¡Hola! Yo amo a Lynne Graham, y esta historia es otra adaptación, es que la leí y me di cuenta que encajaba muy bien.

Amante y esposa

Sinopsis:

Cuando Hermione Granger se convenció de que Viktor Krum, su afamado marido, tenía una aventura, lo abandonó de inmediato. Aunque estaba embarazada de él, no podía vivir bajo el mismo techo que el hombre que le había roto el corazón.

Ahora Hermione acababa de descubrir que quizá Viktor no fue tan culpable como ella había creído y decidió seducirlo para salvar su matrimonio.

Pero Krum no iba a aceptar una sencilla reconciliación. Volvería con ella, pero a su modo...

¡serían amantes!

Disclaimer: los personajes y la historia son propiedad de su respectivo creador.

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Capítulo I

—No estaba seguro de que quisieras verlo... —

Con el tono incómodo de alguien que estuviera disculpándose de antemano por una posible ofensa, el primo de Viktor, Boyan, un joven de castaños cabellos caoba y ojos mate, dejó sobre el banquillo de los vestidores, una revista sensacionalista británica.

Nada más echar un solo vistazo, a la sonriente rubia que lucía un horrible vestido junto con sus tiesos cabellos bajo los estridentes titulares, el azabache se quedó helado.

Era Rita Skeeter, la mujer cuyas mentiras, habían contribuido tanto a la destrucción de su matrimonio.

De acuerdo con las noticias de sociedad del día anterior, había llegado aún más bajo revelando con todo lujo de detalles todo lo que se había atrevido a hacer para conseguir sus quince minutos de fama. Era tan

Desinhibido el relato, la ex reportera confesaba haber inventado la historia, sobre la supuestamente infidelidad que había cometido.

—¡Deberías demandarla! —instó Boyan con la vehemencia y la poca sofisticación de un recién graduado en leyes con ganas de demostrar su potencial.

«Sería un esfuerzo inútil», reflexionó Viktor torciendo sus gruesos y sensuales labios en un gesto lleno de sarcasmo.

Sabía que no obtendría ningún beneficio arrastrando a los tribunales a aquella calumniadora declara y con ella, su propia reputación, arruinada hacía ya algún tiempo.

Lo que era más, su divorcio estaba a punto de ser definitivo puesto que Hermione— su inminente exesposa— lo había declarado culpable con una rapidez y una falta de confianza que habría dejado lívido a cualquier marido.

Implacable ante cualquier explicación, Hermione había asumido el papel de víctima y había abandonado el hogar conyugal, animada por su extraño y egoísta amigo pelirrojo, Weasley.

Se había negado a escuchar sus continuas declaraciones de inocencia y había optado por dejarlo, a pesar de estar embarazada del que sería su primer hijo.

La misma mujer que lloraba a mares con la novela de Romeo y Julieta, se había convertido en piedra ante él.

—¿Viktor…? —intentó su primo castaño recuperar su atención, rompiendo un silencio que cualquier otro compañero o contendiente del azabache habría reconocido como una señal de aviso.

No sin esfuerzo, Krum suprimió un gruñido de protesta mientras trataba de recordarse a sí mismo que si un muchacho tan poco cualificado como su primo estaba trabajando para él, era únicamente por consideración.

Boyan necesitaba desesperadamente añadir algo de experiencia laboral a su limitadísimo currículo. El azabache había comprobado que era inteligente pero poco práctico, concienzudo, pero con poca inspiración, bien intencionado, pero sin tacto alguno.

Mientras otros levantaban el vuelo, Boyan seguía caminando con lentitud, a veces de un modo enervante.

Pensó durante un instante, que, si él y Hermione seguirían juntos, le hubiera pedido a ella que lo asesorara.

—Te debo una disculpa— continuó diciendo el joven evidentemente empeñado en soltar lo que había preparado—. yo no creí que esa Skeeter te hubiera inventado nada. Todos pensamos que realmente habías tenido una aventurilla con alguna mujer. —

Con la confirmación de la poca fe que tenía en él, ese sector de la familia, el azabache se tapó los ojos oscuros y tristes.

