UN VERANO DE ENSUEÑO
Disclamer: Todos los personajes que aparecen son creación de L.J Smith, escritora de las novelas, así como de Kevin Williamson y Julie Plec, guionistas de la serie.
Advertencias: Contiene lemon, lenguaje obsceno y ligeros spoilers de la cuarta, quinta y sexta temporada de la serie de Crónicas Vampíricas.
Notas: Este fic es ante todo delena (Damon x Elena) y cuenta mi propia versión del verano que esta pareja vivió en el arco temporal entre el final de la cuarta temporada y el principio de la quinta. Espero que os guste.
CAPÍTULO 1
No podía esperar más tiempo, tenía que hablar con Damon, necesitaba hablar con él después de todo lo sucedido. Se lo encontró contemplando la chimenea, admirando el crepitar de las llamas con el ceño fruncido, parecía frustrado como si las ascuas escondiesen un secreto que no lograba descifrar. Lo observó unos instantes tratando de adivinar lo que le rondaba por la mente pero finalmente se dio por vencida y entró en la habitación a paso lento pero decidido. Quiso llegar a su altura, tocarle el brazo para que supiese que se encontraba allí con él y cuando sus ojos azules se posasen sobre los suyos, le soltaría todo lo que tenía en mente.
Sí, lo tenía todo planeado.
-Quería disculparme-musitó él sin levantar la vista de la chimenea.
-Bien-resopló al ver cómo una vez más, Damon rompía todos sus esquemas mentales.
-Déjame acabar-la interrumpió algo molesto- he dicho que quería, después me he dado cuenta de que no me arrepiento.
Su voz sonaba más grave de lo normal y cayó en la cuenta de que estaba enfadado, muy enfadado. Sin embargo, él no tenía ningún derecho a enfadarse con ella. ¡Por Dios, si lo único que había estado haciendo era preocuparse por su vida! ¡Y el muy insensato pensaba morir antes de tomar la cura! ¡Era ella la que debería estar enfadada, no él!
El pecho de Elena subía y bajaba a gran rapidez de pensar en todas las estupideces que había cometido el pelinegro en el día de hoy. La rabia iba apoderándose de su cuerpo y por más vueltas que le diese para intentar exculparlo de alguna forma como solo ella sabía hacer, no lograba comprender por qué el muy imbécil había preferido la muerte antes que quedarse con ella, a su lado.
-Preferías morir a ser humano…-a cada palabra que decía iba aumentando su tono de voz, recriminándole sus actos, haciéndole ver que ella estaba igual de cabreada- ¿Y pretendes que me parezca bien?
-No tiene que parecerte bien, solo digo que no lo siento-siseó entrecerrando los ojos. ¡Dios, como le molestaba cuando ponía esas caras restándole importancia al asunto, haciendo que todo pareciese una broma!
-¿Sabes que soy en realidad?-preguntó mirándola a los ojos sin esperar respuesta- Un egoísta.
"Egoísta", había oído muchas veces esa palabra salir de su boca. Odiaba cuando él mismo se tachaba de egoísta pues ella no lo veía de esa forma, a pesar de lo que todo el mundo decía y de que él mismo pusiese tanto esfuerzo por demostrar que efectivamente es ese tipo de demonio que aterroriza a la gente. Quiso quejarse y decirle lo que opinaba al respecto de aquel calificativo, pero no la dejó hablar.
-Por tomar decisiones que te han hecho daño-continuó frunciendo cada vez más el cejo a medida que su mandíbula se tensaba- Sí, prefería morir antes que ser humano, preferiría morir ahora que pasarme años contigo y perderte cuando sea un viejo decrepito mientras que tú sigas igual. ¡Preferiría morir ahora mismo que pasar mis últimos años recordando todo lo bueno que tenía y lo feliz que era! ¡Porque yo soy así, Elena…! Y no voy a cambiar... ¡Y no hay disculpas en el mundo que engloben todas las razones por las que no te convengo!
Elena se quedó sin habla tratando de compilar toda la información que había recibido de golpe. Es gracioso ver cómo el destino juega con la gente pues era ella la que se había plantado en la sala dispuesta a contarle una retahíla sobre sus pensamientos y ha resultado ser Damon el que la ha tenido callada mientras le profesaba los secretos más oscuros de su corazón.
Suspiró derrotada, no lograba entender cómo este hombre podía llegar a ser un pilar en su vida, un faro en la inmensa oscuridad que los acechaba a ambos. Sinceramente no lo comprendía, pero ahí estaban los dos, de pie junto a la chimenea, enfadados el uno con el otro porque saben que no pueden soportar su propia existencia sin la presencia del otro.
