Disclaimer: Aunque me habría gustado que así fuera, ésta idea la tuvieron Cressida Crowell y Dreamworks, no yo. No escribo con fines de lucro ni mucho menos. Mi fin principal es brindar un rato de diversión, espero que sea el caso. Pues bien, Aquí está la primera entrega.

1.- En el teatro de la escuela.

Con la mirada perdida en las casas que pasaban a su lado a toda velocidad, sumergida en las canciones de Ellie Goulding, Regina Spektor, Passenger y uno que otro cover de Pentatonix era fácil hundirse en sus pensamientos mientras atravesaba los grises del pueblo. Era realmente un hecho extraño que aquella joven de cabellos dorados de sol y ojos de cielo tomara el bus al colegio, no usaba su auto, le parecía un desperdicio innecesario de gasolina cuando podía hacer de treinta a cuarenta minutos caminando, dependiendo de a qué hora se hubiera levantado y cuántas ganas tuviera de ir bailando en las calles con los audífonos a todo volumen y Burn por música de fondo; sin embargo, cuando era demasiado tarde como para ir a clases caminando y ninguno de sus padres podía llevarla, tomaba el bus escolar, pasaba a tres cuadras de su casa así que en realidad era un alivio para ella contar y poder utilizar ese plan B de vez en cuando.

Aquel día era el caso, estaba sentada en la ventana mirando hacia afuera, rechazando al mundo que la rodeaba, tampoco era como que la gente se le acercara mucho, pero en fin. Sabía que tenía sus admiradores, no era ajena a sus fans ni mucho menos, pero prefería ignorarlos. Le causaba cierto hastío el pensar en que más de la mitad las personas de colegio anhelaban andarse con ella, llamarse sus mejores amigas o incluso su novio.

Ella era una chica que realmente destacaba en clases, no solo por su belleza, que era bastante. (Ninguna otra chica del colegio Berk, salvo tal vez la estudiante de intercambio Heather, tenía el cabello la mitad de sedoso que ella, ni los ojos tan grandes o expresivos, ni una piel blanca y pálida, sonrosada en las mejillas, ni el cuerpo lleno de curvas que ocuparon su lugar con elegancia). Ella era Astrid Hofferson, la chica más inteligente de Berk, la que estudiaba sin descanso, la que jugaba futbol por las tardes, la que sacaba las mejores notas sin esforzarse, la favorita de todos los profesores. En fin. La perfecta.

Las porristas la querían en su equipo, al igual que los del club de química, física, natación, música, declamación, oratoria y pensándolo mejor, todos los clubes del colegio.

Era habitual verla sumergida en sus pensamientos y varias personas se aventuraban a tratar de adivinar cuál sería el pensamiento que rondaba la cabeza de la chica, ninguno se acercaba jamás puesto que mientras sus suposiciones iban desde estar repasando de memoria las lecciones vistas el día anterior hasta plantear ecuaciones matemáticas difíciles-casi-imposibles de resolver, ella en realidad se inventaba sus propios clips de música involucrando en ellos a todos sus amigos y conocidos, cantando internamente la letra de las canciones o sacando conclusiones sobre los libros de juegos mentales y policiacos que estaba leyendo. En realidad ella era más humana de lo que todos creían y tenía sus secretos. Como que usaba cremas faciales para antes de dormir, tenía un diario bajo su almohada, terror por las noches de tormenta y que no sabía andar en bicicleta.

Ése último dato podía pasar desapercibido, o podría haberlo hecho hasta que un muchacho del colegio puso aquello de moda. Andar en bicicleta.

La rubia carraspeó cuando se sorprendió a sí misma pensando de nuevo en él. Su frustración creció cuando vio que Hipo y Patán pasaban al lado del bus en sus bicicletas, la de Patán de Descenso y la de su primo de montaña, una bicicleta negra con la salpicadera trasera de un color rojo intenso, mientras que la del primero estaba pintada en un color rojo oscuro y detalles en rojos brillantes y naranjas intensos. Tras ellos pasaron los gemelos en sus bicicletas de carreras, ambas en un tono verde brillante, y por último Patapez, con una bicicleta común y corriente pintada en naranjas y beige. Torció los labios y levantó la vista al frente, ya estaban llegando al colegio.

