Siete Días
(Capítulo 1)
.:OmAiRiTa:.
De algún modo decidí dejar mi faceta "oneshot-esque" y me lanzo al vacío ahora con un 15shot xD. ShikaTema, sí. He tratado de volver un poco a mi estilo anterior, que me costará, lo sé. Pero estaré tratando, lo bueno vuelve. (Y si no vuelve es porque no era bueno, quien sabe). Lean, disfruten, dejen un review… y esas cosas.
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1. Día uno, La Madre Que Lo Parió.
Siendo que uno tarda tres días en llegar, cuando se ven al fondo las grandes puertas abiertas, dispuestas a dar la bienvenida, se siente en el cielo, porque por fin llegó a Konoha, a la aldea amiga de la voluntad de fuego, a los árboles, el agua y las sonrisas. En 24 pasos más, según aquél árbol que yo había marcado la última vez que había dejado aquél bello lugar, estaría entrando por las mecánicas puertas verdes de la aldea, para hacer oficial mi estancia por una semana en el país vecino.
Una semana. ¿Qué puede pasar en una semana? Uno sería incapaz de decir que nada y también incapaz de decir que todo. Finalmente una semana es mucho, o poco tiempo, para hacer todo o nada. Quizás lo necesario, quizás más, quizás menos. Una semana tiene siete días.
Siete…
Siete son los pecados capitales, siete virtudes, siete colores tiene el arcoíris. El siete es el signo cabalístico de la luz, en el Islam… hay siete cielos. El hombre tiene siete edades, siete fueron los reyes de roma, siete vidas tienen los gatos… Existen siete notas musicales, siete artes, siete maravillas del mundo… Siete días son los necesarios para ir y venir de Suna, considerando un descanso…
Y es todo lo que recuerdo por el momento. Eso y que en siete días Kami creó al mundo, trabajó seis… y descansó uno. Como los seis días de camino sin descanso que se hacen de ida y vuelta a mi aldea, a mis hermanos, a mi gente… ¿A mi gente? No señores, cruzando las grandes puertas… estaría con mi gente… Con mi persona. Una, sí. ¿Necesitaba más? No quería rodearme de un montón de personas a las que ni siquiera les interesara yo, sino estar conmigo. ¿Para qué hubiera querido veinte amigos, si era mejor pasar un buen rato con uno? Uno, sí, hombre.
Su nombre no lo diré, porque es innecesario, porque sé que todo el mundo lo conoce y al escucharme a mí hablar así de él, comprenderán, si no lo habían hecho ya, de quién hablo, por qué, en qué tono y con qué ambición.
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Nuestra historia, señores, comienza precisamente a veinticuatro pasos de haber comenzado a contarles este relato, que quizás en algunos momentos me ponga dramática, que me hará enojar, y que me hará sonrojarme. Gracias a Kami ustedes no pueden ver mi cara ahora… ahora ustedes sólo me ven a mí… caminando hacia las puertas, esperando a alguien que quisiera recibirme… alguien que esperara mi llegada.
Ese alguien, por supuesto, estaba allí.
Tan pronto ví su rostro, empecé a gestar en mi mente una respuesta inteligente a alguna acusación ofensiva y misógina, con la que finalmente le daría fin al lloriqueo y pasaríamos a la parte divertida: El estire-y-afloje.
-Tengo una hora esperando, mujer problemática, a ver si caminas más rápido. –dijo con su voz cansina, en esa pose de vago que no deja nunca, ambas manos en los bolsillos, jorobado pero con la cabeza en alto, relajado… casi siempre.
-Lo siento, por un momento creí que seguías siendo el mismo y que te habías quedado dormido en el pasto como el vago llorón que eres. –le respondí casi en automático. De algún modo yo tenía un amplio repertorio de frases que decirle al mocoso. Sí, mocoso. Casi tres años menor que yo, de septiembre… del veintidós…dos años once meses menor… menos un día…
Me sonrió, de lado, como hace siempre, cuando llegué a su lado. -¿Cómo has estado?
