Rurouni Kenshin no me pertenece. Es obra intelectual de Nobuhiro Watsuki, todos los derechos le pertenecen y bueno, tuvo la suerte de crear a la primera una historia genial, inspiradora y encima de culto.
Enséñame a querer
Por
Blankaoru
Acto uno de dos.
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La mala noticia cayó sobre el Aoiya una mañana de septiembre, cuando el frío se dejaba hacer sentir por las mañanas y las tardes. Okina tenía una enfermedad de carácter terminal y a partir de ese momento le quedaban meses.
Misao no tardó en contactar a los mejores médicos ninja que conocía y a los mejores de medicina tradicional como Megumi. Todos coincidieron en que no había nada que hacer y que sólo podían darle medicinas paliativas para disminuir el dolor. Hacía poco menos de un año que había sucedido lo de la venganza de Enishi y apenas dos meses que Kenshin y Kaoru se habían casado, motivo por el cual, a los ninjas que les gustaba estirar las celebraciones y aun en Kioto seguían la fiesta, la noticia les cayó como un balde de agua fría.
Misao dejó de canturrear por las mañanas el día que Okina ya no pudo ponerse de pie sin ayuda. Había bajado de peso y aunque trataba de mantenerse animado, aceptando con valor la situación, la fuerza física lo abandonada. Misao procuraba mantener su ánimo lo suficientemente elevado para no entristecer al anciano y por las tardes preparaba una batería de chistes que iba a contarle, o simplemente lo acompañaba y escuchaba con paciencia y atención sus historias sobre el pasado, que tanto le gustaba contar. El resto del clan también trataba de tomarse el asunto con una actitud positiva, pues sabían que Okina no quería lágrimas antes de su muerte. Aoshi, enterado del inminente desenlace, se encerró con él a mostrarle sus respetos y a limar cualquier aspereza que quedara entre ellos después de haberlo casi matado, para lo de Shishio. El anciano aceptó sus disculpas y quedaron en paz.
Incluso el maestro Hiko se acercó a darle sus respetos.
Una tarde, Okina mandó a llamar a los ninjas. Quería tratar sobre un tema de importancia para el clan.
—Como saben, hace más de un año que Misao tomó el puesto de Okashira, sin embargo, han pasado tantas cosas en poco tiempo, que no hemos tenido tiempo de preparar una ceremonia formal para celebrarlo. Me encantaría que pudiéramos preparar algo para nuestra líder. ¿Qué piensan?
Ver la determinación de Okina de cumplir ese ritual encendió de buena manera los ánimos de los presentes. Todos estuvieron de acuerdo en ayudar a preparar la ceremonia, en que Aoshi, el antiguo líder, le entregaría el mando de modo simbólico a Misao. Tendrían que buscar los viejos libros del Oniwabanshu para guiar los preparativos, las ropas ceremoniales y los elementos para el ritual. Acordaron hacerlo la próxima luna nueva, en un lugar secreto, quedando Aoshi a cargo de reunir los antecedentes, como guardián de los archivos secretos.
El ninja bajó a la biblioteca a buscar los pergaminos que necesitaba estudiar y de pronto notó algo que lo llevó a buscar en los cuadernos ocultos donde se anotaban los datos relevantes del entrenamiento de los pequeños ninjas. De pronto su mente trató de decirle algo, y frenético, repasó las páginas en busca de la que correspondía a Misao. Quedó helado con lo que descubrió allí y le temblaron las manos al devolver el cuaderno al lugar que correspondía. Había un problema que en parte era su culpa, y tenía que resolverlo antes del día del cambio oficial de mando. Salió del lugar y buscó a Misao, sin prisas como era él, pero de forma persistente hasta que dio con ella, que regresaba del mercado junto con Hyotoko.
La llamó aparte.
—¿Podemos hablar?
A Misao se le llenó el estómago de maripositas, como cada vez que Aoshi le hablaba con su voz profunda y su cara… inexpresiva. Dejó a su compañero a cargo de sus bultos y siguió al estilizado ninja camino al río y luego más allá, donde había un agradable prado donde nadie los molestaría ni mucho menos los escucharía.
—Hay un problema con tu ascenso —dijo Aoshi, tan escueto como siempre.
—¿Falta algo?
—Básicamente… sí.
—¿Se trata de la ropa? ¿Algún elemento? Lo que sea lo haré traer. No podemos atrasar más la celebración u Okina no estará en condiciones de asistir.
—Ojalá se tratara de un elemento.
—Entonces, dígame, señor Aoshi, qué pasa.
Aoshi la miró por primera vez, de manera fugaz. Enseguida desvió la mirada hacia el río que fluía suavemente unos metros más allá. Se sentía incómodo.
—Primero que todo, te pido una disculpa, porque esto que ha pasado es culpa mía. Y por eso, esto podría no ser fácil para ti.
—Está bien, lo disculpo —dijo Misao, ya impaciente—¿Qué pasa?
La joven vio a Aoshi abrir la boca para hablar y luego suspirar, antes de dirigirse a ella de nuevo. Le pareció que el asunto en verdad era serio.
—Yo fui tu tutor. Te enseñé todo lo que un ninja debía saber, pero me faltó una cosa. Cada vez que superabas una etapa, un aprendizaje, yo ponía una firma en tu cuaderno de vida. Para ser Okashira debes tener todas las firmas en su lugar, pero, a diferencia del resto de tus compañeros, te falta uno.