-Bien, pues yo tampoco me arrepiento…-susurró y vio de reojo cómo sus ojos aguamarina se posaban sobre los suyos interrogándola-No me arrepiento de haberte conocido, no me arrepiento de que haberte conocido me haya obligado a cuestionármelo todo, ni que estando muerta me hayas hecho sentir muy viva.
Damon no apartaba la vista de la chica, no sabía a dónde pretendía llegar a parar contándole todo eso. No hacía más que volverlo loco dándole vueltas al mismo tema una y otra vez. ¿Qué quería? ¿Que se sintiese culpable? Pues no lo haría, de eso nada. Tal y como le ha confesado, quería estar con ella para toda la eternidad si era posible, porque sabe que si no la tiene a su lado, su mundo se desmoronaría en pedazos. ¡Maldita sea! ¡Tan difícil es ver que la quiere!
-Has sido una persona horrible-continuó intentando aclararse la garganta pues las palabras salían a trompicones, ahogándola internamente- has tomado malas decisiones y de las que he tomado yo probablemente esta sea la peor, pero no me arrepiento de estar enamorada de ti.
El mundo pareció detenerse ante Damon, ya no era capaz de oír el titilante ruido de las llamas abriéndose paso por la chimenea intentando alcanzar el techo; ni su propio corazón, que hasta hace unos segundos golpeaba furioso su caja torácica pero que de repente pareció encogerse hasta desaparecer.
No era consciente de cuánto tiempo permaneció ahí de pie observándola cual polilla a la luz, ¿segundos? ¿Minutos? ¿Horas? No tenía ni idea y, sinceramente no le importaba lo más mínimo. No era capaz de retener las palabras que acababan de salir de aquellos aterciopelados labios que lo hacían enloquecer, su mente no se lo permitía.
No, seguramente habría oído mal.
No podía ser a él ¿verdad?
Elena no se estaba refiriendo a él, aunque… no hay nadie más en la habitación… Solamente ellos dos.
-Te quiero a ti, Damon-dijo reafirmando sus sentimientos lo suficientemente alto para que el vampiro saliese de aquel bucle del que su mente le tenía prisionero. Una sonrisa se formó en la comisura de sus labios, ¿quién lo diría, Elena Gilbert enamorada de Damon Salvatore? La idea le resultaba divertida y tierna a la vez pues sabía que así era la realidad. Le quería y ya no tenía ninguna duda al respecto, ni ningún vínculo sobrenatural que confundiese sus sentimientos. A pesar de todos los vaivenes que ha tenido su relación, quería a Damon con toda su alma. Lo elegía a él a sabiendas de que consumiría todo su ser, pero no le importaba un ápice arder en el mismo infierno que Damon pues en el fondo de su corazón, desde siempre, ha sabido que era eso lo que deseaba. Tal y como él le insinuó la primera vez que se vieron.
Esas palabras, solo bastaron esas palabras para que el tiempo volviese a correr para Damon, como si Elena hubiese encendido una luz que él mismo se había asegurado de apagar tantas veces. La odiaba tanto porque por más empeño que ponía para levantar un muro de hielo para que nadie pudiese entrar, solo unas palabras de ella y ya lo estaba tirando abajo. Se odiaba a sí mismo por quererla tanto y no haber sido capaz de cortar por lo sano aquella relación tan tóxica que los iba envenenando lentamente tiempo atrás.
Allí estaba ella poniendo su mundo patas arriba, con las pupilas ligeramente dilatadas, las mejillas coloradas y los labios entreabiertos. Damon no fue consciente de que sus pies se movían solos a una lentitud que lo estaba matando, quería llegar a su posición para fundirse en ella, y cuando estuvo a escasos centímetros de poder rozarla, oyó como volvía a repetir esas palabras que lo desarmaban.
- Te quiero…
Y sin poder resistirlo ni un segundo más la besó. La besó como si no existiese un mañana, como si temiese que, si la dejaba aunque solo sea por un mísero segundo, se esfumaría entre sus brazos como el humo. Enredó su mano en su cabello en un intento desesperado por acercarla más a él si era posible y sonrió al notar como las manos de ella subían por su abdomen hasta acabar en sus mejillas, presionándolas para profundizar el beso. Sus labios se movían a una velocidad vertiginosa por la inquietud de demostrarse el uno al otro cuánto se querían.
La mano libre de Damon fue bajando tortuosamente por la espalda de Elena hasta posarse en su cintura y maldijo internamente el vestido que llevaba puesto. Quería arrancárselo, destrozarlo hasta que no quedasen más que los hilos y hacerla suya en el suelo de la habitación, ahí mismo, junto al calor de la chimenea, haciéndola gritar su nombre hasta que ninguno de los dos pudiese continuar y cayesen desplomados.
