Declaración: Nada de Shingeki no Kyojin es mío y no gano ni un peso liando a sus personajes. Todo pertenece a Hajime Isayama, Wit Studio, Production I.G y vayan a saber los dioses a quién más.

Dedicatoria:El mpreg NO es lo mío, a decir verdad es un género que no me agrada, pero este es un regalo solicitado por la mujer que amo con mi vida: Para ti, Aratziel. Feliz 14 de Febrero ATRASADO (la, la, la).

¿Quién es el padre?

I

Había algo que Hanji no resistía bien y eso eran los misterios. Cualquier hecho inexplicable detonaba inmediatamente en ella una serie de hipótesis y un atento proceso que le permitía probar o descartar la suposición.

Ambos escenarios se convertían en un circuito interminable. Si una hipótesis era descartada daba el puntapié inicial para el nacimiento de otras nuevas. Si una era confirmada, el conocimiento establecido y certero abría la puerta de más interrogantes que llevaban al génesis de más hipótesis y quizás a más descubrimientos.

Era un ciclo de nunca acabar que no la perturbaba de ningún modo. Al contrario, tener lleno el cerebro de operaciones lógicas, de eternas dudas sin respuesta, de hallazgos invaluables, todo en su conjunto le reportaba una satisfacción inexplicable. Su motivación de ser científica era el placer del conocimiento, y lo que la impulsaba cada día era llegar a descubrimientos que cambiasen la historia de la humanidad.

Así funcionaba desde lo más profundo de su ser. Por eso, cuando Eren cayó enfermo, no pudo ponerse triste. Lo que brillaba en sus pupilas era la inmediata necesidad de saber qué había detrás de su malestar, por lo que debió comenzar por el infaltable primer paso, que consistía en reunir toda la información precedente posible.

—¿Es esto necesario, señorita Hanji? —preguntó Eren, avergonzado y espantado ante la idea de tener que desnudarse para ella.

—Por supuesto, tengo que revisar por completo tu cuerpo, Eren.

El fanatismo de su voz provocó que Levi soltase un sonido irritado y se retirara de la habitación, no sin antes decir "no dejes que te diseque, Eren".

—¡No se vayan! —pidió Eren alarmado, en una súplica, pues todo el escuadrón siguió a su líder hacia el exterior.

—Buena suerte —dijo Petra, antes de cerrar la puerta.

—Es mejor que estemos solos, así podré revisar cada órgano con detención.

Eren dejó ir un sonido de terror.

—Sea buena conmigo, por favor —suplicó—. ¿No va a disecarme, verdad?

—Por supuesto que no, yo nunca te haría daño. Eres una muestra importante para la humanidad.

Eren cerró los ojos, derrotado y se dejó hacer. Su deseo no era ser una "muestra" de laboratorio, sino un miembro respetado de la Legión. Aún estaba muy lejos de conseguir ese objetivo, especialmente si seguía llamando la atención así sobre su condición de titán, en vez de sus habilidades en batalla.

—Dime si duele cuando presiono.

Ante el asentimiento del chico, ella comenzó a realizarle preguntas mientras hundía sus manos en su abdomen, en distintos puntos, para palpar los órganos, arterias y detectar el punto de inflamación que explicara el dolor que el chico decía sentir.

—¿Cuáles han sido tus síntomas, Eren? Dímelos desde el principio.

—Bueno, no estoy seguro.

—Explícame. Es importante que recuerdes todo en orden.

—Bien —aceptó y la expresión de él se transformó en una que hacía esfuerzos por recordar—. Al principio me sentía extraño. No tenía ningún dolor, pero me sentía diferente.

—Necesito que seas más preciso. ¿Diferente como al tener fiebre?

—Me sentía… —titubeó— como en el inicio de un resfriado o después de un día agotador, aunque no hubiese hecho gran esfuerzo.

—Es decir, ¿sentías el cuerpo cansado y distinto sin motivo?

Eren asintió.

—¿Y luego?

—Pasé de no tener energía a no querer moverme para nada. El sólo levantarme de la cama me parecía agotador.

Hanji afirmó varias veces con la cabeza, animándolo a decir más y palpó el apéndice.

—Luego comenzaron las náuseas. Sentía ganas de vomitar todo el tiempo hasta que comencé a devolver el contenido de mi estómago cada dos por tres. Ni siquiera puedo ver comida frente a mí. Creo que eso es todo, luego empezó el dolor. ¡Auch!

