La capitana Beckett se quedó paralizada al oír aquella frase. Que su escritor preferido la salvase de un disparo y además le dijese que la quería, no era una situación normal que asimilar como si nada, pero reaccionó. No podía permitir que él perdiese la consciencia.
- Señor Castle… Quédese conmigo.
Como pudo, sacó su Iphone del bolsillo y pidió ayuda con urgencia sin poder contener los nervios.
Unas horas después, sentada en la sala de espera del hospital, miraba un punto fijo de la pared de enfrente. En el pasillo, el sonido de unos tacones acelerados se acercaban hasta ella.
- ¿Será aquí? – preguntó Martha totalmente alterada a su nieta.
- Voy a preguntar – afirmó la joven.
- ¡Señora Rodgers! – llamó la capitana levantándose.
La actriz la miró sin entender nada.
- ¿Nos conocemos? –preguntó esperando que no se tratase de una fan en busca de autógrafos.
- No exactamente – le dijo mientras llevaba su mano al bolsillo de su chaqueta y le mostraba su placa – Soy Katherine Beckett y …
- ¿Beckett? – preguntó sorprendida Alexis mirando a su abuela
- Sí – contestó la capitana sin entender nada.
- ¿Dónde está mi hijo? – preguntó poniendo su mano sobre el antebrazo de la capitana.
- Esta… Le están operando.
- ¿Qué ha ocurrido? – preguntó Alexis.
La capitana supo en ese mismo instante que tenía que dar un montón de explicaciones absurdas que ni ella misma entendía. Y les contó todo lo que había pasado en los últimos tres días.
- Querida – la instó Martha al comprobar su silencio.
- Él… Se interpuso… Esa bala iba dirigida a mí.
- Su Beckett – dijo con algo de fastidio Alexis.
- Yo no… Él no debería haber ido allí – se apresuró a justificar.
Martha asintió en silencio.
- Debe de quererte mucho para haber hecho eso – dijo la actriz a media voz.
- Pero… Yo no le conozco – aseguró excusándose.
- Pues él parece que si te conoce a ti – dijo molesta Alexis.
- ¡Alexis! – regañó Martha y la chica bajó la vista – Lo siento querida, está nerviosa.
- Lo entiendo…
- Y ahora dime… ¿Alguien te ha informado? – dijo señalando las puertas que daban a los quirófanos.
Ella negó con la cabeza.
- Sólo que entraba en quirófano. No soy familiar.
Martha asintió y con la mirada pidió a su nieta que fuese a buscar información.
- Tu cara me resulta familiar- inquirió la actriz - ¿Nos hemos visto antes?
- Sí. Creo que es posible – contestó – En comisaría, hace tres días.
- ¡Cierto! Eso fue muy extraño. Desde ese día no se comporta igual.
Ambas se mantuvieron en silencio.
- ¡Abuela! – exclamó una alterada Alexis entrando a la sala y provocando que ambas mujeres se levantasen de golpe.
- ¿Qué ocurre? – preguntó aterrada.
- ¡No temen por su vida! – aseguró la joven aferrándose a su abuela.
- Eso es maravilloso querida.
- Saldrá de esta, aunque débil, ha perdido mucha sangre.
La capitana sonrió aliviada. No moriría por culpa. Buscó en uno de sus bolsillos y sacó una tarjeta de visita que tendió a la actriz.
- Tengo que irme. ¿Me avisará cuando…?
La mujer asintió sonriendo mientras aceptaba la tarjeta.
- Descuida querida. ¿Quieres tomar nota de mi teléfono?
La capitana sonrió.
- No es necesario. Sé cómo localizarla.
Martha asintió y volvió a abrazar a su nieta mientras veía alejarse a la capitana.
- Quien sabe cariño, quizá todo esto haga que tu padre asiente la cabeza.
La joven se separó mirando extrañada a su abuela.
- Y creo que ella tiene la fórmula…
La capitana salió del hospital y respiró profundamente. Odiaba los hospitales y su olor. Y necesitaba hablar con alguien. Sacó su móvil mientras se dirigía a su coche.
- ¿Espo?
- Señor.
- ¿Podrás ocuparte de todo el resto del día?
- No hay problema. Todo está bajo control.
- Gracias.
- ¡Espera, no cuelgues!
Kate se paró en seco.
- ¿Qué ocurre?
- Beckett, ¿Estás bien? – preguntó el detective.
- Sí Espo, gracias.
- ¿Él? ¿Está bien?
- Fuera de peligro.
- Deberías ir a descansar.
- Lo haré. Gracias Espo.
Pero sabía que no iba a poder hacerlo. Todo aquello era muy extraño y sentía un cosquilleo en el estómago cada vez que recordaba los ojos de Richard Castle mirándola desde el suelo y confesándola que la quería.
Miró el reloj de su padre, en su muñeca, y decidió que no iba a ir a su casa. Volvió a sacar su móvil.
- ¿Lanie? ¿Qué tal estás?
- Hinchada, agotada y cabreada.
- Vaya…
- Dime que vas a venir a verme.
- Ahora mismo.
- ¿Puedes pasar por la Octava con la Treinta y cuatro?
- ¿Qué hay allí? – preguntó la capitana.
- Linguini con camarones. Y tarta de lima.
- ¿No serán esos con tanto picante?
- No te he pedido que los comas tú.
- Créeme, no podría hacerlo.
- ¿Pasarás?
- Está bien – concedió - Estoy cerca, estaré en tu casa en media hora.
Cuando la forense abrió la puerta, casi una hora después, Kate negó con la cabeza al ver como ella le arrebataba la bolsa con la comida.
- Has tardado siglos.
- Debería haberte dicho que fueses tú – dijo cerrando la puerta y siguiéndola al interior de la casa.
