Capítulo 1: Y llorar... no sirve de nada ahora que te perdí

Desde donde él estaba sentado en su terraza, la vista a las dos lunas era sencillamente magnífica. Era como para ponerse extasiado de gozo. Parecía que la luna Sekai le sonriera al muchacho, como acompañándolo en su tristeza. Cuando Sekai se cruza en el cielo con su acompañante Nuram, el fulgor de la luz lunar inunda la habitación del muchacho. Aquella noche, además de iluminar la habitación, la luz hizo centellear una delgada lágrima, fruto del exceso de emociones que su corazón albergaba, y que los azules ojos ya no pudieron contener. Por primera vez en su vida, la idea de llorar no le parecía vergonzosa, sino más bien reconfortante, incluso sanadora. Esta vez, no pretendía reprimirse y dejaría salir todo aquello que le dolía en forma de un dulce sollozo. Y mientras lloraba, sus labios pronunciaban en un intenso silencio el nombre de ella, la responsable de su corazón adolorido, a la que inconscientemente se había entregado, de la que se despidió con una promesa que tal vez nunca podría cumplir.

Su cuerpo exigió un cambio de posición y el príncipe decidió levantarse del piso y subir y sentarse en el balcón llevando una rodilla a su pecho y dejando colgado su pie desnudo. Las lunas ya se habían separado y comenzado su retorno para dar paso a la brillante luz de un nuevo día; aunque aún faltaban algunas horas para eso, el chico dedujo que ya era bastante tarde y tenía que retirarse a dormir para poder despertar con un poco de energía que destinaría a sus deberes. Saltó del balcón, atravesó rápidamente la terraza y cerró el enorme ventanal a sus espaldas. Con la melancolía en los ojos corrió las cortinas rojas de un material semejante a la seda. Se deshizo de su ropa, dejando al descubierto su perfecto torso esculpido y sus brazos musculosos y cambió su pantalón por uno aún más holgado. Dejó su ropa en un banco y notó con nostalgia que era parecida a aquella que había usado en Alwas y Oban dos años antes. Ese atuendo descansaba ahora en su armario, y a veces creía sentir el dulce aroma de ella, mezclada con la lluvia de aquel día que inesperadamente lo abrazó al cual él se quedó anonadado, el mismo sentimiento se había quedado en sus ropas, y ahora no era capaz de ponérselas por miedo a que una emoción incontrolable lo invadiera.

La noche era más fría de lo habitual, por lo que se cubrió hasta sus peculiares orejas con sus sabanas. Antes de quedarse dormido, se permitió una última lágrima, justo cuando el sopor del sueño lo invadió y cayó en un sueño reparador, pronunciando el nombre de la responsable de sus desvelos:

-Molly…

El sol entró a raudales e invadió las habitaciones del palacio. Una jovencita morena, de cabello largo y negro circulaba por los pasillos mientras saludaba a la servidumbre y a los guardias. Sucedía que mientras más avanzaba el sol era como si la alegría de la chica aumentara. Se veía radiante de buen humor, algo característico de ella. Sin embargo, sintió una punzada en el corazón que la hizo decaer cuando pasó frente a una enorme puerta de color cobre con indumentarias en tonos rojos. Toda la noche estuvo al pendiente de cierto muchacho, del cual ciertos sollozos (fuertes, considerando de quien venían) la despertaron, procedentes de la habitación vecina. En más de una ocasión estuvo tentada a entrar para darle un abrazo y consolarlo, pero resolvió que él debía desahogarse solo para luego hablar con alguien. Pero ya era un nuevo día y no creía que ahora estuviera fuera de lugar entrar en su cuarto para animarlo.

Abrió la puerta y los rayos solares inundaron la habitación, calentando la mejilla del chico aún dormido, la chica se sentó en la cama, hundiéndola un poco y haciendo que el joven príncipe se moviera. Ella posó una mano en su mejilla, cada vez más sonrojada por el sol, y con la otra lo movía dulcemente mientras le decía al oído:

-Vamos, Aikka. Ya despierta, hermano. Es un bello día y no puedes quedarte en cama.

