No me aguanté, no me aguanté, ¡no me aguanté! Las ganas pudieron más que la paciencia, para fortuna de algunos y desgracia de otros (?)
Esta historia debía ser subida una vez que haya terminado el 3º o 4º capítulo de esta historia, pero como ven no pude esperar ^^' Así que no puedo prometer que la semana que viene tengan la continuación, pero la otra, otra semana segura que sí :E
Espero que la historia les guste! Porque yo estoy super, hiper, mega, re contra emocionada con este fic ^^ Tengo grandes ideas y esperanzas, así que... cruzaré los dedos :)
Como siempre agradezco a todos apoyar mis proyectos ^^ Y si tienen alguna duda, pregunta, comentario, lo que sea pueden dejar un review o mandar un mensaje privado y con gusto les contesto :)
Sin más, los dejo leer ^^
PD: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra y gracia de Masashi Kishimoto.
Disfruten.
1- La Ley de la Fuerza Magnética.
El molesto sonido chillón del despertador llegó a sus oídos con fuerza, terminando con ese lindo sueño donde dejaba sin cabello a cierto muchacho que no toleraba.
-Kami… qué lindo sería…- murmuró estirando sus contraídos músculos, con una divertida sonrisa en el rostro.
Salió de su cómoda cama y con un muy buen humor comenzó con su típica rutina de todos los días: cepillarse los dientes, bañarse, cambiarse y desayunar.
El agua tibia la había despertado por completo, el dentífrico había dejado un rico sabor a menta en su boca, y la suavidad de su uniforme sólo hacía que aquella espléndida mañana fuera mejor a cada segundo.
Terminó su caliente café con leche y liquidó esas deliciosas tostadas con mermelada de frutilla en pocos minutos, teniendo suficiente glucosa en su sistema hasta como para repartir sonrisas.
Peinó su cabellera rosada mientras tarareaba esa divertida canción que venía escuchando hace tiempo, mirándose en el espejo de la sala para colocar a la perfección su tierna vincha color verde agua.
Se regaló una radiante sonrisa una vez que su peinado quedó como quería, y mirando el reloj que marcaba las 6:45hs exactamente tomó su mochila.
Se cercioró de que aquello en lo que había estado trabajando hasta altas horas de la noche estuviera en una de sus carpetas, y mostrando sus blancos dientes en una sonrisa pícara cerró su mochila.
La cargó en su hombro para luego traspasar la puerta de su casa con dirección al colegio Konoha, donde cursaba su último año de secundaria.
Lamentablemente no pudo ver a su madre esa mañana, porque a eso de las 5 de la madrugada escuchó los gritos irritados de su progenitora que le avisaba que tenía que ir a la sala de urgencia.
Porque sí, su madre era una de las mejores médicas cirujanas de Tokio, y esas llamadas fuera de horario en su casa eran tan comunes como las hojas secas en Otoño.
Pero para ser una de las mejores en su profesión, y más siendo médica, su madre siempre tuvo tiempo para ella. Recordaba cada instante de su vida con su madre al lado, y esa era una de las tantas razones por la cual la admiraba y algún día quería ser como ella.
Pero algo que no admiraba de su madre, y que definitivamente no quería ser como ella, era en el gusto por los hombres.
Digamos que nunca le gustaron pervertidos y vagos, pero todavía no sabía qué le había visto su madre a Jiraiya. Cierto era que el hombre era divertido y muy bueno, pero pícaro por donde se lo mirara.
Pero afortunadamente su madre había logrado enamorarse una vez más. Olvidando a su primer amor que había muerto en un accidente aéreo.
Suponía que si estaba enamorada de ese autor de relatos pervertidos, era porque verdaderamente le gustaba. Si no, estaba más que claro que jamás se fijaría en él.
Porque su madre no era precisamente la calma personalizada. Pero si estaba feliz, ella no tenía por qué recriminar nada…
… A demás, el viejo sí que sabía hacerla reír, sobre todo en clases.
