ESTOS PERSONAJES NO ME PERTENCEN, SOLO LOS UTILIZO PARA CREAR ALGUNAS AVENTURAS Y LOCURAS QUE NACEN EN MI MENTE

Sus esmeraldas recorrían paso a paso cada palabra del libro que tenía en sus manos, de vez en cuando observaba sobre el para verle caminar de un lado a otro, un suspiro hondo y una suave negativa con su cabeza y retomaba su lectura, recostado sobre un sillón en el corredor de la casa, justo frente a la playa, trataba de hacer llevadero el tiempo con su hermano mayor, algunas veces esos seis años de entrenamientos parecían haberlos distanciado demasiado.

— ¿Me estas escuchando Shun?—preguntaba mientras bajaba el mismo el libro de su hermano.
—Si Ikki… perfectamente—contestaba con una enorme sonrisa el menor.

—Por qué no me dijiste que vendrían también los otros sabes que…

—Sí, lo sé—interrumpió el peliverde a la vez que retomaba de nuevo la lectura— que te gusta pasar tiempo conmigo porque soy tu hermano y que Seiya te cae mal y bla bla… pero es mi cumpleaños y quiero tenerlos a todos cerca ¿sabes cuánto me ha costado convencer a Shiryu y a Shunrei para que viajaran hasta acá?—preguntó, Ikki levantó una ceja y se cruzó de brazos— bien … gracias por comprender hermano, por eso te quiero—termino lanzándose en la espalda del mayor y haciéndolo sonreír—ahora ¿me acompañas al puerto? Hay que ir por ellos.

—¡Shun!—

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La espera se sentía eterna, por un lado uno de ellos emocionado, mientras que por el otro— haciendo un esfuerzo sobre humano de no fastidiar a su quEriido hermanito en vísperas de sus dieciocho—un estresado fénix, se sentaba en unas las bancas esbozando una siniestra sonrisa de esas que acostumbraba hacer para complacer a ese enano—porque eso era para él, pasase el tiempo que pasase, un enano—que tenía el corazón y la bondad más grande del mundo

A la lejanía un enorme barco, propiedad de Saori Kido, traía como tripulantes tres caballeros bronceados y cinco jovencitas, ya cerca los chicos se saludaban con emoción, no terminaba de atracar cuando el rubio y el castaño se hicieron volados sobre su amigo, Ikki solo negaba y suspiraba hondamente, esos dos nunca cambiaban.

—Ikki—saludo bajando el tono de euforia el pegaso, el peliazul solo se limitó a hacer un ademan con su cara, que el chico respondió con su siempre retorcida sonrisa.

De la misma forma y siempre manteniendo la distancia, el rubio saludó con su mano, prefirió seguir junto al lado de Shun.

Ya con todos los invitados en tierra firme, el fénix decidió dar la vuelta y seguir su camino, no sin antes saludar rápidamente con una sonrisa a las jóvenes y brindarse un apretón de manos con el dragón, que era el único que en contadas veces no se metía con su forma de ser, tal vez porque ultimadamente no le importaba, o porque habría aprendido a llevarlo de esa forma.

Con algo de ayuda subieron el equipaje al auto, que se terminó por duplicarse con un taxi, puesto que la espera solo incluía a los bronceados y una diosa, pero para Shun, las inesperadas visitas habían sido de su total agrado, sobre todo porque la hermana de Seiya esta vez se les había unido, y el sabia cuanto intentaba Seika de encajar en el atareado mundo de su hermanito.

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La casa de la playa donde alguna vez vivió el caballero de Cefeo, era ahora el refugio del caballero de Andrómeda y su novia—futura esposa en secreto para su hermano que no dejaba de verlo como un infante—la hermosa amazona de camaleón, quien los esperaba con un delicioso almuerzo isleño a base de pescado y una que otra fruta tropical.

La isla era una sombra de lo que en un pasado pudo darse a conocer como ruinas, pero con ayuda de Saori, el lugar había sido restaurado casi en su totalidad, teniendo ahora un puesto turístico que permitía su subsistencia—pero explicar eso nos desviaría de esta historia— asi que Shun y su novia—casi esposa—se mantenían bastate ocupados trayendo orden en el reconstruido lugar.

Todos sentados para disfrutar del delicioso banquete, esperaban la aparición de su anfitrión que se había tardado un poco en aparecer junto con la rubia amazona.

—Estoy muy emocionado que estén acá—dijo con una sonrisa el peliverde mientras se acercaba—tenerlos a todos reunidos acá ha sido un poco difícil—expresó mirando al dragón que levantó su vaso de refresco junto a Shunrei para igualar su opinión—pero de verdad que me hacen muy feliz—sonrió.