El chico se despertó y dio una vuelta para encontrarse con los vivaces ojos azules, idénticos a los de él, de su hermana. Tardó en incorporarse y aún más en acostumbrar sus ojos a la luz. Los sentía pesados, y el recuerdo de la noche pasada lo invadió y ensombreció su mirada.

-Amina, mmm… Buen día. ¿Qué haces aquí?- preguntó al tiempo que se ponía de pie y se estiraba.

-Me sorprendí al no verte despierto, es todo- dijo sonriendo, luego cambió su tono a serio- Aikka, ¿qué pasó anoche? ¿Estás bien?

Aikka se detuvo para escrutar el rostro inquisidor de su hermana, y tuvo ganas de derrumbarse en sus brazos. Pero no, había que mantener la compostura, al menos por ahora.

-Aikka, dime. Te escuché anoche, y no me digas que deliro.

El príncipe pensó que la próxima vez que se deprimiera, tenía que hacerlo con más silencio, atendiendo a que su curiosa hermana gemela descansaba en la habitación de al lado.

-No es nada, solo ignórame.

-Imposible cuando el llanto de alguien llega hasta mi habitación. Es Molly, ¿verdad?

Al oír su nombre, el príncipe se detuvo en seco al centro de la habitación. Notó que su hermana estaba a su lado sujetándole la mano con firmeza. Su cuerpo se estremeció cuando cientos de imágenes de Molly bombardearon su mente. Y sintió su sonrisa, su energía. Revivió el cosquilleo que sentía cuando tenía algún contacto. Amina sintió el cambio en su hermano y lo condujo a la cama para que se sentara. Ella sintió como la mano de Aikka presionaba cada vez con más fuerza la suya. Aikka no pudo tolerar la carga el dolor y la desesperación el solo, recostó su cabeza en las piernas de su hermana y lloró todo lo que le había faltado en la noche, sin importarle nada que la puerta estuviese abierta y que los guardias que hacían su ronda matutina lo viesen. Pensando en su incomodidad y exposición, Amina susurró unas palabras y al instante las enormes puertas se cerraron y las ventanas se abrieron, dejando que una fresca brisa se colará y serenará a Aikka. Aún después de haber cesado las lágrimas, el chico seguía acostado sobre las piernas de su hermana, mientras ella le acariciaba su cabello suelto y suave, que le llegaba hasta lo hombros. El príncipe aprovechó ese rato de silencio que sabía que en cualquier momento la curiosidad rompería. Entonces Amina dijo:

-Aikka- el chico no se movió- ¿Y ahora qué?

Él negó con la cabeza mientras recorría con su dedo la pulsera e la muñeca de su hermana.

-¡Aikka!- la chica lo levantó bruscamente, lo sujetó por los hombros y lo zarandeó- No puedes simplemente rendirte y ahogarte en tu depresión ¡Debes ir a buscarla!

-No Amina. No es prudente. Hay… cosas que lo impiden- contestó Aikka levantándose de la cama.

-¿Cómo qué?

-Han pasado dos años. Tal vez no me recuerde e incluso puede ser que haya olvidado la promesa. También están nuestros padres, no pudo solo decirles que me siento perdido por una humana.

-Pero las alianzas con la Tierra…

-Aún no son un hecho Amina, toman tiempo. Y aunque estuviera hecho mañana mismo… es solo ella lo que lo impide.

-¿Crees que…?- mortificada, Amina dejó que su hermano terminará la frase.

-Espero que no. Pero estoy convencido de la posibilidad. Molly es simplemente bella. Y hay tantos humanos en la Tierra que… pueden haber hecho que yo ya no sea parte de sus pensamientos. Ella no me ama, Amina, y tengo que aceptarlo. En Nourasia hay mujeres jóvenes que…

-¡Basta!- gritó Amina tapándose los oídos- Ni una palabra más. Blasfemas contra tu corazón Aikka, no tienes la certeza de nada. Si haces algo solo por deber, te habrás fallado.