Llegaría temprano, lo sabía, el bus se había adelantado veinte minutos por un pendiente que el conductor tenía que atender cuanto antes. Por una parte estaba feliz de haberse levantado un poco antes y haber caminado unas cuadras sabiendo que si se retrasaba mucho el bus la alcanzaría. Ella lo alcanzó a él.

Decidió que sentarse afuera a tomar el sol estaba bien, la mayor parte del tiempo estaba nublado así que si hacía buen tiempo y sol nadie entraba a las aulas antes de que fuera necesario. Se sentó en una mesa de piedra, misma que estaba en uno de los patios del colegio, y sacó un libro de la mochila para tratar de perderse en sus páginas hasta que sonara el primer timbre, agradecía tener esa capacidad de concentración y así olvidarse por un rato del resto del mundo, pero un grito de victoria llamó su atención. Puso la mano a la mitad del libro para mantenerlo abierto y levantó la vista hacia las canchas de básquet, mismas en las que Hipo y sus amigos practicaban trucos con las bicicletas aprovechando las bancas de piedra y los barandales que rodeaban las canchas. Patán festejaba su truco cuando los gemelos exclamaron que era su turno. Astrid jamás estuvo segura de qué intentaban ya que chocaron de frente y cayeron al suelo con los manubrios atascados en las cadenas de la otra bicicleta, y como era costumbre, levantarse a pelear por si la bicicleta que estaba en mejor estado era de uno u otro. En seguida Patapez le daba una vuelta a la cancha tan rápido como le era posible y miraba su reloj, feliz, alegando que tenía una nueva marca, segundos menos que la anterior.

Y en seguida justo lo que estaba esperando ver.

Hipo subió a su bicicleta y comenzó el espectáculo.

Recientemente habían enviado un video de YouTUBE a todo el mundo en el que un ciclista (Thomas Oehler o algo así, la rubia no recordaba bien el nombre) hacía trucos en bicicleta en una universidad. Pues bueno, Hipo lo hacía ver como novato. Sus trucos iban desde pararse en el asiento de la bicicleta con los brazos abiertos hasta pararla en un caballito y pasar las piernas sobre el manubrio al mismo tiempo, cada truco que hacía, cada salto, cada pirueta era más impresionante que la anterior al punto en que ahora había un gran círculo a su alrededor, admirando sus habilidades en dos ruedas. A pesar de eso, ella aún tenía perfecta visibilidad del espectáculo, y como de costumbre, noto algo que tenía tiempo observando. Astrid no estaba segura de qué era lo que movía además de los frenos, pero había notado que cada vez que iba a hacer un truco diferente movía algo en el manubrio y luego hacía una hazaña aún más impresionante que la anterior.

En un último instante, él pareció percatarse de que la rubia lo miraba y al levantar la vista en su dirección sonó el timbre, consiguiendo que él perdiera el equilibrio y estuviera a punto de caer. Astrid se incorporó sobre la banca de piedra de su mesa, angustiada por Hipo, pero él recuperó el equilibrio en el último instante consiguiendo una nueva ovación, así que aprovechó que el castaño había desviado la mirada para huir a refugiarse dentro del edificio.

Ahí había otro secreto.

A Astrid le gustaba Hipo.

Pero ella no quería admitirlo en voz alta.

De vez en cuando Bruthilda le decía lo loca que estaba por Eret, y Patán y Pataéz se acercaban a ella en busca de consejos para llegar al corazón de Bruthilda, Brutacio nunca había hecho ningún comentario al respecto y Heather se mostraba reacia a decir el nombre en voz alta cuando Astrid ya sabía de quién estaba enamorada, y así, algunos de sus amigos acudían a ella en busca de un consejo, como si ella fuera experta en el tema. Jamás en su vida, jamás en esos dieciocho años había tenido novio. Cada vez que volvían a cursos y el profesor o profesora les indicaba que se presentaran, ella decía con voz clara y firme.

—Vine a estudiar, no a hacer vida social. No quito esa posibilidad, pero mientras sean clases, no voy a enfocarme en otra cosa.