—Nosotros estamos felices de acompañarte Shun—replico Hyoga mientras jalaba con cariño a Eriie para darle un tierno beso—esperemos que no sea solo por esta vez ahora que eres casi un adinerado empresario—sonrió.

—Y no la será…—apoyó la joven diosa—que sea oficial por lo menos reunirnos en cada cumpleaños, así como lo hemos hecho cada navidad y celebraciones mías, la vida en el santuario es a veces…bastante ocupada—sonrió observándolos a todos y apretando dulcemente la mano de Miho—y extraño a mis hermanos.

— ¡Propongo un brindis con jugo de papaya para cerrar esta promesa!—exclamo el castaño provocando una carcajada en casi todos—y también para celebrar la integración de mi quEriida hermana Seika—dijo provocando un sonrojo en su tranquila hermana mientras la abrazaba.

Al escucharla nombrar, Ikki volteó su vista hacia ella, pero ¿Cómo no había notado su presencia? Ni siquiera recordaba si la había saludado, le pareció un poco grotesco de su parte, y se sintió un poco sonrojado al sentir los dulces ojos de Seika sobre él, así que lo mejor que pudo hacer fue hundirse en su silla y esperar en momento adecuado para salir espantado de ahí.

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Y así pasaron el rato entre anécdotas y cuentos de terror, justo como los viejos tiempos y justo como los viejos tiempos, el peliazul se logró escabullir al fin de la reunión y darse un respiro de ese empalagoso reencuentro, no iba a mentirse así mismo, le agradaba la presencia de los demás, y las chicas, pero no estaba listo para sentarse a bromear con ellos, tal vez más adelante, por ahora le gustaba su solitaria vida en ese lugar—sabe Dios donde—que había encontrado para liberarse de la vida cotidiana y escapar de la sociedad—por no decir ciertos bronceados—que en veces lo estresaban.

Una vez fuera, se sentó un rato en el corredor de la casa mientras veía las olas besar la arena una y otra vez, suspiro hondamente mientras la tarde se iba encargando de hacer huir al sol bajo el mar, alborotó su melena azul y decidió dar un paseo, meneó su cabeza hasta escuchar crujir sus huesos y abrigándose un poco comenzó a caminar.

Se acercó al mar y recogió sus pantalones para permitir que la arena jugara entre sus dedos junto a la espuma del mar, sonrió, una de esas sonrisas que había dejado de regalarle al mundo y solo guardaba para el mismo, divagó, en cada pensamiento, cada recuerdo, cada… imagen, que pudiera traerle de regreso esos momento es los que alguna vez fue realmente feliz, Esmeralda, pero cada año que pasaba los mismo se hacían más pequeños, más fugaces, volteó entonces de nuevo y por la ventana vio a Seika, cinco años desde la guerra de Hades, cinco navidades viajando a Japón junto a su hermano que a rastras lo metía en la mansión por lo menos para el brindis y abrir los obsequios, tres cumpleaños de la joven diosa en cuando había la oportunidad, y ahora una reunión en la isla de Andrómeda, pero de todas esas veces, no recordaba haberla visto, o haberle prestado atención, suspiro profundo, por un momento esa joven acaparó lo que en muchos años nadie había podido abordar… sus pensamientos.

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—Muchachos, me casare en primavera—soltó el joven dragón dejando a todos atónitos.

—Shiryu… ¿pensabas comunicarnos esto en algún momento de tu vida?... porque amigo falta menos de un mes y nosotros no sabíamos que ya te…—reclamaba el castaño antes de ser interrumpido.

— ¡Voy a ser padre!…—exclamo—y quiero que mi hijo nazca en un hogar, en un verdadero matrimonio—sonrió besando a la siempre tímida Shunrei.

— ¡Pero… que demonios… te felicito amigo!—dijo Hyoga abrazando al feliz asiático.

—Jamás espere verte besar a Shunrei de esa manera—rio pegaso, ganándose un almohadazo de parte de Saori y Miho— me alegran demasiado, ensEriio.

—Por lo menos es bueno que uno de ustedes al fin siente cabeza… ¿no lo crees Seiya?—dijo la pelinegro hacia el castaño, el solo le guiñó el ojo.

— ¿Qué hay de ustedes chicos?—preguntó la diosa al peliverde junto a June.

Ambos suspiraron.

—Todavía es delicado hablar de eso con mi…cuñado—dijo la rubia—pero poco a poco se ha acostumbrado a vernos juntos…

—No les negaré que al principio me sentía frustrado, ellos peleaban como un matrimonio, algunas veces llegue a pensar que mi hermano se quedaría con June—sonrió ganándose un codazo de la amazona—pero él es simplemente Ikki y aun…

—Te ve como su hermanito—exclamo Seika—la mayoría de hermanos mayores somos así Shun.

