Disclaimer: La historia en sí, está basada en el best-seller de Stephanie Meyer. Todo es de ella, exceptuando algunos personajes míos como Lauren, y los que no os suenen de los libros.

Chapter I

Nueva situación

¿Que qué esperaba encontrarme en Forks? Supongo que frío, niebla, oscuridad… Nada comparado con la soleada España. Viajaba en el avión, absorta a todo lo que ocurría a mí alrededor. Mis padres me habían acompañado hasta el aeropuerto de Barajas, en Madrid. Yo me había negado a ello pues ya era mayorcita, tenía diecisiete años, cumpliría la mayoría de edad en Noviembre. Llevaba mi reproductor de música guardado en el bolso. Iba sola, claro estaba.

Caleb, mi padre; era un estadounidense, concretamente de Forks, que había viajado a España por un trabajo que le había salido allí. Mi madre, Ana, era española, de Madrid. Donde toda mi vida había crecido. Yo, era una chica a la que le gustaba salir, leer, viajar, como todas las chicas normales. Es más, siempre había destacado en el instituto por mi extraña belleza.

Giré mi cabeza en sentido a la ventana del avión y suspiré. Nunca me había considerado guapa, pero la gente lo decía. Mi pelo castaño, heredado de mi madre caía en ondas hasta debajo de mis pechos. Lo que más me gustaba eran mis ojos, aquellos ojos azules verdosos de los que tanto me gustaba hablar. Ésa era mi seña de identidad, puesto que no había visto unos ojos iguales en todo Madrid. Y eso que no era pequeño. No sabía si me acostumbraría a Forks, puesto que era mil veces más pequeño que Madrid.

Al bajarme de aquel avión sentí el frío rozando mi piel. Me puse mi abrigo y caminé sentido a la terminal. Ni si quiera tenía aeropuerto, estaba todavía en Seattle. En Forks, tenía a mi tía, que se había quedado allí en Forks, a su marido y a su hija que era unos años mayor que yo, Angela.

-Lauren –me llamó mi tía. En realidad, en España, mi nombre era Laura, pero en Estados Unidos todos estaba acostumbrados a llamarme Lauren. Los vi allí, parados en la puerta de una cafetería. Me abrazaron con felicidad y ternura. – Cariño, estás muy mayor desde la última vez que te vimos. –

La última vez que me vio la familia Webber tenía diez años. Mis padres me habían traído hasta Forks pues no querían que mi inglés se perdiera. Mi español era muy bueno, pues me había comunicado con él siempre en España. En casa mi padre siempre me había hablado en inglés, no quiso que lo perdiera, por eso, insistía tanto. Y decidió que mi último año de instituto lo hiciera en Forks.

-Sí – dije en un susurro. Mi voz sonó suave, pero un poco entristecida. Me había despedido de mis amigos, ese día había llorado muchísimo.

Pasamos por todas las carreteras comarcales. Forks no estaba muy bien comunicado, era un pueblo aislado, sin mucho que ver.

-Tu inglés no es tan malo – dijo mi prima Angela. – Sólo que se te nota el acento español –

- ¿Y cómo es el acento español?

- No sé, lo pronuncias todo más delicado. –

Me encogí de hombros, para mí hablaban igual un inglés que un estadounidense, la diferencia era mínima en mi lenguaje. Así pasó el camino hasta Forks, hablando sobre lo bueno o malo que era mi inglés. Llegamos a la casa de los Webber. Era una casa sencilla, sin mucho que destacar. Con dos plantas y un ático. Su fachada blanca inundaba de luz el espacio. Por dentro era igual, todo blanco. Mis tíos no se habían complicado mucho en el color de las paredes. Me enseñaron mi habitación. Una pequeña estancia con una cama individual, un escritorio, un armario y un corcho. Abrí la maleta y coloqué todas mis cosas. Fotos de mis amigos, ropa, recuerdos… Y eso que solo me mudaba para un año, aunque nunca se sabía.

De repente, la puerta se abrió, dejando pasar a mi prima Angela. Era muy diferente a mí, morena y ojos negros. Se parecía muchísimo a su padre.

