Una leve música flotaba en el ambiente.

"I'm a flame, you're a fire

I'm the dark in need of light"

La tenue luz de los rascacielos de una ciudad despierta de madrugada se colaba por los espacios aún abiertos de las persianas. En la habitación, la única fuente de luz, aparte de la proveniente de su lámpara de noche, era el mudo parpadeo verde de la pantalla de su celular, imperceptible y oculto bajo el sonido del fuego bajo las sabanas.

"Or we can burn in love tonight

Our hearts alight"

Un último suspiro y una respiración acelerada cierran el trato de aquella noche, mientras en la ciudad algunos duermen, y algunos siguen viviendo. Las sabanas se revuelven y se encojen, dejando al descubierto aquel nacarado cuerpo desnudo, cuya melena pelirroja se extiende más allá de su pequeña cintura. Se mira un momento al espejo de cuerpo completo situado frente a su cama, y dando un último vistazo al hombre sobre su cama hace un gesto, casi una risa, último cómplice de aquella emocionante noche que aparentemente acaba de terminar.

"Perfect strangers in the night

Here we are, come together

To the world we'll testify

Our hearts alight"

Extiende su brazo para tomar su bata de seda fina, al tiempo que detiene su mirada sobre el silente celular que, apenas unos segundos antes de que lo notara, había dejado de parpadear.

-¿De verdad piensas ponerte eso y privarme de la vista?- el hombre se sienta en la cama sonriente, mientras ella, haciendo caso omiso, termina de cubrir su cuerpo.

-¿Tuviste ya bastante por hoy no? –Camina hacia la mesa de noche, pero antes de coger su celular, el hombre la toma de la mano y la jala con fuerza hacia la cama-

-No lo creo, deberías venir y terminar de convencerme- se acerca para besar una vez más los labios femeninos que, como ya habían acabado por aquella noche, se desviaron y el beso terminó por posarse en su mejilla.

-Eres de verdad insaciable, dije que ya basta- con tono serio, pero aún juguetona le guiña el ojo y se levanta para ir al baño, olvidándose del celular.

-¿Acaso me estás castigando por haberte obligado a traerme a tu apartamento en nuestro aniversario?

Se acuesta en la cama y no le quita la vista de encima, a lo que ella sonríe mientras enjuaga su rostro en el agua fría del lavado. Se mira a los ojos en el espejo con la impresión de que se le ha olvidado algo. Siente su mirada, sus pensamientos, y lo mira a través del espejo.

-Primero, te dije que te olvidaras de esa ridiculez del aniversario –se seca el rostro y camina a la alcoba- Segundo –se amarra la bata, tapando lo último que aquel hombre vería de su cuerpo esa noche y se sienta al borde de la cama junto a él acariciándole el brazo- no me obligaste, me pediste una prueba de mi compromiso y acá está. Ya conoces mi apartamento.

-jajaja, ¿es en serio? ¿Esta es tu prueba? Para que sea válida, merezco por lo menos la llave –sonríe ávidamente

-Ni-lo-sueñes- al ver su cara de desconcierto, agrega- Lo lamento, tendrás que esperar al siguiente "aniversario"- mofándose de la palabra que considera cursi- Ni siquiera estoy segura de que te vaya a dejar quedarte a dormir- a lo que nuevamente busca con la mirada el celular para fijarse de la hora, se levanta para tomarlo, pero él la detiene-

-Tienes que estar bromeando –la mira, esta vez un poco serio- llevamos un año saliendo, no es posible que ni siquiera vayas a dejarme dormir aquí. Además, deben ser como las 3 de la madrugada. Y se te olvida que no me dejaste conducir hasta acá, así que no creo estar seguro ni de donde estoy.

-¿Qué lástima no? –Sonríe y se inclina apoyándose sobre su pecho- puedo llamarte un taxi, no sabrás donde está mi casa pero seguro conoces la dirección de la tuya.

-No estoy jugando- esta vez su tono de voz cobra un poco de rudeza, esa rudeza característica que a los ojos de ella lo distingue y le permite mantenerse serena. Segura.

-Ni yo. –finalmente se levanta, agarra el celular de la consola y oprime el botón de bloqueado, apagando la música- Nunca he traído a ningún hombre a mi casa, eso debe bastarte. Si no, repito, seguro conoces la dirección de tu casa.

Ambos se incorporan y se miran fijamente. Ella conoce lo que él está pensando. Él no tiene ni idea.

-oye, por favor…

-Mira, es simple, seguimos como hemos venido hasta ahora, solo que ahora podemos pasar la noche aquí, y alguna vez quizás hasta te invite a desayunar. Es mi última oferta.

Él la mira, derrotado, y suspira.

-De acuerdo- se estira para desperezarse y luego le sonríe- como siempre, será como tú quieras reina.

-No seas empalagoso tampoco- finalmente enciende el celular y comienza a trazar la clave en la pantalla- sabes que no me gusta, y mira que…

Se quedó congelada a la mitad de su propia frase. No era posible.