—El problema con Ikki es que aún no ha podido superar lo de Esmeralda, ya ha pasado tanto tiempo que… tal vez lo que necesita en conocer a la persona indicada—comento la diosa.

—Con ese carácter…Auchh—se quejó Seiya del pellizco de su hermana y su novia al mismo tiempo—Bien…decía—dijo sobándose ambos brazos.

Seika se acomodó de nuevo en el sillón, reamente se incomodaba cuando hablaban mal de ese muchacho peliazul, ¿Qué tenía de malo? Ella era igual de solitaria, y eso era totalmente normal, la única diferencia era que ella jamás había tenido un amor imposible que le hubiese roto el corazón, ni siquiera un novio, había pasado perdida y no solo del mundo si no de ella misma, oculta voluntariamente de los demás, pocas veces había visto de cerca al caballero del fénix, y las pocas veces jamás habían intercambiado palabras, ni siquiera un apretón de manos, luego lo pensó bien, ya no eran más unos niños, eran casi adultos, así que esta vez no perdería la oportunidad de hablar con el—un par de solitarios= buena compañía.

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Saori ya se había ido con June y Shunrei a buscar algunas cosas para la actividad de mañana, Miho y Erii se habían recostado y las conversaciones de los santos de bronce se remontaban a lugares que nunca había visto, así que sin nada que hacer, abandonó la casa y se dirigió a la playa justo donde había visto por última vez al hermano mayor de Shun.

Caminó frotando sus brazos, ese lugar era tremendamente frio de noche, iba a devolverse en busca de algún abrigo cuando una ronca voz la detuvo.

— Seika… ¿verdad?—pregunto lanzándose desde la roca en la que estaba.

— Si… —dijo con la voz entrecortada por el frio impidiéndole sonreír.

—Toma…—estiro la mano con su chaqueta y se la brindó a la castaña— ¿A dónde ibas?—preguntó dándole la espalda.

—Caminaba un poco… no conozco el lugar—contesto apresurando su paso para alcanzarle.

La caminata se hizo silenciosa, si Seika hubiese podido comunicarse por cosmos, cualquiera pensaría que entablaban una conversación intelectual sobre algún tema en especial, pero simplemente se entretenían escuchando el mar y observando las estrellas que poco a poco se asomaban.

—Que hermosas estrellas…—dijo la castaña para tratar de romper el ya incomodo silencio.

—Me imagino que no has aprendido ninguna constelación… ¿que el caba…pegaso no te ha mostrado algunas?—preguntó deteniendo su paso y clavando sus zafiros en ella.

El tono de voz del peliazul y su mirada tan soberbia la hizo dar un par de pasos hacia atrás, algo que no paso desapercibido por el fénix, carraspeó un poco y trató de sonar más gentil, se acercó hasta la joven y señalo con cuidado.

—Aquella es Andrómeda… la de mi hermano—dijo casi en un susurro, haciendo que la castaña se le erizara la piel.

La luna llena reflejaba el tono carmín en sus mejillas debido a la pronta cercanía del joven, asintió con pena.

—Es muy hermosa… — logro decir, volteando su rostro hacia el peliazul, pero al intentar caminar un hermoso caracol enredo sus pies y la hizo trastabillar hasta el suelo, haciéndose un pequeño raspón en su rodilla.

Inmediatamente el peli azul se giró y la sujetó del brazo para ponerla de pie, pero el gemido de dolor de la castaña lo detuvo, sin pensarlo dos veces se la cargo hasta una roca y rasgando parte de su camisa—los héroes siempre andan ropa podrida—hizo una venda y envolvió la lastimada rodilla.

—Listo te moles…—pero enmudeció al ver los enormes ojos café que no perdían de vista cada uno de sus movimientos, carraspeó su pecho y se levantó—creo que debemos regresar—dijo un poco nervioso mientras le brindaba la mano.

—Si…—dijo la castaña como única respuesta mientras se sostenía del brazo del peliazul y volvían a casa.

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Saori jaló con delicadeza a la embarazada Shunrei y a June, y sonrió como niña traviesa mientras veía a lo lejos caminar a los callados mayores.

— ¡Eso es!—chillo con emoción—Seika es la persona ideal para Ikki—dijo triunfante para recibir unas miradas de desaprobación de las chicas.

—Pero… Saori, ellos son…

—El uno para el otro…— completo la pelilila.

—Es una locura… Seiya…

—Jamás se dará cuenta… no de nuestra boca—rio en modo macabro—ahora tenemos una fiesta que organizar y una pareja que juntar.

Siguió caminando mientras dejaba tras de ella dos chicas suspirando profundamente.

—No vamos a sobrevivir…—dijeron al unísono.

continuaraaa


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