-Mañana es tu primer día de instituto. Te llevaré en mi coche – habló despacio para que yo comprendiera cada una de sus palabras. Estaba colocando unas fotos en mi corcho, las miraba con melancolía. Cada una de mis amigas y amigos: Eva, Almudena, Sara… - ¿Los echas de menos, verdad? – preguntó mientras se sentaba en mi cama. Terminé de ordenar el corcho y me senté al lado de ella. Para mí era otra extraña, a la que no recordaba a penas.

- Sí. Los querría tener aquí, conmigo. – suspiré mientras miraba el corcho. – Aunque ahora estoy con vosotros. Y ya era hora de veros, por supuesto. – reí mientras colocaba mi mirada en la de mi prima.

- Venga, seguro que Forks te acaba gustando. Yo tengo una amiga que vino a Forks hace unos dos años. No le gustaba para nada y fíjate que acabó casándose aquí. –

- ¿Casándose? – pregunté extrañada.

- Sí. Vino con la misma edad que tú. Y ahora es la esposa de uno de los chicos más guapos de Forks. Y tiene una hija.

Cada vez me estaba extrañando más. Tendría veinte años, y ya estaba casada y con una hija. No la culpaba, quizá el padre la obligó a casarse con él después de enterarse que estaba embarazada. Era uno de los muchos casos que había en España.

-Suena raro. – musité.

-Bueno, ella amaba desesperadamente a ese chico. Su familia tiene unas costumbres un poco extrañas. Pero bueno, siguen muy felices.

- ¿Y cómo dices que se llaman?

- Los Cullen. Él patriarca es doctor en el hospital de Forks. Lo reconocerás fácilmente porque es el más guapo de todos. –

Me parecía que Angela exageraba. Todos tan hermosos. ¿No me estaría tomando el pelo?

-Recordaré ese apellido. – dije. Quería comprobar por mí misma si los Cullen eran tan hermosos como decía mi prima.

La noche fue tranquila. Pues en Forks todo era tranquilo. Suspiré mientras miraba el techo oscuro de mi habitación. Todo allí era muy extraño. La historia que me había contado Angela me había intrigado. Quería conocer a aquella madre coraje. No me había dicho ningún nombre, pero supuse que también sería igual de hermoso. No dormí bien, para nada. Sólo estuve dándole vueltas al asunto del instituto. ¿Me tratarían bien? ¿Sería el cotilleo del momento? ¿O la gente se limitaría a mirarme y pasar de mí? Sin darme cuenta, cerré los ojos para descansar toda la noche después de aquel viaje.

El desayuno lo tomé con parsimonia, nada de prisas en ese pueblo. Los Webber era una familia con la que todo el mundo se llevaba bien. Aunque en Forks nadie se llevaba mal con otra gente. Era como si nada existiese alrededor de los vecinos. Tan sólo su trabajo y su vida. El coche de mi prima no era muy moderno. Un Renault más bien normalito que no iba mal del todo. Angela estudiaba en Port Angeles y empezaba la universidad la semana siguiente. A partir de ese momento, tendría que ir yo sola al instituto. Tenía el carnet de conducir, pero no estaba segura de poder llevar bien el coche. En España no solía conducir frecuentemente.

Al llegar al instituto, me despedí de mi prima, la cual, me dedicó una sonrisa de ánimo por mi primer día. El edificio se hallaba junto a la carretera. Su fachada era de ladrillos de color granate y recordaba a las casas de época. Observé como la mayoría de estudiantes me miraban con cara extraña, puesto que no me habían visto en su vida. ¿Qué tenía yo que intrigaba a todo el mundo? En Madrid siempre pasaba igual, entraba en un sitio y todo el mundo me miraba. Quizá fueran mis ánimos de intentar esconderme. En un sitio conocido mi actitud mejoraba muchísimo. Pero si el sitio al que llegaba me era sumamente desconocido, intentaba pasar desapercibida y no mirar a nadie.

Al entrar en el edificio, llegué a secretaria.

-Soy Lauren Williams. – pronuncié al ver a la secretaria. Una mujer bajita y pelirroja.

