que ahora tenga su maldita bandera por todos lados, el drama galo.)
—Es que si sólo te hubieras quedado un poquito más... Un día más. France nunca hubiera podido venir, porque tú... Y... —suspira.
—Pero no era la idea, Schweiz. De hecho... fue importante irme.
—No, no fue importante para nada. Desencadenó un montón de cosas que podríamos habernos ahorrado.
—En mí también, desencadenó que pudiera superar mi resentimiento y empezar a entenderte.
—¡¿A entenderme?! ¡¿Qué entendiste?! —se le esconde maaaaaas en el cuello porque le ha gustado que le dijera que prefería quedarse él con su primera vez.
—Entender porqué te fuiste, que no fue para fastidiarme y entender como no... merecías tanto lo que te estaba pasando como yo creía. Y cómo yo no estaba tan en lo cierto como parecía hasta entonces.
—Pues esa segunda vez... Creo que es lo más cerca que he estado de desaparecer de verdad.
—¿Por?
—Porque entonces si pensé que... Ya no te podía querer yo más. Ese día en la noche, me di cuenta de que no sólo no te odiaba, sino que te quería tanto que... dolías. Demasiado para no estar ahí, y si tú no me querías no había mucha más razón para nada.
Austria aprieta los ojos y lo aprieta contra sí.
—Pensé en sólo dejarme ir, y quererte... Y me quedé dormido pensando que no habría un día siguiente. Sólo que... Bueno, sí lo hubo. Al parecer una parte de mí estaba enfadado.
—Me parece que no funciona así, tus ciudadanos debían querer ser míos. Aunque entiendo tu sentimiento.
—Mis ciudadanos estaban bastante perdidos conmigo esa noche. Quizás se hubieran quedado sin quién y los hubieras acogido tú.
—Ahora parecen todos muy orgullosos de estar contigo —el moreno suspira otra vez y le acaricia la espalda.
—Creo que lo están. Y creo que les gusta que yo sea feliz.
—Aunque yo no les guste a ellos...
—Sí que les gustas. Yo creo que van muchos de vacaciones a tu casa —susurra.
—Y a casa de Frankreich —sonríe porque está bromeando. El mayor se le repega.
—También, aunque tu casa es más barata —arruga la nariz devolviéndole la broma al notar que sonríe.
—Eso explica porque todos los que vienen a mi casa son los cabreros pobres.
—¡Deja de llamarles cabreros! ¡No lo son! De hecho ni creo que sepas identificarlos —le mira, ofendido. Austria se ríe con eso.
—¿A los cabreros del resto de suizos? Nein, definitivamente es imposible.
—¡Eres un idiota! ¡No! ¡Me refiero a los suizos de los tuyos!
—Es fácil, sólo tienes que pedirles que se cuadren, los que lo hacen... son suizos.
—Los flojos que no se levantan son austriacos —sonríe un poco de lado –. En realidad creo que la diferencia principal está en su pasaporte. El bonito es el mío.
—Pero el que te permite moverte por toda Europa como si nada es el mío. Aunque no sería difícil entrar cosas de estraperlo a tu casa.
—No hay donde no pueda ir con mi pasaporte, puedo hacer la fila especial con ustedes... Deutschland me ha dado permiso.
—Desde luego que sí, Deutschland te acogerá a cualquier parte con los brazos abiertos.
—Como a Berlín. En eso estábamos de hecho —recuerda buscando por ahí su celular que no sabe dónde puso.
—En realidad hemos dejado a medias un montón de cosas hoy.
—Como un beso en el campanario... O caminar hasta el altar otra vez. Recordar ESE día. Comprar chocolate —sus deseos a medias por lo visto.
—Y un par de cosas más —que son mucho menos puras que todo eso que desea tu blanco e inocente corazoncito—. Como que me cuentes qué habrías hecho.
—Oh... Ese asunto —se mueve un poco en su lugar porque ya le ha dado fresco proponiendo en silencio un cambio de quién está arriba de quién, a ver si se le echa encima y le abraza —. Insisto que tendría que tener un motivo y el motivo no podría ser el mismo que tú puesto que el idiota de España...
—¿Ajá?
—Ya se había ido ahí a apropiar de "eso". Y... Estamos suponiendo... Es que esto sería antes que France, ¿verdad? Eso... Bueno, eso hubiera sido un poco un problema.
—Mmmm... Supongamos que Frankreich hubiera ido por ti como Spanien por mí.
—Es decir, asumamos que yo ya sabía lo que... Era eso.
—Será más sencillo —valora. Suiza asiente suavemente y se sonroja un poco.
—Y bajo esa perspectiva tú no... ¿se supone que tendrías ni idea?
—Mmmm... vale —asiente sonrojándose un poco también. El banquero se sonroja y le mira de reojo.
—Quizás deberías contarme cómo fue tu primera vez.
Austria le mira también, aunque debo decir que no le gusta tanto que Suiza vaya abajo porque no puede meterle las manos a los shorts. Pero puede acariciarle el abdomen y metérselas por ahí por los cuadritos hasta la línea del pelito.
—Bastante sabes sobre eso —fulminación porque sabe que España te contó contra su voluntad.
Suiza aprieta los ojos porque se supone que él no sabe y Austria sabe demasiado bien que sí que sabe.
—A-A lo que me refiero con eso es a que... No te habrías dejado a la primera vez. Si no te dejaste con él que es... Así de hábil y guapo y esas cosas.
—Exacto.
La verdad a él le hubiera gustado pensar que él era él, y que con él sí se hubiera dejado sólo por ser él. Porque él sí que se dejó. Se humedece los labios y le da un beso estratégico en el pelo para esconderse.
—Menos aun contigo, que te odiaba, hubiera pensado que ibas a hacerme daño.
—Yo no sé cómo podías pensar que yo puedo de alguna manera hacerte daño... —otro besito —. Habías dormido cientos de veces conmigo tomados de la mano...
—Y abrazados cuando tenías frío. Y aun así fuiste tan duro en esa época...
—Siempre tengo yo la impresión de que el duro eras tú —le hace un cariño —. Tú podías matarme sólo con decirme que no me querías.
—¿Yo? ¿Cómo? ¡Si el que consiguió no volver fuiste tú!
—Crees que... Imagina un día de esos cualquiera, llevando leche a tu estúpido Schönbrunn. Después de esperarte hasta que la leche casi se agriara...
Austria le mira, escuchándole.
—¿A ti te parece que en esas condiciones hubieras escuchado que yo te dijera un "lo siento, Österreich, creo que me precipité al irme y creo que querría volver"?
El de ojos violeta se pasa una mano por el pelo, pensando en ello.
—Porque no creas que no, en mitad de mi fracaso, no pensé más de alguna vez en volver ahí y hablar contigo. Yo tenía HORAS de soledad para pensar en qué decirte... Si así es como hablaba contigo.
—Nein, te hubiera humillado y te hubiera igualmente mandado a casa acusándote de perdedor o algo parecido porque era un crío cruel... pero me hubiera sentido mejor por unos momentos al demostrarle al mundo que yo era mejor y estaba en lo cierto.
—Justo por eso nunca volví. Porque no tenías razón, y porque no podía dártela... Pero requirió un montón de esfuerzo y locura conseguirlo.
—En fin... que no hubieras venido por mí de estar tú en mi lugar.
—Yo creo que... Me hubiera costado y al primero rechazo todo se hubiera complicado.
—¿Ajá?
—Yo no soy Spanien ni France.
—Así que hubieras venido a mi casa y...
—Hubiera tocado la puerta...
Toc, toc, toc…
No olvides agradecer a Josita su edición