-¿Sucede algo?Estás pálida.

-Nada, debe ser porque tengo hambre –camina hacia la sala y se sienta en el sofá sin quitarle la vista de encima al celular-

-Somos dos ¿y si ordenamos una pizza de aquel lugar 24hrs de la última vez? –Alza un poco la voz hablando aún desde el cuarto-

-Vale, pero sin maíz esta vez, o al menos no en mi mitad.

Ya fuera de la vista de su acompañante, se permitió sacudir la cabeza y tomar una bocanada de aire. No podía ser. Hacía años que no hablaban, que hacía entonces llamando ¿o se habría equivocado? ¿Tendría acaso que ver con la tarjeta que tenía guardada hace meses en el cajón de su mesa de noche? Sin despegar los ojos del nombre ahora en rojo de la persona que estuvo llamándola, su cerebro trabajaba a mil, por un lado preguntándose qué habría pasado si las llamadas entrantes no estuviesen en silencio, y por otro, calmándose para no alertar a su compañero sobre su inusual comportamiento. Comportamiento que hacía años no tenía, comportamiento que sólo aquel hombre para nada rudo le provocaba. Y que aparentemente, aún provocaba en ella. Mierda. Ahora debía decidir qué hacer si aquel individuo volvía a llamar.

-¿Te parece?- pregunta una vez más, saliendo del cuarto al ver que su interlocutora no contesta a su pregunta- es de mala educación dejar a los huéspedes hablando solos.

-¿que si me parece qué? Y no eres un huésped. Para eso, tendrías una llave. La palabra invitado queda mejor.

-ey ey ey por qué de repente tanta hostilidad, ya quedó claro que solo puedo venir aquí cuando tú quieras. -se acerca sigilosamente- Te pregunté, que si mejor te parece ordenamos dos pizzas, y así te queda para desayunar, pero no me estás escuchando. ¿Con quién hablas a las tres de la mañana?

Pone sus manos sobre los hombros de ella, a lo que rápidamente se pone tensa y deja caer el celular al suelo, con la pantalla hacia abajo.

-¿De verdad estás bien? No conocía esta faceta nerviosa tuya. Es un poco divertida en realidad, deberías decirme que te pone así para intentarlo. –Sonríe, sin quitar la vista del celular que sospecha es el indirecto responsable del comportamiento de la mujer-

-Cállate, lo que pasa es que me asustaste. Y no estoy nerviosa. –coge el celular del piso, verifica rápidamente que la pantalla esté intacta, y se lo guarda en el bolsillo de la bata de noche. Se pone de pie- me parece bien lo de la pizza, deberías apresurarte o vas a llegar a tu casa de día

-¿Algún problema con que amanezca aquí? No cuenta como pasar la noche, pues técnicamente no dormiré contigo. –Sonríe cogiendo el auricular del inalámbrico sobre la mesa del centro- ¿puedo no? Lo presos tienen derecho a una llamada.

-No estás preso

-Claro que estoy preso. Sino, dame la llave. –Le sonríe, y ella le devuelve la sonrisa relajándose-

-Si sí puedes, ya te dicto el número no vayas a equivocarte y termines llamando a tu hermana otra v… -cuando agarra el celular, la parpadeante luz verde anuncia el inicio de una nueva llamada, destacando en su rostro de sorpresa, que él no puede pasar desapercibido-

-¿Quién llama a esta hora? –Intentó no sonar molesto. No quería invadir su privacidad, esa frustrante privacidad que no ha podido penetrar en ya un año de relación, pero aquello le parece una falta de respeto- ¿la misma persona que estaba llamando hace rato?

Ella sale de su ensimismamiento y lo mira.

-¿Viste la llamada?

-Claro, pero no podía contestar, tenía las manos ocupadas en otra cosa si sabes a lo que me refiero –sonríe, aunque un poco tenso. Desconfía del llamante desconocido.

El celular sigue parpadeando, y ella retira la vista del nombre que titila una y otra vez al ritmo del acelerado ritmo de su acalorado corazón. Toma una decisión.

-¿Podrías darme un poco de privacidad? –rogando al mismo tiempo por primera vez que el hombre al otro lado del teléfono fuese insistente y no se atreviese a colgar-

El tono amable, nada común en ella, lo sorprendió. Pero fue ese mismo tono lo que le impidió hacer más preguntas, y sin más caminó hacia el cuarto sin decir palabra, sintiéndose por primera vez esa noche como un intruso en aquella casa. En aquella vida. Ella lo ve marcharse, vuelve a fijar la mirada en la llamada aún entrante, se pasa una nerviosa mano por el cabello y prende la luz de la lámpara de piso al tiempo que contesta la video llamada.

-¿Aló?

Aquella voz. Aquel rostro familiar. Su voz, su rostro, el mismo rostro después de tanto tiempo…

-¿Aló? ¿Eres tú Anna?

-Sí. Hola Yoh.