—¿Te duele aquí?

—Sí, un poco.

—De hecho, tienes el vientre muy inflamado. Hasta ahora, es todo lo que he podido advertir tocándote.

—¿Entonces no sabe qué me sucede? ¿Será que mi cuerpo no resiste más la transformación a titán?

Ella meditó sobre esa posibilidad.

—¿Te sientes mal luego de volver a tu forma original?

—No más de lo usual. Me siento agotado, pero eso ha sido siempre así.

Hanji repasó mentalmente los datos recopilados. La verdad es que no decían mucho, tenía que ahondar más.

—Por el momento, tomaré un poco de tu sangre y orina. Necesito ver qué pueden decirnos esas muestras.

Eren cabeceó a sus palabras desganado y obedeció ante la indicación de orinar en un recipiente de vidrio. Enseguida ella le pinchó la vena cefálica y extrajo una gran cantidad de sangre que le alcanzaría para realizar varios estudios. Al terminar y con ambos recipientes en las manos, se dirigió a la puerta, pero antes de salir recordó que no había hecho otra pregunta necesaria:

—¿Cómo ha estado tu deseo sexual, Eren?

—¿¡Qué!? —Eren la miró sorprendido.

—¿Has tenido las ganas habituales de masturbarte o tener sexo? —interrogó y mantuvo una mirada seria sobre él.

—De… lo primero, no más de lo usual. Y no hay nadie con quien tenga sexo, así que no…

—¡Ahhhh! —gritó Hanji de pronto y comenzó a correr por el pasillo—, ¡está saliendo humo de las muestras!

II

Hanji tenía varias enfermedades en mente capaces de producir los síntomas que Eren manifestaba, pero por supuesto, se trataba de afecciones típicas de un ser humano normal. No podía olvidar que la condición especial del chico como titán la podría llevar a descubrir algo totalmente desconocido.

Lo primero que destacó en la muestra de orina fue el olor y el color. Ambos estaban por completo alterados. La orina de Eren tenía un fuerte aroma dulce, lo que era anormal si se consideraba que en una persona saludable nunca tenía un olor fuerte o definido. Sin embargo, aunque se trataba de un factor inexplicable, no era la peor situación, ya que de haber tenido un olor fétido estaría frente a la presencia de bacterias, como las responsables de las infecciones de las vías urinarias. O si la orina hubiese olido a moho, lo que era tan típico en fallas hepáticas y ciertos trastornos metabólicos de consideración. En otras palabras, no estaban en el peor de los escenarios.

En cuanto al color, la orina presentaba un fuerte tono brillante anaranjado. Ese tono podía deberse a razones tan elementales como el agua que consumía o algún alimento que estuviese contribuyendo. Si Eren fuese una mujer, hasta se habría planteado la hipótesis de un embarazo, ya que el naranja era el tono típico de una mujer preñada.

Respecto a la sangre, no podía sacar en limpio ninguna conclusión debido a que al retirarla de su cuerpo, esta se evaporaba al instante, mucho más rápido que la misma orina. Tanto en color como en viscosidad no presentaba nada extraño, pero no le daba el suficiente tiempo para someterla a los procedimientos necesarios que podrían iluminar su camino. Eso pasó las tres veces en que lo intentó, por lo que acabó por aceptar que tendría que llegar a la verdad por otros medios. Estaba meditando sobre cuáles, cuando alguien tocó a la puerta.

—¡Adelante! —gritó.

—Permiso, señorita Hanji.

—Oh, Eren —se alegró de verlo—, ¿qué te trae por acá?

—Pensé que quizás le interesaría saber que… —La voz de Eren disminuyó hasta apagarse y su rostro dejó traslucir preocupación.

—Oh, dime, dime —apuró ansiosa por más pistas—. ¿Qué es? ¿Qué sucede?

—Sí, bueno. Desde temprano he estado orinando con sangre, pensé que era cosa de una vez y no me alarmé, pero recién hace poco volvió a suceder.

—Oh, ya veo —dijo interesada—, ¿eso es todo?

—No, al notarlo en la mañana, vomité con todas mis fuerzas. De hecho, creo que estoy deshidratado, aunque he bebido mucho más líquido de lo normal. Además el dolor ha subido de intensidad.