-Pero mis deberes, soy el prín…

-Podrías ser el mismísimo Avatar, pero no puedes simplemente abandonarlo. Piensa en ti, también.

Indignada, Amina se dirigió a la puerta, creyendo una incoherencia que su hermano buscará a alguien más para olvidarse de aquella humana que lo era todo para él.

-No es tan fácil. Ya está perdido.- lo oyó susurrar a su espalda.

La chica volvió la mirada a él, resuelto y con un plan comenzando a tomar forma en su mente.

-Nada está perdido hasta que tú quieras que lo esté, y por cómo te siento, lo perdido está más a la vista que nunca.

-Buenos días sus majestades. Padre, madre.

Aikka apareció en el comedor una hora después. Sus padres, el rey Lao y la reyna Nuri, estaban en la cabecera de la mesa; un corpulento nourasiano, que parecía una versión de Aikka seis años mayor estaba junto a ellos, y a su lado, Amina, que esquivaba su mirada, aún enfadada. La silla de la esquina derecha, junto al rey Lao, estaba vacía. Aikka hizo una reverencia ante su padre y se sentó en la silla desocupada. Junto a él, una pequeña de largo cabello negro hasta la cintura reía divertida por las muecas que hacía el otro nourasiano. Amina reía por lo bajo, y los reyes observaban la diversión de sus hijos, satisfechos. Sin embargo, el rey notó que Aikka desayunaba en silencio, estaba distraído y negaba a cada insistencia de su hermana pequeña para unirse a su risa.

-Laila, para ya, por favor. Hoy no- insistió Aikka, irritado.

Laila se volteó molesta y dejó de reír. Ahora estaba ofendida.

-Laila, yo… perdón- intentó Aikka, pero la niña no respondió. Ambos voltearon en direcciones opuestas, molestos. Los comensales de enfrente reprimían el impulso de reír a todo pulmón.

-Hijos míos- habló el rey Lao, ante el cual todo guardaron silencio- me complace, como todos los días, verlos aquí reunidos. Hoy tenemos en el palacio a alguien con quien tendremos el gusto de entablar nuevas relaciones interplanetarias,

Aikka levantó la cabeza en un impulso. ¿Interplanetario? Los únicos tratos de ese tipo que Nourasia tenía, después de haber roto el de los crogs, era con el planeta Byrus y el que estaba en proceso con la Tierra. Eso quería decir que había un humano en Nourasia… ¡Molly! ¿Sería posible que ella estuviera ahí mismo? Las puertas del gran comedor se abrieron y un hombre en traje negro y pajarita entró. Aikka sintió una punzada de decepción y se levantó de su silla para mostrar sus respetos al visitante.

-Presidente Raymond de la Tierra- anunció un guardia en la puerta.

Aunque no era Molly, Aikka sintió un vuelco en el corazón. Su familia se levantó de las sillas para dar la bienvenida al visitante. El rey Lao fue a reunirse con el presidente, haciendo reverencia y estrechando manos.

-Presidente Raymond, pase a la mesa, por favor.

Aikka observó al presidente. Un hombre alto y delgado, con cabellos negro azulado peinado en una raya de un costado.

-Presidente, esta es mi familia- dijo el rey conduciendo al presidente a la mesa para hacer las presentaciones- Mi esposa, la reina Nuri…- la reina se mostró encantada por el humano, sobre todo por su peculiar saludo con u beso en la mano-…mi hijo mayor- continuó con el corpulento nourasiano-…el príncipe Luka, dirigente del ejército de Nourasia.

Luka dio una reverencia leve y le sorprendió el apretón de manos de presidente.

-Mis hijas, las princesas Amina y Laila- las chicas hicieron su reverencia y quedaron fascinadas por el beso en la mano con la que se presentó el presidente Raymond.

-Y mi hijo, gemelo de la princesa Amina y heredero al trono de Nourasia, el príncipe Aikka.

Aikka no se reverenció, extendió la mano al humano, cosa que ya había visto hacer al planea Tierra en Alwas y Oban.