Y había sido cierto, hasta que le tocó estar en el mismo salón de clases que a Hipo. Dos segundos consideró cambiar de opinión hasta que recordó que se trataba de Hipo el inútil, el que nunca prestaba atención en clases, el que miraba por la ventana, el que era ignorado y que mantenía un promedio perfecto al entender a la perfección a sus profesores sin tener que esforzarse, el segundo favorito. O al menos así había sido hasta que había encontrado aquello para lo que había nacido. Los deportes extremos.

Nadie sabía que él, a los quince años, se había inscrito en una competencia hasta que al día siguiente de las finales, él saliera en los periódicos cargando un trofeo en forma de bicicleta de montaña, subido a hombros de otros competidores.

Al día siguiente todos los que tenían bicicletas se las habían llevado al colegio para que él les enseñara trucos y aunque el furor duró solo día y medio, nadie volvió a irse a pie para llegar a clases.

Claro, nadie excepto ella.

Suspiró. Al menos tendría tiempo de pensar hasta las últimas dos horas de clases. Expresión literaria.

Bruthilda la alcanzó en el pasillo antes de irse a Matemáticas exclamando.

— ¡Astrid! Qué bueno que te encuentro. Por favor dime que haremos juntas los finales para Lite.

— ¿Qué? —Exclamó la aludida apenas entendiendo el mensaje.

— ¡Literatura! —Exclamó en tono chiqueado. —Dime que haremos juntas el trabajo final.

—Bruthilda, aún no sabemos qué será el trabajo final. Y no estamos en el mismo salón. ¿Por qué la prisa?

—Patapez y Patán quieren hacer conmigo el trabajo.

— ¿Y qué tendría de malo? Patapez es un muchacho inteligente, te ayudaría a subir un poco tus notas ¿Sabes?

—Pero si no me queda otra más que hacerlo con alguien de mi salón, yo quiero trabajar con Eret, no con la albóndiga parlanchina. —Exclamó antes de que la chica pudiera hacer algún comentario del otro muchacho.

—No seas tan dura.

—Mira quién lo dice, la que no habla con nadie.

—Hablo con Heather, y contigo. —Bruthilda torció el gesto indignada. No conforme con haber sido rechazada. —Déjame ver qué dice el profesor. No prometo nada.

— ¡Eres la mejor! —Exclamó abrazándola, luego salió corriendo hacia su siguiente clase.

Astrid suspiró. Entró al salón y descubrió en la pizarra un anuncio.

"Clase suspendida hasta la siguiente hora, estudiantes acudir al teatro dos, tras el foro de ciencias. Una disculpa.

Clarisse Farmer"

Astrid admiró la firma de la profesora con detenimiento.

—Esa mujer es un pavorreal. —Mustió antes de entrar al salón y perderse en su libro hasta la hora acordada.

.

Cuando Astrid entró al teatro se percató de que al menos había dos grupos a parte del suyo, se dio cuenta de esto al ver a Hipo y a Patán en una esquina de los asientos y a los gemelos y Patapez un poco más arriba. Decidió ignorar aquel hecho y fue a sentarse al lado de Heather, con quien compartía la clase. Admiraba animadamente la interpretación que algunos de sus compañeros de clases (mismos que estaban en el taller de música) hacían de Pompeii cuando su profesora entró al teatro llamando al orden. Como era su costumbre, no dijo nada antes y se puso a escribir en el pizarrón portátil que descansaba al centro del escenario, al lado de una mesa llena de cosas.

Al finalizar, miró su estilizada caligrafía y encaró la clase apartándose un poco para que pudieran leer lo escrito.

*Romeo y Julieta – Shakespeare.

*La divina comedia – Dante Alighieri.

*Don Juan tenorio – José de la Zorrilla.

*Fantasma de la ópera – Gastón Leroux.

*Los miserables – Víctor Hugo.

—Bien. —Dijo con su marcado acento francés. —Como verán he reunido a mis grupos de último curso aquí para darles la noticia. Me tomé la libertad de hablar con el director y diseñar este interesante experimento literario, así que estén atentos.