-¿Te importa? Caray, empiezo a sentirme como una chica.
Me pasé de largo y me siguió, despacio. Después de un par de minutos se posicionó a mi lado conforme íbamos entrando a la zona habitada y concurrida de la aldea. El centro era siempre un lugar bello, nada parecido al de Suna.
El de Konoha era una explosión. Había allí desde viejos a niños, comida, vestido, armas, muebles, artículos de belleza, juegos… todo lo que uno necesita para vivir. Carpinteros, ninjas, cocineras, niñeras, jardineros, de todo. En cambio en Suna, era una zona reservada para comerciantes que iban allí a vender sus telas, sus muebles, sus joyas, sus artículos importados y demás, no tenía tanta algarabía aunque era un mejor centro comercial.
En cuanto la multitud empezó a crecer, un domingo de salir a dar la vuelta, me acerqué más a él, con miedo a perderme entre tanta gente moviéndose contra nosotros. Llegó un momento en que casi era imposible caminar… y varados entre los aldeanos nos quedamos en silencio por un rato.
-¿Qué hacemos acá sin movernos?
-No sé, alguien debe estar regalando algo… Nunca había visto tanta gente en esta calle.
Hartos de estar parados entre un montón de curiosos que algo buscaban, intentamos movernos, pero no fue posible hasta que todo el gentío se movió a un tiempo. Cuando llegamos al final de aquella cuadra y encontramos una salida, me tomó de la muñeca y nos escabullimos por un callejón angosto que a simple vista era invisible por su pequeño tamaño, a penas cabía una puerta abierta. Nos detuvimos en cuanto llegamos a él.
-¿No podemos tomar otra calle al otro lado del callejón? –le pregunté en voz baja, aquella calleja le daba a uno la sensación de ser observado.
-Es un cajellón sin salida… da un giro a la derecha al final y después solo sigue un muro como de cincuenta metros de alto.
-Somos ninjas… -le susurré, con ganas de molestarlo. Aunque era cierto, qué hacíamos siguiendo a la multitud si podíamos saltar los cincuenta metros con la mano en la cintura! (Mentí, quizás 20 y cuando mucho).
-¿Quieres ir sola?
-¡Y entonces qué hacemos!
No había soltado mi muñeca aún, así que la asió una vez más, caminamos por el angosto caminito la mitad del trayecto al recodo en que giraba hacia la derecha y a la mitad me estiró la mano para indicarme que teníamos que subir unas escaleras estrechísimas hacia algún lugar desconocido. Yo lo seguí, muda, después de todo era su aldea no la mía.
Un destello de luz me cegó cuando subimos a la azotea de, después me enteré, una anciana que vivía sola desde que su marido había fallecido y sus hijos se habían casado. Mi acompañante me lo contó mientras caminábamos al centro de la misma, donde hacía un sol suficiente para calentar en cinco minutos 20 litros de agua. Él conocía a la señora, después de que ella lo hubiera apaleado con su escoba tras encontrarlo en su azotea fumando lo que ella creía que era hierba… Y cómo era posible pensar algo así, si la hierba tiene un olor característico, que seguramente la señora no conocía.
Sentados junto a la baranda que prevenía a suicidas aventarse, escondiéndonos del sol bajo su sombra en el suelo, nos quedamos callados una vez más hasta que él decidió romper el silencio.
-Me sorprende que no me hayas regañado aún.
-Esperaba que hablaras primero, pero si quieres lo haré… -le espeté sonriente. Me gustaba sonreírle, era una de esas personas que, por más exagerada que fuera mi sonrisa, no se burlaba de ella, como tendía a hacer mucha gente.
Se sonrió de vuelta y dijo después casi susurrando. –No me presumas tus dientes perfectos… ¿A qué viniste, te llamó Tsunade-sama?
