Dislaimer: The Mortal Instruments es propiedad de la maravillosa y brillante Cassandra Clare, al igual que todos sus personajes. Sólo algunos de los niños que salen en esta historia me pertenecen, pero la trama y la mayoría de los personajes son de su creación. Situado después de CoLS, una semana después de la ruptura de Alec y Magnus y la muerte de Camille.
Por supuesto que en este fanfic se respetarán las habituales parejas, no quiero que piensen que alguno de los OC que aparezcan le robarán lugar a nadie (son niños, de todas maneras, así sería díficil que tuvieran contacto romántico con alguno de los protagonistas).
Hola! Espero que este nuevo fanfic les agrade (:
Prólogo
Era muy confortable estar dentro del Instituto a esas alturas del año, con el agradable calor que resguardaba desentumiéndote los dedos y las orejas después de tanto tiempo caminando fuera, pero era aún más agradable estar cerca de Jace. Parecía que lo del "fuego celestial" se estaba volviendo muy literal: estar cerca de él era como estar cerca de una chimenea. Clary no sabía cómo sentirse al respecto.
En ese momento se encontraban ambos en la habitación de Jace: el Hermano Zachariah había decidido que sería demasiado drástico dejarlo todo el tiempo a la enfermería, así que después de un par de días le habían permitido salir de ahí, aunque Maryse soltaba grititos cada vez que las alfombras o las cortinas aparecían chamuscadas. A Jace le agradaba que por lo menos, en lugar de angustiarse, Maryse lo regañara como si fuese algo hecho a propósito. Era más divertido y digerible.
Clary había estado los últimos cinco minutos mirando fijamente a Jace, recorriéndolo de arriba abajo mientras él miraba su álbum de dibujos. Se lo había dado para demostrarle que ella confiaba en él, en que estaba segura de que ya manejaba el asunto del fuego mucho mejor que antes, y él parecía tan encantado pasando las páginas que su expresión era como un deleite para Clary. Sus ojos dorados brillaban, y Clary sentía que nunca podría cansarse de verlo.
Estaba a punto de voltearlo para darle un gran beso cuando de pronto vio que Jace soltaba el Álbum y comenzaba a pegarle con la almohada, tratando de apagar la pequeña llama que se había encendido sobre una de las páginas. Clary observó anonadada los pedacitos negros carbonizados de papel que comenzaron a volar a su alrededor, tomó la almohada y comenzó a pegarle a Jace con fuerza.
— ¡Tú, idiota! ¡Pudiste haberlo incendiado! ¿Sabes cuántos años de esfuerzo hay ahí adentro? ¡Tonto, TONTO! ¡Y no creas que no sé que lo hiciste a propósito, Jace Lightwood! —chilló, dándole de golpes con la almohada. Jace soltó una risita y trató de cubrirse, pero entonces la almohada también se prendió y Clary comenzó a chillar. La golpeó contra la cama para apagar la llama. — ¡Idiota!
Tomó el Álbum y observó la página que Jace había quemado: era antigua. Era un dibujo que había hecho de Jonathan, hacía mucho tiempo, antes de que supiera quién era realmente y lo malvado que era. Observó la página con el ceño fruncido.
—No pude evitarlo. —murmuró Jace, aunque aún sonriendo. —Arruina tus demás dibujos sobre mí. Además, mira el lado positivo, esto es bueno: Ya controlo mejor estas llamaradas. ¿No estás feliz?
Clary estuvo a punto de golpearlo con la almohada de nuevo, pero justo en ese momento irrumpió Alec en la habitación. Aún llevaba puesto el abrigo y tenía la pinta de haber corrido una maratón, con el cabello desperdigado sobre su cara y las mejillas rojas. Clary no lo había visto así, al menos no desde la noche en que regresó al Instituto después de la muerte de Camille y su ruptura con Magnus.
—No me digas que viniste otra vez con tus lloriqueos, Alec. Ya no hay besitos de consuelo para ti. Tuviste suficientes la semana pasada. Ve a pedírselos a Maryse, ella nunca se cansa de esas mejillitas suaves. —bromeó Jace, aunque se levantó de la cama para evitar incendiarla: situaciones así, que le aceleraban el corazón, eran las que aún no podía controlar. Sintió que la alfombra se chamuscaba bajo sus pies.
—No vengo a nada de eso. —repuso Alec, aunque su voz sonó ahogada y su mirada se volvió dolida. Jace tragó saliva. —Hoy hubo una reunión en el consejo. Decidieron que los niños cazadores de sombras mayores de trece años son ahora candidatos de participar en la Guerra.