Sí, en clases. Porque además de ser su padrastro, cosa que no había aclarado, el viejo pervertido era su profesor de Literatura.
¡Y para no! ¡Si hasta tenía su propia novela! Subida de tono, pero novela al fin y al cabo.
Rió con gracia disimuladamente, recordando la noche pasada cuando el autor pervertido no había probado bocado en la cena porque no había llegado a terminar el último capítulo de su nueva historia.
A pesar de que era un vago libidinoso, Jiraiya tenía algo del sentido de responsabilidad… sobre todo si esa misma tarde tenía que entrar el manuscrito corregido y finalizado, claro.
-Quizás hoy no vaya a clases…- murmuró, pensando en lo desesperado que había visto al viejo la noche pasada.
Suspiró suavemente, mientras sostenía su pollera cuadrillé gris y verde para que el viento matutino no la levantara.
-No tengo de qué preocuparme, él siempre termina a tiempo…- se dijo despreocupada, caminando por las tranquilas calles de Tokio que a esa hora ya estaban algo pobladas.
Pero para su suerte Konoha no quedaba muy lejos de su casa, y a las 7:00hs en punto estaba parada frente las imponentes rejas de la institución.
Se acomodó el moño verde de su uniforme, alisó con sus manos su blanca camisa, y peinó sin mucho detenimiento sus cabellos que el viento poco había despeinado.
Y sin esperar mucho más, entró con pasos decididos al establecimiento que, por lo que veía en el patio delantero, poco concurrido estaba a esa hora de la mañana.
Subió al segundo piso del gran colegio y entró en el tercer salón a su derecha, encontrándolo completamente vacío como había supuesto.
Sus impecables dientes blancos se mostraron tras una sonrisa divertida y un poco ansiosa, y sin perder ni un segundo más ocupó su lugar en el salón.
Al lado de la ventana, adelante, primer banco. Y de su carpeta sacó aquel sobre que contenía aquello que tanto la hacía sonreír.
Con agilidad que hasta la sorprendió empapeló las blancas paredes del aula con el gracioso contenido del sobre, además de colocar algunas copias en el pizarrón para que hasta los profesores lo notaran.
Le echó una última mirada a su divina creación, y aquella dichosa sonrisa se ensanchó aún más.
Juntó sus palmas en un pequeño aplauso a modo de festejo, y se sentó en su lugar simulando leer un libro con gran concentración.
Los minutos pasaban lentamente, mientras ella con mucha paciencia esperaba que sus compañeros llegaran.
Hasta que al fin escuchó un cuchicheo detrás de la puerta de entrada, entonces la adrenalina corrió por sus venas con emoción.
Escuchó el ruido de la puerta abrirse, y detrás del lomo bordó del libro que supuestamente leía con tanto ímpetu escondió su satisfactoria sonrisa.
Las risas no se hicieron esperar apenas sus compañeros entraron, y cada vez que iban llegando las carcajadas eran más y más; como música para sus oídos.
Un morocho de ojos negros que muy risueño entraba en el aula junto con su castaña novia no pudo evitar pestañar incrédulo al ver una imagen de su mejor amigo…
…Una imagen de su mejor amigo con cuerpo femenino, mostrando seductoramente las blancas piernas vestidas con unas negras medias de red.
La muchacha a su lado llevó sus manos a la boca para controlar, al menos un poco, el ataque de risa que le había dado al ver aquella foto de su amigo.
-No va a estar muy feliz cuando vea eso…- le comentó con diversión a su novio.
-Todo lo contrario, le va a encantar…- musitó el morocho con seguridad.
Con su oscura mirada posada sobre cierta persona que muy interesada 'leía' un libro dado vuelta.
Sonrió de lado con diversión, avecinando la molesta expresión que se formaría en el rostro de la pelirosa… todo un espectáculo.
Caminó con tranquilidad hasta su banco estratégicamente ubicado en la mitad de la segunda fila, desde donde se podía apreciar a la perfección aquellas imágenes.
