Imagino a mis padres. Ambos sentados en la cocina, sin recordarme.
Soy su hija y no lo recuerdan. Su pequeña niña. La niña que tuvo que hechizarlos para salvarlos de una guerra a la que no pertenecían.
Recuerdo su historia de amor. Mamá siempre la contaba. Se conocieron en la secundaria, mamá tocaba el piano, y papá se enamoró de ella apenas la oyó tocar la sinfonía 9 de Beethoven. Cuatro años más tarde, ambos se recibieron de dentistas y se casaron. Luego llegué yo. Su amor fue tan fácil. No había dolor, guerra, pureza, odio y muerte en medio de ellos. Mamá sabía que papá era el hombre correcto para ella.
Yo no. Yo me enamoré de la persona equivocada, de la que nadie se esperaba. Pero lamentablemente, no podemos elegir de quién enamorarnos. No hay opciones cuando se ama de verdad, simplemente amamos, con y sin razón, apasionadamente, ciegamente, cada uno a su manera.
Lo observó dormir; su brazo sobre mi vientre, su cabeza ligeramente recostada sobre mi hombro, sus cabellos rubios platinados cayendo sobre su rostro. Entonces lo sé. Si hubiese podido elegir a quién amar, lo habría elegido a él.
El sol comienza a entrar por las ventanas de la habitación del Caldero Chorreante. Siempre me habían llamado la atención aquellas pequeñas partículas de polvo que danzaban solo en los rayos de luz, de pequeña intentaba atraparlas con mi mano pero no podía, ya que en la sombra se perdían. A veces me sentía como ellas, mientras pudiera amar a Draco, danzaba felizmente, luego intentaban atraparme, llevarme lejos de él, pero me perdía. Porque vivir sin él era vivir en completa oscuridad.
Sé que él me ama, también. Por eso debemos huir, porque nos amamos. Cometimos el imperdonable crimen de amarnos, siendo él de un linaje de pureza y yo una impura. Eso, para su padre, es imperdonable.
No sé si está bien, no sé si podremos sobrevivir. Sin embargo, son esos pequeños momentos de felicidad junto a él, en los que me doy cuenta que esto es lo correcto. No imagino agonía más cruel que estar lejos de él, de mi Draco.
Vuelvo a observarlo, está comenzado a despertar. En un susurro, apenas entendible, le digo: -Te amo Draco. Te amo más de lo que puedes imaginar. No me arrepiento de nada, porque estar contigo es mi cura. Te amo. Soy feliz a tu lado y no recuerdo haberlo sido antes.
