Por favor, antes de que leas la historia, tengo algo que decir y quiero que leas esto primero, juro que seré lo más breve posible: publiqué esta historia hace un año atrás, justo el día que me creé esta cuenta, el 15 de septiembre de 2016 y dije en su momento que era la versión corregida y ampliada de otra que está aquí desde el año 2004, llamada, Las vueltas de la vida, escrita y subida por la usuaria iSsiSs. Sé perfectamente que primeramente debí pedir permiso, pero en mi defensa diré que le escribí al menos ocho mensajes privados y como era obvio, nunca recibí respuesta. Al igual que todas las personas aquí, no me lucro con esto y tampoco quiero adueñarme del trabajo de esta persona, sólo me encantó su historia, le encontré muchos errores ortográficos y de organización, así que los corregí, cerré y resolví detalles que quedaron sin concluir agregando muchas cosas y terminando con broche de oro. Pido disculpas si te incomoda o decepciona algo de lo aquí dicho, de verdad que no lo hago con mala intención, al contrario, creo que hice un buen trabajo y espero que lo sepas apreciar…

¿A dónde quiero llegar con esto? Pues bien, las dos historias que tenía publicadas en su momento fueron borradas y no se quién lo hizo. Cometí un fallo al dejar la sesión iniciada en un ordenador público y, bueno, pasó lo que pasó. Eso me entristeció mucho porque aunque logré recuperar parte del trabajo, mi propia historia y varios capítulos de esta se perdieron y nunca los pude recuperar. La historia original de iSsiSs cuenta con once capítulos y yo los amplié hasta aproximadamente los veintiuno sin el epílogo y sólo recuperé diecinueve (amo las memorias usb's) pero aún así, me sentí mal y no volví a escribir más. A todo esto, se le sumó un acontecimiento en mi vida bastante fuerte y me alejé de las redes y de FanFiction.

Hoy, más de un año después, me siento con ganas de terminar lo que empecé y no me voy a rendir, la volveré a subir una y otra vez si hace falta, porque es una historia que vale la pena leer. Tengo diecinueve capítulos completos y corregidos, subiré uno o dos por día a partir de hoy. Eso era todo lo que quería decir, gracias por prestarme atención y espero que la disfrutéis.

Y a ti, si, a ti que te tomaste tu tiempo en borrar mis dos historias y cambiar mi nombre y contraseña, te digo que no ganaste, pude recuperar mi cuenta y aunque no pude rescatar el trabajo de mi otra historia propia no pasa nada, porque cuando tienes una idea esta nunca se olvida, al principio te sientes mal, pero todo pasa. No te deseo mal, de verdad que no, porque sé que en su momento seguramente te divertiste, pero de verdad, a nadie le haría gracia que le hicieran algo así.

Ahora sí, eso era todo lo que quería decir. Muchas gracias por escucharme y espero que te guste el trabajo.

Kristal Altais Black (antes Phoenix Black Riddle)


Título: Las vueltas de la vida

Autor: iSsiSs

Co-Autor: Kristal Altais Black

Clasificación: M

Género(s): Romance, drama, hurt y confort.

Disclaimer: Muchos personajes originales son de J.K. Rowling. Hasta el capítulo once son de iSsiSs y a partir de ahí, míos.

Pareja: Draco Malfoy/Ginny Weasley

Resumen: Ginny está a punto de acabar sus prácticas como medibruja pero alguien lo complica. Se reencontrará con un antiguo conocido que no le es indiferente. Por las vueltas de la vida, Draco al fin consigue estar cerca de ella después de tanto tiempo, pero pronto descubrirá que no todos están contentos con su elección y que los errores del pasado no perdonan. Secretos, atracción y amor.

Notas: Los escritos en letra cursiva pertenecen al punto de vista y pensamientos de cada personaje, además de la representación escrita de sonidos. Los escritos en letra cursiva y negrita son cartas, periódicos, etc.


LAS VUELTAS DE LA VIDA


I

Reencuentro

Entraban unos pequeños rayos de sol por la ventana de aquella habitación. Era pequeña, pero acogedora. En la cama, una chica con una cabellera larga y pelirroja, con pequeñas pecas en la cara, se desperezaba lentamente con una pequeña sonrisa. Se volvió y miró el reloj de pared.

-¡Qué impuntual me he vuelto con el tiempo! -Habló a la nada, levantándose rápidamente y dirigiéndose al baño-. Por las barbas de Merlín, Ginevra, que ya tienes veintidós años, tienes que ser más puntual. Otra vez llegaré tarde… -Suspiró mientras abría el grifo de la ducha-. No me quedará más remedio que aparecerme.