Y apreció el curioso detalle que su amigo y compañero no había llegado temprano y con exacta puntualidad como todas las monótonas mañanas.
Muy contradictorio a su innata impuntualidad, ese día había llegado antes que la campana sonara, al igual de contrario que el retraso de su preciso compañero.
Escuchando las jacarandosas risas a su alrededor se dispuso a terminar, o mejor dicho, a empezar la tarea de esa molesta materia que a él poco y nada le gustaba.
Mientras tanto, el salón entero se descostillaba con sonoras carcajadas. Y Sakura no podía esperar a ver la cara que pondría su querido compañero al verse a sí mismo con semejante cuerpo y actitud seductora.
Podía imaginarse vagamente la expresión de horror y vergüenza que se pintaría en el no tan inescrutable rostro masculino… pero nada se asemeja a la realidad que con gran impaciencia esperaba disfrutar.
El sonido de la chillona risa de Ino perforó sus tímpanos, mientras Hinata seguramente cubría su boca con su típica y adorable expresión de vergüenza en su sonrosado rostro.
Las escuchó caminar con pasos tranquilos y suaves, y al tenerlas lo suficientemente cerca levantó sus brillantes ojos verdes para intercambiar una mirada cómplice con su rubia amiga.
Quien desde que vió las imágenes supo que ella era la autora de tan osada hazaña, así como la peliazul a su lado que simplemente le regaló una sonrisa apenada a modo de saludo.
La pelirosa les devolvió el gesto rápidamente, y volvió a posar su mirada en las páginas de ese libro que ni sabía de qué era, ni le interesaba saber; mientras sus amigas se sentaron detrás de ella.
Y de repente la estrepitosa y exagerada de risa de Naruto retumbó en todo el salón, mientras escuchaba a Sasuke decirle con su típico tono frío que se callara.
-¡Jaja! Hola, Sakura-chan… ¡jaja!- la saludó risueño el rubio, acercándose.
-Hola, Naruto.- le devolvió el saludo con una sonrisa.
El chico simplemente siguió riendo, y negando divertidamente con la cabeza, mientras caminaba hacia el final de la fila donde se sentaba.
-Sakura…- la saludó el morocho parándose a su lado.
-Hola, Sasuke…- lo saludó con una coqueta sonrisa, mirándolo con ese gran amor que le tenía.
El Uchiha sonrió de lado, con inmenso egocentrismo al tener de novia a la chica más hermosa e inteligente del colegio… aunque claro, él jamás lo diría abiertamente.
Le regaló unos segundos más a su novia, y a las demás chicas, para que disfrutara de su sonrisa y luego camino con tranquilidad hasta sentarse con el rubio cabeza hueca que tenía como amigo.
Sakura sonrió ampliamente luego de que su novio se hubiera ido, ¡ese día no podía ser mejor! Su novio que casi nunca se mostraba cariñoso le había sonrisa de la forma que a ella más le gustaba…
… y en cualquier momento presenciaría la humillación de su molesto e intolerable compañero. Sí, iba a ser un gran día.
El timbre que anunciaba el comienzo de clases sonó, impacientándola aún más porque el muy mugroso no había llegado.
-¡Pero miren quién llegó! ¡Es la chica de las piernas bonitas!- escuchó la exclamación burlona de Maito Gai.
Entonces tuvo que morderse el labio para no sonreír de oreja a oreja, él por fin había llegado… y lo que se venía era digno de apreciarse con detalle.
Sus ojos verdes miraron de costado con disimulo hacia la puerta de entrada, donde un peligris con aburrida pose miraba sin mucho interés las imágenes pegadas en el salón.
Sus ojos negros calmos y vagos, su melena grisácea completamente despeinada, la camisa blanca sin terminar de abrochar, y sus blancas manos escondidas en los bolsillos del pantalón cuadrillé verde y gris.
(Podrá ser lo que quieras, pero no podes negar lo sexy que es…) comentó con obviedad su Inner.