Hanji se acercó y le tocó los labios. Estaban muy secos.

—La deshidratación es normal en alguien que vomita todo el día como tú —informó.

—No es todo el día, Mayor. Solo en las mañanas —puntualizó Eren—. El resto del día no siento ninguna otra molestia, excepto por las náuseas.

—Vaya, Eren, a cada instante me suenas más como una mujer embarazada —comentó riendo ante la idea—. Lo único te falta decirme es que te mareas levemente cuando te asaltan las náuseas.

—De hecho… —se sorprendió él y calló de inmediato. Hanji no lo dejó pasar y preguntó:

—¿Te mareas cuándo sientes esas náuseas?

Eren asintió. En ese momento algo se sacudió en el cerebro de Hanji: la consideración de lo imposible.

—Dime, lo que provocó tu vomito en la mañana, ¿fue el ver o el oler tu orina?

—Fue el olor —replicó Eren luego de pensarlo por un momento—. Olía a metal, me dio asco de inmediato.

—¿Lo mismo te sucede con las comidas? —indagó— ¿Te repugna el olor?

—Ahora que lo dice, sí, eso es lo que me parece insoportable. Todo huele más fuerte de lo normal. ¿Eso es otro síntoma?

Hanji se quedó en silencio. Su mente corría a toda velocidad cubriendo todas las opciones que no había considerado. No por imposibles, sino porque los indicios y la información recabada no lo sugerían, pero…

—Eren, me dijiste que no has tenido sexo con nadie, ¿verdad?

—Sí, así es —el sonrojo fue automático—. ¿Por qué? ¿Esto tendría alguna explicación si yo lo hubiese hecho?

—Puede —respondió—, por eso es importante que me digas todo y no me mientas.

Eren asintió y Hanji suspiró al ver que su amenaza no tenía efecto.

—Necesito hacer otras pruebas —dijo—. Ven conmigo.

Y procedió a explicárselas mientras lo arrastraba hacia la habitación del propio Eren.

—¿De verdad tengo que dormir con un diente de ajo bajo la almohada?

—Así es. Vamos, vamos, acomódate y duérmete —urgió.

—¿¡Se quedará aquí!? —se sobresaltó Eren.

—¡Por supuesto! —replicó con energía— Debo medir tu presión cada dos horas.

Eren clavó la nuca en la almohada soltando un sonido de impotencia.

—No creo poder dormir con usted tocándome cada dos horas.

—Debo hacerlo por tres días para tener una base concluyente, así que será mejor que te acostumbres.

—¿¡Es en serio!?

—¿Quieres saber qué tienes o no, Eren?

—Sí, pero…

—Entonces necesito que te duermas ahora mismo. Recuerda que si te topas con algo de lo que no tienes idea, solo debes dejarlo en mis manos para descubrirlo.

III

Al amanecer del tercer día, Hanji casi no podía esperar a que Eren despertara y le diera la respuesta que tanto deseaba. Sentía que era todo lo que le faltaba para construir una hipótesis sólida.

—Mmff —se quejó Eren, abriendo los ojos, no tardó en dirigir su mirada hacia ella—. Buenos días —saludó, todavía somnoliento.

—Oh, dime, dime.

Él, que ya sabía qué le estaba pidiendo, se sentó en la cama y asintió.

—Desperté con el mismo sabor a ajo en la boca. De hecho, creo que podía olerlo entre sueños y... —El chico se interrumpió de golpe y Hanji lo vio correr hacia un balde donde comenzó a vomitar por largos minutos—. Mayor, no creo que pueda aguantar más ese olor bajo mi almohada.

Hanji no reprimió una sonrisa divertida y procedió a medir su temperatura. Cuando descubrió que todo era como lo esperaba, comenzó a reír, tan fuerte que se dobló hacia adelante y debió sujetarse el estómago.

—¿Señorita Hanji? —se preocupó Eren— ¿Qué sucede?

—Eren —dijo, limpiándose las lágrimas que le habían saltado en los ojos—, ¿por qué me mentiste?

—¿A qué se refiere?

—Tú sí has tenido sexo recientemente.

Eren abrió la boca y la cerró. Enseguida negó con la cabeza.

—No, yo…

—Eren —presionó.

Entonces él esquivó su mirada y cerró los ojos. Estaba rojo, muy rojo mientras preguntaba:

—¿Esto tiene que ver con lo que me sucede?