Me halagó eso de los "dientes perfectos", pero decidí ignorar a mi cabeza un momento y responderle que así era, que como embajadora había algunos papeles que tenía que arreglar sobre misiones en Suna de chicos de Konoha, y cuestiones de ese tipo, por lo que, dados los tramites de la papelería correspondiente, tendría que quedarme en la aldea alrededor de una semana entera.
-¿Una semana? ¿Y qué harás una semana? –preguntó extrañado.
-Nada, no da tiempo de hacer nada.
Se quedó callado y encendió un cigarrillo.
-No. –dije. Con un rápido movimiento lo aparté de su boca y apachurrándolo contra el suelo lo apagué. Sonreí, enseñándole mis "dientes perfectos" y luego lo lancé hacia la calle.
-¡Oye!
-Dije que no y menos cuando estás conmigo.
Nos quedamos callados un poco más. Como esa pareja de viejitos casados que después de tantos años ya no tiene nada que decir, que sólo puede acompañarse porque ya lo ha dicho todo y lo que merecería ser contado ambos lo han vivido juntos. Me enamoré de la idea de tener a alguien con quien esa sensación fuera perenne y consideré al sujeto sentado a mi izquierda, pero más tarde recordé cómo éramos capaces de pelear por nada y descarté la idea, sin avergonzarme de mis pensamientos ni un momento.
Después de todo las chicas eso es lo que andamos buscando y soy de las que cree que si una no considera opciones, los opciones no dejan de ser opciones y nunca se materializan en un marido.
Tampoco es como que por ser kunoichi yo iba a renunciar a mi vida personal. En un principio, cuando tenía quince años, estaba segura de que no me casaría, que sería la mejor y que me convertiría en una máquina asesina que protegiera a la población de Suna y a la que todas las aldeas temerían… Por fortuna crecí, y me di cuenta de que, como mujer mujer, y no niña mujer, yo quería alguien con quien pasar mis días felizmente que no fuera una roomie.
Reparé, cuando cumplí 18, que quería convertirme en una jonin experta, casarme cuando tuviera un puesto importante, una cintura descente y el cabello más largo. Con un hombre que supiera hacerme sentir deseada y cuidada, no necesariamente guapo… No necesariamente ninja, pero sí de preferencia. Tener quizás dos o tres hijos, a intervalos que me permitieran seguir con mis actividades de kunoichi sin ser una molestia. ¿Dije molestia? Qué horror, señal de que no estoy preparada para ser madre.
Seguir trabajando hasta que yo intuyera que era necesario, quizás seguir prestando mis servicios de anciana de vez en vez a mi aldea y después de un rato retirarme. Sentarme con el viejo en un pórtico, para sufrir de la menopausia, echándome airecito con un lindo abanico de papel, mientras cantamos una canción o jugamos shogi.
Reí, juro que reí cuando pensé aquello.
-¿De qué te ríes? Acabo de preguntarte algo…
-¿Ah si? –pregunté con una tono de voz algo soso. –Lo siento, estaba pensando tonterías. ¿Me repites, por favor?
Me reprochó con la mirada, pero le hice un puchero y cedió. –Te pregunté si te parece que siete días son pocos.
-Pues no pocos… pero son apenas una semana. ¿Qué hace uno en una semana?
-Kami creó al mundo.
Sonreí una vez más. No me extrañaba nada que tuviéramos puntos de vista tan diferentes, una vez más. Me puse de pie y me sacudí el kimono que, siendo de color oscuro, se veía asqueroso sucio de blanquecino polvo.
-Bueno, Kami no tenía que encontrar posada en la aldea vecina para quedarse sus siete días… así que me retiro, estoy algo cansada y esta maleta pesa mucho.
-¿Por qué tan grande?
-Traigo un kimono… un furisode (1). No creo que lo sepas, pero pesan un demonio estas cosas.
-¿Un furisode, para qué?