-Príncipe Aikka, ¿el mismo que corrió en la gran carrera de Oban?- preguntó el presidente mientras se sentaba a un lado del rey Lao. Aikka asintió con la cabeza.

-Vi algo de la carrera. Corre excepcionalmente, príncipe.

-Muchas gracias- contestó él, disponiéndose a comenzar a desayunar.

-Supongo que recuerda a la corredora de la Tierra. Molly.

Aikka se quedó petrificado. ¿Qué si la recordaba? Claro que la recordaba. Nunca podría olvidarla. Días y noches enteras la tenía presente. El solo recuerdo de su aroma aún lo embriagaba. Su belleza le provocaba noches de insomnio, el sonido de su voz le había dejado una huella permanente en su corazón.

-Sí claro. ¿Cómo olvidarla? Era de las más intrépidas. Fue… muy valiente en los últimos momentos. ¿Sabe algo de ella?- Aikka sintió una ligera patada debajo de la mesa. Revisó con la mirada a sus hermanos, pero ninguno se delataba.

Ahora es considerada la mejor corredora de la Tierra. Está bajo la representación de Don Wei. Justo la semana pasada la recibí de un campeonato interplanetario en nuestro sistema del que resultó ganadora.

Aikka sintió como el pecho se le inundaba de orgullo y… desesperanza. Era fantástico que su "princesa" tuviera tanto éxito, siempre supo que ella había nacido para ser la mejor. Pero ahora sabía que tenía mucho menos tiempo para pensar en él. Y eso lo hacía sentirse enfermo.

-Le pediré un favor. La próxima vez que vea a Molly, envié respetos y mis más sinceras felicitaciones por su éxito de mi parte.

El presidente le confirmó con creces que lo haría, y luego la plática siguió en rumbos de costumbres y varios detalles de ambas civilizaciones entre el rey Lao y el presidente. Mientras ellos hablaban, Aikka se quedó pensando en su princesa Molly. Así que ahora era una campeona en carreras. Tenía que serlo. Su talento no dejaba cabida para otra cosa sino para ser la mejor. ¿Cómo sería hora? En Oban, ella tenía cerca de 15 años. Ahora tendría 17. Tal vez era más alta, tal vez su rostro había cambiado, su cuerpo… ¿cómo sería su cuerpo? Aikka se sonrojó y negó con la cabeza. No podía pensar en Molly de esa manera, era como faltarle al respeto… pero si su imaginación era solo de él y privada… se dio el culposo lujo de recorrer en su memoria la delgada silueta de Molly. Siempre pensó que enseñaba más piel de la apropiada, aunque esto no fuera algo molesto. Desde que la vio por primera vez, indefensa ante el grupo de pequeños seres, ese pedazo de piel, su cintura, lo atrapó. Era perfecta. Su curvatura era envidiable y su abdomen plano era como para perderse, y aquella vez que la sacó de su cama en shorts y un diminuto top, casi olvida lo que tenía que decir y comienza a castigarse por las reacciones que su cuerpo experimentaba al ver a Molly más descubierta. "Que mujer tan bella y fascinante".

-Ya lo creo, rey Lao- la animada voz del presidente regresó a la realidad a Aikka.

-Hijos míos- habló el rey- Me entiendo perfectamente con el presidente Raymond, y hemos decidido que para hacer de la alianza entre nuestros planetas una poderosa fraternidad, enviaremos un representante de Nourasia a la Tierra, y ellos harán lo mismo.

Los tres hermanos mayores sintieron curiosidad por la propuesta, pero dejaron que el presidente Raymond hablara:

-Propongo que sea un miembro de la familia real nourasiana quien viaje a la Tierra, así podrá realizarse un acercamiento más exhaustivo a la cultura terrestre.

-Me fascina la idea. Ahora- el rey habló a sus hijos- ¿Quién de ustedes se considera apropiado para esta importante misión?

