Cómo conocí a vuestro padre

Capítulo 1: Reacciones estúpidas

Me levanté lentamente de la cama después de un largo y reparador sueño y me estremeció el contacto del suelo frio con mis pies.

-Esme –me gritó mi madre por cuarta vez desde el piso de abajo- llegarás tarde a la Universidad.

Bajé las escaleras mientras me pasaba un vestido blanco de tirantes que me llegaba hasta las rodillas y que en la parte inferior estaba adornado con dibujos rojos en forma de cenefas.

Me miré en el espejo, de estatura media (de acuerdo, más bien bajita) y el rostro pálido mis ondulaciones caramelo me quedaban perfectamente y enmarcaban mi rostro en forma de corazón.

-Esme –me dijo mi madre ataviada con un delantal verde - ¿vas a desayunar?

-No, mamá –le contesté mientras me pasaba unas sandalias y tomaba la carpeta de encima de un mueble- Me voy a ir corriendo hacia clase.

-¿Así te vas? ¿Sin chaqueta? –me dijo mi madre, dándome una reprimenda- Dicen que va a llover. Y a ver si no vas dejando las cosas por en medio…

-¡Que va a llover si hace un día estupendo! –le di un beso en la mejilla, tomé mi bolso y salí de casa corriendo.

Por suerte la universidad a la que iba estaba a media hora de camino, un paseo si tenias tiempo y para mi… ¡No iba a llegar! Tenía que asumirlo, no llegaba a primera hora. Aún así me di tanta prisa como pude.

Ahora que lo pienso, creo que no me he presentado debidamente. Soy Esme Anne Platt, tengo dieciocho años acabados de cumplir, estudio primer curso de Bellas Artes en la Universidad y mi vida es perfecta.

Mis padres me quieren muchísimo, saco buenas notas, tengo buenas amigas y me voy a casar en agosto del año que viene. ¡Ni una sola complicación en la vida de Esme!

-¡Maldita Esme! –gritaron a mis espaldas. Era mi mejor amiga, Carrie una alocada chica rubia de ojos azules.- Cuando he visto que no venias he ido a buscarte a casa y tu madre me ha dicho que te acabas de ir.

-¿Y por qué no estás en clase? –le pregunté sorprendida aunque viniendo de Carrie suponía la respuesta.

-Pues chica –me dijo sonrojándose y moviéndose teatralmente- tenía que ver a Terry antes de las clases.

Bueno, antes tengo que deciros una cosa sobre Carrie, una pequeña obsesión que ocupa casi todo su tiempo: cambia de novio cada semana. Esta semana sale con Terry, pero la pasada estuvo con Mathew y la anterior con Andrew (pero con Andrew solo estuvo tres días para poner celoso a Robert).

Las dos llegamos tarde a clase, así que nos quedamos hablando tranquilamente en un bar de la facultad de Arte.

-¿Y cómo están los preparativos de tu boda? –me preguntó Carrie sin mucho interés. Ella aborrecía esa manía mía de casarme a los dieciocho y más en mis circunstancias.

Aunque claro, vosotras no sabéis mis circunstancias. Conozco a Charles desde que soy una niña y mi padre siempre me ha dicho que, cuando cumpliera la mayoría de edad me casaría con él. Y yo que soy muy inocente siempre me lo he creído e incluso creo que me hace ilusión pero existe un pequeño problema…

No os riais pero hace doce años que no sé nada de él. Mi padre ha sido quien ha concertado el matrimonio con los padres de Charles y es mi madre quien organiza la ceremonia. Ahora no puedo echarme atrás. Este agosto seré Esme Evenson y estamos en octubre. Menos de un año.

-Esme –me decía siempre Carrie- ni siquiera lo conoces, puede que haya cambiado porque cuando lo conociste tenía… ¿ocho años?

-No te preocupes –le contesto siempre sonriendo creyéndome mis propias fantasías- es muy simpático.

-ERA simpático –gritaba Carrie intentando hacerme entrar en razón- Ha cambiado Esme. Puede que sea un maniático o un mujeriego.

