Los selenitas se reúnen junto a su sagrada hoguera. Alas membranosas negras, como de murciélago, ojos amarillos de gato. Mechones de pelo en las orejas. Selenitas.
Viewshade tiene sus ojos felinos de color verde y es la única de la tribu que tiene los ojos de ese color. Lleva puesta una ushanka, un gorro de lana de oveja. Lleva una cuna selenita, una caja pequeña de madera, lana y piel, asegurada al cuerpo mediante fuertes amarras, y adentro lleva a sus hijos.
Darkeye es un unicornio y acaricia con cariño a Viewshade.
Los demás selenitas esperan.
—Bien, Teniente General Darkeye, ¿Qué historia nos contará en esta luna llena?
El unicornio de la luna mira fuera de la caverna. Ahí, en el otro lado de la montaña, hay un castillo llamado Canterlot. Y en un balcón, una Diosa llora, llora sin sollozar sus lágrimas de plata.
—Hoy se cumple un mes —comienza a narrar con decisión—. Un mes desde que se fue un feroz selenita. Dicen que fue por traición, pero a la mierda, todos sabemos que no es así. Era un tipo duro cuyo salvajismo cruel era el orgullo de nuestra raza salvaje y cruel. Ante los ponis, ante sus pasteles, colores y risas, él escupía y se iba al bosque a luchar contra los lobos de madera.
—Ni los leones eran más bravos —dice Viewshade, sacando de su cuna a su hija. La potranca ni siquiera tiene un mes de vida y ya demuestra la violencia inherente en la raza selenita.
Sus padres no pueden estar más orgullosos.
—Acérquense para que les cuente la historia de un guerrero salvaje como una tormenta de truenos. Sus cascos en el arroyo era un mantícora rugiendo. Sus alas en vuelo era un vendaval de dragones. Su crin era una manada de lobos y sus ojos la fría esperanza de nuestra raza sangrienta. Nunca hubo nadie más patriota, en ningún país nadie respetó tanto sus costumbres y sus leyes. Pero esta no es la historia de un guerrero que cabalgó delante del trueno mismo. Es la historia de un guerrero que se enamoró de su Diosa.
No nació en alta cuna
pero ni el león es tan bravo
y jamás exigió un centavo
ni pidió recompensa alguna,
dragón frío, guardián de Luna,
nadie hubo más maduro,
y un protector seguro
de nuestra Diosa tan bonita.
No hay mayor selenita
que Stormnight el Duro.
ROMANCE DE LA LUNA, LUNA
1
Camino de luna
Tres meses y medio después de que derrotaran a Nightmare Moon...
Luna aún es la alicornio de pequeño tamaño que salió de la armadura de la yegua de la noche. Observa por la ventana a los Guardias hacer el cambio de Guardia.
El astro que lleva su nombre resplandece en el cielo de piel negra, y Luna lo mira, mira.
"Es de noche."
Aún se siente arrepentida. Pero gracias a su hermana ha podido poquito a poco superar aquel dolor. Sí, es un dolor grande, como una espina clavada en el pecho; los que no se hayan mandado errores monumentales difícilmente podrían entenderlo. Es algo que parece inundarte por el tronco desde adentro.
"Es de noche. Pude levantar la luna, otra vez, y ya no estar encerrada en ella."
Tan avergonzada se siente que desde hace tres meses que no se atreve a salir del castillo. Sabe que los ponis ya la perdonaron, pero de todas formas se siente terrible. Como digo, si nunca antes han cometido un error terrible, no podrían comprender del todo lo que siente Luna.
Ganas tremendas de llorar cuando ve a su hermana.
Remordimientos cada vez que ve la noche, noche.
El temor vampírico de volver a ser aquel monstruo.
"¡No quiero volver a ser Nightmare Moon!"
Tres meses y medio mirando la noche de pies separados. Pero de toda esa soledad oscura, fuego encarnado y apagado, no sólo ha sido amargura.
