Hola!
Este es el nuevo fic de House que he escrito. Lo he hecho como si fuese un episodio normal. También intenté plasmar a cada personaje como es (o al menos, como yo los veo), y he hecho bastante "trabajo de investigación" con el caso para darle el punto realista a la historia (aunque creo que me ha quedado bastante raro con los síntomas y todo eso).
Espero que os guste tanto leerlo como a mí escribirlo :) Y que le deis una oportunidad, aunque el prólogo es bastante cortito y no dice gran cosa. Agradezco enormemente los reviews y las críticas constructivas (me encantaría mejorar y sólo puedo hacerlo si me decía qué no os gusta)
Disclaimer: estos personajes NO me pertenecen; son propiedad de sus creadores y de la cadena FOX (¡ojalá que fueran míos y sólo míos :D!). Yo sólo los utilizo para fantasear y escribir.
Prólogo
— ¿Vas a contestar?
Con los ojos todavía fijos en la humeante taza de té que la camarera acababa de dejar sobre la mesa, la chica dejó escapar un gruñido de desaprobación. No le gustaba que le interrumpiesen cuando estaba pensando.
—Perdona, no prestaba atención —finalmente elevó la vista hacia los confusos ojos de su interlocutor, quien le daba una lenta calada a su cigarrillo—. ¿Cuál era la pregunta?
—Me interesa saber por qué alguien como tú viene a un club una noche de jueves. O más bien, madrugada.
— ¿Tan tarde es? —la chica volvió a pronunciar las palabras de forma lenta e inocente, como si quisiese disimular.
—Pues no sé cuál es tu concepto de tarde, pero son las seis y media. Está a punto de amanecer. Y, obviamente, una adolescente en un local de striptease bebiendo té no es la cosa más corriente del mundo.
Bianca torció el gesto en una mueca triste, comenzando a aborrecer aquella conversación. Cruzó una pierna sobre la otra, y la piel desnuda bajo su vestido rozó ligeramente el cuero desgastado del taburete. Sentir el nudo en su garganta y las lágrimas apremiantes en sus ojos se había vuelto insoportable, y luchó por contenerse logrando un éxito relativo, pero no por ello menos turbador a los ojos del curioso que no dejaba de mirarla.
— ¿Acaso te he preguntado yo qué haces aquí? —replicó, y su voz esta vez fue hosca y directa— Eres guapo y no tienes más de veinticinco, lo que elimina los traumas por la frustración de no encontrar a nadie en una discoteca abarrotada. Tu gesto es altivo y arrogante, ergo, no eres inseguro. Estás solo: eso descarta una fiesta con amigos. ¿Es que acaso tienes un especial interés por meterles billetes en las bragas a todas estas tías, cuando sabes que en el fondo puedes tener a todas las que quieras comiendo de la palma de tu mano?
No le dio tiempo a continuar aquella improvisada evaluación. El tono de llamada de su móvil la distrajo. Con un hábil movimiento de manos lo sacó del bolso, y tras dar un no menos grácil salto de su asiento, se alejó algunos metros del chico. No quería que nadie se entrometiese en sus asuntos.
— ¿Sí? —contestó, extrañada al no reconocer el número que aparecía en la pequeña pantalla.
La conversación no duró ni un minuto. Justo el tiempo que le hizo falta al joven para darse cuenta de que aquella chica no iba a volver, tras girarse y descubrir que la puerta del local todavía se tambaleaba a causa de su urgente salida. Encogiéndose de hombros, continuó observando el espectáculo con lascivia, sin volver a pensar en la desconcertante muchacha de ojos azules.
Nadie en aquel club de poca monta podía imaginar su horrorizado rostro mientras corría con desesperación a través de las calles de la oscura ciudad.
