Era otoño en la cuidad, un día de otoño lluvioso, como la mayoría de ese año. Los colectivos y autos circulaban rápidamente por las avenidas mojadas, muchos de ellos salian del trabajo y regresaban paras merendar con su familia.

Pero él no, solo caminaba lentamente observando todo en aquella ciudad; había carteles grandes y luminosos, plazas, vendedores ambulantes escondidos bajo los techos-agua de los negocios. Muchos tomaban algo en bares y charlaban alegremente a pesar del clima.

Una joven castaña con una boina roja y traje de gaucho, refugiada bajo un paraguas con vaquitas se le acercó.

-Tiempo que no te veía por acá Arthur-

Él le sonrió al tiempo que se refugiaba bajo el paraguas, siguiendo la invitación de la castaña. Estaba realmente mojado, bueno ¿A quién se le ocurría salir sin paraguas cuando estaba lloviendo?

Caminaron un rato, podían verse ya músicos y bailarines de tango en las calles, la lluvia había cesado ya y el ocaso mostraba sus rojizos colores.

-¿Che, no son lindos?- Preguntó Agustina cuando pasaron frente a una pareja de bailarines de tango que bailaban excepcionalmente bien.

El rubio no respondió pero sonrió melancólicamente, a ella no le gustó esa cara, no traía buenos recuerdos.

-Che, che- Dijo Agustina para romper el silencio que se había formado - ¿Qué tal si vamos a un café? Alfredo a… no, no, mejor vamos al de Xavi ¿Sabías que abrió uno después de venirse de Brasil?-

-Umm, no- contestó monótonamente siguiendo luego a la castaña.

Un rato después en el café unos músicos anunciaron que tocarían un tango y solicitaban a las parejas que supieran bailarlo subieran al escenario.

Xavier los miraba desde la barra divertido, guiñó un ojo a Agustina, ambos sabían a lo que él quería llegar.

Agustina tendió a Arthur su mano derecha y él aceptó su invitación, después de todo ella le había enseñado cuando eran más chicos.

Y así con Damián, el medio hermano de Agustina y Xavier, tocando el bandoneón comenzaron a bailar sobre el pequeño escenario.

Los comensales aplaudían ante el espectáculo; la pareja no solo era talentosa, sino que además generaban una armonía entre ellos.

Se inundaron de aplausos al terminar, mientras que Damián y Xavier les sonreían compinches.

Luego de terminar su café salieron a la calle, esta estaba casi a obscuras, a no ser por las luces de las carteleras y los faroles. Una pequeña garua caía en la calle.

Sus miradas se cruzaron allí frente al obelisco. Hacia tiempo que no sentían esa calma, la tranquilidad de la noche, la certeza de estar más juntos. Pero por sobre todo el saber que ambos, en silencio y con miradas, se habían perdonado las peleas anteriores. Por mas que antaño habíanse hecho daño ambos sabían que seguían amándose.

No solo el obelisco sino que también Xavier y Damián presenciaron la reconciliación más tierna que un beso hubiera sellado jamás.

En aquella noche lluviosa y con niebla de una cuidad Argentina que tanto recuerda a las Inglesas.