Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a Hajime Isayama.

Palabras del capítulo: 469

N/A: Un drabble inspirado en la hermosa imagen de Maruta, con la que hice la portada. No está revisado ni editado. Lo escribí como salió.

Canción recomendada: Call your name, del ost de SNK

FlorwerGreen


Tranquilidad

Capitulo único

Es tan cálido… ¿qué hago aquí? Siento como si mis memorias fueran absorbidas por un espiral invisible.

¿Quién soy? ¿Cuál será mi…?
—¿Bertholdt?

Como una bofetada, volví en mí. Abrí los ojos, dándome cuenta por primera vez de mi existencia... intenté verme las manos, o alguna parte de mi cuerpo, inútilmente. Parpadeé un par de veces, sin embargo todo seguía borroso a mi alrededor, si había suelo no podía notarlo… todo estaba cubierto de una especie niebla blanquecina.

—¿Bert?

Esa voz… esa voz era conocida.

Tanteé entre la neblina, siguiendo la voz, pero era en vano. Parecía venir de todas partes y a la vez, de ningún lugar.

Bertholdt… ese era mi nombre.

Me arrodillé, esperando sentir el suelo bajo mis pies, sin embargo era como… no sabría describirlo. Algo suave acunaba mis rodillas, no podía ver mi cuerpo, pero podía sentir aquel "suelo".

Hacía algo de frío, mas era refrescante… me sentía bien… pero… ¿por qué no podía recordar?

—Bertholdt…

Levanté mi mirada nuevamente, buscando en esa neblina. Una figura empezó a aparecer. Era alto, quizás no tanto como yo, pero podía notarlo. Caminaba lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

En cuanto empecé a distinguir su rostro, las memorias azotaron mi mente.

Proferí un grito desgarrador. No podía soportarlo ¡No podía mirarlo!

—¡ALÉJATE! —Le grité a la figura… ¡¿cómo podía estar allí, con él?! ¡¿Cómo podía siquiera mirarlo?!

Caí en el suelo, sin fuerzas. Me abracé a mí mismo, queriendo olvidar nuevamente, queriendo morir nuevamente…

Sentí mi rostro empapado con mis propias lágrimas. Escuchaba los gemidos que salían de mi boca, sentía esa acidez en el cuerpo, un dolor profundo en el pecho. Los recuerdos de esa vida tan terrible.

—Bert…

—¡BASTA! —Le grité, abrazándome más fuerte. Pero la figura no se alejó. Siguió acercándose a mí. Con vergüenza escondí mi rostro entre las manos que no podía ver. Entonces fue cuando lo sentí arrodillarse a mi lado.

—Ya está bien, nada puede dañarnos ahora…

—Yo… yo… —No había palabras, no había consuelo. No podía perdonarme. ¿Qué hacía allí? No lo merecía, merecía pudrirme en el infierno.

—Lo sé —Me dijo conciliadoramente—, no es tu culpa.

Quise replicarle, quise convencerle de la mierda que era yo. No pude. No podía articular palabras ya que no podía dejar de llorar y gritar.

—Marco… per… perdóname —Logré gimotear entre mis gemidos desgarradores. No podía evitarlos, el dolor era demasiado grande.

Temblé al sentirlo abrazarme. Traté de incorporarme, arrodillándome también. Aunque fuera una basura, aunque no mereciera estar en el mismo lugar que él, quería sentir su amabilidad. Su dulzura. Ese hombre no podía ser otra cosa que un ángel.

—Te perdoné hace mucho —Dijo contra mi cabeza.

Otro sollozo de dolor desgarró mi garganta. Pero esta vez, sentí un poco de tranquilidad calmando mi atormentado corazón.


Si llegaste hasta aquí te pido que te tomes un minuto y escribirme qué te pareció. No sabes lo mucho que me motiva a seguir escribiendo... ¡Gracias!

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