Capítulo 1.- Despegue

Era un lunes soleado de primavera californiana en la base Edwards.

Aunque la mañana era especialmente fresca, el cemento de la plataforma se encargaba de subir la temperatura en las pistas, así que Twilight agradeció al llegar el fresco del hangar número tres del centro Dryden.

- ¿Dash? ¿Estás ahí?

En efecto, Rainbow Dash estaba allí, tumbada despreocupadamente sobre el fuselaje negro del avión, mientras parecía revisar un grueso y manoseado manual de operaciones.

- ¡Aquí! -contestó Dash-. Antes de nada, ¿puedes creer lo que las chicas le han hecho a la pobre Serena?

Twilight dejó escapar una sonrisa al seguir el indignado casco color cyan y descubrir cómo bajo el techo abatible de la carlinga, en lo que serían las mejillas si aquella cosa las tuviera, algún pony había pintado dos arcoiris rectos a modo de colorete.

- Creo que a... Serena -sonrió Twilight-, le queda bastante bien.

Dash acabó por encogerse de hombros, tras perder el enfado.

- Supongo. ¿Qué ocurre? -se interesó Rainbow Dash-. Creí que el briefing era mañana por la mañana.

- Lo sigue siendo -asintió Twilight-. Rarity nos ha llamado para la prueba de los trajes de presión.


Applejack ajustó por último el casco de Rainbow Dash, y activó el maletín de soporte vital. La pegaso hizo un "casco arriba", para indicar que podía respirar bien.

- ¿Hasta cuándo tendrán que estar... Con esa... Cosa puesta? -se interesó Fluttershy.

Twilight observó cómo Rarity dejaba momentáneamente de comprobar un inesperado pliegue en su pernera. Fue un tic sutil, casi imperceptible, pero reflejaba que el inocente comentario había tocado una fibra sensible en la pobre unicornio blanca.

- Como media hora, cariño -contestó Rarity, al borde del llanto-. Luego tienen que entrar a la sala de despresurización para las últimas comprobaciones y pasar allí al menos una hora completa.

Twilight fue a detener las lágrimas que empezaban a formarse en los ojos de la unicornio, pero fue tarde: Rarity se abalanzó sobre su traje ahogada en llanto.

- ¡Oh, lo siento tanto Twilight! -gimió a gritos sin poder controlarse-. ¡Estos trajes de presión son horribleeeeeeeessssss!

Twilight abrazó a su amiga ante la desconcertada mirada de las demás.

Como Rarity, muchos ponies habían hecho sacrificios para llegar hasta allí y muchos habían tenido que apechugar con tareas que no encontraban especialmente agradables. En el caso de Rarity, la suya había sido adaptar los trajes de presión humanos para el vuelo. Lamentablemente, no había tenido tiempo para nada más allá de la adaptación humano-pony, teniendo que trabajar en horribles (aunque prácticos) monos naranjas llenos de bolsillos a los que no había podido conjuntar con nada.

La tarea de Applejack había sido adaptar los casos, finalizando con dos piezas en las que pudieran meter el hocico "una pegaso cabezota" y una "unicornio empollona", en sus propias palabras.

- Está bien -susurró Twilight mientras Rarity iba tranquilizándose-. No es culpa tuya. Yo... Lo siento tanto... Lo importante es que aguanten el aire dentro.

- ¡Y son muy cómodos! -añadió Rainbow Dash desde el suyo-. ¡Me siento como si no llevara nada encima!

- Lo sé, lo sé -sorbió lágrimas Rarity-. Gracias. Es que... Me hubiese gustado tener más tiempo para crear algo más... Bonito.

Applejack sonrió entonces y se acercó para colocar una pegatina en la frente del casco de Twilight.

- ¿Qué haces?

- Idea de la comandante Spitfire -se encogió de hombros Applejack-. Sólo cumplo órdenes. Aunque reconozco que estas son divertidas. ¿El cristal no se empaña, azucarillo?

Twiligth negó con la cabeza antes de gruñir. Los visores estaban limpios y el sistema de control de humedad funcionaba correctamente. No obstante, poner algún tipo de identificación a los cascos iba contra el procedimiento: los pilotos y operadores del SR-71, que supiera, no tenían ninguno.

- ¡Jajajaja! -rió Rainbow Dash señalándola-. ¡Encantada de conocerte, Egg-head! ¿Qué dice el mío? ¿Qué dice el mío?

Applejack acabó de colocar la pegatina de Rainbow.

- Eres la piloto... Crash.

- ¿Queeeeeé? ¿En serio? -dijo Rainbow borrando la sonrisa de su cara de golpe.

Twilight iba a contestar con media sonrisa, pero Fluttershy intervino entonces.

- ¿Dónde está Pinkie? -se extrañó la pegaso.

