Félix, se encontraba sentado en el suelo, apoyando la espalda contra los casilleros, en específico el de Bridgette la persona que no podía dejar de ver. Ella se encargaba de perseguirlo todo el tiempo, inclusive en los sueños.
Llegó un día que Félix dejó de escapar. Se dejó atrapar.
Apoyó su palma en su frente, se refregó sus flequillos, ocultando brevemente su cara, al sentir como un sonrojo se instaló allí. ¿Qué mierda le había hecho? Su corazón dolía, una presión inquieta sentía en su pecho. Al pensar en ella.
Sintió sus pisadas —reconocibles para él— vio sus zapatillas y escuchó su voz: ¿Félix? "Estás apoyado en mi casillero"
—Lo sé —no alzó su cabeza, seguía mirando sus pies.
—¿Necesitas algo? —Sintió alegre al suponer que sería necesitada por su amado.
—A ti.
—¿A mí? —una ansiedad comenzó a recorrer en el cuerpo de la chica—¿En qué puedo ayudarte?—sonriendo al saber que podría ser de ayuda.
—No puedo apartar mis ojos de ti —confesó— Cuando entras en mi campo de visión, no puedo siquiera parpadear.
—¿Quieres decir que soy deslumbrante? —su sonrisa mostraba sus dientes, bromeando. Félix nunca creería que fuera brillante, excepto si trae puesta luces navideñas o se está quemando.
—Destacas demasiado aunque no quiera verlo.
Bridgette pensaba que era algo que poseía. ¿Era su ropa? ¿Era su mechón?
—A pesar de que cierro mis ojos, todavía te veo.
No, era la perspectiva de esa persona. Félix nunca se ha sentido del todo bien y no sabe por qué.
Tal vez, sí. Tal vez, no.
Todo lo que sabe es que algo anda mal y dejo de estarlo, cuando un día la vio de esa forma y luego de eso, simplemente cada vez que la miraba le parecía tan llena de vida como un sol en sus días nublados. No sabía cómo lo hacía, pero ella hacía que camine, siguiéndola en cada paso. Sin que pueda controlarse, comenzó a seguirla, con la mirada, con los pies.
Era realmente hermosa, más la conocía, más le parecía brillante.
—Brillas —se dilataron los ojos—Para mí brillas.
¿Eh? Ella se sorprendió, creyó que lo iba a denegar añadiendo su insulto típico.
—¿Estás bien, Félix? ¿Golpeaste tu cabeza? ¿Te sentís bien?
Demasiado brillante. No toleraba estar a tu lado, pero a la vez quería cegarse con su resplandor, quería caminar a su lado aún si fuera a ciegas.
—Por supuesto que estoy bien, tonta—dijo—¿Es que no lo entiendes? Estoy diciendo que solo puedo verte a ti. Estoy diciendo que solo te veo a ti, incluso cuando cierro los ojos.
Las mejillas de Bridgette enrojecieron con fuerza, Félix tomó su mano, su pulgar rozando sus nudillos.
—¿Qué carajo me hiciste?
—¿Yo?
—Sí, tú.
Ese contacto visual, esa combinación de azul y celeste, esa mirada apasionada que le dirigía, ese hormigueo en su mano, le provocó que riera con fuerza, sin poder contenerse. Sonrió de felicidad, lágrimas se resbalaron de sus mejillas por la misma razón.
—Eso se llama amor.
Se arrodilló para estar a la misma altura.
—Estoy tan feliz de que me veas de la misma manera en la que yo te veo.
Félix no dijo nada más, tampoco pudo seguir mirándola producto de la vergüenza. No obstante, no soltó su mano.
En fin, amar no es mirarse el uno al otro, es mirar juntos en la misma dirección. Y ellos caminarían hacia ese futuro y sus días serían cada vez más brillantes.