Unos dos meses después de regresar de la luna de dientes blancos, un grupo de criaturas llegaron a Canterlot a pedir audiencia con cierta "Diosa de la Luna" que al fin había vuelto de caminar entre las estrellas. Llegaron diciendo que la Diosa les prometió volver cuando las estrellas se alinearan con la luna en un paso de baile.
Quizá fuera parte del conjuro, pero cuando Nightmare Moon escapó de su prisión nocturna, sí hubo una especie de alineación de estrellas. Aquel pueblo, pueblo de la noche, noche, vive mirando el cielo negro. Ellos viven mirando a la luna por las estrellas combatida.
"Los selenitas."
Parecen pegasos o unicornios. Tienen apariencia equina. Pero en sus ojos aúlla el frío del viento entre la nieve; ojos de pupila estrecha, como de gatos. Sobre las orejas tienen mechones de pelo. Sus alas, en el caso de los pegasos, son alas membranosas como de murciélago. En el caso de los unicornios, son más altos que la media de los unicornios.
Ojos y alas, sombra y nieve, los selenitas llegaron usando mantas de lana y gruesas ushankas, que hasta entonces sólo Luna había visto en la cabezas de los boyardos osos que venían a Canterlot desde Moscú.
Como los Guardias de Celestia impidieron que entraran, intimidados por su aspecto sanguinario y sus armas de un acero demasiado superior para aquellos bárbaros. Los selenitas los golpearon duramente. Y aunque varios Guardias usaron lanzas y espadas, ni uno de los bárbaros extranjeros desenfundó su cimitarra; sus artes marciales eran suficientes.
Afortunadamente no hubo ningún herido.
Se presentaron ante su hermana. Ahí expresaron su cometido y su predicamento. Celestia la mando a llamar a ella.
Los selenitas, bárbaros orgullosos, miraban a Celestia con ojos desafiantes y cerviz erguida; pero al aparecer Luna, pequeña, tímida, el grupo entero se arrodilló.
Y la aclamaron.
Ella no tenía idea de nada, nada.
Su hermana se reía.
La Princesa les permitió habitar las montañas agrestes que hay tras Canterlot. Por una perturbadora casualidad, precisamente Celestia estaba buscando organizar una Guardia Lunar para su hermana, pero ningún poni se atrevía. A nadie le atraía la idea de estar despierto toda la noche.
Excepto esos bárbaros. La totalidad de la raza llegó y ocupó las montañas como una legión de parasprites; y en masa se ofrecieron para ser sus Guardias Reales. De hecho, la Guardia Lunar tiene más efectivos que la Guardia Solar; y es también la única Guardia del continente que utiliza a individuos provenientes de otra etnia.
Por la ventana puede verlos volar en grupos de a doce. A pesar de ser un pueblo bárbaro, saben trabajar el acero de una forma en que vuelve prácticamente irrompible e inoxidable; aquel "acero selenita" además de inmortal, tiene un filo eterno. Habrían podido apoderarse de Canterlot si hubieran querido.
Luna cierra los ojos y recuerda cuando llegaron:
Ella estaba mirándose al espejo. Colores distintos, distintos ojos, y sin embargo veía el rostro de Nightmare Moon en su propio rostro.
Entonces hubo un escándalo de truenos. Aullidos y gritos, ruido de metal golpeado.
Ella corrió al lado de su hermana. Celestia corría a ver qué estaba pasando.
Y a Luna casi se le detiene el corazón.
Era un grupo de pegasos vestidos al estilo de los bárbaros de hace mil años. Ushankas sucias, mantos con garrapatas. Ojos de gato, piel oscura y sonrisas despectivas.
No llevaban armas, sin embargo golpeaban a los Guardias Reales con una ferocidad atroz. Sin recibir ningún rasguño. Esquivaban cascos y quebraban lanzas, los golpeaban, pateaban y mordían. Pronto los entrenados Guardias yacían heridos, aplastados bajo abollado acero herido.
Ella se ocultó, movida por un miedo más fuerte que ella misma. Celestia hizo brillar su cuerno.
—¿Quiénes son y qué buscan?
Uno de ellos escupió.
