Un esperado reencuentro
Era una linda mañana de primavera, con un clima cálido y el sol brillando a todo lo que da. Serena Tsukino abría los ojos al sentir los cálidos rayos del sol abrazándola y anunciando el inicio de un nuevo día, el día que ella había estado esperando durante un largo año desde el instante en que vio partir a su amor rumbo a tierras lejanas. Se levantó con todos los ánimos del mundo y al pasar hacia el tocador vio marcada la fecha en el calendario y no pudo más que sonreír ante las cosquillas que le producían las mariposas en el estómago por toda la emoción que tenía, por fin había llegado el día en que se reencontraría con su amor.
Tarareaba alegremente una canción mientras se daba una refrescante ducha, lavando sus largos mechones dorados y enjabonando cada centímetro de su suave piel. Se tomó todo el tiempo necesario para asegurarse de que estar perfecta, antes de salir rumbo a su destino se miró al espejo: su largo cabello peinado como siempre en dos coletas estaba impecable, ni que decir del vestido rosa que había elegido para tan especial ocasión y que se ceñía a su cuerpo de manera muy sutil pero resaltando las bellas curvas que poseía y del largo exacto para mostrar sus largas y torneadas piernas sin ser demasiado delator… Ya no era una niña y un año había bastado para que el espejo le regresara la imagen de una joven y hermosa mujer.
-Darien, estarás orgulloso de mí, te lo prometo- Dijo mirando a una foto en su buró y salió con una gran sonrisa dibujada en el rostro.
Caminaba tranquilamente porque sabía que era muy temprano aún, si acaso sería apenas la una de la tarde, tenía horas de sobra pero la emoción de saber que faltaba tan poco para volver a verlo la hizo salir casi corriendo de su casa aunque ahora que lo pensaba no tenía ningún sentido, él todavía no estaba en Japón y aunque ella llegará a esperarlo eso no apresuraría su llegada. Fue entonces que decidió matar el tiempo de la mejor forma que sabía hacerlo: con sus amigas y sin pensarlo dos veces se dirigió al Templo Hikawa donde seguramente ya estarían todas ellas reunidas para el café de la tarde.
-¡Hola chicas!-
-Serena ¿Qué haces aquí? Pensamos que no vendrías hoy, oye pero ¡qué bien te ves! Se nota que es un día especial…-
-Sí, Mina. Sucede que se me hizo temprano-
-¡¿A ti?! De veras que el amor hace milagros-
Todas rieron ante el comentario de Rei, hasta Serena que aunque en otra ocasión se habría sentido ofendida, este día definitivamente nada podría hacerla sentirse remotamente mal.
-¿Ya pensaste qué le vas a decir cuando lo veas?-
-No, Lita. A pesar de que estuve esperando tanto tiempo este día, ahora que lo dices, no puedo si quiera pensar qué le diré… Creo que simplemente correré a abrazarlo y besarlo para no volverlo a soltar jamás…-
-Ay ¡qué lindo!- Suspiró Mina y todas asintieron con ella, sabían que no había amor más puro, ni amor que hubiera esperado tanto como el de ellos. Serena les sonrió y les cambió el tema porque seguir hablando de él solo aumentaba sus ansias, empezaron a charlar de la escuela y de los amigos, de los proyectos, del futuro y tal y como Serena lo planeó al estar con las chicas el tiempo se le pasó volando, cuando menos se lo esperaba era por fin la hora de ir a encontrarse con su amor.
-¡Serena!-
-Amy ¡Te juro que yo no me comí lo que sobraba de tu pastel!-
Todas rieron y Amy entre apenada y divertida le hizo un gesto para que se quitará un poco de crema batida de la punta de la nariz... Lo más maravilloso de Serena era que a pesar de la gran madurez que adquiría día a día en el fondo siempre sería esa niña que amaba los dulces y pasar momentos increíbles con sus seres queridos, dispuesta a sacrificar todo por ellos... Eso era algo que ellas sabían era invaluable.
-Jajajaja ¡Serena! ¿Ya viste la hora?-
-¡¿Qué?! ¡Ya me tengo que ir! ¡Chicas, gracias! Las veo mañana en la escuela-
-¡Y no olvides llevar a tu galán, que nosotras también lo extrañamos!-
-No te preocupes Rei, bye-
Serena no cabía de la felicidad al pensar que estaba a tan solo a unos minutos de verlo de nuevo, con sus profundos ojos azules posados en ella… Se acercó a ese sitio que visitaba día a día y en donde se había despedido de él hacía exactamente un año, ahí en donde ella prometió esperarlo uno, dos, o mil años si fuera necesario; era algo que ya había hecho antes y que volvería a hacer, por él, sin dudarlo. Se sentó en el pasto y miró al cielo que se pintaba de hermosas tonalidades pastel mientras el sol se comenzaba a esconder para dar paso a la noche, cerró los ojos un instante y al abrirlos vio pasar una estrella fugaz a la que le pidió un deseo. Estaba nerviosa, sabía que llegaría en cualquier instante y era tanta su emoción que ni si quiera sabía como manejarla... sentía que le sudaban las manos y que el corazón le latía mas rápido de lo que ella se hubiera imaginado posible, respiró profundamente tratando de tranquilizarse y fue cuando percibió ese dulce aroma que reconocería en cualquier lugar del universo… Era él… Cerró los ojos y agradeció un silencio a su estrella que le haya concedido su deseo, al abrirlos se encontró con una rosa roja frente a ella y no pudo más que dejar correr sus lágrimas que eran una mezcla de tristeza y felicidad.
-Hola…-
Tal y como lo había predicho no pudo decir nada, las palabras no se ordenaban en su cabeza, que esperar que llegaran a salir de su boca… Miró sus bellos ojos azules, esos ojos que le daban tanta paz y en lo que se podría perder para toda la vida, lo abrazó fuertemente como si se quisiera asegurar de que era realmente él y no un fantasma ni ningún invento de su imaginación jugándole una broma pesada, pero no, sí era él. Finalmente empezó a jugar con su cabello negro, enredándolo entre sus dedos como distracción para luego fundir sus bocas en ese tan largamente esperado beso.
Al separarse él abrió la boca para por fin decirle lo mucho que la amaba y todo lo que la había extrañado, quería decirle tantas cosas pero ella al darse cuenta puso un dedo sobre sus labios para hablar primero…
-Yo también te amo, Seiya-
Serena dejó la rosa sobre aquella tumba que visitaba todos los días y le susurró –Gracias por cumplir mi deseo, te prometo ser feliz. Te amo- Tomó de la mano al apuesto muchacho y así se marcharon dejando atrás aquella lápida en donde se leía:
"Aquí yace Darien Chiba. Amado amigo y esposo"
