Hola, una historia mas para ustedes, espero sea de su agrado…
Nota: los diálogos estarán entre guiones, y los pensamientos serán escritos entre comillas (")
Declaimer: Descargo toda responsabilidad los personajes utilizados en este Fic son propiedad del gran Akira Toriyama.
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Mas allá de un trato
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Padre e hija serios se miraban una vez más con la misma discusión que parecía una vez más se perdía en palabras.
–Ya he hablado de esto un millón de veces, y la respuesta es la misma ¡No me casare con el Príncipe de los monos!
–Te dije que no estaba aquí para hablar de lo mismo. No vengo a pedir tu opinión. Vengo a comunicarte mi decisión
–Papá, por favor. Tú no puedes obligar a tu hija a hacer algo así. Cuando era una niña me dijiste que si yo decidía hacer otra cosa tu lo aceptarías si eso me hiciera feliz– Decía la princesa amenazando derramar algunas lágrimas. Estaba furiosa hasta la médula –Eres un mentiroso. Yo no te importo. Toda ... Toda mi vida he sido muy obediente. Y tú nunca has valorado eso...– Soltó las lágrimas finalmente se dio la vuelta porque odiaba verse así.
–¿Estás diciendo que debería recompensar tu obediencia? Soy Tu Padre y tu Rey. ¿Por qué debería felicitarte si haces lo que es mejor para ti?– Gritó, nada conmovido por las lágrimas de su hija, le estaba colmando la paciencia. –Los jóvenes creen que todo es fácil. No saben sacrificarse, velar por los intereses de los demás…– Suspiro resignado –Eres mi única hija. Mi heredera… Este reino pasará a ti, tu debes velar por los intereses de los habitantes de todo el reino. Aprender a tomar decisiones importantes…– dijo con más suavidad.
Bulma permanencia sin decir nada.
–Bulma... Quiero que seas feliz. Pero somos débiles. No puedo protegerte a ti ni a nadie de nuestros enemigos, son seres mucho más poderosos.
–¿Por qué siempre piensas que vamos a sufrir una invasión? ¿Por qué estás tan paranoico? La edad te tiene así...– Dijo con burla la princesa. Acababa de recuperar la compostura. Llorar no le había valido nada. Ahora solo se avergonzaba y fue malo recurrir a los insultos ya que el rey clavó sus grises ojos sobre ella sin decir nada y segundos después, comenzó a abandonar la habitación.
Antes de atravesar la puerta se detuvo:
–Invité al rey Vegeta y a su hijo al palacio. Ya vienen en camino, cenaremos con ellos– Se marchó
Dejando a la princesa triste y enojada.
No quería insultar a su padre, además, su padre no era paranoico. Era muy lógico, su azul planeta era de los más envidiados del universo. Además, tenían los más altos avances científicos. Y ellos… tan débiles y vulnerables, como una casa sin puertas. Por qué su desarrollo tecnológico nunca se había enfocado en la defensa militar ni nada parecido.
No quería tener nada que ver con esa raza extraterrestre. Aunque habían mantenido relaciones pacíficas con su padre, no eran de su confianza. Ellos tomaban ventajas de su fuerza bruta invadiendo planetas o esclavizando a sus habitantes. Obligándoles a trabajar para ellos...y ¿Si tenían las mismas intenciones?
Además, aunque físicamente eran parecidos tenían una espeluznante transformación con la luna. Se decía que incluso perdían el control de la mente y actuaban como animales sin raciocinio. Nunca lo había visto, pero siempre lo había escuchado y podía imaginarselo.
Se abrazó a sí misma en consuelo, sin embargo, de una cosa estaba segura: Haría lo imposible por evitar ese destino
(...)
El Rey y la Reina estaban en el hangar junto a los principales de su reino. Las naves habían aterrizado y estaban ansiosos por darles la bienvenida.
