En la noche del 31 de octubre de 1981, ocurrirían muchas tragedias, posiblemente ninguna se igualaría a lo que sucedería en Godric's Hollow. Narcissa piensa que sí.

Al suroeste de Inglaterra, exactamente en Wiltshire, ahí donde se alzan los terrenos de la mansión Malfoy se encuentra Narcissa, impaciente, temerosa y preocupada. La pobre mujer camina de un lado a otro dentro de su habitación, reconsiderando una y otra vez aquel absurdo plan que se ha montado de improviso.

Su ansiedad se ve apaciguada cuando el sonido de una aparición se hace presente en la habitación y un elfo aparece frente a ella haciendo una reverencia exagerada.

—La ama Narcissa ha llamado a Dobby, ¿Cómo puede servirle Dobby a la ama? —Dice el pequeño elfo en un tono fielmente servicial.

Narcissa se muerde los labios antes de ponerse de cuclillas, casi a la altura de Dobby. El elfo la mira con asombro y cierta perturbación, seguramente esperando algún escarmiento o regaño por parte de su dueña. Sin embargo, los planes de la mujer son completamente diferentes y para llevarlos a cabo necesita la lealtad de su elfo doméstico.

Dobby espera ansioso las indicaciones de su ama, pero ella se toma su tiempo para finalmente preguntarle si acaso se puede aparecer fuera de los terrenos de la mansión, y a pesar de que sabía la respuesta, Narcissa sonríe cuando el pequeño elfo asiente. Es como si alguien le hubiese quitado un gran peso de encima y le susurrara al oído que aún había una esperanza.

Después de darle indicaciones al elfo y lograr que este aceptara a regañadientes, comienza a prepararse. Se cubre la cabeza con la capucha de su túnica y se acerca a la cuna de su hijo. Con delicadeza toma a su pequeño Draco entre brazos y lo cubre con una frazada.

Discretamente abre la puerta de su habitación, y mirando por ambos lados del corredor, asegurándose de que no hay nadie, sale encaminándose al gran salón. El corazón le late intensamente, y las piernas le tiemblan al caminar. Conforme se acerca a la escalera sus pasos oscilan entre la decidía de llegar hasta el gran salón o simplemente redimirse y volver a su habitación.

La sensación de arrepentimiento se esfuma en cuanto un pensamiento más fuerte se materializa en su mente. Su familia. Todo lo hace por su familia, por Lucius y su pequeño Draco, aunque Lucius no caiga en cuenta que esto es lo mejor para los dos, aunque el hombre no comprenda que ella daría su vida por estar a su lado, pero no a costa de Draco, y eso era algo que su esposo tenía que comprender en algún momento.

El corazón se le oprime al pensar en Lucius.

Pero no...

En esos momentos, Draco debe ser su prioridad, ante todo. Su determinación se renueva y logra terminar su recorrido por las escaleras, al llegar al último piso contempla las puertas del gran salón abiertas de par en par, desde donde esta pudo ver la chimenea.

Está tan cerca...

—¿Vas algún lado con tanta prisa, Cissy?

Bellatrix...

Su hermana mayor está detrás de ella, no puede verla, pero siente su presencia, y lo confirma cuando siente el filo letal de la varita de su hermana clavársele en la nuca de forma tajante y amenazadora.

—Sabes que al señor tenebroso no le gustan los traidores, Cissy.

Pero a Narcissa no puede importarle menos lo que al señor tenebroso le guste o no. De hecho, ya no considera correcto ni piensa permitir que las ideas del señor tenebroso tengan efecto alguno en su vida. No después de esa noche, no después de lo que estaría ocurriendo en Godric's Hollow.

Ese niño. Ese niño que el señor oscuro planeaba matar sin contemplaciones no era más grande que Draco, su propio hijo pudo ser Harry Potter y a Voldemort poco le importaría que sus padres le sirvieran, lo mataría de todas formas.

—Aleja tu maldita varita, arpía —Dice Narcissa inyectando en sus palabras todo el veneno que se ha tragado en las últimas semanas.

Pero sus palabras no parecen tener efecto alguno en su estropeada hermana. Al contrario, parece que le hace gracia y le clava la varita con mayor alevosía. Narcissa sigue sin ver a Bellatrix, pero sabe que la desgraciada está esbozando una sonrisa en esos momentos.

—Conserva un poco de sensatez, Narcissa. Baja a Draco para que podamos hablar.

Identifica la amenaza en esa oración. Claro que Bellatrix no quiere hablar, una advertencia implícita pero que esta presente y no puede dar crédito a eso.

—No te atreverías...

