Advertencias: Slash (Norman/Ray), plot holes, insinuaciones sucias (?), probablemente OOC. Nada tiene sentido, esto es bastante soft.

*Esto es un canon divergence escrito durante el tiempo que el manga solo había llegado hasta capítulo 121. Probablemente capítulos posteriores invaliden mil cosas de lo escrito acá.

Disclaimer: The Promised Neverland y todo lo que abarca no me pertenece.


1

La vida es una tragedia y tú debes bailar

Se le había informado que un grupo nuevo acababa de llegar, hacía diez minutos más o menos. Sin mostrar emoción particular, pidió conocer al líder.

Porque Norman sabía.

Y como en tantas otras situaciones, estaba seguro que Ray también tenía claro con quién se iba a encontrar aunque todos le llamaran Minerva.

Esperó pacientemente en su cuarto, paseando los dedos por la madera. Se encontró a si mismo sonriendo ante los escenarios mentales. Era excelente deduciendo, pero admitía que no estaba del todo seguro de qué haría Ray al verlo.

—Norman.

—Ah, ha sido un tiempo ¿no?

Avanzó hacia él, para abrazarlo, cuando lo interrumpió el repentino ardor en su mejilla.

Admitía que la cachetada no había entrado en las posibilidades.

—El suficiente para que te vuelvas un "Dios", aparentemente.

—Eres cruel. No fue mi intención que me vieran así, simplemente paso mucho tiempo en mi cuarto. — Respondió riéndose desde el piso. Sabía que los chicos del grupo de Lambda estaban detrás de la puerta, escuchando con atención. No dudaba que estaban sorprendidos de escuchar su risa.

—Eres un verdadero idiota.

Norman se tomó el tiempo de mirarle. Hacía un año y seis meses que no había podido fijar sus ojos sobre el rostro de su amigo (hermano, compañero, amante. Todo era correcto a la vez que insuficiente para describirlo).

—Ya me diste el golpe. ¿No me vas a decir hola como se debe? ¿Has visto cosas increíbles, no es así?

Cosas como visiones sobre dragones, muros y promesas. Caminos que le llevaron a templos, granjas industriales, mercados y villas de demonios que poseen vidas tan mundanas y cargadas de ternura como las que narran los libros sobre el mundo humano.

Comprendió que junto al intelecto venía la naturaleza frágil, voluble e indomable de su especie.

Él no era Emma, sin embargo. La misericordia era entorpecedora. Podía vivir con aniquilarlos a todos si eso significaba seguir con vida.

—Por supuesto.

Norman no sabía a qué pregunta le estaba respondiendo, probablemente ambas, pero todo lo que su mente registró fue que Ray lo estaba besando.

Sus labios heridos sabían a sudor y algo de sangre. Hasta ahora eso era todo lo que había saboreado una vez aprendida la verdad del mundo que con tanta crueldad lo había engendrado.

Siempre volvía a ellos en los extraños momentos donde dormitaba en la infinita soledad de su cuarto.

Nunca lo diría en voz alta, no aún al menos, pero también estaban presentes en las madrugadas de vergonzosa angustia hormonal en el baño. Cuando sus mejillas se teñían de rojo y sus manos bajaban a lugares indecorosos.

Sus jugarretas en el orfanato habían sido cortas. Sabía que sus subordinados harían lo que sea por él, pero realmente no se veía capaz de alejar sus pensamientos de Ray.

El plateado de sus ojos era todo lo que le quedaba, todo lo preciado que tenía en su vida. Incluso en fantasías.

— ¿Qué es lo que has hecho, Norman?

El mencionado sonrió. No se había dado cuenta que el beso había acabado, supuso que su silencio lo había vendido.

Acarició su espalda, con la vista perdida en el suelo.

—Encontré una granja experimental. La destruí. Inicié un culto por accidente y lo mantuve porque es conveniente para la causa. Tomé el nombre de un hombre muerto, le mentí a todos y ahora traicionaré la única alianza que me ofrecieron.

Se quedó quieto, sintiendo como los dedos delgados de Ray recorrían su nuca. Escuchaba su propio corazón, como si estuviera golpeando contra su pecho.

Palpita, palpita. Titila, titila.

—Yo también hice cosas terribles, allá en Grace Field. — Contestó, tomando las mejillas de Norman entre sus manos. Le pareció extraño lo tibias que estaban. —Es lo que se necesita por el bien mayor, ¿no?

(Manipular su culpa para torcer sus sentimientos a favor suyo, por ejemplo. Porque Norman es la verdadera carta de triunfo y Ray necesita que Norman lo necesite.)

Deslizó sus manos de su rostro hasta sus hombros, pasándolas con ligereza, el tacto tan suave que Norman apenas podía sentirlo pero era suficiente como para olvidar todo el peso que había caído sobre él. Los sueños y esperanzas de lo que parecía el mundo entero, y en parte, lo eran.

Había extrañado con locura la manera en que Ray podía relajarlo, hacerle recordar la dulzura que inundó gran parte de su prefabricada infancia pero que no parecía haber vuelto a conocer desde entonces, desde que Emma fue enviada y la casa ardió ante sus ojos.

—Sí. —Respondió sin más, acercándolo más a él. Ray le permitió que bajara las manos hasta su cintura y besara su cuello entintado.

No sentía realmente cosquillas, era más bien algo tibio que no acababa de decidir si le gustaba o no. Suspiró, sin saber muy bien a qué estaban yendo. La lectura romántica había sido más cosa de Gilda que suya, pero recordaba vagamente algo de un libro que dejó a medias. Se sentó en el escritorio y guió a Norman entre sus piernas. Tendrían que andar a ciegas, tantear el cuerpo ajeno hasta descubrir qué demonios se suponía que hicieran para apaciguar el calor.

—Te quiero.

Norman nunca fue bueno controlando su corazón. Habría hecho lo que sea por Emma, y ahora que la creía muerta, haría lo que sea por Ray.

—Y yo a ti. — Murmuró en la comisura de los labios, como si fuera real.


Notas/Extras: Este fic originalmente iba por los 4K. Después de archivos corruptos, apagón inesperado y una corrección ardua decidí que estaba listo.

Al releerlo caí en cuenta que era absolutamente aburrido y comencé a cortar y coser como si fuera Frankenstein (?). Una desgracia, vamos. Pasé de casi 4000 palabras a unas 830. Increíble.