- Ah, sí. La chica nueva. Dime tu nombre completo – Claro. Casi todo Forks se habría enterado de que la sobrina de los Webber andaba por aquí.

- Lauren Scarlett Danvers Medina. – Recopiló la información y la puso en el ordenador.

- Bien, querida. Aquí está tu horario de clase. – dijo mientras sacaba un papel de la impresora. – Y un plano del instituto. – me tendió las dos cosas en la mano y se despidió de mí.

Me encaminé hacia mi primera clase, Literatura. Me había puesto una chaqueta de lana y una blusa marrón. No quería destacar mucho, puesto que era mi primer día. Tan sólo quise ser un punto que fuese creciendo conforme pasaba el tiempo. Al entrar a clase de Literatura, me senté en un pupitre vacío sin nadie a mi lado. El aula era pequeña puesto que éramos trece en la clase. El señor Mason, era un señor bajito con varias entradas en el pelo. Shakespeare, era el tema de esta semana. Nos mandó un trabajo y lo apunté pesadamente en la agenda. No me gustaba Literatura, yo más bien iba para Ciencias.

Mi siguiente hora la pasé en Matemáticas. Números y números. Tampoco era mi fuerte. Eché un vistazo al horario y decidí que Biología iba a ser más interesante. En el comedor, después de coger mi almuerzo, me senté en una mesa apartada de las demás. Unas chicas vinieron riéndose, me recordaron a mis amigas. Ese tiempo que pasábamos juntas, era una pasada. Ellas se acercaron a mi mesa y se sentaron enfrente de mí.

-¿Eres Lauren, no? –preguntó la chica rubia, su pelo caía levemente por sus hombros. Sus ojos eran castaños, como el tronco de tantos árboles que había en Forks. Asentí mientras le sonreía, con gesto amable. – Yo soy Michelle Gellar, puedes llamarme Mich. Y esta es Sarah, Sarah Paxton – señaló a la morena que iba a su lado. Sus ojos eran del mismo color que el de su amiga, no tenían nada que envidiarme pues eran bastante altas, Sarah más que Michelle.

- Encantadas, Lauren. Ya sabes que para cualquier cosa, estamos aquí. – se ofreció Sarah.

- Gracias, chicas. La verdad que me vendrían bien algunas amigas por aquí – dije pareciendo amable.

- ¡Claro! – exclamó Mich. – Mira, nuestros amigos son aquella pandilla de allí. Pero como estabas sola hemos decidido acompañarte. – señaló a unos cuatro chicos que estaban sentados en una mesa tranquilamente.

Los observé, realmente no me llamaron mucho la atención. Había tres chicos hablando y una chica pelirroja que tenía cara de pocos amigos.

-Oh, no te preocupes por ella. Es Brooke. No le gusta mucho la gente nueva. Ya sabes, es muy desconfiada. Así que no te relaciones mucho con ella. Sale con Evan, ese chico rubio. – me contó Mich. Se notaba que ella era la que mandaba en el grupo.

- Tranquila, por lo que me dices no debo acercarme mucho a ella. – reí. No consideraba a la chica un monstruo, pero su cara me decía que no lo estaba pasando bien removiendo aquel yogur sin parar.

-¿Y desde dónde vienes, Lauren? – preguntó Sarah.

- De Madrid, España – dije con una sonrisa – Aunque mi padre nació y se crió en Forks.

- Claro, Caleb Danvers. Era amigo de mi padre de pequeño. Recuerdo algunas fotos con él. – dijo Sarah. Así que el señor Paxton era amigo de mi padre. Cuando volviese a Madrid se lo diría, seguro que le daba una gran alegría.

-Bueno, se nos hace tarde. Nuestra siguiente clase es Biología – dijo Sarah mientras me agarraba del brazo, dejando las bandejas allí. Me parecía que esta chica iba a ser de lo más agradable. – Nos vamos, Mich. Suerte en Francés. –

- Oui. Suerte a vosotras también – nos guiñó el ojo y se dirigió para su clase de Francés saliendo del comedor.