—¿Te sientes lo suficientemente valiente como para averiguar si el pequeño Draco resiste la maldición cruciatus? Anda, pruébame o pon a Draco en el suelo.

Narcissa no es tonta, se niega a averiguar si su propia hermana es lo suficientemente retorcida como para dañarles y con las manos temblándole del miedo logra poner a Draco en el suelo.

Apenas intenta erguirse cuando una maldición golpea contra ella.

Bellatrix le ha atacado por la espalda, le lanzó la cruciatus. Lo entendió de inmediato, un dolor indescriptible pero mortífero le recorrió por todo el cuerpo, se sintió como sí sus huesos fueran espinas que se clavaban dolorosamente en los músculos. Lo único en lo que piensa es en el intenso dolor, no hay lugar para más.

La primera vez que Lestrenge frena su tortura Narcissa es capaz de pronunciar débiles suplicas.

—Oh dulce Cissy, al señor tenebroso le dolerá mucho cuando se entere de vuestra traición. Será lamentable si decide castigarte con Draco, es un crío dudo que pueda soportarlo.

—Bella, por favor —Suplica.

Suplica, pero no sabe exactamente que pedir. Quizás pedir por su vida, o tal vez por la de Draco. Ya no puede pensar coherentemente y sólo suplica esperando que se apiaden de ella.

La piedad no es para los que se equivocan. La maldición le golpea por segunda vez y sus alaridos de dolor no se hacen esperar. Le parece escuchar la risa de Bellatrix resonar en sus oídos, y muy en el fondo de su mente hay un llanto que pasa casi desapercibido. Un llanto.

Draco está llorando...

Con un esfuerzo sobrehumano logró levantar la cara y con un alarido desesperado llama a Dobby. El elfo aparece frente a ella, la observa horrorizado. No sabe cuanto tiempo lleva recibiendo la maldición, pero su cuerpo ni siquiera le responde. Se siente demasiado débil, y no sabe de donde ha sacado fuerzas para hablar.

—Llévatelo, llévatelo, llévatelo —Le repite una y otra vez al elfo.

El dolor se incrementa por cada palabra. Y no es capaz de cerrar los ojos hasta que ve a Dobby tomar en sus delgados brazos a su hijo. La magia que recorría su cuerpo se detiene y Narcissa se preocupa cuando un rayo verde golpea en donde estaba Dobby momentos atrás, y por más que quiere levantarse averiguar qué ha pasado con Draco no puede. El cansancio le gana y cierra los ojos.

[...]

Es 31 de octubre de 1981, y en Godric's Hollow pinta la tragedia. Severus Snape ha llegado, demasiado tarde al parecer.

Ha corrido avisar a Dumbledore apenas le alertó Narcissa, y aun así llegó tarde.

En una pequeña habitación, Severus ha descubierto tres circunstancias diferentes. Se ha encontrado con el pequeño Harry llorando en su cuna, a su amada Lily tirada en suelo sin vida y a un enloquecido James Potter en estado de crisis. Ninguna de esos eventos le gusta.

[...]

Andrómeda empieza a impacientarse, es la tercera vez que le pregunta al elfo por su hermana y este sigue lloriqueando. La angustia le está matando. Un elfo ha llegado a su casa con su sobrino en brazos, no sabe nada de la madre de Draco y por si fuera poco para una sola noche Ted sigue sin llegar a casa.

—Habla ya, ¿Dónde está Narcissa?

—Bellatrix Lestrenge — Logra decir el elfo entre gimoteos—. Dobby ha hecho lo que pudo para defender al amito Draco, pero Dobby no ha podido hacer nada por la ama Malfoy.

Dobby estira los brazos ofreciéndole a Draco.

Súbitamente siente la garganta seca y los ojos se le han tornado cristalinos. Se siente como si le hubiesen dado un golpe en la parte baja del estómago, y se siente peor cuando alza a Draco y ve su rostro.

—La señora Bellatrix ha golpeado al amito Draco con una maldición. No le dio de lleno porque Dobby se interpuso entre ella y el amito Draco, pero aun así alcanzó al amito.

Andrómeda acaricia con delicadeza la herida. Draco se remueve, pero sigue durmiendo. Siente ese golpe en el estómago con mayor fuerza cuando se fija en lo delicado y frágil que parece Draco. Y suspira, suspira como quien sabe a lo que se está enfrentado, y por impactante que resulte no tiene miedo.

Nymphadora se acerca con curiosidad y pide ver a Draco.

—Dora, él es Draco —Hace una larga pausa antes de continuar. Contempla como su hija observa a Draco como si fuera el juguete más novedoso del mercado, parece realmente embelesada y su cabello rosa lo delata—, es tu nuevo hermano Dice sin contemplaciones o dudas.