Ella rodó los ojos con fastidio. No sólo por el comentario de su otra parte, ¡sino porque él no parecía reaccionar!
-Ummm… sí que tengo lindas piernas.- musitó el muchacho con algo de diversión en su tranquila voz.
-Ahora entiendo porque le caes tan bien a Obito…- comentó burlón Asuma.
-¡Ey! ¡No me metan en eso!- se quejó el aludido desde la mitad de la fila, mirando a sus compañeros con molestia.
Los otros dos rieron sin importarles la mirada del morocho, así como la gran mayoría del grupo que presenciaba la 'charla'
El peligris resopló aburrido, y con paso tranquilo comenzó a acercarse a su lugar al lado del único Uchiha que soportaba.
Pero un libro dado vuelta le llamó la atención, así como su dueña que parecía leerlo con mucha 'facilidad'
-Ummm… Haruno-san…- la saludó parándose a su lado.
Los grandes ojos verdes de la chica se posaron en él, mucho más brillosos de lo que recordaba haberlos visto jamás.
-Hatake…- le devolvió ella con una gran sonrisa, de esas que sólo mostraba cuando de su lindo novio se trataba.
-¿Se te perdió algo?- le preguntó ácida la chica.
-Ummm… sólo quería darte un consejo.- dijo él sin mucha gana.
Entonces ella parpadeó desentendida, pero trató de ocultarlo.
-Al menos que estés tratando de aumentar tu capacidad de entendimiento, y creeme que con un cerebro como el tuyo es inútil…- comentó con aburrión el peligris.
Tomó el libro que la pelirosa 'leía' y lo dio vuelta, colocándolo como se debía.
-… Se lee así.- su tono aburrido se tiñó con algo de burla, mientras una media sonrisa de autosuficiencia se dibujó en sus labios.
-Que lo disfrutes, Haruno-san…- dijo a modo de despedida, despeinando los rosados cabellos de la chica antes de irse.
Los ojos verdes de Sakura en cualquier momento se volverían rojos de tanta furia que sentía. Y si las miradas mataran… ¡pobre de aquel muchacho!
¡¿Cómo era posible que ese vago no reaccionara ante semejante bochorno? ¡Si hasta Shikamaru hubiera puesto el grito en el cielo con algo así! Y cabe aclarar que el novio de su rubia amiga era de lo más despreocupado.
No entendía cómo era que su magnífico plan, ahora no tan magnífico, había resultado completamente nulo ante aquel desaliñado peligris.
¡¿Qué tenía que hacer para encrespar los nervios de ese vago desinteresado? ¡Se estaba quedando sin ideas!
Cerró con bronca el libro, dejándolo tirado en sobre el banco, mientras se cruzaba de brazos y miraba por la ventana para tratar de calmar esa ira y frustración que le quemaban la sangre.
¡Maldita la hora en que se le cruzó por la cabeza devolverle las 'bromas' a ese exasperante muchacho! Y maldita la hora en que él se volvió tan tranquilo y despreocupado.
"¿Volvió?" se preguntó a sí misma. "Pero si desde que lo conozco fue así…" se dijo con algo de molestia.
Recordaba con odiosa claridad el día en que ese vago pisó su casa, escondido tras un libro de cuentos y su aire de calma infinita.
Cierto es que el señor Hatake le había dicho que no tendría problemas en hacerse amiga de su hijo, y ella con toda la ingenuidad de una niña de 6 años creyó que el pequeño sería tan amable y cálido como el padre…
… Enorme y abominable error.
Resultó ser que el niño sólo la miraba por encima del libro, que siempre tenía, con ojos aburridos y desinteresados, haciéndola sentir ignorada.
Por esas cosas de la vida sus padres y el señor Hatake eran grandes amigos, y por esas cosas de la vida querían que ellos también lo fueran…
… ¡¿Pero quién puede ser amiga de alguien que ni siquiera te presta atención?
