No sabe cómo ha acabado así y le cuesta creer que sea real, que ese momento le esté ocurriendo a él y no a un personaje de una comedia romántica.

Pero es real, ese momento es suyo, de los dos.

Si Haru preguntara, con el rostro inexpresivo pero los ojos llenos de curiosidad, qué son Nagisa y él, respondería, intentando no parecer demasiado afectado, que solo amigos.

Amigos que de vez en cuando se miran como si el otro fuese un oasis en medio del océano, un amigo por el que Makoto no dudaría en tirarse al mar con tal de salvarle, amigos que a veces se quedan en trance y pasan un par de segundos demasiado cerca, segundos que se hacen eternos y que nunca duran lo suficiente.

Pero al fin y al cabo solo amigos, ¿verdad?

El problema es que quizás no sea verdad, quizás solo sea la mentira de dos cobardes que prefieren ser solo amigos por miedo a que "algo más" no sea el equivalente de algo bueno.

"Deberíamos besarnos, tal y como hace la gente real"

El estribillo de la canción corta el hilo de sus pensamientos, y ya no le importa más cómo ha llegado a esa situación porque no puede quejarse.

No puede hacer nada a derechas con la cabeza de Nagisa apoyada sobre su pecho, porque su presencia es demasiado real como para ignorarla.

Y pese a que para Makoto es lo más real que le ha tocado nunca, Nagisa no parece estar en la realidad, porque aunque le mira, Makoto nota que no le está viendo, que está en su propio mundo y le duele, por qué quizá no esté pensando en él, y tiene miedo, porque quizá sí.

Sabe que ha vuelto a la realidad cuando empieza a guiarle por la improvisada pista de baile, casi desierta; cuando le sonríe y Makoto no puede evitar devolverle la sonrisa, porque la felicidad de Nagisa siempre ha sido contagiosa.

―Por una vez no eres tú el que va un paso por delante, Mako-chan―Susurra lo suficientemente alto como para que le oiga sin dificultad.

Pero Makoto solo va por delante en los relevos. Ese baile es una metáfora mucho más acertada de su relación: Nagisa toma las riendas y él le sigue. Si Nagisa no guía sus pasos, está perdido (A veces también lo está cuando le guía, pero no importa demasiado si está con él).

Por una vez en su vida se arma de valor y, sujetando con firmeza la cintura del rubio, es capaz de pedir algo, de mirar por sí mismo.

―Podríamos…―Toma aire y cierra los ojos un momento, ya no hay marcha atrás―. Podríamos hacer caso a lo que dice la canción.

Nagisa se para en seco, pero ni siquiera tiene tiempo para pasar miedo y ponerse en lo peor, porque le está besando.

Y, como siempre, es Nagisa quien le guía, pero no le puede importar menos.

Porque ahora más que nunca ese momento es suyo y aunque parezca mentira, es real. Con eso le basta.