Se preparaba para ir al Hospital San Mungo. Siempre quiso ser medibruja y, después de largos estudios, por fin se encontraba haciendo las prácticas. Definitivamente era un sueño que estaba a punto de cumplirse. Se vistió rápidamente, saltaba en un solo pie, mientras se comía una tostada y a su vez se ponía unas botas planas. Bebió un trago de zumo de calabaza y con un estruendoso crack, se desvaneció. Instantes después apareció en el Hospital.

-¡Buenos días, Aryth! -Saludó a la recepcionista.

-¡Buenos días, querida! El sanador Johnson te espera en su despacho.

-Gracias, Aryth.

El sanador Johnson era su tutor. Un hombre moreno, alto y delgado, pero musculoso, de cabellera negra cobriza y ojos miel. Tenía treinta y dos años y además, se llevaban muy bien.

-¡Buenas! -Dijo alegremente cuando llegó.

-Buenos días, Ginevra. Por favor, ve a la habitación doscientos treinta y cinco. Anoche llegó un paciente, ha sufrido un accidente y se encuentra algo desorientado. Allí tienes las instrucciones para prepararle la poción. Yo iré en cuanto acabe con estos documentos.

-Entendido -le dijo y acto seguido salió del despacho.

Entró a la habitación, compartida por tres pacientes. A dos de ellos ya los había atendido anteriormente, así que enseguida distinguió al nuevo.

-Todavía duerme -dijo en un susurro inaudible, echándole un simple vistazo de reojo.

Le resultó algo familiar, pero no le prestó mucha atención. Cogió la hoja de la poción que necesitaba y se encaminó a prepararla a la sala contigua.

-Veamos... Tres cuartos de tensa, encurtidos de tentáculos de Murtlap*

Volvió de nuevo a la habitación. Su nuevo paciente ya estaba despierto. Se acerco a él con la poción en la mano.

-Buenos días, le traigo su poción, señ...

Se le heló la sangre. Plaff. La poción cayó al suelo, los otros pacientes miraron alarmados.

Veía a mis hermanos mayores partir todos los años a Hogwarts. Siempre fue mi sueño poder ir, era lo que más deseaba. Ansiaba que el tiempo pasara rápido y tener ya once años. Qué inocentes eran mis sueños entonces, y quizás aún lo siguen siendo. Ahora que ya tengo quince años estoy inmensamente feliz. El haber pasado tanto tiempo aquí, aprender y compartir con los demás jóvenes magos, me ha hecho sentirme muy querida y valorada. El curso empezó hace unos meses, quinto curso para mí, y no ha habido grandes cambios. Bueno quizás sí, ya no salgo con Dean Thomas. Empezamos al final de mi cuarto curso pero las relaciones a distancia no suelen funcionar.

Ring ring ring.

El sonido del reloj me despierta. Vaya, ya son las siete. Y encima es lunes. Genial, pensé. Me levanto de la cama y me voy al baño. Me doy una buena ducha, si no, no podré mantenerme despierta toda la mañana. Salgo con la toalla liada al cuerpo y con otra envuelta en mi pelo. En realidad, me gusta mucho mi pelo, me llega hasta la cintura, liso y tremendamente rojo. Una característica de los Weasley. A veces me molesto porque llama mucho la atención, pero realmente me encanta. Al igual que mis pecas; recuerdo que cuando era niña, las odiaba, me hacían parecer muy infantil, pero ahora el toque inocente que me dan, contrasta a la perfección con el fuego y el ardor que trasmite mi pelo. Me lo peino y lo dejo suelto, me pongo el uniforme y la capa. Estamos en noviembre y no quiero pasar frío. Bajo a la sala común donde está Hermione. Normalmente ella es de las primeras en levantarse.

-¡Hola, Ginny! -Me saluda con entusiasmo, como todos los días.

-Buenos días, Hermione, ¿bajas a desayunar? -Le pregunté.

-Si claro, ¡me muero de hambre! -Me contesta sonriente.

Salimos de la sala común en dirección al gran comedor, nos sentamos al principio de la mesa, me sirvo zumo de calabaza y cojo un par de tostadas. Veo a Luna Lovegood sentada en la mesa de Ravenclaw y, aunque no es una Gryffindor, siempre me llevé muy bien con ella y ahora somos muy amigas, por más que la gente diga que es rara o que parece lunática. Recordé que tengo que devolverle un número antiguo de El Quisquilloso. No es que me interese especialmente la revista, pero la dejó olvidada en el aula de Historia de la Magia en nuestra última clase y yo se la recogí.