Aikka sintió una oleada de ansiedad. ¿Debía ser él quien fuera a la Tierra? ¿O era mejor que fuera alguien más capacitado? ¿Tal vez Luka? No. Él ya conocía a los humanos. Demasiado. Si alguien ahí sabía un poco de cómo eran y cómo había que tratarlos, era él. Pero, cuando tenía la decisión en la punta de la lengua, alguien ya se le había adelantado.

-Padre, si así me lo permite, quiero ser yo la embajadora nourasiana en la Tierra.

Aikka fulminó con la mirada a Amina, quien no parecía inmutarse ante él y le sonrió con complicidad.

-Si así lo deseas, hija mía, lo acepto-continuó el rey, el presidente le sonrío con aprobación- Ahora el presidente y yo discutiremos en la sala del trono los pormenores de viaje y la alianza. Agradezcamos a Sekai y Nuram por el día y retirémonos a nuestros deberes.

La familia realizó una oración ceremonial y al final se dispersaron a diferentes zonas del palacio. Excepto Aikka, que con todo el coraje y la frustración, se dirigió con su hermana para conseguir una explicación.

-Aikka, por favor. Si fueras o no a la Tierra, tu exagerada modestia y cordura no te permitirían cambiar nada con respecto a la chica. En cambio yo, sé lo que voy a hacer.

-¿Pero qué sabes tú de ellos?- cuestionó Aikka aún molesto.

-No mucho, en realidad. Pero no importa, lo aprenderé.

Aikka estaba en medio de lo que parecía una rabieta, pero sabía que no podía dejarse llevar así en presencia de su hermana, que podría usar eso como un arma a su favor. ¿Pero por qué quería ir ella? ¿Qué podría ganar? ¿O qué esperaba…? De pronto, Aikka abrió mucho los ojos, inundados por la sorpresa. ¡Claro!

-¡Amina!- gritó Aikka para sorpresa y diversión de quienes lo vieron correr desenfrenado hacia su hermana, al final del pasillo. La chica se giró y rió cuando Aikka legó a su lado.

-¿Qué pretendes con Molly?- preguntó Aikka sujetándola por los hombros.

Amina retiró los brazos de su hermano mientras sonreía con picardía. El príncipe estaba a punto de perder los estribos, cuando su hermana tomó su cara y le di un tierno beso en la frente para despedirse de él por el resto del día, no sin antes decirle:

-Creo que después de todo, hermano, la alianza si estará hecha mañana mismo.

Por la única ventana del cuarto entraba un diminuto rayo de luz, que iluminaba la flecha y el área del piso frente a Aikka. El príncipe se mantenía con los ojos cerrados y en completo silencio. Su maestro Canaan había escogido ese lugar porque era lo más lejano al palacio y no había ningún ruido que pudiera entorpecer la meditación de Aikka.

En un rápido movimiento, Aikka tomó la flecha y el arco y corrió fuera de la habitación lo más rápido que su cuerpo le permitía. Cuando salió de la habitación, el príncipe preparó su flecha en el arco y conforme corría preparaba el arco para disparar. Se detuvo frente a un imponente lago con montañas que salían de el, muy parecidos a los de Alwas. En la orilla del lago el príncipe pronunció el hechizo que tantas veces había usado en Alwas y Oban y disparó. La montaña vibró y se partió en dos con un poderoso estruendo que pudo ser oído hasta el palacio. Satisfecho por el resultado, Aikka se recargó en un árbol mientras esperaba. Ese ejercicio le traía el recuerdo de cuando lo practicó en Alwas y Molly lo había visto. Ese día corrió contra ella… y ella había roto su promesa. Atacó a G'dar. Bueno, ella directamente no. Después comprendió que ella no había querido disparar. La torreta era controlada por Jordan, el ahora Avatar. Ese día había empezado una tortura para él. No le dirigió la palabra en mucho tiempo, y aunque no le gustará, su orgullo pudo más que sus sentimientos aquella vez. Luego todo se aclaró… para volverse a oscurecer. Tuvo que aceptar las imposiciones de Kross para salvar a su familia de los crogs, llegando incluso a derribar la poderosa Arrow. Sabía que Molly lo odiaría por eso, pero algún día comprendería. Su familia era lo primordial. Y aunque, en efecto, Molly lo desprecio después de eso, igual que un nourasiano, ella sabía perdonar. Y fue capaz de poner su propia vida en juego para salvar la de ella durante la última carrera y en el templo de los creadores contra Canaletto. Sí, tal vez eso ella aún lo recordaba.