Los ojos de Dora se iluminan.

—Es muy bonito, mamá.

[...]

Sirius Black no puede dar crédito a lo que está escuchando. Y por más que la información golpea en su mente es incapaz de creerlo por un segundo.

Porque no...porque es imposible...

Pero al parecer no es tan imposible, James pasa a su lado con la cabeza agachada y llora desgarradoramente. Escoltado por aurores. James pasó a su lado, no ha pasado diciendo algo acerca de su inocencia, gritando que es un terrible error. Al contrario, parecía abrumado.

James la amaba, no ha podido ser él. No hay forma de que haya sido él, sino nadie podría explicar la caída de Voldemort. Incluso las pruebas son estúpidas. La varita de James lanzó la maldición asesina pero no necesariamente debió utilizarla con Lily, pero por más que quiere pensar en la inocencia de James el silencio de este no ayuda.

La realidad parece ser cruda, avasallante y dolorosa.

Sirius quiere despertar de esa terrible pesadilla, porque por más que digan que el mago tenebroso más temible de todos los tiempos ha caído no le es motivo suficiente para celebrar. No después de lo que ha presenciado. No después de todas las pérdidas que le ha dejado esa absurda guerra.

—Yo nunca imagine que James podría hacer algo tan bajo para salvarse —Comenta alguien a quien Sirius no desea identificar.

Siente la ira crecer en su interior.

—Cierra la maldita boca. James no ha sido. —Espeta con voz tajante.

—A las pruebas me remito —Responde esa voz que parece ser cada vez más irritante.

Sirius quiere lanzarse contra esa persona y molerlo a golpes, pero una mano en el hombro le impide que cometa una estupidez. Al alzar la cara se encuentra con Albus Dumbledore que lo mira con misericordia.

—Es mi culpa —Dice Sirius inmediatamente.

Esas palabras llevan atoradas en su pecho por un buen rato, y no sabe por qué, pero al ver a Albus Dumbledore siente la imperiosa necesidad de decirlo, de culparse y aceptar las consecuencias de lo que propició.

—No es culpa tuya Sirius —Dice Dumbledore, a veces confiamos en las personas equivocadas.

Aunque Albus busca reconfortarlo no puede. Nadie puede hacerlo, y ahora el único pensamiento que parece razonable es su ahijado.

—¿Harry? ¿Qué pasara con él? —Le pregunta Sirius con genuina preocupación— Yo puedo hacerme cargo de él.

—De ninguna manera Sirius, él irá a Privet Drive con sus tíos.

—¡Pero yo soy su padrino! —Protesta insolentemente.

—Sirius, he dado una orden, no una sugerencia —Le reprende Dumbledore con la severidad suficiente para hacerle callar.

Pero le está tomando el pelo si realmente cree que se quedara con los brazos cruzados mientras ve a Harry criarse con la horrible familia muggle de Lily. Es algo que no piensa permitir.

[...]

Los acontecimientos de la noche parecen estar lejos de terminar. Andrómeda cae en cuenta de ello cuando tocan su puerta en plena madrugada. La noticia de la caída de Voldemort ya le ha dado la vuelta a todo el mundo mágico, y lo único que puede esperar por esa noche es la llegada de Ted.

Aunque, comienza a sospechar que puede quedarse esperando toda la vida por él, pues al abrir la puerta se encuentra con un auror que lleva en el rostro un gesto desolado. Y sin hablar sabía que noticia le darían.

Algo en su pecho se contrajo dolorosamente.

—¿Andrómeda Tonks? —Le pregunta el hombre.

Es incapaz de encontrar su voz para responderle, repentinamente siente la garganta seca y la sola idea de intentar hablar le resulta insoportable. Así que solamente asiente con un escueto movimiento de cabeza.

—Madame Tonks, lamento informarle que su esposo murió en un atentado hoy por la tarde.

Cierra los ojos, esforzándose arduamente en mantener sus lágrimas en su lugar, aunque le es casi imposible. Aprieta sus ojos con fuerza, resistiendo la repentina urgencia de arrancarse el corazón con las manos.

Ted.

Su amado esposo no estaría en casa para cenar, ni hoy, ni nunca más.

Lo único que le exigía el alma era un poco de piedad, una pequeña muestra de clemencia que le permita sobrellevar el peso tan grande que ha caído en sus hombros por esa noche. No por favor...

El corazón le suplicaba que se detuviera, que no diera ni un solo paso, porque corría con el riesgo de romperse.