—Johtu'unka, hoshiran nekmaka mek Lanu'Mitakna.
Ella enmarcó una ceja, sin entender nada.
—¿Lanu'nelk gjermaka? —preguntó uno, uno muy anciano.
—¿Qué? —respondió ella. No sabía qué hacer, ellos habían golpeado a sus Guardias pero de ahí ya no hacían nada excepto mirarla como si miraran ganado.
El anciano movió la cabeza.
—¿Fjalimi hramic?
Celestia abrió los ojos de la sorpresa. No oía esa lengua desde hace años. La conocía. Hizo un esfuerzo para recordar las palabras.
—Po, ¿Kush je ti dhe ata duan?
—Vijnë të kërkojnë Perëndeshë Hënë tonë.
—¿Perëndeshë Hënë?
—Po. I cili u khye nga izolimi të ecin përsëri Njerëz.
—¿U khtye nga izolimi?
—Kështu —respondió, el rostro duro como una roca.
Algo pareció encenderse en la mente de Celestia. Sonrió.
—¡Luna, ven!
Ella apareció, caminando tímidamente. Le aterraba y fascinaba al mismo tiempo aquel pueblo, que parecía no haber cambiado nada en mil años.
Y algo increíble pasó.
Al verla a ella —¡a ella!— se arrodillaron. ¡Se arrodillaron!
—¡Lanu'Mitakna! ¡Lanu'Mitakna!
—¿Q-qué ocurre, Tia? —preguntó, asustada por aquél espectáculo.
—Ellos quieren ser tus amigos —contestó su hermana sonriendo.
En apenas un mes aprendieron a hablar equestriano. Conformaron una Guardia con mucho sabor bárbaro. Los Guardias de su hermana parecían estatuas de mármol, derechos y firmes. Los selenitas parecían lobos preparándose para lanzarse al cuello y no podían estar quietos mucho tiempo. Parecían indisciplinados, pero habían vencido a los Guardias de Celestia sin armas y en inferioridad númerica.
Y eso ya decía mucho.
A Luna le conmueven, a pesar de su salvajismo. Sobre todo uno, un joven de quizá veinticinco años, con una cicatriz en el ojo derecho.
Para elegir a su Teniente, hicieron una ceremonia ancestral. Parados en un solo casco estuvieron, para ver quién era más fuerte. Aquel muchacho estuvo en pie cuatro días con sus noches y tenía vigor suficiente como para poder estar más tiempo.
Era feroz y estricto, y aún más experto que el más experto de los generales de su hermana. No vacilaba, no temía nada más que a los demonios de su folklor. Hasta su nombre es retumbante.
"Stormnight".
Ahora lo ve caminar hacia ella. Nota que le tiemblan un poco sus patas. Luna quisiera reírse pero no tiene ganas. "Cree que soy una Diosa".
—Diosa, la Guardia está lista para aplastar a sus enemigos.
Tiene un ligero acento que no es desagradable y constantemente cierra los ojos, como si así forzara a su celebro para formular la oración correcta. Ella sonríe.
—Stormnight, yo no soy una Diosa. No te agaches.
Él la mira incrédulo.
—Como diga, Diosa.
—¡Stormnight! ¡Te digo que no soy una Diosa!
—Entiendo, Diosa.
"¡Vamos! ¡No es tan difícil de entender!"
Quiere enojarse, pero aquel bucle infinito le divierte. Y comienza a reírse.
Stormnight la mira, con sorpresa. Pero la risa es contagiosa, y no puede evitar reírse también.
¿Cómo se ríen los selenitas? Como lobos aullando.
"¡Mis amigos! Espero que no me dejen sola".
Aquel es su mayor miedo. Pero ve los ojos amarillos y felinos de Stormnight, y aquel miedo se disipa, aquel miedo es un ratón espantado por un tigre con alas y ojos de fuego.
"Ya no volveré a estar sola".
Celestia y los ve y sonríe.
"Esto es lo que Luna necesita. Los selenitas serán buenos amigos y buenos Guardias. Sólo quisiera que se bañaran más seguido".