Una sonrisa furtiva escapó de sus labios cuando recordó como lo había explicado todo ante el Gran Consejo de Ancianos Nourasianos. La reprimenda fue brutal y el juicio contra él duró muchas horas, y de no ser por la intervención de su padre, lo hubieran culpado de traidor y le habrían revocado su derecho al trono. A los Ancianos les preocupaba que los crogs buscaran venganza después de la caída de Kross. Reconfortante, y hasta gracioso, fue cuando el Avatar llegó a Nourasia dos semanas después de la carrera para ordenar el retiro definitivo de los crogs de Nourasia, y después varias fuentes informaron que había pasado lo mismo con la Tierra y Byrus. Aunque le costará admitirlo, Jordan hacia un excelente trabajo como Avatar, pues en dos años, la paz había reinado en toda la galaxia.

Un intenso estruendo lo hizo volver a la realidad. Luka estaba parado frente a la orilla del lago mientras una montaña cedía presa de la flecha del príncipe. Luka fue a reunirse con Aikka, para esperar las instrucciones del maestro Canaan.

-Bien hecho, mis príncipes- dijo el maestro- Aikka, haz superado a Luka en puntería y destreza. Luka, haz superado a tu hermano en tiempo. Pero no les sirve el mérito si no consiguen todo lo demás.

Los chicos asintieron y se miraron a los ojos, desafiándose para la próxima lección.

-Aikka, ¿haz concluido tus deberes de política?- preguntó el maestro.

-En la mañana, maestro.

-Luka, los deberes de…

-Estrategia. Sí, maestro. En la mañana.

-De acuerdo. Es todo por hoy. Vayan a cambiarse para cenar con sus padres y el presidente.

-¿No viene con nosotros?

El maestro negó con la cabeza y se fue. Los príncipes subieron al lomo del fiel G'dar, que los había estado esperando. Aikka se colocó al frente, pues el escarabajo no se acoplaba bien con Luka.

-Hermano, Amina dijo que tenías… mmm… problemas.

Aikka detuvo G'dar en el aire y volteó para encontrarse con los preocupados ojos verde azulados de Luka.

-¿Qué te dijo, exactamente?

-Que haz tenido una noche difícil. Aikka, ya hemos hablado de esto- dijo Luka, molesto- Intentas convencerte de algo de lo que no estás seguro. Después de lo que hicieron el uno por el otro, es incomprensible que se haya olvidado de ti sin más.

-Yo…-intentó decir algo Aikka

-Sin excusas. Ahora dejemos que nuestra brillante hermana arregle tus problemas.

Aikka decidió dar el tema por concluido y reanudó su viaje al palacio.

Después de tomar un baño (esta vez sin lágrimas), los príncipes de arreglaron de manera similar; una prenda blanca con gruesos tirantes que se ajustaba a su torso. Los pantalones de un material parecido al lino se ceñían a sus cinturas, y les llegaban hasta los tobillos, con los pies vendados y en sandalias. La ya conocida media manga en forma de campana estaba sujeta a sus brazos por un adorno dorado en espiral con el símbolo de Nourasia al frente. Se ajustaron sus peculiares coronas, la de Aikka más distintiva que la de Luka. Los príncipes caminaban en silencio por el pasillo cuando dos animadas figuras los abordaron. Amina y Laila llevaban unos preciosos vestidos blancos, ceñidos en la cintura y sueltos hacia abajo con mangas largas y cuello alto. Las coronas de ambas eran delicadas y finas, de un bello color bronce, haciendo juego con sus lindos ojos verdes. A Amina, el hilo dorado que rodeaba su cintura hacía que resaltara su prodigiosa figura, cosa que ninguno de los príncipes les agradaba mucho.