—Gracias por notificarme.

No es como si se sintiera realmente gratificada, pero es la única oración congruente que salió de sus labios después de largos minutos cargados de tensión. Sin permitir que el auror pronunciará alguna otra fantástica noticia cierra la puerta.

Es ese instante todo dejó de tener sentido.

Irreal.

¿Qué lógica puede tener un mundo cruel que te arrebata todo lo que amas en menos de un suspiro?

—¿Papá no ha llegado?

Su hija está al pie de la escalera, viéndola con ojos esperanzados. Una pregunta tan insignificante que inexplicablemente logra romperla por completo, los pedazos de su alma están regados en el suelo de su casa y Nymphadora ni siquiera se da cuenta. La niña sigue esperando una respuesta.

—No va volver —Dice con simpleza.

La ve fijamente, esperando que al igual que ella se rompa e inevitablemente se eché a llorar, pero no hubo llanto, solamente ojos vacíos sin expresión. Ambas se mantienen la mirada por un tiempo más hasta que Dora da la vuelta y se encierra en su alcoba dando un portazo.

Andrómeda suspira, no encontró otra manera de decírselo, porque no puede engañar a su propia hija y tampoco quería que esta se hiciera falsas ilusiones.

Tal vez era buena idea irse a dormir, y no permitirse pensar en lo ocurrido esa noche. Sí, es buena idea.

Por supuesto que no duerme en toda la noche.

Desvelada y cansada sale de casa, no sin antes encargarle a los elfos cuidar de sus hijos, y sin muchos ánimos se encamina al ministerio para arreglar los trámites de defunción. El ministerio era un total desastre, hay un mar de gente, producto de tantas muertes y personas desaparecidas.

Muchas familias que buscan los cuerpos de sus parientes y se van con las manos vacías. No han encontrado los restos de millones de magos.

Andrómeda ve atentamente a una mujer que llora, la mujer le exige a uno de los aurores que le den el cuerpo de su hijo. El pobre hombre intenta controlar a la señora sin usar magia, pese a que la bruja está lejos de relajarse.

Absorta en ese circo, Tonks no se percata del movimiento de un escuadrón completo de aurores que escoltan a un mortífago, listo para ser procesado y enviado a Azkaban.

De no ser por la conmoción que parece causar en las victimas de la guerra aquel hombre, Andrómeda no hubiera visto a Lucius Malfoy.

Finalmente lo han capturado.

En automático se pone de pie. No sé lo piensa dos veces y en menos de cinco minutos caminaba en grandes zancadas dirigiéndose a él.

Los aurores no La detienen. Tampoco cuando saca su varita y apuntó con ella a Lucius quien parece atónito.

—¿Dónde está Narcissa, maldito bastardo? —Dice con tanto odio como le es posible.

La varita se ha clavado en la garganta del mortífago, él la observa con ese gesto imperturbable y altanero, ese mismo gesto que le hace querer cortarle la garganta con un Diffindo.

—Señora, le suplico que baje su varita y le permita al jefe hacer su trabajo —Le dice uno de los uniformados.

—¿¡Dónde está Narcissa, bastardo!? —Grita acallando las voces y murmullos de las personas en la sala.

—No sé de quién me hablas. —Dice el muy desgraciado.

La ira le recorre por todo el cuerpo, y exige a Merlín una buena razón para no matar a Lucius en ese preciso instante. Y claro que hay una razón, quizás dos.

Sonríe y baja su varita.

—Nunca en tu maldita vida verás a Draco, Lucius Malfoy —Dice ella, sonriendo satisfecha al ver como sus palabras causan efecto en el imperturbable rostro del hombre — Púdrete en Azkaban y arde de rabia desde tu celda cuando el niño deje de llevar tu apellido, ¿Cómo se siente el saber que tu hijo va a portar el apellido de un sangre sucia?

—¡NO TE ATREVAS, MALDITA ARPÍA!

El impasible Lucius se transforma, lleno de cólera intenta lanzarse contra ella, se refleja en sus ojos el deseo de sujetarla por el cuello, pero su ataque queda frustrado al golpearle un hechizo de parte del cuerpo de aurores. Lucius queda petrificado al instante.

—Disfruta de Azkaban, espero que pienses en Narcissa todos los días.

Una última mirada de odio y el escuadrón se lo lleva.

La mujer en el mostrador la llama, le dice que sus trámites fueron procesados y le indica que finalmente se puede llevar el cuerpo de su marido. Grandes noticias.

Al dejar el ministerio se contacta con la funeraria que se encargara de preparar el réquiem. Inmediatamente una mujer se aparece a su lado, la agencia la ha mandado para ayudar con los preparativos y ambas se ponen a ello.