La alfombra alrededor de Jace se encendió en llamas.
ooooooo
Resultaba exhaustivo caminar por las calles de Boston cuando estaban tan atestadas de nieve, incluso para una persona tan alta como Magnus Bane. El brujo tenía que alzar ridículamente cada pie para poder dar un solo paso, y con cada uno de ellos sentía que sus botas se hundían un centímetro más en la suave nieve. La larga gabardina negra que llevaba abotonada hasta el cuello no parecía surtir mucho efecto contra el helado y feroz viento que golpeaba contra él, y la bufanda de colores que llevaba anudada al cuello no impedía que las mejillas comenzaran a arderle por el frío.
No era uno de sus mejores días, ni de lejos. No podía utilizar un portal porque debía de ahorrar fuerzas —después de todo, tendría que abrir uno dentro de poco tiempo para ir a la reunión en Idris y otro para volver a Nueva York. — y tenía que admitir que tampoco se encontraba en el mejor estado para utilizar tanta magia ni para caminar por la nieve. No había estado comiendo bien, su dieta se limitaba a comida rápida y a montones y montones de chocolate; y tampoco había salido demasiado de su cálida y confortable casa, por lo que el frío lo había tomado desprevenido.
Deseó haber llevado su bote de nutella consigo después de haber visto un montón de parejas caminar juntas por las calles, muy juntitas para compartir y mantener el calor. Tessa y Catarina le habían hecho varias visitas últimamente, se habían acurrucado junto a él en el sofá, le habían llevado cantidades poco sanas de dulces y habían compartido su pena como las maravillosas amigas que eran; pero por más dardos que le hubiesen lanzado a la fotografía de Alec y por más Whiskey que hubiesen tomado, Magnus sencillamente no lograba sacárselo de la cabeza.
—La Clave y sus estúpidos caprichos. —murmuró Magnus, enfadado, mientras trataba de acelerar el paso. Aún no comprendía muy bien qué era lo que la Clave estaba planeando, lo único que sabía es que querían reunir a la mayor cantidad de niños brujos que fuera posible. Él se había negado rotundamente al principio, bajo la excusa de que no se encontraba en condiciones de hacer trabajos para la Clave, pero ésta se había mostrado inflexible y lo había obligado a ir hasta Boston en busca de uno de esos niños.
»Deberías de agradecérnoslo, Magnus Bane« le había dicho Jia Penhallow, con una mirada severa. »Nos hemos mostrado bastante gentiles contigo. Pudimos haberte asignado a un brujo de cinco o diez años, como les sucedió a muchos otros brujos, pero te asignamos a uno mayor. Sabemos que no tienes tiempo ni paciencia para los niños pequeños…«
"En estos momentos no tengo paciencia para ningún niño o ser viviente en general" había pensado Magnus. Catarina y Tessa también tenían asignados a un par de niños brujos ya mayorcitos, sólo que ambas tendrían que hacer un viaje mucho más largo hasta Europa. Tessa viajaría hasta Londres, uno de los lugares que mejor conocía, mientras que Catarina viajaría a Paris.
Después de que hubiesen, en pocas palabras, "robado" a los niños; tendrían una junta con la Clave y con todos los demás brujos. Iba a ser una tarde muy cansada, pero aún así Magnus había accedido a reunirse con sus amigas en un restaurante después de tan arduo trabajo. Ya era hora de que dejara a un lado la depresión post-ruptura. Él era un hombre muy independiente, y tenía que comenzar a superar a Alec, por más doloroso que fuera. Tenía que dejar de recordar sus preciosos ojos azules, la manera en la que sonreía, su risita tonta y que sonaba tan adorable, como un cerdito…
Sacudió la cabeza. No, tenía que dejarlo a un lado. Tenía que dejar de pensar en Alec y en su preciosa risa de cerdito. Había tratado de quitarle la inmortalidad, ¡Había estado hablando con Camille! Sólo ella misma le había insultado tanto en todas su vida. Iba a superarlo, e iba a conseguirse otra pareja tan despampanante que lo pondría celoso. Oh, los pucheros inconscientes que ponía cuando estaba celoso…
Pero claro, primero tenía que cumplir esa molesta tarea. Se detuvo frente a la dirección que la Clave le había señalado para recoger al brujo que le habían asignado: era un Instituto. Observó las puertas e instalaciones majestuosas, y se dio cuenta de que era una escuela para humanos ricos. Suspiró pesadamente y sacó un papel enrollado y maltratado de uno de sus bolsillos.
"Audrey Tanner. Quince años. Segundo edificio, primer piso, segundo salón a la derecha"
Magnus abrió bastante los ojos. ¿Audrey Tanner? Ese apellido se le hacía tan conocido...oh, bah, debían de haber millones de Tanner por el mundo. Lo que más le sorprendía era el detalle de que se había estado refiriendo al brujo que le habían asignado como "el brujo" o "él", del masculino.
