Buenos días, señoras y señores. Aquí, la humilde escritora Luky01 presenta su parte del reto de Dobreva. Serán tres capitulos. . Espero que les guste y que no puedan dormir en un tiempo :)
El cementerio de Magix estaba cubierto por una espesa niebla. En la entrada, la puerta de hierro decorada con figuras de ángeles y cruces te incitaba a huir y no volver a poner un pie ahí por lo que quedaba de eternidad. Sin embargo, si eras valiente y seguías caminando, las lápidas, todas increíblemente parecidas, te mirarían mientras estuvieras allí, y, quién sabe, quizás incluso cuando no lo estés. Los árboles retorcidos y negruzcos, bailaban al tenebroso son del viento, guiándote en una dirección concreta: el lugar en el que un grupo de personas se encontraban reunidas por un motivo más que obvio.
—Queridos hermanos, nos encontramos aquí para despedirnos de una persona muy especial —rezaba un cura, al que habían pagado para la ocasión. — Era un amigo, un hermano, un novio... pero sobre todo alguien en quién confiar.
Él hombre jamás había conocido al difunto, pero su "trabajo" no era alabarlo. Simplemente oró un par de veces en su nombre y se fue, contando el dinero y dejando al grupo de adolescentes despedirse de su amigo.
Tras un eterno silencio, la tristeza venció a Musa, que, sollozando cayó sobre sus rodillas. Los demás simplemente la miraron, compadecidos, pues ellos habían estado sintiendo lo mismo días atrás. Riven se agachó, y le ayudó a levantarse y a secarse las lágrimas. Ella dirigió su mirada azul marino a la lápida.
"Helia Lonen Fellangel
1994-2015
Luchador, artista, eterno amigo.
R.I.P"
Veintiún años. Tan increíblemente joven Helia había fallecido. Riven, quién había seguido la mirada de Musa, se sintió increíblemente vulnerable.
Recordó ese día, en el que se despertó recordando la fiesta que él y sus amigos habían tenido la noche anterior. Se levantó ignorando que su compañero de alcoba seguía "dormido", inmóvil. Desayunó y se puso ver la tele junto a Brandon mientras los demás rondaban por la sala ocupados de sus propios asuntos. El problema fue que pasó la hora de comer, la del baño y la de cenar y Helia seguía dormido. Ahí decidieron despertarlo al fin, para abrir la caja de Pandora.
Lo destaparon, descubriendo que Helia estaba muy pálido, incluso más de lo que ya era. Sus labios estaban morados, y sus manos frías como un témpano. Pero lo peor fue cuando Timmy comprobó su pulso para descubrir que era nulo. En un abrir y cerrar de ojos, estaban encima de él, aplicándole maniobras para reanimarle. E incluso la desesperación había matado a la vergüenza, pues le hicieron el boca a boca sin miedo a los rumores.
Pero nada. Simplemente ya estaba muerto.
El mundo se le vino abajo a todos, en especial a Flora y Musa. Decírselo no fue fácil: las manos les temblaban a los chicos, y la impaciencia de ellas no paraba de crecer. Brandon fue el que les dijo la frustrante noticia, intentando ser delicado, pero el golpe acabó por ser el mismo. Algo en su corazón se les revolvió al verlas llorar; sentían impotencia. No podían hacer nada. La culpa les corrompía a todos, pues los "si yo hubiera..." no paraban de brotar, aunque ya no serviría de nada.
Desde entonces, Flora había estado viviendo en casa de Stella y Brandon, para prevenir cualquier acto de locura y Musa había caído en una depresión.
Un aire frío acarició la nuca de Riven, haciéndole estremecer y volver a la realidad. Sacó un pañuelo de su bolsillo y recorrió las mejillas de su novia con él. Ella no despegaba los ojos de la lápida y eso la estaba dañando. Le dio la vuelta y la abrazó, para que dejase de mirar aquella piedra gris.
La niebla cada vez se volvía más espesa e incluso los árboles más cercanos resultaban difíciles de ver y confundibles con una sombra extraña.