–Querido, no vi a Bulma lo que resto de la tarde. ¿Crees que este bien?– dijo con preocupación su esposa
–Ya sabes como es, siempre que algo que ella no acepta, se escapa en su laboratorio
–Si pero esto es diferente. La vi mal, se veía triste
–Mmm ¿A qué te refieres?
–Intenté hablar con ella, pero ni siquiera discutió conmigo. Tenía la vista algo perdida...– Quería decir otra cosa pero fue interrumpida:
–Tonterías, prepárate. Ya se han hecho visibles– Dijo mientras asentía su cabeza al establecer contacto con los saiyajines que venían a su encuentro.
Y así era. Los saiyajines haciendo su entrada. Caminando por el alfombrado camino que llevaba a la puerta principal del palacio. Al acercarse a los humanos se saludaron con formalidad.
Ahora se encontraban guiados por el mismísimo Rey Terrestre. La Reina que no paraba de admirar el físico de los hombres.
Eran en total 4; El Rey Vegeta, el Príncipe heredero que no sólo compartía nombre con su padre físicamente parecían clonados. Era la versión joven y con más carácter del monarca, el jefe del ejército Saiyajin y mano derecha del rey llamado Bardock y el hijo de este, Kakaroto, era muy cercano al príncipe. Todos decían que estaban cerca de ser lo que los humanos llaman -amigos- Pues la existencia de Kakaroto se le hacía agradablemente tolerable a Vegeta. Era bien conocido que el príncipe era una roca dura, un témpano de hielo. No le agradaba nadie ni nada y le desagradaba todo. Mantenía permanentemente su ceño fruncido, de hecho no había dicho ni una sola palabra, pero la Reina no paraba de adular a quien sería su futuro yerno.
Al entrar al palacio el rey mandó a que fueran a avisar a su hija a los laboratorios sobre la llegada de los monarcas.
(...)
Se encontraban sentados en una habitación lujosa... El rey comentaba entusiasmado sus últimos avances científicos. Junto a su hija habían diseñado las famosas cápsulas Hoi Poi.
Eso no llamó la atención de nuestro príncipe. Pero no pudo evitar mirar de soslayo cuando un sirviente entró y sin contar con el oído superdesarrollado de los saiyajines le dijo al rey que la princesa no estaba en el laboratorio y en ningún otro lado del palacio.
Fue difícil de ignorar, así que el rey habló:
–¿No me diga que la joven se retracta?
–No. No ella es incapaz, debe ser que fue a dar algún paseo y... perdió...la noción del tiempo... Mandaré a que la busquen. Lo mas seguro es que este para la cena. Se ha preparado un banquete para ustedes– Dijo tratando de distraer el tema
–Padre, saldré a conocer el lugar. Volveré para la cena– habló por fin el Príncipe Vegeta
–Adelante Príncipe, es una lástima que mi hija se este atrasando. Ella podría mostrarte– Comentó el Rey
Vegeta rodó los ojos. Acción que desconcertó al rey de la Tierra y dejando avergonzado al padre de este.
Se había levantado unos metros cuando escuchó:
–¡Espera Vegeta! Quiero ir contigo– Era Kakaroto. Había logrado alcanzarlo. –Este planeta se ve fantástico
–Príncipe para ti, Insecto.
–Lo siento Príncipe– Dijo rascándose la cabeza
–Y bien Kakarotto ¿Por donde quieres comenzar?
–Mmm– Se estaba tomando en serio responderle, cuando le hizo parecer que lo había pensado inteligentemente respondió: –Hacía allá– señaló el norte
–Me parece bien– dijo sorprendiendo hasta al propio Kakaroto –Entonces yo tomaré este camino– Señalando el sur.
–P-pero– quiso decir pero fue interrumpido
–No me molestes...– dijo y despegó a una gran velocidad.
–Bueno– dijo Kakaroto para sí mismo –Quiere estar solo. No todos los días se compromete uno...