-O puede que sea un caballero –le corregía yo empezándome a enfadar- Al fin y al cabo mi padre y el suyo se conocen desde siempre.

-Pero ¿Y si te enamoras? De otro chico, quiero decir –me preguntaba Carrie ante mi rostro contrariado- Si un día, el que menos te lo esperas, encuentras un chico que esté hecho para ti.

Como soy tan influenciable y tan inocente, reconozco que las palabras de Carrie siempre me perturbaban. ¿Qué pasaba si Charles no era el hombre de mi vida? Pero ahora no había marcha atrás. En menos de un año sería su esposa y seriamos felices. Siempre he pensado que tiene que ser así.

De hecho, no soy una chica corriente. No soy como Carrie, a mí los chicos me dan un poco de miedo. Tengo miedo de que me hagan daño. Los de mi edad parecen tan inmaduros, tan simplones… yo no encajo dentro del mundo de Carrie ni del de las chicas de mi edad.

Las clases de ese día fueron muy aburridas hasta que por la tarde llegó el momento de mi última clase, mi favorita: dibujo artístico. Y lo mejor de todo es que, aprovechando el buen tiempo, sacaríamos las pinturas y los lienzos al aire libre y pintaríamos la fachada de la universidad.

Yo quería hacer una cosa original, un cuadro único y había pensado retratar mi universidad como si fuera un pájaro, meterme dentro de la piel del personaje. Para eso no tenía más remedio que subirme a un árbol. Carrie, lo reprobaba.

-¿No sabes estar con los pies en la tierra? –me preguntaba. La verdad es que tenía razón, era inmadura y soñadora. Demasiado sensible para el mundo real.

Empecé a pintar con toda la energía del mundo. En un primer plano situé un pájaro exótico que pinté de colores vivos, rojos, naranjas y amarillos. Luego empecé con la fachada de la universidad. El tiempo había refrescado, mi madre tenía razón.

Diez minutos más tarde empezó a llover. Llovieron tres minutos, porque a partir de entonces empezó a diluviar con una fuerza inusitada. Los colores del lienzo se entremezclaron y se escamparon manchándome el vestido blanco sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo.

-Venga Esme- me gritó Carrie desde abajo, donde el agua ya le cubría media pierna- Vamos a dentro, todos han entrado.

Y fue entonces cuando ocurrió. Me caí del árbol intentando bajar y me hice mucho daño en la pierna ya que caí apoyando todo mi peso sobre ella. Me dolía tanto que las lágrimas me cayeron al instante por las mejillas mientras Carrie gritaba como una loca a mi lado. A veces era un poco escandalosa. Así como pude, apoyándome en mi amiga, entré totalmente empapada en la facultad.

No podía mover la pierna derecha del enorme daño que me hacía. Y para colmo, ese día mi padre no me venía a buscar en coche, así que tendría que volver a casa caminando.

-No seas tonta –me decía Carrie intentando convencerme que caminar en mi estado no era la mejor solución ya que la pierna había adquirido el color de una ciruela- Terry te acompañará al hospital en coche para que te enyesen esa pierna.

-Puede que no me la haya roto –le repliqué mientras ella buscaba el móvil en su bolso para llamar a Terry.

-O puede que sí –me dijo ella con una gran expectación por ver a su enamorado- además así tengo una excusa perfecta para verle.

Y Terry, muy animado mientras conducía con Carrie a su lado, nos llevó al hospital contra mi voluntad.

-Oye –me dijo Carrie ayudándome a salir del coche- No te importa si no te acompaño dentro, ¿verdad? Es que así…

-No te preocupes Carrie –le dije mientras intentaba suponer que necesitaba estar un rato muy a solas con su novio de esta semana- Nos vemos el lunes en clase.

-¡Claro! –me sonrió y volvió a entrar en el coche de su novio a velocidad de trueno.

Y allí me encontraba yo: sola ante el peligro.

-Está bien –dije para mí misma dándome ánimos- entro en el maldito hospital, que me examinen la pierna y me vuelvo a casa.

Para mí ese rato que estuve sola en el hospital fue horrible. Me desagradaban completamente, en especial ese olor tan característico que tienen a enfermedad y a laboratorio científico.