—Tiene todo que ver —afirmó Hanji—. Dime la verdad.

—Sí —reconoció Eren con pesar—, yo he…

—¡Lo sabía! —celebró ella en un grito de júbilo. Entonces estalló en carcajadas otra vez y no pudo resistir más el gritar su fascinante descubrimiento—: Eren, ¡tú estás embarazado!

—¿Qué? —Él parpadeó sin comprender.

—Sí, sí, mírate el abdomen —le indicó—, te ha crecido, ¿no te has dado cuenta?

—Sí, lo he notado, pero —Eren se interrumpió y sonrió asustado— eso no significa, es decir, no es posible que yo pueda… No, de verdad es imposible.

—¿Por qué no es posible? —repitió extrañada.

—Porque soy un hombre, por supuesto —afirmó Eren, señalándose a sí mismo. Hanji sabía exactamente qué contestar:

—Y si yo te hubiese dicho hace algunos meses que podías convertirte en titán, ¿me habrías dicho que es posible?

Eren palideció.

—¿Habla en serio, verdad?

Hanji asintió y estiró la mano para apoyarla en su vientre.

—Oh, dime, dime, ¿has sentido cómo se mueve?

Él abrió los ojos, enormemente verdes. Ella comprendió de inmediato que sí le había sucedido.

—Pensé… —titubeó— pensé que era el dolor el que me hacía percibir eso. Por favor, dígame que es una broma.

—No lo es, Eren —dijo Hanji sonriendo—, por ello necesito saber con quién has tenido sexo para realizarle pruebas. También necesito saber cada cuánto lo hacen y cuándo fue la primera vez. Y la última.

Eren negó.

—¡No puedo aceptar lo que me dice! —gritó—. Debe ser otra cosa. Por favor, Mayor, hágame más pruebas.

IV

Para cuando Hanji terminó de explicarle todas las evidencias que sustentaban la hipótesis de su embarazo, Eren no había resistido el impulso de llorar. Se sentía tan desgraciado.

—Y yo que pensé que no podía ser un monstruo peor de lo que ya era —se lamentó con la voz temblorosa. No lograba entender qué había hecho para merecerlo. Desde niño, lo único que quería era ser un soldado normal, útil en la batalla fuera de los muros. El haber dejado de ser un simple muchacho, sin haberlo pedido, y su capacidad de convertirse en titán, al menos no lo habían alejado tanto de sus planes. Al contrario, lo había asumido como un costo justo a pagar por obtener esa fuerza necesaria para liberar a la humanidad y tener la oportunidad de dejar de vivir como ganado. ¿Pero esto? El curso que estaba tomando su vida lo llenaba de rabia e impotencia.

—Vamos, Eren. Ser un titán es algo maravilloso —consoló—. No sabes lo que yo daría por…

—¡No lo es! —exclamó él interrumpiéndola— No lo es. No como usted lo piensa. Sé que le parece genial mi transformación y yo al igual que todos le veo la utilidad para la batalla, pero eso ha sido a costa de mi humanidad. No soy un ser humano y con esto que usted ha descubierto ni siquiera sé si soy más hombre que titán o al revés. Soy…

—…un misterio de la naturaleza —completó Hanji y le dio dos palmadas en el hombro—. Descuida, yo descubriré todo lo que eres. Puedes confiar en mí, pero por ahora necesitas cuidarte. Hay otro ser dentro de ti que merece tu consideración.

El pobre chico comenzó a sacudirse en sollozos mientras mantenía ambos puños apretados, golpeando una y otra vez cada lado de la cama. Ella por primera vez en su vida fue paciente para recolectar el resto de información que necesitaba. Estaba tan exaltada por la grandeza de su hallazgo que estaba un poco atontada de tanta emoción.

—Eren —dijo cuando él por fin se calmó—, como te dije, necesito saber con quién lo hiciste.

—No puedo —cortó Eren—, no puedo decirle con quién.

—¡Eren! —se indignó—. Es necesario.

—Me mataría.

Por más que insistió, Hanji no fue capaz de sacarle el nombre.

—Está bien —cedió de mala gana—, ¿puedes al menos decirme si es hombre o mujer?

Eren volvió a desviar la mirada y dijo con terquedad:

—Prefiero no decir nada al respecto.