-Hermione, voy a devolverle una cosa a Luna -le dije.

-Vale.

Caminé hasta la mesa de Ravenclaw.

-Buenos días, Luna... toma -le digo entregándole la revista- la dejaste olvidada en la última clase.

-¡Gracias, Ginny! -Me dice con la mirada perdida-. Ya temía que la hubiera extraviado.

-De nada -sonreí-. Nos vemos en la próxima cla...

Pero no puedo terminar de hablar porque noto mi espalda demasiado húmeda. Me doy la vuelta con rapidez y los veo. Se ríen a carcajadas. Como no, Malfoy, Crabbe, Goyle y Parkinson, esta ultima en el suelo, que también está mojada y con los cristales del vaso a un extremo, que la muy torpe acaba de romper.

-¡Draco! ¿Por qué has hecho eso? -Pregunta la muy tonta, como si no conociera a Malfoy y las "bromas" que hace.

Supongo que le habrá puesto la zancadilla a la rubia.

-Vaya... vaya... -Dice Malfoy lentamente- dos pájaros de un tiro. Weasley si te das prisa, puedes exprimir el zumo de tu camisa y mandárselo a tu madre. Así al menos tendrá algo para desayunar.

Se oyen las risas estúpidas de los gorilas de Malfoy. No soporto a ese engreído.

-También podemos enviárselo a tu padre Malfoy, he oído que la comida en Azkaban no es muy buena.

Me dispuse a irme de allí con la cabeza bien alta, no iba a dejar que ese estúpido me humille. Pero las cosas rara vez salen como yo planeo y, cuando crucé para irme, resbalé con el zumo del suelo y me caí. Noté un pinchazo en la rodilla.

Ayyy! -Chillé.

-¿Qué ocurre aquí? -Preguntó la profesora McGonagall.

-Weasley resbaló, debería mirar por dónde va -contestó agriamente Malfoy.

-¡Con el zumo que tú mismo habías derramado a propósito! -Mi tono de voz se elevó.

-¡Oh, Weasley, por las barbas de Merlín! ¡Estás sangrando! -Señaló la profesora-. Malfoy acompáñala a la enfermería.

-Pero... -Se empezó a quejar Malfoy.

-No hay pero que valga -dijo cortante la profesora.

Malfoy se agacha atentamente observado por una profesora McGonagall claramente enfadada y me levanta, yo me aparto rápidamente y comienzo a caminar delante de él, pero me duele mucho la rodilla y pierdo el equilibrio. Por desgracia, tiene que ser Malfoy el que me sujeta. Miro hacia la mesa de Gryffindor y veo a Hermione que observa la situación, tiene el ceño fruncido, pero le digo con los ojos que todo está bien y sigo caminando. Respiro hondo y noto un olor embriagador… ¿Quién me iba a decir a mí que Malfoy y yo andaríamos tan juntos hacia la enfermería?

Han pasado muchos años ya desde aquel encuentro en el colegio. No he sabido mucho de él desde que se fue de Hogwarts...

Si que ha cambiado, pensó ella. Su pelo sigue tan rubio como antes, pero ahora luce algo desordenado, quizás por el accidente. Su mirada es menos fría y parece confundido. Aún así está bastante guapo, y no tiene esa expresión de profundo asco que yo recordaba... ¿¡Qué te está pasando Ginevra!? ¡Estás pensando que Draco Malfoy es guapo! Apuntó una vocecita en su cabeza y salió de su impresión.

-Lo siento -dijo ella con un hilo de voz- ¡Fregotego! -Exclamó y acto seguido el suelo quedó limpio.

Fue a rellenar otro bote con más poción y volvió a la habitación intentando aparentar serenidad. Se acercó a él.

-¿Dónde estoy? -Le preguntó él a ella.

-En San Mungo, ayer sufrió usted un accidente, ha pasado la noche aquí. Tenga, tómese la poción.

Se la entregó y él se la bebió de un trago, acto seguido empezó a parpadear lentamente y se quedó dormido. Ella se sentó en una pequeña butaca mientras pensaba en él. No me ha reconocido, ¿tan cambiada estoy?... Al cabo de una hora y media, aproximadamente, él vuelve a despertar algo alterado.

