Girl From The North Country

Sumario: El profesor no va a olvidarlo. Erik es su amigo, su rival, el hombre que ama… Charles Xavier piensa siempre en Erik y en la cantidad de veces que ya ha ido más allá del error, en lo muy equivocado que ha podido llegar a estar… Hay algo diferente, de todos modos, en saber de este equívoco en particular. Algo aterradoramente crudo en darse cuenta que esto Erik nunca lo supo antes, tampoco en el futuro del que vino Logan.

Charles Xavier cierra las manos en forma de puños sobre su silla de ruedas. El descubrimiento de quién es Anya, la chica que acaba de prender fuego a la mesa de la cocina en plena discusión con Hank, ha sido suficiente esa tarde para llevarlo más allá de la incredulidad. Alex se ríe y ella se disculpa. Apaga las llamas con un gesto suave de muñeca.

Charles aún se siente en shock.

Y duda. Al fin y al cabo él nunca contó con poder dar a su viejo amigo ese tipo de esperanza…

Disclaimer. Todo esto pertenece a Marvel y a los creadores del movieverse de X-Men, directores y guionistas. Yo lo único que hago es tener ideas locas y plasmarlas al papel. Los protagonistas van a ser Erik y Charles, que para mí son básicamente canon; pero vamos a tener por aquí un puñado de personajes más. Y Anya Lehnsherr va a ser uno de ellos.

Anya sobrevivió y, sí, puede que Charles lo descubra antes que Erik, pero no quiero avanzar mucho más. Personajes de First Class, Logan y Gambit van a corretear, entre otros, por esta historia.

Epígrafe.

"Well, if you're travelin' in the north country fair
Where the winds hit heavy on the borderline
Remember me to one who lives there
She once was a true love of mine.

Well, if you go when the snowflakes storm
When the rivers freeze and summer ends
Please see if she's wearing a coat so warm
To keep her from the howlin' winds.

Please see for me if her hair hangs long,
If it rolls and flows all down her breast.
Please see for me if her hair hangs long,
That's the way I remember her best
[…]"

- Girl from the North Country. Bob Dylan

Prólogo.

"Durante la ocupación nazi de Vínnytsia, el Einsatzgruppe D asesinó atrozmente aproximadamente a 28.000 vecinos con la pretensión de acabar con la población judía de la ciudad. Una infame foto de 1941 titulada por su autor El último judío de Vínnytsia muestra a un soldado de dicho comando disparando en la nuca de un hombre al borde de una tumba común". En París, 1968, Elsa Ames observa a su compañera de cuarto cerrar el libro que ha estado leyendo con un bufido amargo.

Elsa duda.

– No recuerdo… ¿esa parte, no está en el temario del profesor Bertrand, verdad?

Reteniendo una mueca la joven de cabellos castaños con la que habla la mira un instante, antes de desviar su vista hacia la ventana de la pequeña habitación. Ni siquiera parece haberla escuchado.

– Por la mañana había sol, pero ya hace horas que llueve. Mucho. ¿No vamos a ser las dos únicas de esa clase que secundamos la huelga, verdad? – Pregunta sin más. El libro de historia olvidado encima de su cama. 'En la calle: Lluvia fina e insistente, como la que hace un momento parecía cubrir sus sentidos'.

Siempre le ha gustado el agua, debería molestarle pero la tranquiliza… sospecha que tiene algo que ver con la tormentosa aceptación que mantiene con su don en particular. No es que no le emocione poder hacer algo que los demás ni sueñan. No es eso, se dice. Hubo un tiempo en que creía que sería más fácil si supiera como aprender a controlarlo.

En este momento duda. Al fin y al cabo, cree estar cerca de conseguirlo.

Elsa, por supuesto, insiste.

– La guerra no va a entrar a examen, ¿verdad? Quiero decir… ni siquiera sé, dónde se supone que está esa ciudad… ¿Cómo has dicho que se llama?

Vínnytsia – No es su acento habitual. No el que hace ya un par de años que usa. Y entonces Elsa se da cuenta.

–EsPero tus… tus padres no son judíos… Quiero decir – No quiere que eso suene como ningún tipo de acusación. Elsa odia cualquier tipo de discriminación y… bueno, mucha gente debería haber aprendido mucho a estas alturas… ¡Nadie debería atreverse a mantener ese tipo de prejuicios, y menos aquí… y menos ahora!

Veinte años y el mundo ya es otro. 'No siempre tanto como a Elsa le gustaría, claro'. Está agradecida de no haber vivido esa época de todos modos. Ha escuchado historias sobre la ocupación. Sobre la liberación de París en 1944. Pero sospecha que quizás haya historias mucho más terribles allí de dónde viene Anya.