—Pero nadie te culpó de absolutamente nada —se apresuró a decir—Granger simplemente no reunía las condiciones... —

—Te recuerdo que Hermione es la madre de mi hijo, no quiero oírte hablar de ella si no es con el respeto que se merece —murmuró Krum con frialdad.

El castaño se sonrojó y se deshizo en disculpas. Consciente de que su primo había acabado con su paciencia con tanta estulticia, Viktor le pidió que lo dejara solo. Se comenzó a cambiar el uniforme mientras miraba el opulento vestidor del equipo donde jugaba, pero su mirada estaba enfocada hacia algo más interno y sus pensamientos eran sin duda más amargos que la perfecta panorámica.

Su hijo, Matthew, estaba creciendo sin él en una modesta casa donde no se hablaba búlgaro.

La ruptura y posterior separación de Hermione había sido cualquier cosa excepto civilizada; Krum había tenido que luchar con uñas y dientes para conseguir ver siquiera a su adorado hijo.

Todo el mundo lo había culpado de adulterio debido a las sórdidas historias de Rita Skeeter y desde un primer momento, sus abogados le habían dejado bien claro que sería imposible arrebatarle la custodia del niño a una esposa de reputación intachable como la castaña.

Al azabache todavía le hervía la sangre al pensar que ella, que había arruinado su matrimonio con su falta de confianza, hubiera obtenido la tutela del pequeño sin esfuerzo alguno.

Era consciente de que en su situación se había convertido para Matthew en poco más que un visitante ocasional y tenía miedo de que el pequeño se olvidara de él entre visita y visita.

¿Cómo podría un niño tan pequeño recordar a un papa ausente durante un mes?

Y desde luego Hermione no estaría dispuesta a hablarle del padre que ella misma le había privado de tener. Ahora al menos se daría cuenta de que no contaba con la autoridad moral que ella misma se había otorgado.

Aquel prometedor cambio le daba fuerzas para continuar y echar a un lado tan inquietantes pensamientos.

De pronto sintió una satisfacción poco común en los últimos tiempos, aunque no tardó en considerar la posibilidad de que Hermione no vislumbraría la noticia de la confesión de Skeeter. Su esposa era una intelectual que dedicaba poca atención a los asuntos de farándula y rara vez leía las revistas sensacionales.

Automáticamente, llamó a su lechuza y le dio instrucciones de mandarle la revista a Hermione acompañada de una carta ofreciéndole sus respetos.

¿Mezquino? No lo creía.

Su orgullo herido lo impulsaba a atraer la atención de la castaña sobre la prueba de su inocencia.

Era consciente de que iba a arruinarle el día.

Hermione estaba acostumbrada a vivir una existencia objetiva e intachable, sin duda una mujer con tan gran sentido de la justicia como ella se sentiría herida con facilidad al ver pruebas concretas como esas de su equivocación.

Era de esas personas que se la pasaba haciendo itinerarios, para afirmar que casi todo lo que hacía era correcto y sin duda se atormentaría cuando se viera obligada a enfrentarse a la evidencia que demostraba que había juzgado mal a su marido

Quizá la justicia natural estuviera por fin de parte de Viktor, pero nada podría compensarle el sufrimiento.

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—Crookshanks, haz el favor de salir... —le suplicó Hermione al gato peludo que se escondía bajo el aparador.

Crookshanks, cuyo nombre había escogido ella misma, permaneció inmóvil.

Le habían negado la oportunidad de hincar las garras en la pierna del maestro de obras y, por tanto, le habían impedido cumplir con su deber de proteger a su dueña de un intruso. Se suponía que los gatos no se enfurruñaban, pero Crookshanks solía enrabietarse como un niño cuando se veía privado del placer de echar a los hombres de la casa.

Matthew soltó una risotada y se dispuso a gatear bajo el mueble en busca de su compañero de juegos. Pero la castaña se lo impidió, y aquellos enormes ojos ocres se abrieron de par en par para luego comenzar contraer el ceño notablemente.

—No— le dijo tranquila pero tajantemente, siempre era bastante recta en cuanto a la crianza de su hijo, no quería pasar por las mismas humillaciones que otras mujeres sufrían, por no poder controlar los ataques de genios de sus hijos.