Encontraron a Pinkie Pie dando saltos dentro de la sala de despresurización. A treinta mil cascos de altura de presión, dijo alegre desde dentro antes de desmayarse, se veían colores divertidos.


Llevaban tres meses en Dryden, entre pruebas, procedimientos y ensayos.

Muchos de los pegasos que habían sido enviados a la base Edwards para investigar en las instalaciones militares humanas, llevaban mucho más tiempo; algunos, más de un año.

La gran mayoría había aceptado el encargo con interés, después de haber pasado otro año más en el mundo de los humanos sin poder siquiera patear una nube. Tras el fracaso estrepitoso de la réplica de la fábrica de nubes de Cloudsdale, la mayoría de pegasos de Ecuestria se habían encontrado sin un trabajo con el que matar el tiempo y eso, como había explicado Rainbow Dash en más de una ocasión, era mucho para un pegaso.

Aunque algunos habían intentado acceder al conocimiento de los humanos sobre metereología, resultó que el control del tiempo no era tan simple en aquel mundo. Twilight se encontró con la solución al problema un día que fue llamada al Despacho Oval para una audiencia con las Presidentas Luna y Celestia.

Había encontrado a las dos sentadas en el sofá de las visitas, frente a frente, el pulso algo temblón y tratando de calmarlo a base de infusiones de tila. Del otro lado del despacho, el escritorio Resolute estaba envuelto por más de cien capas de protección mágica junto a un maletín grueso y plateado que al parecer Luna había encontrado aquella misma mañana.

Tras confesar las Princesas que habían encontrado el botón de activación de un sistema de destrucción inimaginable, y haber estado a punto de activarlo por error, habían llegado a la conclusión de que era necesario hacer un inventario de los sistemas de defensa americanos, conocerlos a fondo y una vez fuese seguro, deshabilitar los más peligrosos por completo.

Dicho lo cual, Twilight aportó la idea de ofrecer la tarea a los pegasos.

Enviar a los pegasos a las bases militares a hacer inventario no fue tan buena idea en un principio; hubo más de un susto ante sistemas de seguridad armados y automatizados, por no mencionar el incidente en la propia base Edwards en el que la celebración del cumpleaños sorpresa de la capitán (luego comandante) Spitfire cerca de los depósitos de combustible, no se cobró víctimas mortales por muy poco.

Afortunadamente, cuando se pudo hacer pasar a los pegasos por un curso intesivo sobre normas mínimas de seguridad, la experiencia fue bastante productiva; en poco tiempo se tuvo acceso a bases de datos y materiales y, quizás debido a la natural querencia de los pegasos por volar, se empezaron a probar los primeros aviones.

No había un exceso de combustible para probar todos los modelos, pero se decidió llegado el momento que tras las suficientes horas de simulador, era necesario ir recavando información sobre operaciones prácticas.

Más o menos por aquel entonces, Rainbow Dash descubrió la existencia de un extraño avión negro que, ya en el momento en el que los humanos habían desaparecido del planeta, llevaba años sin volar: el SR-71 "Blackbird".


A la mañana siguiente y tras el briefing final de la comandante Spitfire, Twilight supervisó la carga de combusible al amanecer. Encontraba atroces las pérdidas de combustible del aparato en tierra, provocadas por la necesidad de la estructura de poder adaptarse al calor y la dilatación de los materiales en vuelo, así que lanzó el conjuro sellante cuando la bomba hubo terminado y los ponies a cargo de la cisterna abandonaron el hangar.

- Mucho mejor -pensó en voz alta-. Esto nos dará un par de minutos más antes del reabastecimiento.

- ¡Vamos, tardona! -protestó Rainbow Dash desde la cabina-. ¡Llevo meses esperando esto!

Twilight sonrió y subió al andamio. Con la ayuda de Clear Skies y Flitter se encajó en el asiento del operador, tras Rainbow, y se montó en Serena.

Ya estaba. Eso era.

Había estado antes en la aeronave para las pruebas de carreteo; pero aquel momento era diferente: aquella mañana, iban a despegar.

Bajó el techo de la carlinga y se selló el interior. Twilight comenzó a hacer las comprobaciones sobre su equipo de reconocimiento, mientras oía a Rainbow seguir las indicaciones de Spitfire y Applejack por radio. Por último, Twilight encendió las cámaras y los dispositivos de grabación.

- ¡Todo listo! ¿Tú cómo estas? -preguntó Twilight.

- ¡A tope! -contestó Rainbow.

El sonido del arrancado de los J58 les llegó desde atrás y Twilight monitorizó el arranque en sus indicadores. Todo nominal.

Rainbow Dash enfiló pista y pidió permiso de despegue.

- Bueno... Supongo que... ¿Sí? -contestó Fluttershy por radio.

Rainbow Dash llevó la palanca al 100% military y Serena adquirió velocidad hasta, como una rugiente pluma, elevarse en el cielo.