Mi mente no lo procesar. No lo quería creer. No quería ver esa katana clavada en su vientre.

Me volví loca tan solo pensarlo, no quería separarme de él. No soportaba el solo pensar que tal vez ya no podría tocarlo de nuevo. Perderlo era lo peor que me podía imaginar. Era como si me sintiera caer, pero, esta vez, realmente chocara contra el suelo.

Todo a mí alrededor se tornó oscuro, comenzó a aullar el viento. Ya era su hora.

-No pienses así. Encontraremos una solución- me dije tomando su rostro entre mis manos.

Pero mientras lo estaba diciendo no sabía si realmente lo creía.

Lo sujete y lo bese con intensidad. La sangre chorreaba por nuestros labios como si le estuviera haciendo boca a boca a un ahogado, pero, en vez de agua, era sangre.

(Despierta, no puedes dejarme ahora, no de

este modo. Te necesito más que nunca)

Parpadeó.

-Estoy agotado.-

Volvió a la vida entre jadeos, derramando sangre por sus labios. Su chaqueta estaba empapada, eso no le gustaría cuando se diera cuenta. Le sonreí como pude, pese a todo y me devolvió la sonrisa.