¿Hay algo que desees, Rey de la vida eterna?
Nota de la autora: «Primera vez que entro en esto, así que la verdad no sé muy bien cómo funciona. Eh leído algo acerca de los "descargos de responsabilidad" así que: los personajes pertenecen a Kouta Hirano, no soy dueña de nada, salvo de la redacción de esto, blablabla... Agradecería montones sus comentarios y sugerencias»
Un one-shot sobre AxI, mi pareja preferida de Hellsing. Es casi un monólogo, donde Alucard se verá obligado a revelar un deseo oculto a su Ama y ésta no sabrá cómo reaccionar luego de ello.
Una lenta tarde de otoño, un diálogo entre Amo y sirviente que comenzará con una sencilla pregunta formulada por simple curiosidad.
"¿Hay algo que desees, eterno Rey de la No-vida?"
Integra está sentada frente a su tocador, sosteniendo un cigarrillo entre sus labios mientras se cepilla el largo cabello con lentitud. A sus espaldas, y recostado sobre su cama, se encuentra el vampiro con actitud tranquila: los brazos detrás de la cabeza y una pierna elevada por sobre la otra. Los ojos rojos brillan debajo de la sombra de la cabellera negra.
—Tienes poder y tienes inmortalidad. Y si quisieras también tendrías todas las riquezas inimaginables, pero estas para ti ya no tienen valor. Entonces ¿Hay algo que desees en tu vida eterna?
Un silencio acompaña sus palabras, hasta que la voz ronca de su interlocutor se deja oír.
—¿De verdad quieres saberlo?
—Por algo lo estoy preguntando.
La respiración innecesaria abandona el pecho muerto del ser sobre las cobijas.
—Lo que deseo, Integra, es algo que solo tú puedes otorgarme, pero sé que jamás me lo concederás. Aunque eso no evita que mi mente guarde la esperanza hasta el fin de los días.
—¿Tu libertad? Lo supuse, de nada te sirven tus poderes infinitos si no eres libre para utilizarlos a tu antojo.
—No, eso no es lo que deseo.
—¿Entonces?
—¿Enserio quieres que te lo diga, sin importar las consecuencias de ello? Puede que la curiosidad mate al gato -puede adivinar la sonrisa cínica que acompaña al último comentario.
—Por última vez, Alucard. Te lo estoy ordenando.
—Como digas. Este deseo ha ido naciendo en mí a través de los años. Cada día se añaden nuevos matices, cada noche lo anhelo con locura, ha ido creciendo y haciéndose más fuerte, permitiéndole a mi mente maldita conservar la esperanza a pesar de todo, a pesar de que mi razón misma me grite que está mal, que es incorrecto desearlo y aún pensarlo. Mucho menos esperar que suceda...
»Lo que deseo, Integra, es a ti…tú eres la causante de mis delirios mentales y de mis desvelos, esto ya se ha convertido en una obsesión en mí. Cuando me despertaste en las mazmorras eras apenas una niña todavía, y juré protegerte y servirte fielmente para siempre; te habías convertido en mi Ama, pero esa niña pequeña creció y se desarrolló hasta convertirse en toda una mujer, y eres la mujer más hermosa que eh conocido. Mi cercanía a ti me fue trayendo confusiones; comenzaron como una lejana, loca y poco profunda idea una tarde de invierno en que te vi llegar empapada a la mansión y te quitaste la ropa para secarte frente a la chimenea del estudio creyendo que estabas sola: colgaste los pantalones y la chaqueta del respaldo de la silla y conservaste tu camisa, que en ese entonces se adhería a tu cuerpo mojado. Tardaste solo unos 5 minutos, 5 minutos en que estuve pegado a la pared, sin poder apartar la vista, viéndote ir y venir desde mi escondite. No era mi intención espiarte de esa forma, sólo sucedió, había terminado la misión más temprano ese día y regresé a descansar cuando apareciste, te juro que quise irme para no verte, pero algo más fuerte me retuvo aún contra mi propia razón; y luego, cuando subiste las escalas camino a tu habitación, inconscientemente te seguí, y vi cómo una vez que llegabas, te quitabas la camisa y te dejabas caer de bruces sobre la cama, para hundir tu cara entre las almohadas y quedarte profundamente dormida, sin cubrirte bajo las sábanas, sin usar siquiera un pijama.