- ¿Qué es esta porquería? – preguntó Lanie mirando un envase con rigattone, tomate y brócoli.
- No he comido.
La forense dejó por un instante su comida para mirarla inquisitivamente.
- ¿Has estado en el hospital con ese escritor?
Kate asintió en silencio.
- ¿Se puede saber por qué estabas allí?
- ¡Esa bala iba dirigida a mí! – protestó.
- Me refiero a que hacías siguiéndole – dijo dándole un tenedor y señalándole el sofá para que se sentasen a comer.
- Intuición.
- Ese tipo te gusta ¿Verdad?
- Lanie…
- ¿Qué? ¿Me vas a decir que sigues a todos los tipos locos que aparecen por tu comisaría con increíbles historias?
- ¿Quién te ha dicho eso?
Lanie la miró ladeando la cabeza.
- ¿Espo? – preguntó extrañada.
- ¿Bromeas? – protestó la morena.
- Ryan. Es un bocazas.
- Están preocupados por tu seguridad, no se fían de ese tipo.
- Créeme, es totalmente inofensivo.
- ¿Un tipo que se presenta en tu lugar de trabajo y dice que sois pareja?
La capitana sonrió.
- Veo que no te desagrada la idea – afirmó masticando – esto está de muerte.
- Ni que lo digas, muerte asegurada – afirmó Kate arrugando la nariz por el olor a ajo.
- ¿Y qué piensas hacer ahora?
La conversación se vio interrumpida por el sonido del móvil de Kate. Lo sacó de su bolsillo y miró quien la llamaba.
- Tengo que contestar – se disculpó levantándose.
- Lo imaginaba – dijo resignada la forense mientras volvía a su comida.
Kate se alejó unos pasos, dándole la espalda a Lanie.
- Beckett – contestó.
- ¡Querida! – dijo Martha al otro lado – Ya ha salido de quirófano. Se va a poner bien.
- Es una estupenda noticia señora Rodgers – contesto con sinceridad.
- ¡Oh niña! Llámame Martha – pidió – Ha preguntado por ti. Quería saber si estabas bien.
- Sí. Claro – suspiró – claro que estoy bien.
- ¿Puedo decirle que pasarás a verle?
Kate sintió vértigo en su estómago.
- Bueno, yo…
- No tiene por qué ser hoy querida. ¿Mañana tal vez?
- Está bien, Martha – concedió – intentaré pasar mañana a hablar con él.
- Maravilloso. Ahora tengo que dejarte querida. Hasta mañana.
- Hasta mañana.
Kate se quedó quieta un instante sin girarse, pero una voz a su espalda la sacó de su ensimismamiento.
- ¿Martha Rodgers? ¿La madre del escritor? ¿Intentarás pasarte mañana?
- ¡Lanie! – dijo girándose y volviéndose a sentar frente a su comida.
- Como iba diciendo… ¿Qué pretendes hacer ahora?
Kate tomó un bocado de su plato y la miró sonriendo.
- ¿Qué harías tú? – preguntó después de masticar.
- Está muy bueno – aseguró la forense.
- No sé cómo puedes comértelo – se preguntó Kate.
- No me refiero a la comida, me refiero al escritor, boba. Yo que tú, me lo tiraría. Sin dudarlo.
Kate la miró sonriendo y negando con la cabeza.
- Aun así – dijo señalando su enorme barriga – y sigues pensando en sexo.
- ¿Aun así? – repitió molesta – Tú no sabes lo que es estar así y tener que aguantarse las ganas porque el causante de esto es un completo imbécil.
- Deberíais hablar. Ese niño está a punto de salir de ahí y vosotros dos seguís siendo dos idiotas sin remedio.
- No cambies de tema capitana. Hablamos de ti y de ese escritor.
- Me dijo que me quería – soltó Kate sin más.
- ¿Qué te dijo que?
- Cuando le dispararon, le pregunté porque lo había hecho y me dijo que porque me quería.
Lanie soltó un silbido.
- ¿Estás segura que no está loco?
- No puedo asegurártelo, pero…
- ¿Qué?
- Algo en él me dice que no miente.
Lanie siguió comiendo en silencio.
- Irás a verle mañana – afirmó más que preguntar.
Kate asintió.
- Se lo debo.
- ¿Estás segura que no le conocías de antes?
Ella asintió muy seria mirándola fijamente.
- Le vi un par de veces, durante sus firmas, pero no…
- ¿Te ha firmado sus libros? – preguntó casi riendo la forense
- Lanie – reprendió.
- Estás enamorada – aseguró la morena soltando una carcajada.
- No es así – se apresuró a excusarse – Oye yo no he venido a que te rías de mí.
Lanie la miró un instante.
- ¿Me cuentas todo? – preguntó tras terminar con sus linguini.
Kate suspiró. No sabía que estaba ocurriendo. No entendía como sus cimientos se estaban moviendo de esa forma.
- No entiendo nada Lanie. Lo cierto es como si le conociese de antes. De siempre. He confiado en él y la verdad es que estaba en lo cierto. Me condujo directamente hasta el culpable.
- Puede ser casualidad.
- Lo pensé. Pero sus ojos, tirado en el suelo, con mi bala en su cuerpo…
- ¿Un mundo paralelo? – preguntó la morena bajando la voz.
- Lo sé, es impensable.
- Para alguien tan escéptico como tú, sí.
- ¿Tú lo creerías?
- Yo le daría la oportunidad de que me lo explicase con detalles al oído – dijo sonriente.
- Cómete esa tarta – la espetó divertida.
- Sí, pero antes dime: ¿Estarías dispuesta a dejarte llevar por ese instinto tuyo y conocerle?