Hanji se puso seria:

—Creo que no comprendes que todo es importante para saber cómo lidiaremos con esto.

Mantuvo su mirada intensa sobre él.

—Hombre —respondió Eren por fin, en voz baja.

—Ya veo —dijo—, supongo que era más probable a que fuese una mujer.

—¿Por qué? —Él elevó el tono en su pregunta. Parecía ofendido.

—Oh, no lo digo por ti —rió Hanji—, me refiero a tu condición de titán y de ser humano al mismo tiempo. Pero no te preocupes, ya te explicaré todo con más detalles luego de que descanses. Luces demacrado y en tu estado debes hacer reposo absoluto.

Eren volvió su mirada hacia ella. Se podía leer claramente la disconformidad en sus ojos cuando preguntó:

—¿No podré salir al exterior?

—No, de hecho, también deberás orinar aquí en la cama, lo que no será un problema considerando que se evapora —comenzó a reír, pero Eren no pareció divertido ante la idea—. Descuida, es una broma. No podrías soportar el olor en las mantas. Te conseguiré algo para hacerlo.

Eren asintió ausente, parecía completamente concentrado en sus pensamiento. Hanji aprovechó la situación para obtener más detalles:

—No me has dicho cuándo fue la primera vez en que tuviste sexo con él —comentó, sin expresarlo como una pregunta directa—. Quien quiera que sea.

—Al llegar a este castillo —fue la respuesta que obtuvo. Eren sonaba a la defensiva, así que volvió a las preguntas directas. Sin duda el chico era fuerte, incluso en los peores momentos.

—¿Desde el primer día? —cuestionó.

—No.

—¿Desde cuándo? —insistió— Necesito que sea lo más específico que puedas.

Eren todavía lucía renuente, de la misma forma dijo:

—El día en que me transformé al coger la cuchara.

Hanji aceptó su respuesta con un gesto interesado.

—¿Justo antes? ¿Después?

El chico cerró los ojos y se demoró un poco en contestar:

—Después, en la noche —precisó.

—Ya veo —aceptó con voz suave para evitar que Eren pensara que lo estaba juzgando. No quería que se pusiera a la defensiva otra vez—, ¿y la segunda ocasión? Necesito que me señales cada una. Cualquiera de ellas puede haber sido el instante en que se originó esto.

—Fue solo una vez —dijo Eren, bajando la mirada. Otra había adquirido un fuerte color rojo.

—Oh, genial, genial, es bueno que no tengamos dudas del momento de la concepción —se alegró y olvidando por completo lo sutil que estaba intentando ser, dijo—: ¿Y una vez? Vaya que sí será una sorpresa para el otro implicado.

Eren abrió los ojos espantado. Fue obvio para ella que acababa de darse cuenta de ese detalle.

—¡Por favor, Mayor! No le cuente a nadie sobre esto —suplicó Eren con desesperación.

Hanji suspiró.

—Por ahora no lo reportaré —accedió, más por sus ganas de investigar tranquila que por la petición del chico—. Pero no será algo que podrá durar en el tiempo. Tu abdomen crecerá. Se hará notar.

—Aún así, no quiero que lo sepa —Eren se refería a aquel otro sujeto y Hanji así lo comprendió—. Intentaré esconderlo. Ni siquiera puedo imaginar todavía qué significa esto de un embarazo, menos cómo reaccionaría él. Por favor.

—Está bien, te daré tiempo para que te acostumbres y se lo digas por ti mismo —dijo y luego de meditar las palabras de Eren, atacó—. ¿Entonces es Levi?

—¡No!

—¿Gunta?

—¡No! —volvió a repetir Eren con indignación.

—¿Erd? Porque no me imagino que Auruo sea tu tipo.

—Mayor, no se lo diré, no intente entresacármelo, por favor.

—Está bien, Eren —aceptó con resignación—. Me retiraré, me has dado bastante información. Por ahora.

—¿Qué más le hace falta? —se indignó Eren— Ya sabe la respuesta, ¿no? Estoy preñado como una perra o una vaca o lo que sea.

—Sí, pero tarde o temprano tendrás que decirme quién es el padre. El otro —puntualizó—. Porque también necesito pruebas suyas, si esto no lo hiciste solo, Eren.

Él negó con la cabeza y se tapó con las mantas hasta la cabeza.

—No puedo creer todo esto —se quebró Eren otra vez.