El camino a la clase de Biología fue un peligro. Nada más porque parecía que las hormonas de los alumnos estaban muy alteradas. Bolas de papel volando por los pasillos, alumnos que se besaban entre sí y no paraban, gamberros pegando a unos pringaos del instituto… Aunque supuse que era típico. Al pasar al aula, todo me pareció muy familiar al laboratorio de Ciencias Naturales de mi instituto. Las mesas eran muy altas, en las que podía ver microscopios y hojas de tareas. Los taburetes también eran altos, con lo cual llegabas perfectamente a las mesas. El señor Banner no pidió que me presentase como en las demás clases, ya había pasado bastante vergüenza en las otras clases y le di gracias con una mirada limpia.

-Bien, chicos. Sentaos, por favor. – hice caso de la orden y me senté al lado de Sarah, que dejó su anterior sitio para que yo no me sintiese sola. – Hoy vamos a mirar unas muestras por el microscopio. Por favor, echad un vistazo a las hojas de tareas de cada uno y os iré pasando las muestras.

Miré la hoja y todo me pareció muy fácil. Tenías que adivinar cuales eran cada una de las muestras. Cosa que había hecho el año pasado en el instituto. Sarah me miró con cara de pedir ayuda y le dediqué una mirada de tranquilidad.

Al final, acertamos todas las muestras. Fuimos las únicas de la clase que fueron capaz de ello y el señor Banner nos puso una buena nota por la tarea realizada.

Al salir del instituto, me despedí de Sarah y de Michelle, y me dispuse a esperar a mi prima Angela a la salida. Observé como todos los coches se iban y yo me quedaba sola esperando a mi querida prima. ¿Qué estaría haciendo? No solía llegar tarde a ninguna cita. Genial, aquel era mi primer día y había sido una peste. Encima, me quedaba sola en el instituto. La pesadilla más terrible que puede tener un alumno. De pronto, vi el Mercedes blanco de mi tío Bryan haciendo presencia. Bryan traía una cara llena de pánico, como si algo malo hubiese pasado. Esperaba que no hubiese sido así, pero no me sentía tranquila. El coche se acercó y con mi bolso al hombro abrí la puerta del coche y subí en él.

-¿Ocurre algo, tío? – pregunté con una voz temblorosa.

-Vamos rápido, Angela ha tenido un accidente – dijo mientras giraba el volante a toda prisa y nos poníamos en camino al hospital.

-¿Un accidente? – pregunté con los ojos como platos. - ¿Está bien?¿Se ha roto algo?¿Cómo ha sido?¿Qué…

- Una por una, Lauren. Tranquila, conserva la calma. – Al ver que mi mirada se perdía en el paisaje de la ventana, Bryan continuó. – Esta mañana ha ido a Port Angeles para completar su matrícula. Y al venir para Forks, su coche resbaló y se salió de la carretera. El coche se rozó con el tronco de un árbol y Angela sufrió un golpe en la cabeza.

No fue necesaria ninguna respuesta. Conservé la calma, después de todo, y esperé a que llegásemos al hospital. Al entrar observé cómo las enfermeras se peleaban unas con otras para llevarle el material necesario al doctor. Reí, porque supuse que el doctor al que servían era el doctor Cullen. Entramos en la habitación de mi prima. Era una habitación individual, parecía que iba a estar unos días allí. Angela se encontraba tumbada en la cama, despierta, gracias a Dios, y embobada con su nuevo doctor. Era el ser más bello que había visto en mi vida. Con razón, Angela no exageró cuando me lo contó. Su pálida piel resplandecía en toda la habitación y su pelo rubio se agitaba al compás de la brisa que corría gracias a la ventana. Junto al doctor Cullen estaba mi tía Susan, como su hija, embobada con el doctor. Bryan gruñó por lo bajo, se había dado cuenta de que su esposa y su hija prestaban más atención al doctor Cullen que a las heridas de Angela.