—Es una niña. —murmuró para sí, consternado. ¿Por qué irían a asignarle a una niña? ¿Le veían cara de comprender a las mujeres? Se encogió de hombros e inhaló profundamente. —Ya que estoy aquí, creo que debería divertirme molestando un poco. —dijo, y movió sus dedos maliciosamente, soltando chispitas azules.
Niños ricos por doquier. Él adoraba molestar a los niños ricos.
ooooooo
Luke paseó la mirada por los niños frente a él y sintió que algo se encogía en su pecho. Es que eran… ¡Niños! ¡Eso eran! Pequeños, jóvenes, apenas entrantes a la adolescencia. Cachorros. Aún ni siquiera sabían controlar sus transformaciones y el resto de la manada tenía que tenerlos vigilados gran parte del tiempo. Luke ni siquiera estaba acostumbrado a verlos: sabía que formaban parte de su manada, pero sus caras eran completamente nuevas para él.
—Muy bien. —dijo, y carraspeó incómodamente. ¿Qué se supone que iba a decirles? "Niños, debo decirles que la Clave me obliga a comenzar a entrenarlos para dejarlos fuertes y para que vayan a morir a la guerra. ¿No es emocionante?" no era una buena opción. Aún continuaba furioso después de la reunión que habían tenido con el consejo, y eso no lo ayudaba en lo absoluto. — ¿Les parece si comenzamos con una breve presentación? Digan sus nombres y sus edades.
Los cachorros estaban llenos de energía. Los más pequeños decían su nombre a gritos y los más grandes daban incluso información de más: sus gustos, sus pasatiempos, sus disgustos. Ninguno parecía tener mal carácter, algunos eran más reservados que otros, pero algo era evidente: el respeto y admiración que le tenían a Luke.
La amargura se disolvió suavemente conforme Luke escuchaba a los cachorros. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando los escuchó presentarse, y trató de recordar todos sus nombres: Azia, Ever, Arthur, Alice, Arden y Tobias. Los seis entre la edad de diez y quince años. La más joven era Alice, con diez, y el más grande era Arden, de quince.
— ¿Es cierto que comenzaremos a entrenar también? —preguntó Arthur, un niño de trece años de piel bronceada y avispados ojos azules. Luke se dio cuenta, por la cicatriz que tenía en uno de los brazos, que él había sido uno de los niños convertidos que su manada había adoptado. — Me gusta entrenar. También me gusta jugar, pero es más entretenido entrenar.
La sonrisa de Luke vaciló por un momento. De pronto tuvo la necesidad de mandar a la Clave al infierno: ¡Él no iba a entrenar niños soldados!, pero luego se recordó que debía tranquilizarse. Si no obedecía, la Clave tomaría a los niños y los asignaría a una manada que sí los entrenara, y él no quería eso. Los entrenaría, porque no estaba de más, pero hacía ya varias horas que había decidido que bajo ningún motivo permitiría que la Clave se los llevara a la batalla.
No podía creer que hubiesen llegado ya a aquel nivel de pensar en preparar a los niños mayores de diez años por si era necesario. Jia había asegurado que era sólo una medida de prevención, que era muy poco probable que los niños verdaderamente tuvieran que enfrentarse al enemigo, pero que en tiempos desesperados había que tomar medidas desesperadas. No sólo los subterráneos entraban en aquella decisión: los cazadores de sombras también prepararían a sus niños. A todos los mayores de trece años.
En ese momento la situación en el consejo era tensa, y había muchas discusiones respecto a aquella medida, pero por lo pronto la decisión había sido preparar a los niños para lo que fuera. Si al final los que estaban en contra ganaban la discusión, los niños al menos podrían defenderse si llegaban a encontrarse en una situación peligrosa, si no, pues estarían preparados también para entrar en batalla si se los requería.
El nivel de estrés era gigantesco.
—Sí, van a entrenar. —dijo Luke, y luego se inclinó sobre sus rodillas. —Pero van a entrenar para ustedes mismos, no quiero que piensen que entrenan para nadie más. Si alguien no quiere hacerlo son completamente libres de negarse. ¿Está bien?
Los cachorros le mostraron sonrisas radiantes, y él sintió que el orgullo se instalaba en su pecho. Por supuesto que no permitiría que nada les pasara.
¿Qué les pareció? Llevo bastante tiempo pensando en esta idea, y es que sencillamente sentí que no podía pasarla por alto, espero que les gustara. ¿Preguntas? ¿Críticas? ¡Me encantaría saber sus opiniones! (;