De más está decir que lo intentó, por sus padres y el señor Hatake que tan bien le caía, pero a él… ni siquiera le importaba.
Los años fueron pasando y lentamente el 'contacto' entre ellos se perdió, si es que alguna vez lo tuvieron, y tanto sus padres como el señor Hatake dejaron de intentar amigarlos.
Lo cual era una lástima porque Sakumo Hatake sí que era amable y hasta lo había llegado a querer, pero lentamente él también dejó de frecuentar su casa.
Aunque ella sabía que la relación entre él y Jiraiya seguía siendo muy buena, así también como la que mantenía con su madre, todavía sentía algo de nostalgia al acordarse de aquel hombre peligris que desde pequeña sabía ver casi todos los días.
Y es que Sakumo Hatake era tan amable, siempre le traía algún dulce o alguna revista para colorear en aquellas épocas en que era una niña… a demás de la agradable compañía de su hijo.
Pero no dudaba que el Hatake mayor estuviera bien, sino sus padres le hubieran dicho. Y cada vez que el viejo pervertido de su padre salía con un amigo, ella siempre le pedía que le mandara saludos… porque sabía que era Sakumo.
"No puedo creer que esa cosa sea su hijo…" pensó incrédula y todavía molesta.
Suspiró con pesadez y trató de no darle más importancia a aquello… su primer error no había sido devolverle la broma, si no pensar que aquel vago se molestaría por algo tan tonto.
Jamás tenía que subestimar a su enemigo, pero a pesar de eso ella tenía la fiel idea de que ese desaliñado muchacho algún día explotaría ante alguna de sus bromas pesadas.
"Aunque hace demasiado tiempo que vengo intentándolo…" pensó cansada, cerrando por unos segundos sus ojos verdes.
Sino mal recordaba, y estaba segura que no, todo aquello empezó en primer año del secundario cuando volvió a ver al peligris después de que él se cambiara de colegio.
Y de más está decir que él ni siquiera la saludó. Un simple 'ummm' después de su amigable 'hola, Kakashi-san' fue todo lo que recibió, y de más está decir que fue ahí cuando comprobó que el muchacho jamás tuvo simpatía con ella.
¡Entonces ella le pagaría con la misma moneda! Por haberla ignorado tantos años como si su presencia no mereciera atención.
Y así lo hizo, ignorándolo a él también cada día, a cada hora, dónde fuera y cuándo fuera sin importarle si sus amigos y compañeros le decían lo contrario.
Hasta aquella mañana donde encontró su banco completamente lleno de calcomanías, y cabe aclarar que eran espantosas, recibiendo un castigo por haberlas pegado ¡y ella no había sido!
Además de haberse roto todas sus lindas uñas despegando esas horrorosas cosas su banco había quedado totalmente pegajoso y asquerosamente sucio, sin poder usarlo por casi una semana entera.
Todavía recordaba claramente la rabia que había sentido, y las enormes ganas de saber quién había osado hacer aquello y así poder decirles varias cosas.
Hasta que vio la burlona sonrisa que ese maldito peligris tenía pintada en su blanco rostro, mientras sus vagos ojos negros la miraban con diversión.
¡Él! ¡Él lo había hecho! ¡El muy maldito la había inculpado para que la castigaran y ahora disfrutaba de su cometido!
Entonces ahí empezó todo, cuando la idea de devolverle el favor cruzó su turbada mente… repitiéndose así durante todos los años del secundario.
Pero ese era el último. El último año que soportaría las estúpidas 'bromas' de aquel mugroso muchacho, y el último año que intentaría sacarlo de sus casillas… y definitivamente iba a lograrlo.
Aunque no tenía idea de cómo, la intención pesaba más.
-Lamento el retraso.- dijo una dulce y amable voz entrando al salón.
Sus ojos verdes se abrieron al instante, encontrándose con el rubio más hermoso, simpático e inteligente que había conocido jamás.