»Esa fue la visión que me persiguió durante días enteros y –sin quererlo–, creció y creció. Mi mente no podía pensar en otra cosa que no fueses tú durmiendo semi desnuda en mi ataúd, o verte descansando sin cuidados sobre tu cama mientras te acompaño para velar tus noches; y no podía, no quería aceptarlo, pero te deseaba...Te deseo. Deseo tenerte a solas conmigo para probar –de una vez por todas– el elixir de tus labios, quitarte las gafas para poder ver tus ojos claros y profundos perderse con los míos, peinar tu larga cabellera con mis dedos y luego ir sacándote la ropa mientras te beso. Deseo desnudarte completamente para mí y contemplar tu cuerpo maravilloso, recorrer cada centímetro de él con mis manos, sintiendo cómo se te erizaría la piel al contacto.
»Estampar un camino de besos que recorra cada retazo de tu cuerpo virgen, estrecharte entre mis brazos y sentir tu corazón latiendo con fuerza. Deseo llevarte a la cama y que me desnudes con tus manos temblorosas, que acaricies mi piel mientras yo acaricio la tuya, que recorras mi cuerpo mientras yo reconozco el tuyo.
»Deseo, Integra, hacerte mujer –mi mujer–; y mirarte a los ojos mientras te hago el amor, y deleitarme con los gemidos que escapen de tu garganta. Saber que eres mía, que me perteneces en cuerpo y alma, y que sepas que soy tuyo. Perderme junto a ti en el mar desbordante de placer de nuestros cuerpos. Deseo escuchar tus labios pronunciando mi nombre, tenerte junto a mí toda la noche, hacerte mía una y otra vez hasta caer embriagados de éxtasis al amanecer. Mirarte en la mañana y descubrir en tus ojos eso que con tantas ansias anhelo: que me quieres, que me amas como yo te amo a ti, y que serás mía por la eternidad. Deseo acabar nuestra noche de lujuria y amor clavando mis colmillos en tu frágil cuello y beber de tu sangre exquisita para convertirte en mi Condesa, para que reines conmigo y me acompañes siempre en esta vida eterna. Deseo ser tu Rey y que seas mi Reina.
Integra se quedó con su postura congelada, se giró despacio y lo miró: de espaldas sobre su cama, con la vista perdida en el techo de la habitación, no la había mirado ni por un segundo mientras desahogaba su discurso.
Sintió el rubor subir por sus mejillas en lo que ella quiso interpretar como un ataque de ira, pero no, era vergüenza por lo que el vampiro acababa de decir, furia consigo misma por no poder enojarse con él, frustración por esa confusión que nacía en su pecho y perturbaba su mente y su corazón.
—Puedes retirarte ya de mi habitación –pronunció con lo que deseó fuera un tono frío, el vampiro se sentó y la miró con una sonrisa triste de medio lado, ella desvió la mirada para evitar el contacto con sus ojos rojos.
—Lo siento, pero fue tu orden. Tú querías saberlo –y desapareció de la habitación en una columna de humo.
Ella dejó escapar un largo suspiro al momento que bajaba la rubia cabeza y se llevaba la mano con fuerza hacia la curva del cuello «¡Santo Dios!» Era terrible, pero muy en el fondo, sentía que ella también lo deseaba.
Pd: Sé que el deseo desafía la lógica de solo vampiros se convierten en vírgenes. Lo hice a propósito, con la firme convicción de que Alucard, al ser el "primer vampiro" –un auténtico nosferatus- puede encontrar alguna otra alternativa si de verdad se propusiera convertir a alguien en su igual.