-Buenas noches, hermanos. ¿Qué tal su día?

-Enriquecedor- dijo Luka mientras tomaba en brazos a Laila, después de rechazar el ofrecimiento de los brazos de Aikka, pues seguía enfadada con él por el incidente de la mañana- ¿Y el suyo?

-Aburrido y agotador, me cansó de aprender como ser una buena esposa y una excelente dama, ¿cierto, Laila? Tal vez le pida al maestro Canaan que me ayude a perfeccionar mi técnica con el arco- respondió Amina

-¡Yo también!- gritó gustosa la pequeña Laila.

-Eso solo si padre lo permite- anunció Aikka

-¡Por Sekai! ¿Puedes dejar de ser tan pesimista?- reprocharon Luka y Amina al unísono.

Aikka los ignoró y juntos entraron al gran comedor. Sus padres y el presidente Raymond ya estaban ahí. Laila bajó de los brazos de Luka, y en su inocencia fue al encuentro de sus padres con un caluroso abrazo. Los mayores se quedaron en la puerta y realizaron una profunda reverencia ante sus padres el presidente al tiempo que decían:

-Sus majestades, padre, madre. Presidente Raymond.

-Buenas noches, príncipes y princesa- saludó el presidente.

-Hijos míos, que alegría verlos. Siéntense con nosotros, por favor.

Los cuatro se sentaron en sus correspondientes lugares y comenzaron la cena con la mayor educación, en silencio.

El rey Lao habló:

-Amina, hija mía, los tratados con la Tierra se han realizado exitosamente. El presidente regresa a su planeta esta misma noche, así que si así lo deseas, puedes partir a la Tierra hoy.

Los hermanos de detuvieron en seco de la cena y se miraron entre ellos. En los ojos de Amina solo se podía notar emoción y ansiedad, mientras que los príncipes sintieron una opresión en el corazón.

-¡Claro que sí!- gritó Amina. Luego se aclaró la garganta- Es decir, sí, padre. Hoy mismo está bien. ¿Puedo ir a preparar mis cosas?

-Prefiero que cenes con nosotros para despedirnos, una de tus damas preparará tu equipaje- dijo la reina Nuri al tiempo que le indicaba a una nourasiana que estaba en la puerta que saliera.

-Rey Lao- dijo el presidente- no quiero ser descortés, pero debo retirarme para ultimar detalles del viaje y confirmar en la Tierra la asistencia de la princesa.

-¿Confirmar?- preguntó la reina Nuri.

-Debo confesar que esperaba que alguien de la familia real me acompañará en mi regreso. Sabía que los tratados llegarían a buen término. Así que me preparé y tengo a quien recibirá en su hogar a la princesa Amina.

-Me fascina su positivo punto de vista- celebró el rey Lao- puede retirarse y puede disponer de ayuda del palacio, si así lo desea.

-Gracias, rey Lao. Con permiso, sus majestades.

El presidente salió, y cuando se encontraron solo, un sollozo de hizo escuchar en la mesa. Todos inmediatamente voltearon a ver a la reina Nuri, que estaba recostada en el hombro de su marido mientras este la consolaba. Amina corrió al lado de ella y tomó una de sus manos.

-Madre, por favor, no llores. No es como si jamás regresara a Nourasia.

La reina se tranquilizó y se levantó para abrazar fuertemente a su hija.

-Te extrañaré mucho, Amina. Todos lo haremos. Se cuidadosa y educada. Aprende e instruye cuanto puedas. Cuídate.