-Quiero irme a mi casa -exigió cortante.

-Lo siento pero tiene que esperar al sanador, yo no tomo las decisiones.

Él la mira con enfado y gira la cabeza. Ella notó cómo sus mejillas subían de color. Suerte que en ese momento apareció por la puerta el sanador Johnson, que le dio una pequeña sonrisa y le dijo que esperara en la otra habitación. Ella asintió y se fue de allí; necesitaba respirar hondo. Debió pasar unos quince minutos, cuando vio entrar al sanador.

-Verás Ginny, el señor Malfoy exige irse a su casa, pero aún necesita cuidados.

-Entonces no podrá marcharse, ¿no? -Le respondió ella enarcando una ceja.

-Me temo que la fortuna y la posición social del señor Malfoy puede pagar una estancia a su Mansión -dijo el ladeando la cabeza de un lado a otro- pero ha puesto una condición…

-¿Cuál? -Le preguntó ella extrañada, aunque realmente no sabía si le iba a contestar, ya que el sanador Johnson solía ser bastante reservado con sus pacientes.

-Quiere que vayas con él -contestó él sin pestañear.

-¿Cómo? -Le preguntó algo confundida.

-Verás, ya le he explicado que necesita tomarse las pociones y tiene que estar unas semanas en observación, pero insiste en tenerte a ti como enfermera. Puedes negarte si quieres, pero el señor ha insistido bastante en que seas precisamente tú.

-Pero... ¿y mis prácticas? -Preguntó más confundida aún.

-No te preocupes por eso, las horas que trabajes con él, serán horas de prácticas… además, Ginny -dijo él sonriendo- paga muy bien.

Ella meditó; lo que le pagaban en el Hospital era realmente poco y, además, ¿qué podía perder?

-Está bien -le dijo.

-Muy bien, Ginny, sólo una cosa más, tendrás que vivir con él mientras siga enfermo, exige tener a alguien las veinticuatro horas del día por si necesitara cualquier cosa.

-Vaya... -dijo ella muy confusa-. ¿Cuánto dice que paga? -Preguntó.

-Cien galeones a la semana.

-¡Ohhh! -Afirmó sorprendida-. ¡Eso es lo que me pagan aquí en un mes! Está bien, lo haré.

Después de recibir las indicaciones del sanador, pasar por su pequeño departamento a por su ropa y sus cosas, volvió al despacho. Malfoy también estaba allí. El sanador los acompañó a ambos hasta la chimenea, les ofreció polvos Flu, y antes de entrar le dijo al oído a Ginny;

-Ten cuidado y buena suerte.

Ella asintió y se giró hacia donde estaba Malfoy, no tenía ni la menor idea de dónde vivía él. Éste derramó los polvos Flu en la chimenea y le hizo un gesto a ella para que entre. Cuando ella finalmente entró, miró a Malfoy, él, acto seguido dijo:

-Mansión Malfoy.

Inmediatamente, todo empezó a girar muy rápido, como en una especie de torbellino. Ginny cogió fuerte el asa de su bolso, pues presintió que éste saldría volando. Segundos después, pierde el equilibrio y no tiene otro sitio dónde caer, que justo encima de él.

Ella se sonrojó.

-¡Auchh! -Gritó él.

Se levanta torpemente y ve que él está sangrando, su camisa está teñida de rojo a la altura de su pecho. Ella abre los ojos sorprendida y se alarma.

-Lo siento, está sangrando demasiado, déjeme ver… -Dijo.

-Quita las manos de ahí -cortó él secamente.

-Vaya, que genio -dijo ella indignada, poniendo las manos en su cintura.

Él se levanta, pero se encuentra débil y se tambalea. Ella le coge un brazo y lo apoya sobre su hombro. Al principio él se resiste, orgullo masculino, supuso ella, pero hasta él parece darse cuenta que no podría seguir solo. Caminaron unos cuantos pasos cuando el silencio se rompió:

-Vaya, Weasley, parece que se repite la historia, sólo que en este caso, no eres tú la accidentada.

¡Ohhh, por Merlín, sí que me recuerda! Piensa ella, aunque no pudo evitar poner una cara de repentina sorpresa. Siguió guiándolo hacia un asiento cercano. Mientras tanto, él, sonriente, recordaba cierto episodio que había pasado hace ya algunos años...