-Señor Webber – dijo a modo de saludo el doctor. – Señorita Danvers. – sonreí, con nerviosismo, cosa que el doctor pareció notar. No estaba acostumbrada a hablar con hombres como aquel, y menos con doctores. – Angela está bien. Tan sólo se dio un golpe en la cabeza. Estará unos días en el hospital. Espero que no les importe. – El doctor Cullen me miró a mí más que a mis tíos. Parecía dar a entender que yo me iba a quedar sola, y si Angela no estaba quizá sería un golpe duro. Le dediqué una mirada de tranquilidad y el doctor sonrió. Qué sonrisa tan hermosa. Si así era el padre, ¿cómo iban a ser sus hijos? Unos dioses, pensé.

- Oh, no, no, haga lo que tenga que hacer, Carlisle. Esta noche nos quedaremos con ella, ¿verdad, Susan? – miró a su esposa, la cual asintió.

- Pero, ¿y Lauren? Quizá no quiera quedarse sola en casa. – dijo Susan.

- Si la señorita Danvers no quiere quedarse en el hospital ni en su casa sola, podría hacer compañía a mis hijos. En realidad, mi esposa viajó a Alaska, a visitar a la familia, con mis dos hijos mayores. Y yo tengo guardia esta noche. No me gustaría dejarlos solos. – dijo Carlisle Cullen mirándome.

- No se moleste, doctor Cullen. Estaré bien en casa – murmuré. No quería molestar a nadie, y menos a una familia tan bella como los Cullen. De veras, no sabía si estaría bien en la casa de los Webber. Yo sola, sin nadie con quien hablar… Pero prefería eso a estar en una casa desconocida.

-Vale, cariño. Para cualquier cosa me llamas – dijo Susan apuntando un número de teléfono en un pequeño papel. Me lo tendió y le sonreí. – Si tienes mucho frío coge las mantas que están encima del armario. Servirán para resguardarte. Y toma las llaves – me tocó la mejilla a modo maternal y después, me besó la frente.

Me volví hacia mi prima. No quería dejarla sola, pero con sus padres allí todo iría mejor.

-Cuídate. Y haz caso del doctor – le miré con malicia y sonreí.

- Ya te digo, Lauren. Todo lo que me diga – rió mientras se acomodaba en la cama y se despidió de mi con un beso en la mejilla.

Abracé a mi tío y salí por la puerta haciendo un gesto de despedida con la mano al doctor Cullen, a mis tíos y a Angela.

El hospital de Forks estaba a las afueras del pueblo. Mis tíos no se habían preocupado de decirme si me iría andando o en coche. Así que supuse que me tocaba irme andando. Al salir, me resguarde en mi abrigo y caminé por la carretera. Ésta, tenía un pequeño arcén que me servía de acera. Todo estaba muy oscuro, ya era casi de noche. No le temía a la oscuridad, pero ésta me daba escalofríos. Un aullido sonó en mitad del paseo, ¿había lobos en Forks? Claro, qué tonta. Estábamos en medio de un bosque y montañas. Lo único que no quería es que una manada de lobos salvajes se pusiera a corretear alrededor de mí. Me parecían unos animales monísimos, con un pelaje en el que se podía dormir toda la noche. Pero no resultaban tan monos cuando enseñaban sus feroces colmillos. Suspiré como tonta, estaba pensando en lo peor de la situación. Venga, Lauren, lo mejor estaba por llegar. La noche solitaria, podía hacer lo que quería en la casa. Podía llamar a Mich y a Sarah y hacer una fiesta… Y al día siguiente instituto, y todavía no había hecho las tareas. De nuevo, bufé. Pasaron algunos coches más, todos miraban extrañados al ver a una joven muchacha con un bolso en el hombro sin nada más que hacer que pasear por una carretera. Al ver el pueblo, un suspiro de alivio salió de dentro de mí, por fin llegaba a casa. No había mucha gente por Forks, pues todos estaban en sus casas, resguardándose del frío polar. Al llegar al porche, abrí la puerta, sin muchas ganas y contemplé la casa oscura, y vacía. Me sentía mal, mal porque iba a pasar una noche mala, lo sabía. Suspiré, y subí las escaleras hasta la habitación. Abrí mi ordenador portátil, mientras se iniciaba el sistema me puse el pijama. Una camiseta de tirantes, la casa estaba suficiente caliente como para ponerme en tirantes, y un pantalón largo. Me senté en la cama cogiendo el ordenador y poniéndolo en mis rodillas. La conexión wii-fii de Forks era lenta, pero me permitía revisar algunas cosas. Miré mi correo y tenía un mensaje de mi madre, en español.