«No» Matthew miro con pesadez la mujer de cetrina piel y rizados cabellos caramelos, esa parecía ser siempre la palabra favorita de su madre cuando él quería hacer algo arriesgado, y parecía que a todos les gustaba decírsela; a su padre a Astoria, su niñera.

Cuando su mama intento cargarlo, se quiso soltar molesto ¡Nunca lo dejaban hacer nada!

Con apenas su metro sesenta de delgada estatura, Hermione se limitó a dejar al pequeño en el parquecito, pues ya había comprobado más de una vez lo difícil que resultaba mimarlo por negarle algo, cuando el mal genio se apoderaba de él, se cerraba poniéndose bastante arisco y no le gustaba que lo tocaran.

Después del día en que se le cayó de los brazos, había decidido que en esas situaciones lo mejor era soltarlo.

—¡Este niño está muy malcriado! —le había dicho Ron en aquella ocasión, y lo había hecho con tan evidente desagrado, que la tierna y maternal castaña se había sentido herida.

—Exigente el pequeñajo, ¿no? —había comentado con desaprobación Ian Lazlo, su amigo y compañero del departamento de ejecución de leyes mágicas—. ¿No has pensado en enseñarle una poco de disciplina más dura? —

—Tienes que ser más severa con él —le había recomendado Astoria después de que Hermione insistiera en que le explicara por qué el niño no se comportaba de ese modo, solo con ella—. Matthew puede llegar a ser muy obstinado. —

¿Pero que tan severa querían que fuera?, ¿qué tipo de disciplina esperaban? ¡¿Qué le pegara?! Ni loca, su hijo era tan solo un bebe y jamás practicaría ese método tan salvaje de crianza.

La castaña se quedó de pie junto al parque. Una distracción a tiempo, que no implicara tocarlo, podía hacer maravillas para cortar sus rabietas. Y así fue, el pequeño se quedó a medias en facciones encrespadas para echarse a reír sorprendido ante los peculiares y ocurrentes conjuros de su madre.

Hermione lo levantó en brazos y lo estrechó con fuerza mientras parpadeaba para eliminar las lágrimas de sus ojos.

Todo el amor desesperado que había sentido una vez por Viktor había sido transferido a su hijo. Estaba convencida de que sin Matthew se habría vuelto vacía por el dolor tras el fin de su matrimonio.

Las necesidades del niño la habían obligado a enfrentarse a la dura realidad y a inventar una nueva vida para los dos. Pero el sufrimiento que le había provocado la traición de su marido seguía clavado dentro de ella y tenía que vivir con este día tras día.

Siempre había sentido las cosas de un modo muy hondo y ya de niña había tenido que aprender a ocultar la intensidad de sus emociones tras una aparente tranquilidad. De otro modo hacía que los demás se sintieran incómodos.

El ruido de un auto descendiendo a la casa por el camino de grava anunció el regreso de Ronald

Crookshanks asomó la cabeza por debajo del aparador, dio un solo gruñido mirando con exacerbación a la puerta y volvió a esconderse. Un segundo después, se abrió la puerta para dar paso al alto y pelirrojo que habría resultado bastante guapo de no ser por la dureza de sus ojos azules y por su mandíbula apretada en un gesto de descontento.

Indiferente a la entrada de su tío postizo, seguramente porque Ron jamás le prestaba atención, si no era para quejarse de su inmaduro comportamiento, Matthew bostezó y dejó caer la cabeza sobre el pecho de su madre.

—¿No debería estar echándose la siesta? —preguntó Ron irritado al ver al pequeño.

—Estaba a punto de subirlo a su dormitorio —la castaña subió las escaleras preguntándose si el mal humor de su amigo habría sido ocasionado por otro disgusto profesional, lo que le recordó que ella misma tampoco se encontraba en una buena situación económica.

Habría sido cruel sermonear al pelirrojo, sabiendo que él tenía que luchar con fuerza para sobrevivir sin champán, caviar todo ese tipo de lujos, pues al pelirrojo le gustaba darse gustos que nunca había podido tener por sus rústicos orígenes.