-¿Qué pasó, Minato-sensei? ¿Volvió a descomponerse porque Naruto lo forzó a desayunar ramen otra vez?- preguntó Kiba con una gran sonrisa divertida.
El rubio simplemente negó con suavidad.
-Estaba hablando con Jiraiya-sensei en la sala de profesores.- contó con esa dulce tranquilidad que lo caracterizaba.
"Sabía que iba a terminarlo…" pensó con obviedad la pelirosa.
-¡Oh! ¡No me diga que ese viejo vino hoy!- se quejó Gai desde el fondo del salón.
Minato rió ante el comentario de su alumno 'super wow' como el muchacho de cejas bastantes pobladas se auto definía.
-Ya saben que él jamás falta, le encanta hablar sobre Literatura.- comentó con una sonrisa el rubio.
-Pero mejor empecemos la clase.- dijo acercándose al pizarrón. –Hoy les traje un tema nuevo: funciones inversamente proporcionales.- contó mientras escribía.
El alumnado resopló aburrido, las clases de Matemáticas eran lo más pesado de la mañana. Aunque Minato tenía el carisma para hacer muy llevadera la materia, afortunadamente.
Las dos horas de esa densa y complicada materia pasaron lentamente, con el rubio más talentoso y simpático hablando y escribiendo como si fuera la cosa más simple y fácil del mundo.
Sakura le prestaba atención a la suave y dulce voz del atractivo profesor, entiendo sin problemas el intrincado tema.
Pensando que definitivamente Minato Namikaze era su profesor favorito… además de ser el más lindo, claro.
Hasta que, para su lamento, el timbre del primer recreo sonó liberándolos por unos 10 minutos.
-Nos vemos, Minato-sensei.- lo saludó con una gran sonrisa la pelirosa.
-Hasta la próxima, Sakura-chan.- le devolvió igual el rubio, antes de salir del salón.
La pelirosa se apoyó contra su banco, mirando por donde su rubio maestro, y padre de su mejor amigo, había salido hacía segundos.
-Ummm… no sabía que te gustaban los hombres mayores.- comentó una vaga voz a su lado.
Sus ojos verdes miraron al tranquilo peligris con una molesta mirada.
-Minato-sensei no me gusta en la manera que estas pensando, pervertido.- le dijo entre dientes.
-Mejor, porque si no te rompería el corazón saber que no tenes chances contra Kushina-san.- contó despeinando sus cabellos color plata.
Sakura lo admiró con interés por unos cortos y efímeros segundos, sintiendo sus mejillas arder levemente ante esa postal que le pareció tan seductora.
Bajó un poco su rostro, tratando de esconder su semblante sonrojado con sus cabellos, y comenzó a alejarse con pasos rápidos del peligris.
-¡Y a mí qué me importa, idiota!- le gritó antes de salir del salón.
-Ummm…- musitó simplemente Kakashi.
Y algo parecido a una suave sonrisa de lado se pintó en sus labios.
-¡Oii, Kakashi!- escuchó a su mejor amigo llamarlo. -¿Vamos a comparar algo? Me muero de hambre…- comentó Obito una vez estuvo a su lado.
-¿No preferís comer una de mis lindas piernas, Obito?- preguntó en broma el peligris.
-¡Odio que hagas eso! ¡Algún día alguien que no te conozca te va a escuchar y va a pensar cualquier cosa!- exclamó irritado el muchacho, caminando junto con su amigo hacia la salida.
-Sabes que no me importa.- dijo indiferente el Hatake, caminando con sus manos en los bolsillos.
-¿Y si es Sakura?- le preguntó con burla y picardía el Uchiha.
-Ummm…- musitó él simplemente.
Entonces el morocho rió por lo bajo, para luego pasar un brazo alrededor del cuello de su amigo.
-No te preocupes, Kakashi.- le dijo con una gran sonrisa. –Ya vas a ver como lentamente cae bajo el encanto Hatake.- aseguro levantando su pulgar.