Sonaba asustado y sobrepasado. Hanji estimó que ese estado pasaría rápido, tal como había superado pronto la novedad de transformarse a titán. No tenía que preocuparse por él. Eren era un chico resistente y adaptable.

V

Con el pasar de los días, fue haciéndose cada más notorio que el vientre de Eren crecía. Si sus cálculos no fallaban, el chico había tenido su primera y única relación sexual con el sujeto desconocido el décimo quinto día desde que habían llegado al castillo, ya que ese día sucedió el evento de la cuchara. Eso había sido hace 28 días atrás. En otras palabras, Eren tenía cuatro semanas de gestación y el vientre lo tenía abultado de forma similar a una mujer en estado de cuatro meses. Los malabares del chico para esconderlo al ser visitado en su habitación no iban a durar mucho tiempo y era obvio que jamás se iba a llenar del valor suficiente para contárselo al otro implicado. Ya no podía esperar más, tenía que informar pronto lo descubierto o tendría problemas con Erwin.

Ahora que lo pensaba, la situación no haría nada feliz al Comandante. La Legión había arribado al antiguo cuartel bajo el presupuesto de estar 30 días en el castillo antes de salir a la misión secreta en que tanto había trabajado el mismo Erwin y Levi. Esto cambiaría todos sus planes.

Cuando llegó al comedor, todo el escuadrón de este último estaba sentado allí, con él a la cabeza.

—¿Cómo está? —cuestionó Levi nada más le vio sentarse en la mesa— ¿Cuándo podremos partir?

—Eren no está en condiciones de transformarse —replicó—. Sería muy peligroso exponerlo en este estado. La misión tendrá que esperar.

—Así que tendremos que seguir retrasando la partida —dijo Levi con voz molesta—. Justo ahora que es imperioso realizarla.

—Pero Capitán —intervino Petra—, no es culpa de Eren haberse enfermado tanto.

La conversación de todos continuó girando sobre ese punto. En tanto Hanji se había concentrado en sus pensamientos. Desde que había descubierto el estado de Eren, moría por saber dos cosas: por qué estaba embarazado y quién estaba involucrado. Lo único que había podido sacarle fue que se trataba de un hombre, aunque no estaba del todo inclinada a confiar en su palabra. Ya le había mentido en una ocasión, ¿acaso no podría haberlo hecho de nuevo?

¿Sería posible que él se hubiese embarazado de una mujer? Si lo pensaba, no era del todo descabellado, pero luego de recordar que él mostraba franco miedo al hablar de esa persona, terminó por creerle. No había ninguna mujer tan intimidante en la Legión y además, a eso se sumaba el hecho de que Eren no parecía sentirse atraído por ellas. Eso lo había establecido observando atentamente la forma de ser de su objeto de estudio. El pobre chico ni siquiera se había dado cuenta de que Mikasa no le veía como un hermano.

Antes, nada más conocerle, lo había achacado a que parecía muy concentrado en su deber y en hacer algo útil con el descubrimiento de su naturaleza de titán. Sí, no era probable que fuese una mujer, pero cada vez que le presionaba para que ahondara en su confesión, Eren continuaba diciendo que no diría más al respecto.

La única certeza que sacó de esos fallidos intentos fue el miedo. Eren estaba asustado, casi como si lo hubiesen amenazado para no revelar la intimidad que había tenido con el enigmático sujeto.

—"Me mataría" —había dicho Eren.

Sí, podía asegurar que no se trataba de una mujer y para empezar podía descartar a todos los hombres sin poder o capacidad de intimidación. De inmediato manejó tres potenciales sospechosos: Mike, Levi e Erwin.

El primero era intimidante por ser un hombre callado y que no era fácil de comprender, especialmente si se tenía en cuenta su costumbre de oler a la gente. Era un miembro muy poderoso de la tropa, lo suficiente para ser considerado por lo menos el segundo más fuerte de la Legión. Por su excentricidad no podía imaginarlo teniendo relaciones de ningún tipo con alguien, pero por su capacidad de asustar e inquietar a Eren cada vez que se le acercaba, no podía descartarlo. El chico parecía no saber dónde meterse con la nariz del rubio tan pegada a él.

