Disclaimer: HP es de JK, yo sólo escribo por diversión
Caminos entrelazados
.
Eran muy diferentes.
Él era serio, ella se reía por todo. Él acataba las normas a rajatabla, ella se las saltaba todas sin siquiera mirarlas. Él era responsable por naturaleza, ella era olvidadiza por la misma naturaleza. Él era tímido e introvertido, ella era descarada.
Eran de mundos diferentes.
Percy había crecido en un hogar lleno de amor y cariño, mientras que Audrey había sido repudiada en su familia por su condición de squib. Percy había recibido clases de su madre, Audrey a la escuela pública. Percy estudió en Hogwarts, a Audrey la intentaron meter en un sanatorio mental del cual se había escapado cuando tuvo oportunidad. Él trabajaba en el Ministerio, ella en un nigth club.
Tenían diferentes creencias.
Él creía que las normas centraban a la sociedad, ella creía que la reprimían. Para él eran indiferentes los muggles, para ella eran interesantes. A él no le importaban los hijos de muggles, ella los detestaba.
Pero estaban juntos.
Vivían en un piso en Londres. Audrey había insistido en vivir ahí, debido al fácil transporte, y Percy había accedido. No estaban casados, Audrey le había que quería ir con calma, y Percy agradecía que su madre no lo visitara y en cambio pidiera que fuera él quien la visitara.
La convivencia no era fácil.
Percy era un maniático del orden, y Audrey era la reina del desastre. Percy acomodaba sus túnicas por color y preferencia, Audrey las dejaba tiradas por todos lados, y él iba y las arreglaba. Percy prefería que no le tocaran su afeitadora, pero Audrey siempre perdía la suya y tomaba "prestada" la de él.
Las peleas y las reconciliaciones estaban a la orden del día.
Un día estallaban por la mañana, por el exceso de papel higiénico taponando el inodoro.
- Percy, lo siento en verdad…
- No, yo lo siento…
- Pero es que…
No dejaban que el otro se disculpara y cada quien asumía la culpa, luego agotados por las disculpas, se besaban y se olvidaban de todo.
Al otro Percy le recriminaba su desorden y Audrey azotaba la puerta al salir de casa.
- Audrey, yo…
- Es mi culpa, Percy. Mi desorden es…
- No, yo en realidad…
Casi siempre, Audrey lo besaba y hacía que se olvidara de todo, mientras Percy la cargaba y la apoyaba contra la puerta.
Al siguiente día, Audrey le reprochaba que le prestara atención a sus informes del Ministerio y no a ella, y Percy se mosqueaba y no volvía esa la noche.
- Sé cuán importante es para ti, Percy, es…
- Pero yo no debería traer el trabajo a casa, yo…
- Es tu trabajo y acepto que…
A veces Percy la besaba, mientras que Audrey enroscaba sus piernas en la cintura de su novio.
Compartían casi todo.
Despertaban casi al mismo tiempo: Percy la besaba en la nariz, y Audrey arrugaba el ceño y protestaba porque no se había cepillado los dientes.
Desayunaban casi siempre juntos; al menos que hubiera surgido un inconveniente en el ministerio, o un imprevisto en el night club en que Audrey trabajaba.
Las mejores tardes era cuando estaban juntos.
A veces se sentaban a ver una película. Audrey se recostaba en el pecho de Percy, y él le acariciaba el cabello. Comían palomitas; Audrey se aburría a mitad de la película y empezaba a lanzárselas a Percy, él respondía y lanzaba otras, la película permanecía olvidada.
A veces leían. Percy había descubierto que Audrey amaba cuando él le leía, y él la complacía siempre que podía.
A veces escuchaban música. Percy desconchaba botellas de vino de elfo o de whisky de fuego, servía una copa y bebían mientras la música de los sesenta y setenta inundaban el apartamento.
A veces salían. Iban al cine a ver la película de estreno. Iban al parque de diversiones y se besaban en lo más alto de la rueda de la fortuna. Iban a una heladería y comían del mismo helado. Iban a bailar; contra todo pronóstico Percy era un gran bailarían y Audrey amaba su ritmo. Iban a la Madriguera (la familia Weasley había aceptado a Audrey casi sin pensar), hacían una visita rápida y volvían.
Se perdían los fines de semana.
Empacaban tres mudas de ropa y se iban de viaje. La playa a veces. Audrey lo había enseñado a nadar, a bucear y a mantener la respiración en el agua. El campo en ocasiones. Percy la había enseñado que la vida en el campo podía ser genial si se tenía la disposición de hacerlo.
A veces sólo estaban en silencio.
Era esos momentos en que la película había acabado. En que la música había terminado. En que las peleas y reconciliaciones habían acabado. Y se preguntaban por qué.
¿Por qué estaban juntos?, era lo primero. ¿Por qué Audrey no estaba con otro? ¿Por qué Percy no andaba con otro? ¿Por qué Percy y Audrey?
¿Por qué Percy la aceptaba? ¿Por qué no se buscaba a otra? Otra que estuviera menos dañada que ella. Otra a la que su familia no hubiera alejado. Otra que no hubiera mentido, robado, hecho mal. Otra que no le llevara diez años.
¿Por qué Audrey lo aceptaba? ¿Por qué no buscaba otro? Otro que tuviera más autoestima. Que se divirtiera con facilidad. Que no le importara lo que dijeran los demás. Que se haya quedado con su familia, que no los haya abandonado. Que no hubiera visto a su hermano morir.
Pero se miraban a los ojos y olvidaban sus preguntas. Porque cuando Percy se veía en los ojos de Audrey, veía a alguien que lo amaba tal y como era y no le exigía que fuera diferente. Porque cuando Audrey se veía en los ojos de Percy, veía a una persona que lo amaba y al que no le importa que su familia nunca la hubiera querido.
Y se quedaban así mirándose y de repente decían al unísono:
- Te amo.
Y lo demás no importaba.
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