El jugador también forma parte del juego
Remus Lupin sabía perfectamente que, cada vez que discutían, su mujer terminaba ahogando sus penas en los brazos de Charlie Weasley. No le molestaba en lo más mínimo, y a decir verdad, incluso lo consideraba perfectamente comprensible. Le parecía algo de lo más natural, porque, aunque lo intentara, había cosas que Tonks necesitaba y él no podía darle, y la comprensión era una de ellas.
Porque Remus sabía que la diferencia más insalvable entre él y Nymphadora tenía que ver con su licantropía y con su edad, pero requería de un análisis más profundo y meticuloso para salir a flote. No era importante per se que él fuera un hombre lobo o que tuviera casi quince años más que ella; lo importante era la influencia que esas dos cosas, y muchas más, habían influido en su carácter y su espíritu. Porque, aunque tuvieran la misma edad, Remus siempre tendía el alma muy vieja y muy triste.
En Tonks bullía esa llama maravillosa propia de la juventud y la vitalidad, y que era aún más alimentada por su modo de ser que le era propio por naturaleza. En Remus, el dolor, las traiciones, los padecimientos y las pérdidas la habían apagado hacia mucho tiempo.
Pero Remus la quería (quizás no del modo que ella hubiese deseado y ni siquiera del modo que ella creía, pero la quería, y mucho más incluso de lo que él consideraba prudente querer a alguien), y ya que había entrado en el juego, iba a jugarlo. Por eso, aunque se le fuera vida y alma en el intento, se esforzaba por hacer lo que podía y más, y en intentar que ella fuera feliz. Por eso, y aunque por dentro lo consumieron los recuerdos, las culpas y los remordimientos como una nueva llama oscura, Remus hacía de tripas corazón y seguía adelante sin una queja. Y cuando lo asaltaba el arrepentimiento, intentaba estar sólo y no expresarlo en palabras. Porque es más fácil simular que no se siente lo que no se dice.
Para Remus, Tonks y Harry (y Ron; y Hermione; y Ginny; y los gemelos; la juventud era para él un baluarte invaluable) eran todo lo que le quedaba, los pilares de aquella vida que podría haber sido, y no había sido. Porque proteger, educar y ayudar a Harry era como volver a ver reír a James, como volver a abrazar a Lily. Porque hacer feliz a Tonks era como volver a besar a Sirius. A Remus no le complacía su destino de ser el sobreviviente azaroso del naufragio. Para él, estar vivo por azar, no era vivir. Pero el suicidio era deshonroso y cobarde; era profanar el recuerdo de los que se habían sacrificado por la cusa. Entonces, Remus apretaba fuerte los puños y aunque el corazón se le fuera en cenizas, procuraba hacer aquello que sentía que debía hacer.
Otra visión del casamiento de Remus y Tonks desde la perspectiva de alguien que no le gusta ese casamiento. Esta versión es un poco más amable con Remus (desde el punto de vista de que lo pinta menos cruel). ¿Qué les parece?
Lean, escriban, sueñen, amen, sonrían
Estrella