No pudo reprimir un ronco gruñido cuando Elena clavó sus uñas en la parte del nacimiento del cabello y las fue deslizando sin piedad hasta sus clavículas, a la vez que arqueaba su espalda para poder notar su cuerpo pegado al de ella. Sonrió al ver que Elena no fue capaz de ahogar un gemido cuando sus caderas se juntaron.
Pese a estar aún vestidos, la chica no pudo evitar temblar ante el contacto con la entrepierna de Damon, haciendo crecer un fuego interior que la iba recorriendo hasta acabar en su parte baja. ¡Dios! Cada vez quería más y más. Estaba convencida de que nunca se iba a saciar, nunca se cansaría de esas manos apoyadas en sus muslos que le iban subiendo el vestido poco a poco, a un ritmo tan lento que la estaba volviendo loca; de esos labios inquietos que la besaban sin parar para respirar; de ese pelo negro en el que tanto le gustaba enterrar sus dedos para acercarlo a ella. Se sentía en el paraíso y estaba dispuesta a probar del fruto prohibido sin importar las consecuencias.
Los suspiros incontrolados de Elena le hacían ver a Damon que pensaba de la misma manera que él y deseaba darle lo que quería, ¡vaya que si lo deseaba! Su mente ya se la imaginaba tumbada en aquella alfombra persa bajo su cuerpo para poder hacerla enloquecer con él. Sin embargo, no podía evitar escuchar los pasos inquietos de los intrusos que tenían como invitados en este día tan…peculiar. Trató de seguir a lo suyo pero reconoció a Alaric rellenándose una copa en la habitación de al lado y a la condenada de Lexi sentada con su hermano parloteando de cualquier cosa que les hiciese obviar lo que pasaba a su alrededor.
La risa de Lexi hizo que Elena volviese a la realidad de golpe. Fue disminuyendo la intensidad con la que besaba a Damon e intentó poner sus manos en el pecho de él a modo de separación entre los dos. El pelinegro gruñó insatisfecho y mordió el labio inferior de la chica tirando de él hasta notar un cierto sabor metálico que no dudó en beber. Elena volvió a gemir intentando que no se la oyese en las demás habitaciones y se aferró al cuello de él en un intento por recomponer la compostura.
Damon esbozó una sonrisa de medio lado y se fue separando de sus labios, lo suficiente como para que siguiese sintiendo el roce de éstos contra los suyos. Ninguno de los dos decía nada, mas sus ojos, nublados por el deseo, se decían todo. A pesar de que ambos hubiesen detenido los besos y las caricias, la magia seguía estando ahí, negándose a abandonar el lugar en el que se encontraba.
- Tengo… tengo que irme…-susurró Elena indecisa aún en sus brazos -tengo un asunto pendiente…
A cada palabra que pronunciaba, sentía un cosquilleo en sus labios por el suave roce de éstos con los de Damon, que los mantenía entreabiertos dispuesto a atacar en cuando menos se lo esperaba. Dudó en apartarse completamente de su agarre, pues el estar tan pegados la hacía temblar de una forma que solo él sabía. Y si no se apuraba, su "asunto pendiente" se le escaparía de las manos. Pero de la misma manera que sabía eso, sabía que no era capaz de apartarse un milímetro más de Damon.
-Déjame adivinar…-rio mientras tonteaba con sus labios como si le fuese a dar un beso que nunca llegaba- Jeremy…
-Si…-murmuró mientras seguía con la mirada sus labios, hipnotizada por su hechizo.
Damon volvió a reir al ver como los ojos café de Elena se volvían a nublar anhelando fundirse con él de nuevo, le encantaba hacerla de rabiar y ver el efecto que tenía sobre ella. Dadas las circunstancias, estaba seguro de que si se lo pidiese, se quedaría con él pero por mucho que le tentase la idea, la rechazó inmediatamente. Aunque su propia naturaleza se lo pidiese a gritos no podía ser más egoísta con ella. Atrapó un suspiró de Elena mientras la volvía a besar dulce y lentamente.
-Vete… vete…y no… tardes….-dijo entre beso y beso- te estaré esperando.
Elena sonrió y dándole un casto beso, salió de la habitación.
-¡Te quiero!- la oyó gritar mientras daba zancadas hacia la puerta principal.
-Y yo-susurró con una sonrisa pintada en la cara.
Cualquiera que le viera no tendría la menor duda, era un idiota enamorado hasta las trancas.
