—¡Deja de tocarme! —espetó a los gritos Zack ya no soportando que las manos de la muchacha lo exploren como se le cante. No podía concentrarse en el programa de televisión si Ray tenía su cara apoyada en su pecho mientras sus manos rozaban cada centímetro (cubierto de vendas) de su cuerpo.
Una cosa era que arregle su puto estómago, otra era que lo acaricie de aquí para allá.
—¿Por qué? —Preguntó Ray que miraba con lujuria sus abdominales aún visibles a pesar de las vendas— ¿Te provoca algo?
—No me gusta que me toquen —espetó tratando de apartarla, pero ella volvía a pegarse.
—¿No puedes tratar con las personas? ¿O únicamente con las mujeres?
Él emitió una carcajada, al escuchar que ella se consideraba mujer. Ray era una niña, una que para su maldición, se sentía cada vez más incómodo ante la cercanía que tenía con él, sus ojos azules penetrando su ser.
—Sabes —su dedo haciendo una figura circular por las vendas— Yo no tengo ningún tipo de perjuicio a ese tipo de cosas.
—¿Huh?—articuló mientras el joven, seguía sintiendo esa sensación odiosa que emitía su cuerpo antes sus caricias.
—Si no te interesan las mujeres y te interesan los hombres...
—No, no —denegó rápidamente— Tú estás entendiendo todo mal, mierda —explicó— ¡Me gustan las mujeres!
—Así que, ¿Te gustó?
—¿Eh?
¿Dónde carajo en todo lo que dijo, sugería eso?
—Tú estás fuera de la discusión! —Masculló—¡Tú no eres una mujer!
—¿Quieres que te demuestre lo que me hace mujer?
Las mejillas ocultas por las vendas comenzaron a ruborizarse.
—¡Eres solo una niña! —exclamó.
Una niña muy adulta. ¡Puta ironía!
Quien de repente se subió encima de él, sus piernas rodeando su cintura, sus manos puestas en su pecho, sus labios en la cobertura de su oreja.
—Entonces, conviérteme en mujer —musitó en su oído.
¿Cómo demonios se la quitaba encima?