Levantó las listas de los tres salones, llenas de notas adhesivas en las hojas del interior y sonrió más ampliamente. Astrid sintió un nudo hacérsele en el estómago al percatarse de que la sonrisa que la profesora exhibía se parecía a la del gato de Cheshire del videojuego "Madness Returns", mismo que solía jugar los fines de semana, otro secreto.

—Los organicé en parejas al azar, primero les explicaré la mecánica del trabajo final.

"Consta de tres etapas, la primera es análisis de la obra. Esa la harán en parejas, les asignaré uno de los actos del libro que les toque y tendrán que hacer un análisis, les haré llegar éstas copias. —Dijo levantando una torre de hojas engrapadas. —En ellas viene más a detalle lo que deberán hacer pero entre otras cosas, contexto social, cultural y político. ¿Qué vivía el autor en ésos momentos? ¿Por qué decidió escribir obras tan arriesgadas y polémicas? ¿Eran éstas obras un reflejo de su vida?

Pausa dramática. Dejó caer las hojas en la mesita. Astrid suspiró, aquello sería pan comido. La profesora prosiguió. —La segunda es un análisis de personajes. Como les dije, todo viene aquí. —Bien, conocía las cinco obras como la palma de su mano, pero ¡Por Dios! ¿Quién no las conocía? Echó un vistazo a su alrededor percatándose de que la respuesta correcta posiblemente sería, el noventa por ciento de los que me rodean.

—Heather, dime que las conoces.

—Bueno… —Dudó un momento. —La divina comedia sí, y Romeo y Julieta un poco, he visto algunas películas.

Astrid suspiró.

—Y la última. —Repuso la profesora con entusiasmo mal disimulado. —La tercera etapa debe ser muy sencilla ya que la mayoría de ustedes también toma Teatro conmigo por las tardes. —Bien, Astrid no asistía a ese taller. —Presentación de la obra. Aunque éste puede ser en base a la lectura o, en el caso de algunas, las adaptaciones para las pantallas. Hay personas a las que les sugiero que hagan eso si no quieren arriesgar el semestre. A partir de aquí, ustedes pueden elegir qué fragmento van a representar con la única condición de que sus personajes interactúen entre sí. —Astrid sintió que se atragantaría con su propia saliva, rezó porque le tocara el fantasma de la ópera, alguna charla entre Madame Giry y Christine, o ser un ánima de la divina comedia. Pero no alojó muchas esperanzas al respecto. —Bueno, aquí están los detalles así que pasemos a la asignación de compañeros de proyecto.

Había al menos sesenta estudiantes así que Astrid suspiró perdiéndose en sus propios pensamientos, a sabiendas de que cuando escuchara su nombre reaccionaría; y así, los siguientes cuarenta minutos los pasó repasando todo cuanto recordaba de cada obra, deteniéndose a analizar un poco los fragmentos que conocía. Decidiendo que en realidad cualquier fragmento que le tocara estaría bien, sabría salir adelante.

—Astrid Hofferson. —Llamó la profesora. La rubia levantó el rostro. El foro estaba casi vacío así que supuso que quienes habían sido asignados se habían ido retirando, felices de poder huir de su suplicio. Por un momento se arrepintió de haberse abandonado en sus pensamientos pues ahora no sabía qué obras quedaban disponibles o qué actos de las mismas, habían muchos estudiantes que eran candidatos a sus compañeros, pero no estaba segura de querer trabajar con la mayoría. Levantó la mano. —Los miserables. —Suspiró aliviada. —Cosette y Marius, Hipo Haddock.

Sintió el alma írsele a los pies, miró en dirección a Hipo y casi como en cámara lenta, él le devolvió la misma mirada.

Estaba en aprietos.

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¿Y bien? ¿Qué opinan? ¿Merezco algún comentario/Crítica/Feeback-Retroalimentación? Espero que les haya gustado éste primer capítulo, no crean que me olvidé de las historias de Berk, estoy trabajando en lo que será el epílogo, espero poder publicarlo la próxima semana, aunque para ser sincera, llevo cuatro o cinco intentos y no doy con una idea que termine de convencerme, así que seguiré escribiendo a ver si doy con el resultado.

Planeé esta historia de manera que solo tendrá seis capítulos, espero que les guste.