No quiere ni pensarlo y, en vez de eso, mira a su amiga expectante.

Anya, que tiene el cabello marrón claro, ondulado y largo y que nunca habla mucho de su familia. Anya, que de pronto ríe y le lanza un cojín, mientras la observa intentar disculparse.

– Era… es reverendo. Mi padre – Se explica cuando Elsa de pronto no parece entender qué está diciendo – Ortodoxo. La iglesia ortodoxa rusa es… bueno, cristiana – Frunze un poco el gesto al hablar – Por eso nos marchamos de Vínnytsia… creo. Y después de Kiev. – No es cómo si eso no fuera solo una historia que ha escuchado de su infancia. Una especie de historia de hace mil vidas atrás. –No importa. Él siempre dice que ahora podría volver… ya sabes la relación entre la iglesia ortodoxa y el gobierno soviético… – Calla un instante intentando recordar las palabras de su padre –… bueno parece no ser tan terrible ahora. Aunque luego está el hecho que…

– ¿Volverías? – Anya es interrumpida.

La pregunta es sincera. Hace menos de un año que Elsa Ames conoce a Anya Kórsakova… meses que han empezado la licenciatura... pero se ha hecho ya a la idea de tenerla de compañera en la universidad. Elsa nunca ha tenido la oportunidad de tener muchas amigas, no como su compañera de cuarto… y no hay nadie más que pueda memorizar todas esas cronologías absurdas del siglo XVII i XVIII de la clase de la profesora Canet sin pestañear.

No va a tener que preocuparse, al menos. Su compañera ni siquiera se lo piensa al responder.

– ¡No! No, claro que no. Allí… ¡Dios, es un milagro que mi padre me haya dejado estudiar! Él nunca lo hubiera permitido en Kiev…

Anya no añade, claro, que su tío Vasyl tuvo algo que ver en eso. La chica sabe que Vasyl Kórsakov trabajó para el gobierno soviético en algún momento del pasado. En la última gran guerra y después. Nunca le ha preguntado por qué ahora parece odiar esos recuerdos muy en particular.

Tampoco menciona que, quién sabe, ella podría tener familia judía en algún lugar… Al fin y al cabo nunca ha sido un secreto que Anya es la niña del abrigo rojo – en el que alguien había cosido su nombre – que Vasyl llevó por sorpresa a casa de su hermano ese frio invierno ucraniano de 1953.

Hay un fuerte ruido en la puerta y después alguien entra.

– Allez! Réveillez vous! – Alain suelta toda una retahíla en francés que, evidentemente, Anya y Elsa entienden a la perfección y las dos le sonríen antes de verle cambiar al inglés: – ¡Chicas, vamos a decirle al mundo qué pensamos en la Sorbona de sus estúpidas leyes burguesas!

Una vez, hace meses, Anya se habría reído de Alain por esa frase en peculiar. Pero ahora sabe que su amigo lo dice completamente en serio: 'Alain tiene un abuelo rico y unos padres que viajan mucho pero eso no le impide ser el cabecilla de cualquier asamblea de estudiantes que haya en la universidad'. Fue él quien le pidió que le acompañara al principio... 'El chico burgués y la chica soviética empujándonos a la huelga', bromeó Elsa en marzo. El transcurrir de las semanas ha acabado dándoles la razón.

A estas alturas las dos le siguen sin rechistar y ni tan siquiera le preguntan cómo ha entrado en la residencia femenina de la facultad. 'Son tiempos de cambios… y por unos días, en París, es fácil pensar que las manifestaciones, las huelgas y los enfrentamientos con la policía van a hacer alguna diferencia. Son jóvenes, en su primer curso de universidad, y el futuro nunca les ha parecido más cerca'.

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New Orleans, junio de 1968.

Emma fija su mirada en el cielo, el azul oscuro manchado de brillantes estrellas en esa casa de las afueras. 'Esa es la primera vez en meses que su piel se enfría bajo la suave brisa de un atardecer'. Se ríe. Primero es una risa algo elegante, irónica… casi escéptica… 'Ese chico le ha prestado una chaqueta marrón, sucia y con evidente olor a tabaco…'. El blanco brillante de su ropa se ha ido y, por esta vez, ni siquiera le puede importar… Sus uñas están sucias también, sin ningún tipo de manicura o toque sofisticado en ellas. Hacen conjunto con su pelo, descabellado y débil… oscurecido por el polvo y los restos de suciedad de ese maldito laboratorio.