Vegeta llevaba volando unos pocos minutos cuando alcanzo a ver una nave con la insignia CC. Algunos de los inventos que acababa de ver tenían esa misma letras. Se desvío para mirar mejor. Ese no era lugar para estar. Había un acantilado cerca, bajó lo suficiente cuando alcanzo ver al dueño de la nave. O ¿Dueña?
Descendió sigilosamente. Sus botas blancas tocaron el suelo rocoso, el permaneció en una postura indiferente. De brazos cruzados, observando cada movimiento de quién tenía enfrente. Se trataba de una fémina, más que eso. ¡La mismísima Princesa!
Ella aún no se había percatado que no estaba sola. Estaba absorta en lo que pensaba hacer: arrojarse del acantilado, decía para sí misma cosas absurdas, algo como –Será rápido. No te va a doler mucho...
¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Quién sabe. Pero los pocos minutos lo hartaron. Entonces habló:
–¡Hazlo de una buena vez!... Si lo piensas tanto sólo terminarás por retractarse– Dijo con dureza.
Volteó a ver sorprendida. Al principio no supo cómo reaccionar, sus labios dibujaron algunas palabras que no salieron de su boca. Realmente la sorprendió.
–¿Qué haces tú aquí?... ¿Desde...desde cuándo estas ahí?– Finalmente dijo
–Solo hazlo– hablo indiferente e ignorando las preguntas... Mientras se acercaba le dijo:
–Dices que será rápido, pero la verdad es que sentirás que el tiempo se congela. Lo que dures en estrellarte será más que suficiente para arrepentirte por haber saltado y en el descenso no podrás hacer nada para remediarlo, te dolerá, se te romperán decenas de huesos de ese débil cuerpo. Tu cráneo se hará pedazos y tus sesos saldrán por tu cráneo. Quizás nadie quiera recogerte– A estas alturas estaba a tan sólo unos metros de distancia.
–Alejate. No pedí tu opinión. Tu ... Tu eres la razón por la quiero hacer esto. No se como me encontraste pero no te quiero cerca, se que estas intentando que no lo haga– dijo la Princesa llena de furia, pues había reconocido perfectamente quién era el intruso.
Río con sorna el Príncipe –En primer lugar, no te estaba buscando y en segundo, no voy a impedir que lo hagas. Quería entretenerme con el espectáculo, pero estas demorando demasiado, eres claramente una cobarde dramática
–¡Claro que lo voy a hacer!– Respondió con furia –Lo voy a a hacer– respondió en tono más bajo para sí misma –No pienso convivir con unos salvajes como ustedes
–Para tu información, yo tampoco quiero estar en la obligación de proteger a débiles alienígenas como ustedes. Su tecnología me importa nada y ni qué decir de sus estupidos inventos científicos. ¿Quién necesita esas estupideces? ¡No te hacen fuerte!
–Era verdad lo que decían de ti. Eres un estúpido mono arrogante. Definitivamente prefiero estar muerta a ser tu esposa
–Esta mas que claro que no lo vas a hacer ¿O acaso estas pensando que si saltas yo te rescatare? Porque eso no va a pasar...
Sin decir una palabra más, Bulma se arrojó al precipicio. Dejando un poco, sólo un poco sorprendido al Príncipe ¿No seguían discutiendo hace tan solo dos segundos?
Él tenía razón mientras mas lo pensara menos convencida estaría. Cerró los ojos con fuerzas. Contuvo inconscientemente su respiración y corrió hasta dónde sus pies no pisarán suelo. No quiso abrir sus ojos, pero no pudo evitar sentir el estómago encogiéndose y esa sensación de miedo en su espalda. La inseguridad de no estar pisando nada y el viento chocando contra su rostro, no podía ni respirar.
No pudo evitar pensar: ¿Y si exageró? ¿Y si después de todo habría alguna solución? Su miedo creció al tener unos segundos descendiendo vertiginosamente. Faltaba tan poco para el impacto... "Adiós Papá. Adiós Mamá" Y con ese pensamiento pasó a la inconsciencia.