Sin embargo, por otro lado, Hermione se sentía culpable porque era consciente de que su negativa a aceptar ningún apoyo económico de Viktor más que el estrictamente esencial para mantener al niño era la razón principal de sus números rojos.

Había puesto su orgullo por encima de sus necesidades económicas y ahora estaba pagando las consecuencias.

Al menos la casa en la que vivía era pequeña y barata de mantener. Por supuesto, Ron era de la opinión de que parecía una casa de muñecas; pero en los oscuros días que había pasado sola, a punto de dar a luz y luchando por soportar la vida sin Viktor, aquella pequeña casa se había convertido en una especie de refugio.

Además, estaba situada en una bonita zona de campo cercana al ministerio, en cuyo departamento de ejecución de leyes mágicas trabajaba tres días a la semana como tutora en la sección de constituciones judiciales. Con sus dos dormitorios, tenía el tamaño perfecto para una madre y su único hijo; pero se quedaba algo corta cuando surgía la necesidad de alojar a otro adulto.

No obstante, Hermione estaba encantada de tener allí a uno de sus mejore amigos—pues Harry hacia un tiempo había sido trasladado a New York— y sólo esperaba que tuviera en cuenta la posibilidad de buscarse un lugar más amplio en un futuro cercano.

Pero quién habría pensado que el negocio de sus hermanos, donde él trabajaba como director acabaría teniendo que cerrar. Su pobre amigo lo había perdido todo: su moderno apartamento en la zona cara de la ciudad, su automóvil deportivo...

Por no hablar de la mayoría de sus sofisticados, aunque volubles, amigos.

—¡Ni te molestes en preguntarme qué tal me ha ido la entrevista! —advirtió el pelirrojo cuando la castaña volvió de acostar al pequeño—. Esa vieja prácticamente me ha acusado de mentir en el currículo. Pero yo ya le he dicho lo que podía hacer con su asqueroso empleo. —

—Vamos —trató de decir Hermione algo desconcertada—... Seguro que no te acusó de mentir. —

—No ha hecho falta... ha empezado a preguntarme cosas en francés y yo no sabía qué demonios me estaba diciendo —narró Ron furibundo—. Yo sólo había puesto que tenía conocimientos de francés, ya sabes por ti y Fleur ¡no que fuera bilingüe! —

Aunque no tenía la menor idea de que su mejor amigo hubiera estudiado francés en su vida, intentó calmarla con palabras de consuelo y comprensión.

Pero Ronald no apreció tal intento.

—¡La culpa de que me hayan humillado así, la tienes tú! —

— ¿Yo? —preguntó desconcertada.

—Todavía estás casada con un hombre increíblemente rico y sin embargo nosotros nos morimos de hambre —explicó con tremenda amargura—. Siempre estás quejándote del poco dinero que tienes y haciendo que me sienta culpable... Estoy buscando trabajos que están muy por debajo de mi nivel, mientras que tú te pasas el día sentada en casa cómodamente mimando a Matthew como si fuera un príncipe. —

Hermione estaba horrorizada por el profundo resentimiento que estaba mostrando Weasley y se sentía un poco responsable, el pelirrojo había estaba apoyándola, continuamente, con todo como si sus problemas fueran suyos también, eso era algo que siempre lo iba a escudar a sus ojos. —Ron yo…—

—Siempre has sido muy rara, Hermione. ¡Echa un vistazo a tu vida! —continuó diciendo con igual desprecio—. Vives aquí en mitad de la nada, con un gato feo y perverso y tu "precioso" hijo. Y jamás haces nada ni vas a ningún sitio que merezca la pena. Tienes un trabajo aburrido, una vida aburrida, siempre has sido la persona más aburrida que conozco. ¡No me extraña que Krum tuviera una aventura con aquella morena tan sexy! ¡Lo que es un misterio es que alguna vez se casara con alguien tan insignificante como tú! —

Hermione observó consternada el final de tan terrible diatriba y la salida explosiva de su amigo.

Enseguida se apresuró a almacenar todas aquellas palabras en el subconsciente mientras acariciaba a Crookshanks, que se había echado a temblar por efecto de unos gritos a los que no estaba acostumbrado.