Llevaban un rato caminando por los corredores de Hogwarts, la herida de la pelirroja estaba sangrando aún y esta le resbalaba por la rodilla. Él aún la sujetaba y se veía un leve esfuerzo por su parte de contenerse y no dejarla tirada allí mismo. Se podría decir que no lo hizo, porque no se atrevía a desobedecer una orden directa de McGonagall. A ella se la ve confusa, parpadea cada vez más lentamente, hasta que, sin previo aviso;

-¡Weasley! ¿Qué se supone que estás haciendo? ¡Ohh no! ¿Qué diablos hago yo ahora? Vaya una niña más inoportuna. ¡Desmayarse justo ahora!

Le doy un par de bofetadas a ver si reacciona. Nada, ella impasible, ni se mueve.

-¡Genial, lo que me faltaba! -Exclamé algo abrumado.

Ella seguía ahí, tirada en el suelo, con el pelo algo alborotado y cayendo sobre su cara. Parece tan frágil... Pensé.

-¡Weasley! ¿Quieres hacer el favor de levantarte? ¡No quiero cargar contigo! -Ni un solo movimiento por parte de ella.

-¡Enervate! -Atiné a decir, apuntándola con la varita-. Nada, esto tampoco funciona. Supongo que no me queda más remedio. -Y, agachándome, la cogí en mis brazos-. Vaya, que curvas tien… Hmmmm -inspiré, atrayéndola un poco más hacia mí- huele a rosas y jazmines. ¿Qué hará para oler así? -Me pregunté.

Ya empieza a pesarme, llevo un buen rato caminado con ella en brazos, pero de alguna forma sonrío con una leve satisfacción, estoy contento de tenerla a mi merced. Llegamos a la puerta de la enfermería, la postré lentamente y me dispuse a irme. Pero estando con una mano en el pomo de la puerta, me di la vuelta y la miré.

-¡Qué diablos! -Me dije a mí mismo.

Retrocedo sobre mis pasos, me acerco a la cama. La miré por unos instantes, acerqué mi cara a la suya, le puse una mano en el muslo y seguí acercándome lentamente a ella. Junté mis labios con los suyos y me estremecí. Sentí una leve descarga eléctrica por todo mi cuerpo y me separé de ella unos instantes después. La miré un segundo. Acto seguido, me alejé de allí corriendo, pensando en lo que acababa de hacer. Había besado a Weasley. ¿En qué demonios estaba pensando? Una tenue sonrisa apareció en mis labios. Nunca había besado a una chica dormida.

-¡Maldición! ¡Son ellas las que se mueren por besarme a mí! Dije para mí mismo.

Visiblemente más feliz que cuando salí del gran comedor, volví a la mesa de Slytherin y comencé a degustar un suculento desayuno con una sonrisa de autosuficiencia mi rostro.

Ella notó cómo sus mejillas subían de color pero, cabizbaja, siguió caminando guiándolo hasta un asiento. Evitar mirarlo a la cara era su prioridad, sabía perfectamente que podría haber visto una sonrisa en su rostro. Una vez dejó a Malfoy en el asiento, se fijó en la sala en la que habían aterrizado con los polvos Flu. Una habitación cuadrada de altos techos. Se le hizo muy parecida a la vieja sala común de Gryffindor en Hogwarts, sólo que en esta predominaba el verde y el plateado. Había varios sillones, una mesa pequeña en las que se suele tomar el té, una alfombra muy grande y por supuesto la chimenea.

-Voy a mirarte esa herida -dijo Ginny.

-No hace falta, puedo valerme por mí mismo -contestó arrogante Draco.

-Juraría que aquí la enfermera soy yo -respondió Ginny secamente.

-Está bien, Weasley, pero intenta no desmayarte al verme sin camisa.

-Ohhhhh, claro, lo intentaré -respondió ella en tono irónico, alargando las vocales.

Desabotonó su camisa intentando mantener su integridad y evitando por todos los medios sonrojarse. En un primer momento sus ojos bajaron a su abdomen, pero debió pensar en lo que estaba haciendo y dirigió rápidamente su vista a la herida. Tenía muy mal aspecto, parecía un gran arañazo, cerca del lado izquierdo del pecho y sangraba bastante.

-¿Por qué no te la cerraron en San Mungo? -Preguntó Ginny un tanto preocupada.

-Cuando salí de allí estaba cerrada -respondió él.

-Ohh vaya, podría ser grave entonces, quizás sea mejor regresar al Hospital... ¿Cómo te hiciste eso? -Preguntó ella.

-Eso no es de tu incumbencia. Y no pienso regresar. -Contestó fríamente.