Y los médicos. No me gustaban en absoluto.

Estaba a punto de irme cuando un doctor mayor con cara de amargado me llamó por mi nombre y entré en la consulta arrastrando la pierna como pude. Me hizo sentarme en la camilla y estirar la pierna cuando…desapareció.

-Malditos médicos… -pensé con rabia y amargura. Y lo peor de todo es que aún no le había dicho a mi madre que estaba en el hospital, tal vez ya era hora de ir llamándola.

Saqué el teléfono móvil y marqué el número de casa cuando una voz me interrumpió.

-¿Te puedo ayudar en algo? –me dijo. Le miré sorprendida. Era un chico joven, rubio con los ojos miel que me sonreía con curiosidad. Y lo peor de todo es que llevaba una bata de medico. ¿Os he dicho ya que opinión tengo de ellos, verdad?

Parecía demasiado joven para ser uno de ellos. Su bata blanca llevaba bordadas dos palabras: Dr. Cullen, practicas. Así que no era doctor aún, era un simple estudiante de medicina que hacia las prácticas en ese hospital.

Le volví a mirar y fue cuando me quedé boquiabierta. Tenía una piel perfecta, blanca y fina y exhibía su sonrisa perfecta solo para mí. Me quedé tan sorprendida que se me cayó el móvil al suelo.

Me puse colorada como un tomate pelirrojo y me agaché a recogerlo, con tan mala suerte que el también lo hizo y nuestras cabezas chocaron durante la trayectoria. Me llevé un buen coscorrón mientras él, sin perder la sonrisa se frotaba la cabeza con una mano y me tendía el móvil con la otra.

Ahora fue mi turno de hacer el ridículo sin competencia. No sé cómo me ocurrió pero alargué la mano para tomar mi teléfono cuando perdí el equilibrio y caí al suelo desde la camilla.

El chico pareció muy contrariado, dudando entre si estaba loca o si tenía una enfermedad extraña que todavía no había estudiado. Se agachó a mi lado y fue cuando pude olerle. Ojalá no lo hubiera hecho nunca.

Olía demasiado bien, entre a miel y a libros antiguos. Y cuando me tocó para ayudarme a levantar me puse tan roja que tenía miedo de que la cabeza no me estallara. Me tumbó en la camilla con sumo cuidado y me sonrió.

-¿Una caída, verdad? –me preguntó mientras se acercaba y se sentaba a mi lado en un taburete.

-Sí, me he caído –le confesé señalando el gran moratón que era ahora mi pierna.

-Parece que se te da bien -me comentó mientras examinaba el aspecto de mi hematoma.

-¿El qué? –le pregunté confusa, incorporándome y mirándole a los ojos color miel.

-Caerte –me contestó riendo- Lo acabas de hacer hace un segundo. –Ante esto se puso a reír como un loco. Eso fue peor. Si su voz era encantadora, su risa hizo que mi corazón se disparara escandalosamente y que mis mejillas aún se coloraran más- No te preocupes. Deja que te examine esa pierna.

Y mientras sus manos me apretaban el moratón me fijé en él otra vez. En su piel, en sus ojos, en su perfume y su cabello. Aparentaba ser maduro, fuerte y responsable. Sentí dentro de mí una opresión en el estomago que no sabía a que correspondía.

-¿Te duele aquí? -me preguntó mientras examinaba la parte posterior de mi pierna.

-No –le confesé mientras me perdía en sus ojos. Eran preciosos, únicos. ¿Cómo era posible que nunca antes le hubiera visto?

-Lo único que tienes es una hinchazón provocada por el fuerte golpe que has sufrido –me diagnosticó sin mirarme a la vez que escribía una receta- Tómate estas pastillas y en doce horas podrás volver a caminar con normalidad.

-Gracias –le dije mientras me tendía la receta del antiinflamatorio. Me tendió la mano y me ayudó a bajar de la camilla.