Deja pasar el tiempo a la vez que intenta centrarse.

No está muy segura de no haber perdido parte de su telepatía en ese infierno… 'Mientras que han conseguido que odiase su capacidad para convertirse en diamante…'. Porque de esos momentos, de cuando la obligaban a ello, es de cuanto peor recuerdo tiene…

Y sin embargo allí está. El sonido controlado de su risa se convierte, de repente, en algo mucho más sonoro y desenfadado. Allí está ella, sí, Emma Frost. Muchos han muerto y van a morir aún… pero ella es fuerte y bella. Y no salió una vez intacta del demonio de Sebastian Shaw para ir a morir en manos de ningún científico novato. Para el caso tampoco de uno experto y mutante.

Se mira con afición al chico que la ha ayudado a escapar. – ¿Te importaría buscar algo más apropiado para ponerme? – Le tienta – Tú y yo tenemos negocios que hacer, azúcar. No quisiera distraerte con nada más… mientras te cuento mi plan.

La telepatía nunca le ha sido necesaria con cachorros de la edad de ese niño. Se basta a sí misma, aún con esa única chaqueta cubriéndola. Sobre todo con esa única chaqueta cubriéndola…

Ve al adolescente parpadear. 'Le han utilizado para que les ayude a cazar a los de su propia raza… y el chico ni siquiera parece haberse dado mucha cuenta de ello'. Emma pudo reconocer el horror en sus ojos cuando lo vio entrar por primera vez en ese laboratorio…

Claro que Emma tampoco es ingenua. Sea cual sea la deuda que Remy LeBeau tiene con esa gente… la telépata está segura que aún sigue en pie.

Esta vez ella va a poner las normas, al menos mientras pueda.

Se acerca al televisor que está abierto en el comedor de la primera planta mucho después… ya que algo parece haber atrapado al chico de pelo negro de vuelta de las habitaciones.

Remy la mira un instante.

– Acaban de asesinar a Robert F. Kennedy – Dice. Mientras ella se gira para comprobar las imágenes en el televisor y aprieta los labios en una mueca.

Lo lamenta. Lo hace sinceramente. Pero no es ni siquiera el también fallecido hermano de Bobby Kennedy, el presidente JFK, el primer mutante que viene a la mente de Emma Frost en ese instante...

'Televisiones, radios y periódicos van a rememorar cada detalle del 22 de noviembre de 1963 en los próximos días…', piensa incluso algo después. Habrá teorías nuevas de ese día, conspiraciones para todos los gustos… difícilmente alguna de ellas vaya a ser la verdadera.

'… Y es una pena, porque tiene una deuda con el hombre que quizás vayan a mencionar de nuevo en todos esos reportajes absurdos a lo largo y ancho del país: con mentidas, ni siquiera diciendo lo que él es de verdad'. El cómplice de Oswald, van a llamarle. Vete a saber si incluso van a obviar donde y porque lo tienen encerrado.

Tristemente – realiza con forzada ironía – Erik Lehnsherr va a perderse todo ese show en la cárcel. Emma tiene sus planes. La muerte de Bobby Kennedy no va a cambiarlos ahora… y entrar en el pentágono no ha estado nunca en ellos.

No de momento.

Supongo que de todas formas vamos a encontrarnos tarde o temprano, Magneto – Susurra para sí. 'Tiene mucho que hacer antes de eso en particular…'.

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Estado de Nueva York, un año después.

Hank quiere gritar…

– Así… eso es todo… – Mira a Alex – Tu también te vas.

– Bueno… no es cómo si pudiera escogerlo. ¿Puedo?

'Va a darse cabezazos contra alguna pared'. Eso es lo que Bestia quiere hacer en ese instante. O ahogarse en la ducha la próxima mañana. Eso… y dejar de decir sí.

Niega para sí tragándose el enfado. No es con Alex con quien quisiera desahogarse. No es culpa de Alex. – No voy a poder evitar que se hunda más – Se deja caer en una silla que al instante tiembla.

– Hank…

– Va a ser el fin… – Le mira – Ni siquiera tenía que haberle dejado nunca probar el maldito suero. Me he equivocado, ¡maldita sea, Alex! No sé si voy a poder ayudarle yo solo…

Alex Summers se muerde el labio por dentro y se queda mirando por un segundo la nada en la parte superior de la mansión. Hubo al menos un semestre en qué esas escaleras rebozaron vida… 'Seis meses en los que pese la nueva situación del profesor, la extraña marcha de Moira e incluso esas condenadas últimas semanas de 1963, hasta él había creído que la escuela iba a salir al fin adelante'.