Un Malfoy en un Hospital rodeado de enfermos, pensaba Draco, que actividad más desagradable, compartiendo habitación con otros pacientes… No, no y no, eso definitivamente no está hecho para mí, odio los hospitales.

-Está bien, tú verás, pero si te niegas a contarme cómo o qué te hizo eso, no creo que pueda servirte de gran ayuda… ¡Episkey! -Gritó Ginny apuntando a la herida.

En ese momento la herida dejó de sangrar y se cerró levemente, aunque la piel no quedó perfecta, se veía una cicatriz muy oscura y la piel de alrededor irritada.

-Está bien -dijo él- ¡Elia! -Llamó de manera autoritaria.

Ginny se asustó de tal grito que pegó él. Inmediatamente después, una pequeña elfina doméstica apareció en la habitación. Iba vestida con una pequeña faldita de tablas y un delantal verde, con lo que parecía ser el escudo de armas de los Malfoy en el centro.

-¿Me llamaba, señor?

-Sí, acompañe a la señorita a la habitación de huéspedes del primer piso. -Y dirigiéndose a Ginny, dijo- Weasley, la cena se sirve a las nueve.

Ginny asintió y siguió a la pequeña elfina fuera de la estancia, donde llegaron a un hall realmente grande con unas enormes escaleras que subían a pisos superiores. Miró arriba y calculó que tendría tres pisos, quizás cuatro cómo mucho. Subieron hasta el primero y la elfina la guió hasta una de las habitaciones por un pasillo largo y amplio, con multitud de puertas. Las paredes estaban adornadas con cuadros de personas, lo cual era extraño, porque éstos no se movían como estaban acostumbrados a hacerlo en el mundo mágico. La inmensa mayoría eran hombres, rubios de pelo largo, ojos grises azulados y porte distinguido. Los otros eran morenos y algún que otro pelinegro. Las mujeres iban desde rubias hasta morenas, distinguidas y elegantes, ostentosamente vestidas y con joyas extraordinarias.

-Esta es su habitación, señorita. Tiene un pequeño aseo dentro, aunque también hay un gran baño al final del pasillo -dijo ella.

-Gracias, Elia -dijo Ginny con una sonrisa.

-De na… nada, señorita -dijo la elfina algo extrañada, hizo una pequeña reverencia y desapareció.

Ginny abrió la puerta y entró.

-¡Vaya! -Exclamó alargando las vocales.

La habitación era bastante grande y espaciosa, había una cama muy grande en el centro con su correspondiente dosel, un gran espejo y un tocador inmenso. Había también un gran armario y un escritorio. Todos los muebles eran de madera, al igual que el suelo, las paredes eran de piedra, aunque a mitad de su altura estaban pintadas de un rojo carmesí intenso. Divisó una pequeña puerta, se acercó y la abrió. En efecto, era el baño, con ducha, un aseo, lavamanos…

Para hacer tiempo deshizo su equipaje, sacando la ropa y poniéndola en el armario colgada. Decidió darse una ducha ya que aún quedaba varias horas para la cena. Tras la reconfortante ducha, se puso unos pantalones vaqueros y una camiseta blanca muy sencilla, unas sandalias blancas y se dejó el pelo suelto. Así por un lado, la refrescaría y por otro, se le secaría. Se fijó en su bata de San Mungo, estaba manchada de sangre. Faltaban veinte minutos para las nueve, así que decidió bajar. No sabía realmente dónde tenía que ir, así que ya de paso preguntaría a la elfina, dónde lavar su bata. Se dirigió escaleras abajo y oyó ruido a su izquierda, así que fue por ahí y entró.

-¿Elia? -Preguntó algo cohibida.

-¿Sí, señorita?

-Quería saber dónde puedo lavar mi bata -le dijo.

-Ohhh, Elia la lavará. No se preocupe, señorita. La cena ya está lista, pase por aquí.

La elfina la guió hasta un gran salón. Las paredes desnudas eran de un blanco perla. Una gran alfombra verde oscura con detalles negros recorría el lugar. Había pocos adornos a la vista; unos jarrones finos y delicados en pequeñas estanterías, algunas flores y unos cuantos libros. El comedor estaba en el centro de la estancia, en él sólo había un plato. Espera… ¿Un plato? Se preguntó Ginny.

-Elia... ¿Y el señor Malfoy?


*Ingredientes esenciales de la poción de Esencia de Murtlap; una poción que calma y cura las heridas.