-Ummm…- musitó una vez más el peligris. –No pretendo eso.- negó con aburrición.
-Sí, sí, sí…lo que digas- dijo sin creerle Obito, alejándose de él.
Cruzó sus brazos detrás de su nuca, jugando con sus cabellos negros mientras daba por finalizada la charla con el terco de su mejor amigo.
A él le gustaba le pelirosa, ¿y qué? ¿A caso no podía aceptarlo abiertamente porque eran completamente opuestos?
"Kakashi-baka, vos mejor que nadie entendes que los opuestos se atraen" pensó algo ofendido el morocho.
Después de todo, la Ley de la Fuerza Magnética lo dice, ¿no?
-¡Qué a mí no me gusta Kakashi!- exclamó por… 8ª vez una pelirosa.
-Sakura, ya te lo dije, es Física básica.- dijo con obviedad una rubia.
-Yo no soy un imán, Ino-cerda.- masculló irritada la chica.
-¿Desde cuándo sos tan literal, frentona?- preguntó sarcástica la Yamanaka.
-Ese no es el punto…- musitó enojada la Haruno.
-Claro, el punto es que te gusta Kakashi.- afirmó segura la chica.
-¡Ya te dije que no! ¡¿Por qué no me entendes?- exclamó indignada la pelirosa.
-Ya te dije, le das mucha importancia para ser alguien que 'no te gusta'- contó la rubia.
-Y ya te dije que no es que me importe, ¡sólo quiero verlo enojado por una de mis bromas!- explicó nerviosa la chica.
Ino suspiró con cansancio, ¡Sakura si que era terca y testaruda! Era más que obvio que estaba interesada en el peligris, y no sólo por cumplir una tonta 'venganza'
-¿Lo vas a aceptar por fin?- preguntó la pelirosa cruzándose de brazos.
-Sólo tengo una cosa para decirte: 'polos magnéticos iguales se repelen y polos magnéticos opuestos se atraen'- dijo con seguridad la rubia.
Sakura resopló indignada, ¡que los opuesto se atraen ni que ocho cuartos, a ella no le gustaba ese mugroso y vago peligris!
-¿Vos qué pensas, Hinata?- dijeron las dos a coro, mirando fijamente a la tímida peliazul que hasta ahora no había dicho nada.
La muchacha de ojos color perla jugaba con inquietante nerviosismo con sus dedos índices, con una terrible pena por lo que pensaba y no sabía si decirlo o no.
Pero al ver las miradas inquisidoras de sus dos amigas, que sólo lograron ponerla más nerviosa, supuso que lo mejor sería abrir la boca y decir lo que rondaba por su inocente mente.
-Y-yo creo…- titubeó unos segundos. –C-creo que Sakura… q-quizás sí esté i-interesada en Kakashi-san…- musitó con timidez.
-Y t-también creo… que Ino tiene r-razón con la l-ley de la fuerza m-magnética.- dijo mucho más nerviosa.
-P-porque si nos f-fijamos… a t-todos nos gusta a-alguien completamente o-opuesto a uno mismo…- explicó aún jugando con sus dedos.
-I-Ino y Shikamaru, Neji y T-Tenten, K-Kurenai y Asuma, O-Obito y Rin, Sakura y S-Sasuke… N-Naruto y yo…- contó con un gran sonrojo al normar a su rubio novio.
-T-también Tsunade-san y Jiraiya-sensei…- agregó suavemente. -E-eso es lo que yo c-creo…- dijo temerosa por la respuesta de su pelirosa amiga.
Sakura suspiró pesadamente, Hinata había dado muy buenos ejemplos para sostener su teoría… lástima que fuera la misma que ella no quería aceptar.
Y sí, quizás los opuestos se atraen después de todo… ¡pero a ella no le gustaba ese Hatake tan odioso!
Ella sólo quería devolverle todas las bromas que él le hacía hasta verlo morder como un perro con rabia, después de eso simplemente volvería a ignorarlo…
… Aunque fuera muy difícil.