Después… bueno después las noticias desde Vietnam empeoraron, Sean se fue una mañana, después de otros… y Hank y él tuvieron que dejar de pretender que el profesor Xavier iba a poder manejar toda esa maldita situación.

Es injusto. Injusto en un grado que Alex ni siquiera se atreve a verbalizar.

– ¿Te acuerdas? – Pregunta Hank de pronto. Consciente que Alex se ha quedado mirando un objeto particular que hay en una mesita cerca del ascensor. Alex, a regañadientes, se ríe.

– Sean y su peonza de colores estúpidos – Intenta decirse que su amigo tiene que estar sano y salvo en algún lugar – ¿De verdad crees que le gustaba la agente MacTaggert?

Hank solo le mira un instante, casi ni atreviéndose a dejarse llevar por los buenos recuerdos de ese verano.

– No sé ni por qué lo pregunto – Sigue Alex – Más que el pastel de chocolate, ¿no?

Moira MacTaggert, por supuesto, era adulta y responsable… y demasiado mayor y ocupada para mirarlo así.

Ellos eran los que habían sido niños, al fin y al cabo… adolescentes con una misión y un entrenamiento… pero también con sus preocupaciones absurdas y sus bromas. 'Incluso después de la muerte de Darwin, había habido algo de críos en ellos'.

Han crecido definitivamente ahora.

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Navidad de 1963.

Charles Xavier avanza en su silla de ruedas por el estudio en el que más de un año antes él mismo dejó un juego de ajedrez a medio terminar. Todo parecía falsamente brillante entonces.

Pero él… él tendría que haberlo visto venir.

Se había dicho ya antes que Erik no iba a quedarse. Siempre había sabido que Shaw, de algún modo, era el final. No el final de la rabia de Erik ni el de la lucha contra los miedos del niño que una vez fue, por supuesto. Su final [el de ellos dos]. 'Porque la paz nunca supuso una opción', recuerda. ¿En qué momento siquiera pudo haber imaginado otra cosa?

Paralizado y muy muy cansado, Charles se llena un vaso de Scotch antes de retirar la cortina y mirar al exterior. Nieva hace horas en el estado de Nueva York y los terrenos de Westchester son completamente blancos en ese momento.

Le gustaba la nieve en el pasado… y es algo que particularmente no puede recordarle a Erik, que estuvo allí una sola primavera y un verano. 'Pero… pero ahora todo pasa por esa condenada silla… que es a la vez el recuerdo de la incapacidad de sus piernas y de una traición'.

La simple idea de no poder ni siquiera salir al jardín sin ayuda lo ahoga. 'La estúpida manta que ahora mantiene la temperatura de sus piernas lo hace sentir aún más viejo e inútil'. ¡Viejo! Ni siquiera ha cumplido treinta…

Y a veces no puede soportar sus pensamientos… Los odia. ¿Cómo aguantar los de otros?

Tose algo, después de beber con demasiada rudeza ese primer trago de la noche. 'Sin duda irse a la cama algo tocado se está convirtiendo en una costumbre… y no va a pensar en su madre ahora. No incluso habiendo sacado esa botella en particular del armario de doble fondo dónde ella solía guardar el alcohol'.

No es cómo si bebiera delante de los chicos, de todos modos. No aún.

La parte superior de la espalda le duele a veces y las operaciones en su columna no parecen haberle devuelto ningún sentido a toda su parte inferior… Las operaciones no han acabado aún. 'El alcohol lo ayuda después de un día particularmente duro'. Pero todos los días parecen ser difíciles últimamente.

'Erik…'. Erik, que se fue y se llevó a Raven, que mató el presidente de los Estados Unidos en noviembre. ¡¿Cómo pudo haber llegado a estar tan cerca de ese hombre?!.

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N/A: Esta idea lleva persiguiéndome todo el verano. Esta idea, de hecho, ha impedido que acabara otro fic (de otro fandom) que colgué hace unos días pero al que aún le faltan un par de capítulos. Debería ser ordenada, lo sé, y acabar una cosa antes de empezar otra... pero es más fuerte que yo: Lo único que no puedo prometer son actualizaciones constantes o que no se nos vaya a hacer Navidad con esta historia. Pero voy a poner lo mejor de mí, y aunque no sé cuando, este fic va a tener algo menos de una veintena de capítulos y un final.

Hace mucho que no tenía oportunidad de escribir algo en castellano. Así que, por favor, perdonadme cualquier falta o error. Voy a intentar ir mejorando a medida que me adentro en la historia. ¡Eso espero!