-Tengo noticias de que esta semana cumple años mi queridísima amiga… INO. –le dije, tratando de hacerle recordar dos cosas. Él abrió los ojos desmesuradamente, lo que querría decir que lo había logrado. –Sí, bueno… hará una fiesta en un templo en la montaña. Me sorprende creí que sería más boba, se enteró que yo estaría acá así que me mandó decir con Sakura que trajera un Kimono formal, es el requisito... No me digas que ni siquiera recordabas que va a ser tu cumpleaños…
-Esta semana, qué problemático. Si Ino quiere una fiesta formal supongo que…
-No, no necesitaras una hakama porque curiosamente la fiesta seria es para las chicas. Ustedes irán a otra… una en la noche. En la mañana nosotras estaremos con ella y… después de las nueve de la noche estarás en su casa, bebiendo ponche. ¿Qué tal?
-¿A qué día estamos?
-A dieciocho. Pero espera no has oído lo peor.
-¿Qué es lo peor?
-Scarlett O'Hara… (2)-dije pronunciando bien cada sílaba.
-¿Qué?
-¿Lo que el viento se llevó, la leíste?
-Sí.
-Bueno, ese es mi disfraz…
-¡¿DISFRAZ?!
Nunca en todos mis años, lo había oído gritar más fuerte. Me reí, lo hice, descaradamente, esperaba su sorpresa pero no su cara de dolor. –¿Y de que te disfrazarás, bebé llorón?
-No, no… no me disfrazaré, Ino está loca. ¿Y por qué es ese tu disfraz, porque no escogiste algo como "kunoichi de la arena"?
-Porque no soy una aburrida anciana como tú. Además tiene que ser victoriano y Scarlett me cae bien. No sé por qué, sinceramente. -Cogí mi mochila, que había dejado varada a mi lado mientras perdíamos el tiempo, mirando su cara asustada. Me la puse al hombro y le sonreí. –Hombre, no puede ser tan malo. Disfrázate de El Zorro(2), todos lo hacen.
-El zorro no es victoriano.
-Tampoco Scarlett…
Gruñó, al parecer quería zafarse de aquella, pero quería cumplir con la regla de lo "victoriano" -¿Por qué Ino no avisa con tiempo?
-¿Quiere verlos sufrir, qué no es obvio?
Di un paso atrás dispuesta a irme. Bueno, no podía pasarme toda la tarde discutiendo, o perdería toda posible reservación en alguna posada, definitivamente no quería tener que acudir a Tsunade en la mitad de la noche a pedirle que me consiguiera un lugar en el cual dormir, porque encima ni siquiera le había avisado que yo había llegado! Por supuesto los guardias se lo habrían comunicado pero era de etiqueta hacer notada la presencia por uno mismo.
-¿A dónde vas?
-¿Otra vez? Ya te dije… necesito encontrar una habitación en alguna posada, tengo que dormir ¿sabes?, yo no lo hago todo el día y juego al vampiro en las noches.
-Puedes quedarte en mi casa.
Y recuerdo que entonces me pregunté… ¿Oí bien?
-¿En tu casa? –le dije sarcástica, no porque estuviera negando la invitación, sino porque me extrañaba de sobremanera.
-Si no quieres pues sólo dilo.
-¿Tu… yo… tu madre… un techo, seguro?
-Sí, no estaremos en casa de cualquier modo, finalmente lo que quieres es dormir, no es verdad? Tenemos un cuarto vacío, sólo habrá que sacar mis pergaminos de allí, poner un futón, desocupar una gaveta y ya está, te gastas el dinero de la posada en maquillaje.
-Maquillaje…
-A ver si así te pareces a Scarlett… Que no creo.
-¿Colorete, pestañas postizas, rizos, aretes y collares de brillantes? Con el dinero de la posada uno no crea una dama… Además, no quiero irrumpir en la tranquilidad de tu familia y en tu reputación.
