Capítulo 1

—Ya sé cómo obtuviste el sobrenombre de Bunny, muchacho —declaró Raffles mientras encendía un Sullivan y volvía a tumbarse a mi lado.

Era raro que fumara en la cama, pero habíamos estado ahí toda la tarde, sustituyendo el almuerzo por un rato de mutuo deleite. Rió por lo bajo y expulsó el humo, formando un anillo en el aire.

—¡Eres como un conejo!

Ambos estábamos completamente exhaustos, así que apenas me quedaban fuerzas para responder a su mordaz observación.

—Sabes que eres el único que me conoce íntimamente, Raffles. El nombre es mera coincidencia.

Cerré los ojos y sonreí, contento por no haberlo decepcionado en este aspecto. Esta intimidad física entre nosotros era aún nueva y su intensidad ardía como una llama. A la larga, disminuiría hasta convertirse en un leve rescoldo, como yo suponía que ocurría con todas las parejas, pero por el momento era como una adicción y nunca teníamos suficiente. Así que me llevé una sorpresa cuando Raffles apartó mi pierna y dijo:

—No vuelvas a dormirte. Esta noche no puedes quedarte.

—¿Qué? ¿Por qué? —gimoteé.

—Ambos necesitamos recuperar el sueño, Bunny.

Tal declaración me hizo incorporarme.

—Has planeado algo para mañana por la noche, ¿verdad?

Una de las reglas de Raffles era siempre dormir bien antes de un partido de críquet o de entregarnos a nuestro otro pasatiempo.

—¿Por qué no me lo has dicho?

Raffles se echó a reír.

—Porque, mi querido muchacho, sabía que no te relajarías hasta que me hubieras arrancado cada detalle de lo que estoy planeando y, francamente, Bunny, no tengo intención de decirte nada.

—Pero Raffles —continué, con la voz teñida de decepción—, yo estoy incluido, ¿no?

Raffles abrió los ojos y se quedó mirándome, estudiando intensamente mi rostro. Por un momento pensé que me rechazaría, y sería la primera vez desde que habíamos unido nuestras fuerzas, hacía poco más de un mes. ¿Pensaba en la paliza que me habían dado durante nuestra fallida incursión en la residencia Rosenthall? ¿Temía por mí? Pese a que esta pequeña muestra de preocupación conmovió mi corazón y me hizo ruborizar, no estaba dispuesto a dejar que me convenciera de abandonar mi lugar al lado de Raffles.

—Estaré bien, A. J. —susurré—. No tienes que preocuparte por mí. No volverán a cogerme.

Pude ver que reflexionaba en mis palabras; la intensidad que adquiría en tales ocasiones iluminaba sus ojos azules.

—Oh, Bunny, es más que eso. El golpe que estoy planeando requiere osadía y subterfugios y conlleva un gran riesgo personal. No estoy seguro de que estés preparado para esto.

—Si tú lo estás, yo también —respondí apasionadamente.

—Ése es el espíritu, Bunny. Sabía que podía contar contigo.

—Pues dime qué estás planeando.

Raffles dio otra larga calada a su Sullivan y clavó la mirada en el techo.

—En estos momentos hay en Londres cierto caballero que se aloja cerca de Saint James Square. Sir Archibald Stanthorpe, quizá hayas oído hablar de él.

Meneé la cabeza y murmuré:

—No.

—No me extraña, Bunny, ya que intenta desesperadamente pasar desapercibido. Tuvo que abandonar Inglaterra a toda prisa hace unos años y ha estado viviendo en el continente. Sólo ha vuelto para resolver ciertos detalles de su herencia, confiando en que las autoridades hagan la vista gorda a su presencia.

—¿Qué quieren de él? ¿Qué ha hecho?

—Eso no es relevante, Bunny, y lo único que diré al respecto es que no hay cargos formales contra él. Sin embargo, la ventaja de todo esto es que lord Stanthorpe no está en posición de recurrir a la policía si nos pilla.

Las palabras de Raffles no resultaban tranquilizadoras.

—Perfecto —respondí—, pero ¿quién dice que no tenga sus propios perros guardianes para darnos una paliza?

Volví a tumbarme, recordando los puños de hierro de Purvis. Quizá Raffles tuviera razón al dudar en incluirme esta vez.

Raffles se puso de costado y sonrió.

—No hay perros guardianes de los que preocuparse, Bunny. Lord Stanthorpe valora mucho su privacidad. Me he asegurado de ello.

"Y me dejaste al margen", estuve a punto de gimotear. Aun así, tal vez eso fuera otra muestra de la preocupación de Raffles: hacer un reconocimiento previo para poder tranquilizarme antes de darme a conocer todos los detalles.

—Bueno, gracias —dije con cortesía—. Ya sabes que soy tu hombre.

—Sabía que podía contar contigo, Bunny. Reúnete conmigo mañana a las seis de la tarde en el estudio de Kings Road. Tengo un traje que quiero que te pongas.

Sonreí.

—Un traje… Qué emocionante.

Saqué las piernas de la cama y lo miré por encima del hombro.

—Supongo que debo irme ya, entonces.

Unos ojos ardientes y una fuerte mano sobre mi brazo impidieron mi retirada.

—Oh, creo que tenemos tiempo para otra entrada, ¿no, viejo amigo?