Unos pasos llenaron el silencio que ya duraba demasiado, pues Flora estaba acercándose a la tumba, que todavía estaba abierta. Era increíble, pues el cuerpo de Helia no había cambiado: su expresión serena, su cabello largo y negro, su piel un poco más pálida de lo habitual... parecía estar dormido. Sin embargo, había algo que no conseguía descifrar, pues por algún motivo, su rostro le recordaba al mimísimo diablo. ¿Quizás había algún matiz en sus labios, o quizás su alma estaba poseída por él? No, debía estar delirando, sí, eso es. Llevaba mucho sin dormir y eso la estaba volviendo loca. Completamente loca.
Otro llanto calló al silencio, y esta vez fue Flora. Musa, compadecida, se dirigió hacia ella y la abrazó.
Cuando llegó la hora de enterrarle, los especialistas empezaron a introducir la tumba en el profundo agujero, y acto seguido, a cubrirlo con tierra, húmeda. Las ganas de hacerlo no estaban en ellos, pero no tenían opción. Era hora de dejarle ir.
En silencio, Bloom colocó un ramo de lirios al pie de la piedra.
Cuando otro llanto comenzó a brotar, surgió de improviso un abrazo de grupo, pero faltaba alguien. Ese abrazo no volvería a estar completo nunca. Jamás.
—¿Qué quieres de cenar? — Se escuchó a Riven preguntar desde la cocina.
Era la veinte de Octubre, hacía un mes que Helia había sido enterrado y la cosa no había mejorado mucho. Varios intentos de suicidio, depresión, miedo, ira, impotencia, tristeza, dolor, temor, nostalgia...
Un rayo se escuchó a lo lejos, pues ese año el mes de Octubre llegaba repleto de tormentas eléctricas.
— ¿Musa?
Asomó la cabeza en el salón, para ver que Musa tenía los audífonos puestos. Estaba sentada en la repisa de la ventana, viendo llover. Se acercó a ella y se sentó a su lado. Le quitó los audífonos delicadamente, mientras ella seguía sin mirarle.
Ella aún no había aceptado la muerte de su hermano. Le costaba mucho aceptar su pérdida. Los días posteriores al funeral se había negado a comer y se pasaba el día entero en la cama. A pesar de los mimos de sus amigos (que venían uno a uno para no agobiarla) ella no reaccionaba. Su rostro siempre permanecía inexpresivo, incluso cuando lloraba.
—¿Qué quieres cenar?
—No tengo hambre.
—No me vale esa respuesta.
Musa seguía mirando al cristal, no respondió. Riven suspiró.
—No puedes seguir así, Muse. ¿Qué quieres hacer? ¿Qué puedo hacer?
Musa siguió sin responder. Riven simplemente se acercó a su rostro y empezó a acariciarla. Una lágrima silenciosa resbaló por su mejilla, pero no duró ahí mas de dos segundos.
—Estoy seguro de que él no quiere que le recuerdes llorando. Él quiere verte sonriendo como lo hacías antes.
Nada.
Él fue a levantarse, pero fue evadido por una pregunta.
—¿Cómo sabes que el querría que no le extrañase? —Preguntó aún sin verle.
Se volvió a sentar junto a ella.
—Yo no he dicho eso. Simplemente, él no querría que no vivieses porque le extrañas. En vez de llorando, el querría que le recordases sonriendo. Él querría verte feliz.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque lo sé.
Ambos se fundieron en un abrazo.
Musa había perdido a un hermano. No a un amigo o un conocido. Tenía miedo, pues Helia siempre había liderado su camino, con ambos tomados de las manos. Ahora caminaba sola, lesionada y con miedo. Ni siquiera Riven le parecía soporte suficiente, aunque no le confesaría eso. Él estaba trabajando muy duro con ella para recuperarse, por lo que no quería darle dicha decepción. Cuando saliera se lo agradecería, sin mencionarle nada.
Otro trueno cayó, asustándola. Por suerte, ella estaba entre los brazos de Riven. No le pasaría nada.
—Por favor, dime qué quieres cenar.
No sabía cuánto tiempo había pasado, demasiado para su gusto.
—Mmm...¿Pizza?
— De acuerdo. Podríamos ver alguna película después.
Ella solo asintió, volviendo a mirar al cristal. Y ocurrió.
Tengo pensado subir en Halloween y el día después. Diganme que creen que pasará.
Nos leemos pronto!