El segundo sospechoso, Levi, era un tipo de franco mal carácter. De plano tampoco podía imaginarlo intimando con nadie, menos con un niño como Eren. Todavía menos si consideraba su trastorno de obsesivo por la limpieza, de hecho, dudaba que fuera capaz de tocar a otro ser humano sin sus guantes. Solo lo conservaba en la lista porque con su carácter solía sobresaltar a Eren cada vez que se dirigía a él. Hasta entonces había pensado que el chico aún no superaba el recuerdo de la golpiza en el juicio, a pesar de que había dicho expresamente que no se lo tenía en cuenta. De todos modos, saltaba a la vista que le parecía intimidante.

El tercer sospechoso, Erwin, era un fanático del trabajo que jamás se detenía. Ni siquiera durante las comidas. Era fácil afirmar que no tenía tiempo para una relación con nadie, ni siquiera si se trataba de sexo esporádico. Pero por su carácter fuerte y posición de poder en la Legión también podía resultar intimidante. Al menos Eren se ponía muy derecho en su presencia.

Sí, por el momento ellos tres eran sus sospechosos, pero ¿de qué forma podría confirmarlo?

La entrada de Eren, envuelto en una manta, acompañado de Mike la distrajo de sus cavilaciones.

Ese idiota, ¿cómo se le ocurría salir del reposo que le había recomendado?

VI

—No me siga gritando, por favor —suplicó Eren—. Ya no podía soportar estar recostado por más tiempo —se excusó.

—¡Pero en tu condición no puedes estar dando paseos! —se indignó Hanji— ¿Qué esperas lograr?

—¡Mayor! —Eren le gritó como si hubiese dicho demasiado.

—¿Condición? ¿En qué condición está Eren? —preguntó Petra— ¿Ya saben qué le sucede?

—No, la señorita Hanji se refiere a mi condición de enfermo —explicó Eren y como para que no fuese muy obvio, pidió—: ¿Alguien podría darme una taza de algo caliente? Me muero de sed.

—¡Eren! —dijo ella indignada elevando la voz cuando el chico, ignorándola, se puso a conversar con los demás y una taza de té fue puesta frente a él. Seguía sin estar de acuerdo con su presencia allí.

—Mayor, le prometo que me bebo esto y me retiro a mi habitación —afirmó Eren, conciliador.

Hanji soltó un sonido de frustración. Odiaba que le desobedecieran. Además, el embarazo de Eren era tan falto de precedentes que debía ser tratado con delicadeza. Era imposible saber qué podría afectar al feto en gestación.

La sorpresiva aparición de Erwin fue lo que en definitiva trajo el misterio de regreso. ¿Con quién diablos se había acostado Eren? La presencia de sus tres posibles culpables era un evento que no podía dejar pasar por alto, al instante se le ocurrió aprovechar la situación para averiguar quién era el otro implicado. Comenzó a observar la dinámica de Eren con los tres sospechosos presentes.

Mike, sentado junto a Eren, lo olfateaba una y otra vez, como si no acabase de comprender a qué se debía su aroma. De seguro estaba sorprendido de que el chico no oliera como siempre, pero aun si ese era el caso, lo olía en exceso y no había sonreído después como era usual en él.

Erwin le hacía preguntas de su enfermedad, a las que Eren respondía tieso como una tabla, intentando mentir lo menos posible. Recordó de paso que Erwin mandaba a llamar bastante seguido a Eren a su despacho en los tiempos en que todavía estaba sano y que no dejaba pasar oportunidad de hablar con él cada vez que se lo cruzaba en los pasillos.

Levi era un tema aparte. Eren continuaba sobresaltándose al momento en que él le dirigía la palabra y cuando Eren hablaba con alguien más, Levi nunca le quitaba la mirada de encima, incluso se atrevería a decir que con mayor intensidad de la usual, lo que al principio había achacado a la desconfianza que le producía el chico, ¿pero era eso?

Entonces frente al escuadrón de Levi, mientras todos tomaban una relajante taza de té, se lanzó con una hipótesis, pero expresada como una certeza. Si fallaba, al menos ya podría ir descartando.

—¿Eren, por qué no le has contado a Levi que él te embarazó?

Eren escupió todo el sorbo de té que acababa de tomar y miró aterrado hacia el Capitán.

Fue así de fácil.

—Bingo.

Continuará...

Esta historia consta de seis partes y espero que sea de su agrado. Si no es así, no duden en mandarme de vuelta de una patada a mi categoría de origen (Gundam Wing). Saludos.