En otra ocasión le habría refutado a Ronald sus ataques ofensivos, pero ahora siendo una mujer más madura, trató de recordarse que Ron estaba pasando un mal momento que habría sacado de sus casillas a cualquiera. Nadie sabía mejor que ella lo duro que era construir una nueva vida sobre las cenizas de la pérdida y la destrucción.

Y recitaba especialmente difícil para el pelirrojo, que le había costado tanto llegar a conseguir con el trabajo duro sus lujos, se había acostumbrado rápidamente a unos privilegios que nunca había disfrutado, sin preguntarse cómo.

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Sin embargo, Hermione había tenido una vida afortunada, había nacido en el seno de un matrimonio muggle, que eran dentistas. Convenientemente los Granger eran una pareja que durante años habían deseado tener un hijo sin éxito alguno, hasta que nació ella. Sus padres siempre habían sido unos padres fantásticos, justos y cariñosos. Hasta el día de su muerte en un accidente, cuando cumplió diecinueve.

Y pese a eso nunca logro sentirse en zona de confort en el mundo donde vivía, gracias al "don" de la magia que tenía. Gracias a esto se había convertido en un ratón de biblioteca desde el momento en el que había aprendido a leer; y sólo se había sentido segura de sí misma en el mundo académico, donde su inteligencia siempre había sido recompensada con notas inmejorables.

Sus padres quienes eran bastante escépticas, la aceptaron y apoyaron cuando su carta de Hogwarts llego, retirándola del colegio en donde estaba estudiando.

Pero cuando llego aquel internado en Escocia, las cosas no fueron como ella esperaba, ahí también las personas, fuera de los profesores, se preocupaban por frivolidades y no por la intelectualidad de una persona. Haciendo que Hermione de nuevo se sintiera un poco excluida.

Sin embargo, los logros conseguidos en ese terreno no habían hecho más que incomodar a sus amigos y demás familiares, que encontraban anormal que una joven de su edad estuviese tan interesada en estudiar.

Pero después, cuando sus padres habían muerto, se había hecho muy unida con la familia de Ron y con la de Harry. Y gran parte de todo el sentimiento de ser como un extraterrestre se había apagado gradualmente.

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El estridente sonido de la ventana la sacó de aquel repaso de sus fracasos. Una lechuza negra de ojos verdes le entregó un paquete y se volvió a marchar rápidamente.

—¿Qué es? —le preguntó Ron mientras ella miraba atónita la elegante tarjeta en la que enseguida había distinguido la letra de su marido.

—No lo sé —Hermione frunció el ceño confundida al ver la revista, ya que había dado por sentado que sería un regalo para Matthew.

La confusión se tornó en ira en cuanto reconoció a la vieja ridícula rubia que prometía contar todos sus secretos en la página cinco.

Mientras pasaba las hojas se le iba haciendo un nudo en la garganta y un sudor frío le empapaba las manos.

¿Por qué iba Viktor a ser tan cruel de mandarle un artículo sobre Rita Skeeter?

Siguió buscando la página que le importaba haciendo caso omiso a la insistencia de su amigo para que le dejara ver la revista.

Por fin encontró el titular

«SOY RICA GRACIASALAS MENTIRAS»

Leyó el artículo a doble página sin pestañear siquiera.

Con una increíble falta de vergüenza, Rita confesaba que la historia que había retado sobre de la fugaz aventura de Viktor no había sido más que una efectiva mentira elaborada con el propósito de hacerse famosa y de que la invitaran a las fiestas de sociedad donde fue testigo de todo.

La noche de pasión desenfrenada que la reportera había relatado sólo dos años atrás había sido pura invención.

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Notas finales:

¡Qué tal! ¿les gusto? Después de leer tres mil veces esta novela, me di cuenta que los caracteres de los personajes encajaban bastante, como pueden notar lo hice al mundo mágico, no se hizo muy difícil.

Quiero hacer una adaptación, con dos libros de la autora, pero versión Dranny. Sin embargo, aún no me digno hacerlo.

Si les gusto no se olviden de dejar su Comentario

Un besito a todos.

Hasta la próxima :3