-¿Mi reputación qué tiene que ver?
-Oye, si la mujer de tu vida ve que metes a esta chica a tu casa, quién sabe qué pueda pasar.
Se sonrió y me dijo burlón despacio: -Francamente, querida, me importa un bledo (3).
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Tan pronto la vi se me congelaron los pies. No parecía gran cosa, la clase de mujer que ves una ocasión comprando batatas en el mercado, de la que no te acordarás nunca más, porque su aspecto es muy normal para ser significativo. Pero tras pasar por alto ese aspecto "común" de ama de casa que abre la puerta y dice "Okaeri!"(4) uno llega a la siguiente conclusión:
Nara Yoshino, daba miedo.
Y no solo era su semblante impasivo al verme, sino el conjunto de su mano en su cintura, el restirado nacimiento del cabello rebelde y negro, la boca ligeramente abierta y los dientes un poco pelados. Cielos qué colmillos grandes. Cómo si hubiera descubierto lo que yo estaba pensando, en instantáneo dibujó una sonrisa y dijo con voz cantarina.
-¿Hijo, quién es tu amiga?
Sonrisa falsa, sonrisa falsa… me grité mentalmente. Esa mujer estaba asustada de que yo le quitara a su hijo, de que algo malo pasara, de que yo lastimara a su retoño, de que yo hiciera pedazos su vida familiar. Pues sorpresa, Doña… su hijo le tiene miedo. Sin embargo, sonreí, tan hipócritas ella como yo, ninguna de las dos quería incomodar a Shikamaru. Ah, lo dije! Bueno, ya lo sabían de cualquier modo.
-Ah… mamá ella es Sabaku no Temari, seguro te acuerdas… -dijo él, súbitamente tímido.
-Sí, sí, la chica con la que organizaste los exámenes, por supuesto.
-Temari, ella es mi madre.
-Obviamente, el parecido es abrumador señora Nara. –dije tratando de hacerme la simpática. Cómo odio actuar como damisela en peligro. Ambas hicimos una reverencia de 45 grados. Cielos, con la formalidad, parecía que yo había ido a pedir la mano del hijo de semejante matrona, parecía que estábamos a punto de hacer la dogeza (5). Mujeres ridículas y problemáticas. ¡Sí, sí lo somos!
-Oh dime Yoshino, querida. Pasen, pasen…
Perdí conciencia cuando ella me sonrió directamente. Su mirada escondía más que solo recelo por su hijo, no, no era una madre celosa y tampoco era la psicópata que Shikamaru nos pintaba todos los días. Ellos hablaban de algo mientras yo me dedicaba sólo a tratar de encontrar un lugar donde no sintiera que estorbaba en aquella casa tan pulcramente arreglada, sencilla pero ordenada. Más ordenada que los archivos de Gaara… extrañamente acogedora, limpia hasta el último libro de los cientos que en a sala de estar había. Cientos… quizás miles, entre más miraba hacia adentro de la casa más libros veía.
Seguramente los genios de la casa eran devoradores de libros y leían mientras Yoshino medía con regla la distancia entre una maceta y la otra. Parecía extrañamente balanceada. Curioso sabiendo que la mujer en cuestión no era sólo una cuaima, sino también una chuunin altamente calificada que había dejado su carrera ninja por empezar una familia con… Ajá!
Fue entonces cuando detecté al hombre al que le debía la existencia de "mi persona" y a la cual Yoshino le debía, aparte de un hijo, su mediocre título de chuunin.
-Vaya, así que tú eres Temari. Sí, te recuerdo, te vimos cuando combatiste con Shikamaru en su examen chuunin. Excelente pelea… -dijo la voz profunda del señor de la casa... cuya cicatrices siempre me han intrigado, recargado en el marco de una puerta, con los brazos cruzados, en esa pose que me pareció tan familiar...