-Hasta otra –se despidió alegre a la vez que se dirigía a la puerta y llamaba a otra paciente. Le vi perderse detrás de la puerta y me sentí fatal. ¿Cómo me podía haber caído? Desde que era una niña que no me había caído más y justamente ese día tenía que hacerlo dos veces. Se debía haber pensado que soy tonta…

Muy triste, como si hubiera dejado una parte de mí en esa sala, pedí un taxi y me fui a casa con las ganas de llorar. Unas grandes ganas de llorar porque pensé que nunca más volvería a verle.

El taxi me dejó dos manzanas más al este de mi casa así que me fui caminando. Pasé por delante de la papelería donde compraba los lienzos y entré a comprar uno nuevo porque el que había usado esa tarde acabó empapado por la lluvia.

Y fue entonces cuando me di cuenta que Carrie tenía razón. Sin esperarlo me había enamorado de un desconocido. Un chico al que no volvería a ver nunca más pero que me había transmitido unas sensaciones que nunca antes había experimentado.

Debía olvidarme de él. Igualmente, aunque lo volviera a ver, yo estaba comprometida. Era una pérdida de tiempo pensar más en él.

Una vez en casa me moría de ganas de llamar a Carrie y contarle lo que me había pasado a ver si ella me orientaba un poco cuando me di cuenta que había perdido el teléfono móvil. Justo en ese momento llamaron al teléfono fijo de mi casa.

Como nadie acudía en su busca, fui al despacho de mi padre y descolgué el teléfono.

-¿Diga? –pedí sin muchas ganas de hablar.

-¿Hola? ¡Hola! –Dijo una voz desde el otro lado del auricular- Perdona…

-¿Quién eres? –pregunté al no conocer la voz.

-Soy el Doctor Cullen –contestó. Mi corazón reaccionó tan alto que tenía miedo que no lo escuchara desde donde fuera que llamaba- He encontrado este teléfono en mi consulta…

-¡Sí! –chillé demasiado emocionada… ¡Maldita sea, Esme! ¡Contrólate o se pensará que eres una maníaca!

-¿Es tuyo? –me preguntó para corroborar mi grito demasiado entusiasmado.

-Sí, es mío. Me lo debí dejar olvidado sobre la camilla –le contesté tragando aire y sacando de mi estas palabras con demasiada rapidez.

-Bueno –me contestó él muy calmado y seguro de sí mismo- ¿Quieres… quieres que quedemos? Para devolverte el teléfono quiero decir…

-Ah –le dije. Tardé unos segundos en reaccionar y otros tantos en contestar. Al fin y al cabo pues parece que sí le volvería a ver. Quien sabe… - Como quieras.

Se hizo el silencio desde el otro lado de la línea. ¿Qué debería estar pensando?

-¿Mañana por la tarde nos vemos en el parque? –me preguntó- ¿Debajo de la estatua?

-Claro –le dije- ¿A las cinco?

-Me parece estupendo –contestó sonriente.

-Pues… hasta mañana –le contesté sin saber ya que más decir.

-¡Un momento, no cuelgues! –me pidió.

-Dime –le contesté extrañada, ¿Me había dejado la sensatez también en su consulta?

-Quiero saber una cosa más –me dijo avergonzado y entrecortadamente- Tú nombre…

-Esme –le confesé con la cara roja, menos mal que no me podía ver… - Me llamo Esme.

-Esme… -contestó él con un suspiro- Yo soy Carlisle. Hasta mañana

Y me colgó el teléfono dejándome sin respiración.

Carlisle… ese nombre fue el principio del desmorone de mi mundo. Un mundo que ahora empezaría a vivir, aunque yo todavía no lo sabía.

Continuará…

Buenas, soy Aris, tal vez me recuerden de otros fics como ¿Dónde está mi gomina? o Mis pequeños demonios.

Tenía muchas ganas de escribir algo sobre mis personajes preferidos (es decir, Esme y Carlisle). Así que se me ocurrió la idea de cómo serian sus vidas actualmente si fueran humanos y salió esta historieta. También quería el reto de meter a Charles por en medio para que complicara las cosas… Espero que os guste, yo aún tengo mis dudas pero ya veremos.

¡Hasta el próximo capítulo!