Para cuando la reina terminó de hablar, todos sentían un grueso nudo en la garganta. La familia se reunió en torno a la princesa Amina para darle un cálido abrazo de despedida. Aikka sintió como la mano de Amina apretaba la suya. Era su gemela la que se iba. Si lo analizaba, él y Amina habían estado juntos desde que nacieron. Nunca se habían separado, excepto por el tiempo que Aikka estuvo en Alwas y Oban, durante el cual Amina sufrió con cada carrera en la que Aikka arriesgaba su vida. Y era ese lazo el que hacía que su amor fuera especial. Claro que la extrañaría y estaba nervioso por ella. El abrazo de la familia se deshizo. Pero Aikka y Amina se tomaron de las manos y juntaron sus frentes. Las coronas de ambos comenzaron a iluminarse de un brillante color azul, que de tan brillantes, perecían blancas. Sus peculiares orejas vibraron en una melodía que solo ellos dos escuchaban. Con eso, Aikka le daba a Amina las mejores energías para que su viaje resultara exitoso. Se sentía como un calor que invadía cada una de sus venas y dejaba a su paso una sensación de enérgica tranquilidad. Al final se soltaron y rieron, y todos acompañaron a Amina a terminar de prepararse para un viaje a la Tierra.

En el puerto interplanetario de Nourasia, la familia real se despedía de la princesa Amina con los últimos consejos. Un tumulto de Nourasianos se reunió para despedir a la princesa, quien continuamente les enviaba saludos con la mano. La guardia real se encontraba alrededor de la familia, no porque pensarán que alguien buscaría dañara los reyes y príncipes, sino más bien porque la emoción se podía volver caótica.

Después de despedirse de sus padres, y dejando a la reina otra vez sollozando, Amina abrazó a sus hermanos. Luka procuró repetirle todo lo que debía recordar. Laila lloró desconsolada al saber que su mejor amiga se iba. A Aikka le dio un largo abrazo que sorprendió al nourasiano y luego susurró en sus oídos:

-Me valdré de lo que pueda para hacerte feliz.

-¿Qué?- preguntó, confundido.

-Molly, hermano. Haré lo que esté a mi alcance para reencontrarlos.

Aikka sintió la emoción recorrer su cuerpo y asintió mientras abrazaba aún más fuerte a su hermana.

-Gracias, hermana.

Terminadas las despedidas de Amina, el presidente Raymond también se despidió de la familia, prometiendo que cuidaría de la princesa y se encargaría de que su estadía fuera de lo más agradable.

Nourasia estaba oscurecido por la hermosa noche cuando las puertas de la enorme nave de la Tierra se cerraron, las turbinas se encendieron y con un poderoso destello, la nave salió disparada a velocidades que superaban las de la luz, hacia un punto muy distante de la galaxia.

Desde Nourasia, los Nourasianos y la familia real despedían a su princesa con lágrimas. Aikka observó el cielo mientras la nave se perdía de vista.

-Adiós Amina, cuídate siempre.

Una hora más tarde, la nave terrestre arribaba a la órbita de la Tierra. Amina, un poco mareada, observó por la ventana el imponente planeta azul. Notó que era mucho más grande que Nourasia. Varios satélites artificiales giraban alrededor de él. Aún no estaban aterrizando, pero la curiosidad ya la carcomía por dentro. El capitán llamó a los pasajeros a ocupar sus lugares para aterrizar.

-Bienvenida a la Tierra, princesa Amina- dijo el presidente.

-Gracias, presidente Raymond.

-En la base de la nave nos estará esperando Don Wei, fue a él a quien le pedí que la acogiera en su casa durante su estadía en la Tierra.

-¿Don Wei? ¿El padre de Molly?- preguntó Amina. E presidente asintió.

"¡Perfecto!" pensó Amina. Esta noticia haría que su plan empezará rápido, y resultaría incluso mejor de lo que había planeado.

Bueno, pues este es mi primer fic, y de hecho, me está gustando bastante, sobre todo porque es mi serie favorita. me motivé a escribirla porque hay muy pocos fics en español de esta marivillosa serie de Oban Star Racers, así que me animé a escribir una. Espero que sea de su agrado y la disfruten. No puedo asegurarles en cuanto tiempo subiré el siguiente capítulo, pero espero que sea pronto. No olviden dejar review con sus recomendaciones, comentarios, quejas y sugerencias. Nos vemos pronto!

P.D.: Nóten que el nombre del capítulo será la letra de alguna canción que se relacione con él. Adivinen cuál!