-Fue hace tres años, querido. –dijo la mujer que desapareció tras la puerta de la cocina. No crean que me alegré por eso… aunque lo hice. -¡Y Shkamaru perdió!
-Se rindió Yoshino-san, estoy segura de que yo no obtuve la victoria. –dije con una sonrisa mía. Ella volvió un poco después con una olla. Cuando me di cuenta de que me miraba me cubrí la boca con la mano, sin extinguir mi sonrisa pero suavizándola. No quería ser juzgada tan pronto.
-Bueno, bueno, siéntense a cenar que ya es tarde.
Más tarde comprendí que en el lapsus mental entre que nos hizo pasar y llegó el padre de Shikamaru, él le había preguntado a su madre si era posible que yo me quedara una semana en su casa. ¡Y yo, taruga ni siquiera había puesto atención para pedírselo de favor o darle las gracias si quiera! Me sentí una tonta.
Pero tan pronto como nos sentamos a la mesa, el juego de caretas entre las damas… comenzó. Carita limpia, sonrisa amable, pestañeo leve, gracias por todo, un placer todo, risita fingida, ademanes sutiles. Que si me sirve la comida, que si me pasa la salsa, que si me dice que qué bonitos ojos…
Terminé de comer tan rápido y tan ruidosamente que seguramente creyó que su comida me había encantado, pero en realidad me moría por irme de allí al lugar donde me quedaría para extender mi kimono y empezar a ponerle los volantes y adornos a mi vestido. Aún tendría que comprar algún material en Konoha y para ello sabía que iba a necesitar de Ino, pero era lo de menos, el vestido base ya estaba terminado, hecho enteramente por mí (a falta de quien quisiera hacer algo tan cursi en Suna). Comprendan por qué me urgía sacar mis cosas de la maleta, no quería estropear mi kimono más lindo y mi trabajo de casi un mes. Sí, sí, también quería librarme de la mirada inquisidora de la mujer que de pronto… se llevaba mi plato vacío y lo llenaba una vez más con comida. Nikujaga (6), típico.
-Come cielo, debes estar hambreada. ¡Mira que un viaje de tres días y estás muy flaca! Te voy a dar doble ración… pero si te llenas de mi comida puedes decirme, no quiero torturarte.
Obviamente no voy a rechazar su comida, señora… Y gracias, ya lo está haciendo. Pensé… inocentemente.
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(1) Furisode. El kimono más formal que usan las mujeres solteras. De motivos coloridos y largas mangas, que generalmente llegan hasta los tobillos.
(2) Scarlett O'Hara, El Zorro. Sé que estos personajes no debería existir en sus vidas, pero esto es fanficiton señores n.n y acá "Lo Que el Viento Se Llevó" y El Zorro existen!
(3) "Francamente, querida, me importa un bledo." Frase célebre, dicha por Clark Gable, como Rhett Butler en el film "Lo Que el Viento se Llevó" de 1939.
(4) Okaeri. "Bienvenido a Casa"
(5) Dogeza. Es la más sincera disculpa posible ofrecer según el lenguaje corporal japonés. Es una profunda reverencia mientras se sienta y se colocan las palmas directamente en el suelo.
(6) Nikujaga. Platillo japonés de carne y papas. Típico por tener ese nostálgico "sabor de mamá".
Bueno, tras tres días de arduo trabajo, helo aquí. Planeé este fic, no con mucha anticipación, pero sí con mucho cuidado. Este fic esta planeado por espacio de unos tres meses, pero no prometo mucho aunque pretendo no perder el ritmo.
ShikaTema, obvio. Me abstendré de otras parejas explícitamente, porque así es mejor, no mezclemos, buscaron ShikaTema, encontraron ShikaTema y nada más. Claro, una que otra coincidencia divertida, pero nada serio.
Ahora sí, den clic a ese botoncito acá abajo que dice "GO!", sean felices, déjenme un review. Saben que son lo mejor y que los necesito, son mi combustible!