"Hola, cariño.

Tu padre y yo hemos limpiado todo el piso hoy. Menos mal que es pequeño, pues podríamos haber tardado toda una eternidad. Esperamos que tu primer día de instituto haya sido como aquí, en España. A partir de ahora, nos comunicaremos vía e-mail. Tu padre se ha empeñado en que nos escribas en inglés, para que sigas practicando. Pero yo no quiero que olvides tu español, es importante. Y ya sabes, el teléfono es muy caro, y más si nos llamas desde Estados Unidos. Contestanos pronto.

Besos y abrazos

Papá y mamá."

Leí y releí el mensaje una y otra vez. Sonreí, a la vez que empezaba a redactar mi respuesta. Echaba de menos a mis padres y también a mis amigas. Le mandé primero un e-mail a cada una de ellas para darles recuerdos. El tiempo en Forks se pasaba lentamente. Primero, no sabía qué podía hacer todo ese año allí encerrada. Ni con quién pasarlo. Exceptuando a Michelle y a Sarah. Mis únicas amigas, por el momento. Pulse el botón de nuevo y escribí en el cuadrito blanco.

"Queridos papá y mamá:

Ayer llegué más o menos bien. Ni siquiera me mareé y eso que siempre me pongo enferma cuando menos me lo espero. Forks es frío, húmedo y casi siempre está lloviendo. Ni ayer ni hoy ha llovido. Sólo ha helado, aunque es normal porque hace demasiado frío para mí. El instituto ha ido bien. He conocido a dos chicas muy simpáticas, y espero conocer más gente. Angela ha tenido un accidente, aunque nada grave. El capó de su coche tiene una abolladura y ella, un golpe en la cabeza. No os alarméis, pues está bien. Ahora, estoy sola en casa, como en la película. Gracias por escribirme.

Besos.

Vuestra hija, Laura/Lauren"

Escribí el mensaje en inglés, exceptuando la firma. En casa mi padre siempre me había llamado Lauren. Y mi madre, Laura. Era como si tu hijo se llamase Francisco, pero tu esposa o esposo es italiano y lo llamase Francesco. Algo parecido. Me conecté al Messenger, un servicio de contactar con amigos, aunque supongo que ya lo conoceréis. Hablé un rato con algunas amigas mías. A veces, la conexión me fallaba, pues era demasiado lenta. Al final, rendida y sin ánimos de hablar con nadie más, apagué el ordenador y acto seguido, la luz. Caí en mi cama rendida, estaba muy cansada por el día de hoy. Pero no había hecho mucho, que digamos. Había puesto todas las mantas. No estaba acostumbrada a ese frío, y menos al de Forks. Cerré los ojos e intenté dormir.

Me levanté sobresaltada. Aún era de noche. Había notado una intensa respiración a mi lado. Supuse que eran imaginaciones mías pues no había nadie a mi alrededor. Asustada, miré el despertador, eran las tres de la madrugada. Me toqué la cabeza, estaba fría. Quizá había sido el frío el que había hecho que me sobresaltara. Volvía a recostarme en la cama. Y me dormí, instantáneamente. Aunque hubiese jurado ver dos ojos color escarlata vigilándome, de nuevo.


Aquí se acabó el primer capítulo. Lo escribí entre ayer y hoy. Cada vez me sorprendo a mí misma jajajaj

Bueno, Lauren está reflejada en mí, siempre he querido aparecer en los libros (: El principio, se basa en Crepúsculo. Una chica nueva llega al instituto de otra ciudad y tiene familia en Forks. Aunque no se enamora de un vampiro. Bueno, eso queda por decidirlo xD Esto es después de Amanecer. O sea, que Renesmee existe.

Espero traeros el segundo capítulo muy prontito. Este fin de semana quizá ya esté sacado del horno. Así que nada, espero reviews y que paséis una FELIZ NAVIDAAAD!!