Pese a que intenta distraer su mente organizando los preparativos para esa misma tarde, le resulta imposible dejar de pensar en su conversación con Malfoy.

Espero Lucius que pienses en mi hermana, así como yo pensaré en Ted. Deseo que mi dolor sea el tuyo.

Después de aquella ajetreada mañana, al fin está listo todo. Las personas han empezado a aglomerarse en el patio; amigos, familiares y vecinos se reúnen para despedir a Ted.

Incluso Nymphadora que se ha pasado todo lo que va del día encerrada en su alcoba baja al velatorio.

La reacción que estuvo esperando la noche anterior inevitablemente arriba, y por primera vez odió que su hija no fuera una Slytherin, ni mucho menos una portadora del orgullo Black.

Pero claro que era exigirle demasiado a una niña.

Además de que en esos momentos la envidiaba, porque quería ser ella quien estuviera echada contra el féretro, quería ser ella la del llanto incontrolable y gritar hasta desgarrarse la voz.

En cambio, la realidad era diferente y se mantuvo de pie. Fuerte, estable y serena.

Conforme pasaba la tarde se iba sintiendo más agotada, y pesé a que Draco se mantuvo tranquilo la mayor parte del funeral sin lugar a dudas resultaba extenuante estar al pendiente de sus necesidades.

Pasando la tarde las personas comenzaron a irse, Dora se volvió a encerrar en su habitación y Draco se quedó dormido después de beber su leche. Aparentemente puede descansar al fin, claro que es pedirle demasiado a su suerte.

Lo sabe, y como si hubiese invocado a su mala suerte el sonido de la Red flu la detienen de irse a dormir.

De pie frente a la chimenea se encuentra su primo, Sirius Black.

Nadie de la familia Black se había presentado al funeral, por supuesto que tampoco los esperaba y mucho menos los recibiría, pero Sirius era punto y aparte. Ninguno de los dos pronunció ninguna palabra. No las necesitaban.

—Lo siento tanto, Drómeda.

De verdad que quería ser fuerte. Quizás fue el abrazo, quizás fueron la calidez de sus palabras o muy probablemente el hecho de que utilizara el mismo apodo cariñoso con el que la nombraba Ted. No importa, alguno de esos dos factores le provocaron el llanto.

Se aferró fuertemente a Sirius, y él no opuso resistencia alguna, la dejo desahogarse, sollozar y gritar en su pecho.

—Ted... Narcissa... —Musitaba sus nombres en medio del llanto.

Toda una tarde de fuerza inquebrantable echada abajo por un simple abrazo.

Sirius estaba tranquilo, hundía sus dedos acariciando su cabello, y logra sentirse segura y protegida. Más que nada reconfortada.

—Estoy aquí.

Al recobrar la compostura fue capaz de poner a Sirius al tanto de la situación. Él la escuchó atentamente todo su relato de la noche anterior, parecía consternado por el incidente de la mansión Malfoy.

—¿Draco?, ¿De verdad Draco está aquí?

—Narcissa se enteró de la profesía y de lo que, quien-tú-sabes, planeaba hacer con tu ahijado. Ella se horrorizó y desertó Comienza a relatar Andrómeda . Al poco tiempo se puso en contacto conmigo. Ted y yo le ofrecimos portección en nuestra casa, pero ella jamás llegó.

—¿Y Draco...?

—Ayer por la noche apareció un elfo, al parecer Narcissa le ordenó traer aquí a Draco. Me dijo que Bellatrix había estado torturándola y que no pudo ayudarla.

—Entonces vas hacerte cargo de Dora y además de Draco tú sola.

—No tengo alternativa Sirius.

Ambos se vieron a los ojos. Manteniendo una conversación silenciosa pero significativa.

—Voy por mis cosas, Drómeda. Vuelvo en un rato.

Alivió...

Nunca en su vida había amado tanto el corazón altruista de un Gryffindor como en ese instante. La mujer abrazó por última vez a Sirius antes de que se metiera a la red flu.

Quizás no todo estaba pérdido...

Notas: Pues, ciertamente estaría mintiendo que esta historia empezó como una clase de visión extraordinaria que tuve, pero no. Esto simplemente ha nacido de mi incontrolable deseo por hacer un poco de justicia a algunos personajes, y jugar un poco con el concepto de: ¿Qué hubiera pasado si...?

Así que espero que se queden a leer este fic que es una revolución y blasfemia contra la historia original. Por supuesto que mi trabajo no se igualará al de la gran Rowling pero lo hago con mucho cariño.