Este fanfic participa en el rally 'The Game Is On' del foro 'I am Sherlocked'.

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen. Son propiedad de Sir Arthur Conan Doyle y la BBC.

Beta: Violette Moore.

La Tarta

John odia los dulces. Eso es algo bien sabido por todos.

Hace poco tiempo, la señora Hudson preparó un postre para Sherlock y él, cosa que John rechazó.

¿Porqué odia John los postres? Todo se remonta a un par de años antes.

Era una aburrida mañana de invierno, no había casos, parecía que los asesinos estuviesen congelados del frío invernal que hacía en las calles.

Sherlock se aburría, como siempre. Sin nada que hacer, decidió hacer un postre, cosa que extrañó a John, era muy raro ver al detective cocinando.

Pero Sherlock no aguantaba el aburrimiento. No tenía casos, no podía disparar a la pared ni fumar, así que esto fue lo único que se le ocurrió.

Fue corriendo a la cocina a recolectar los ingredientes necesarios para hacer el pastel. Tenía pensado hacer una tarta de chocolate y galletas. Delicioso, si salía bien, claro.

Sacó el azúcar, la levadura, el chocolate, los huevos, las galletas, el coñac...hasta que tuvo todos los ingredientes necesarios sobre la encimera.

Cogió un recipiente y empezó a batir los huevos en él, después añadió el chocolate derretido, sin saber que hacer después. Vagamente recordaba esa receta, era una de sus tartas favoritas aunque él nunca la había cocinado, su madre es quien se las hacía, es una gran cocinera.

John se dispuso a ayudarle, a lo que Sherlock se negó rotundamente, quería que fuera una especie de regalo para él. Si el rubio lo ayudaba, entonces ya no sería un regalo.

Tras tener la mezcla de chocolate, echó un chorro de coñac en la leche y empapó las galletas en la leche antes de ponerlas en un recipiente rectangular. Gracias al coñac, las galletas adquirirían mas sabor.

Una hora después, terminó de hacer la tarta y la metió en el frigorífico, la tomarían como postre esa noche.

John decidió ir a su habitación mientras Sherlock destrozaba la cocina. Las paredes estaban llenas de chocolate, el suelo lleno de galletas y leche...

"Mas vale que esté buena después de la que ha liado" pensaba John.

El médico se negó a ayudarlo a recoger la cocina, alegando que si no se le permitía ayudar, tampoco se le estaba permitido recoger. Por lo que Sherlock tuvo que limpiarlo solo. Odiaba limpiar, una de las razones por las que nunca cocinaba.

Cuando cayó la noche y la cena acabó, Sherlock sacó la tarta del frigorífico, y cortó una porción, ya que él no acostumbraba a comer tanto. Además, era un regalo para John.

Se dirigió de nuevo a la mesa con el plato y lo dejó en frente de John. Lo miró expectante, esperando que probara su tarta y diera su opinión. John, obediente, lo hizo.

Decir que esa tarta era la más mala que había probado en su vida era poco. Sin darse cuenta, Sherlock confundió el azúcar con la sal y el coñac con el anís. Algo vomitivo.

Aun así, John se comió su porción entera. Sherlock la había hecho con todo su cariño sólo para él, no podía decirle que estaba asquerosa.

A la mañana siguiente, John despertó con un gran dolor de estomago, fue corriendo al baño y vomitó, definitivamente no le había sentado nada bien aquella tarta.

Pero cuando Sherlock preguntó el por qué de su estado, el ex-militar mintió diciéndole que era debido a que los postres no le sentaban bien, los odiaba.

Por eso, a día de hoy, John sigue afirmando que las tartas le sientan mal, las odia. Decepcionaría a Sherlock si éste descubriera que le había mentido.