Misao repasó mentalmente su entrenamiento de años en segundos. Patadas, kunais, espadas, shurikens, tantoo, espionaje… ¿Qué le faltaría por aprender? De pronto algo vino a su mente y miró a Aoshi con el rubor llegando a su rostro.
—Exacto. Creo que lo recordaste. Un ninja femenino debe tener experiencia sexual. De ese modo podrá enfrentar mejor las misiones, sea que tenga que relacionarse con alguien o que caiga en una situación de violación, para poder sobrellevar mejor el asunto. Como tu tutor, mi deber era desflorarte después de los trece años, pero me marché y nadie más tomó mi lugar porque te pusiste a buscarme. Para la ceremonia, uno de nuestros médicos ninja debe certificar que has pasado esa prueba, además de mi firma en tu hoja de vida. Si no fuera por lo del médico, podría decir que ese trabajo ya lo hicimos, pero si no están todos los requisitos, no puedes tomar el puesto. No al menos de manera formal, como quiere Okina.
Decir que Misao quedó estupefacta con la idea era poco.
—Espere. ¿Eso significa que debo pasar esa… esa etapa?
—Exacto. Nos quedan dos semanas para hacerlo. Como te decía, puedes seguir siendo Okashira perfectamente, pero sin ceremonia. La ceremonia es la que exige tener todos los datos de ti, que tu aprendizaje haya sido completo y sobresaliente. El… entrenamiento sexual no es cosa de una sola noche. Por lo menos son cinco o seis.
Misao llenó sus pulmones de aire y por unos segundos, lo retuvo.
—Significa que usted… y yo…
Aoshi miró hacia un lado y luego hacia ella, de pie, muy derecho frente a ello.
—No se trata sólo de desflorarte y si ya te ha sucedido, creo que sería lo mejor para ti. De todas maneras, tengo que entregarte otros tipos de conocimientos relacionados.
La joven bajó la cabeza y Aoshi no tuvo que preguntar si era virgen o no.
—Mañana en la noche podemos salir sin que nos vean. Te señalaré la cabaña a la que iremos, queda por aquí cerca. Lo lamento, Misao. Hubiera preferido no tener que hacer esto nunca, pero es necesario.
Aoshi se dio la media vuelta y echó a andar. Misao lo siguió, su mente trabajando de manera frenética sin poder creer lo que le acababa de suceder. Sería desflorada por Aoshi, por su señor Aoshi, sin embargo, él acababa de declarar que preferiría no hacer eso nunca y eso la había aterrizado.
Miró su espalda mientras recordaba que lo había seguido por medio Japón y, al encontrarlo, se habían envuelto en problemas de tal envergadura que en un momento dado renunció a él, decidida a olvidarlo y tomó su puesto de líder dentro de lo que quedaba del clan. Con el tiempo él volvió a Aoiya y ella pensó que tendría una oportunidad para estar cerca suyo y por qué no, quizá enamorarlo, pero el último año le había demostrado que todas esas ideas no eran más que ensoñaciones y que Aoshi tenía la cabeza en cualquier otra parte, buscando trascender sentado en un templo, que en relacionarse con el resto como lo hacía la gente normal. Había acabado aceptando que él nunca se fijaría en ella y la idea ya no le causaba dolor o impotencia como en los primeros tiempos, sólo la aceptaba y vivía su vida disfrutando cada momento amable que ésta le quisiera regalar. Tal vez un día llegaría el amor y mientras eso sucedía, podía recrear su vista en el espléndido señor Aoshi y escuchar su voz.
Y claro, justo ahora que estaba bien encaminada sobre eso, a él se le ocurría que debía desflorarla con el mismo entusiasmo que decir "he de ir a que me corten los dedos".
Miró al cielo. Se imaginó a los dioses revolcándose de la risa por su causa. No merecían que fuera al templo a dejarles su ofrenda nunca más.
Una vez había escuchado hablar a Okón sobre los encuentros sexuales de entrenamiento. No eran agradables.
"Casi como tener sexo con un pedazo de tronco. Te enseñan todo paso a paso, explicado. Lo mejor que te puede pasar es que antes te desflore algún amor"
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Misao decidió hablar con Okina, para indagar qué tan importante era para él la mentada ceremonia. Saber que el anciano alucinaba con la idea de verla tomar el mando la hizo ver que esa noche debía ir donde le indicó Aoshi.
Después de una tarde ajetreada en Aoiya, optó por bañarse y luego ir, calmadamente, al lugar al que debía. Nadie la vio salir de la casona y pronto se topó con Aoshi en el camino, bajo la luz de la media luna. Sin decir nada lo siguió y a medida que se acercaba a la cabaña, sentía sus rodillas temblar.
La cabaña era pequeña y Aoshi se apresuró a encender las velas. Se trataba de un cuarto espacioso, donde había un futón arreglado en el centro y nada más. Le pareció muy austero, pero suspirando, entró. Aoshi le indicó que se sentara por ahí y enseguida él se sentó frente a ella.
—Vamos a... tienes que quitarte la ropa y tenderte en el futón. Como hace un poco de frío, te puedes meter bajo el cobertor.
—Pero… ¿no puedo dejarme el kimono encima? ¿Alguna yukata? Es decir, entiendo que esto es algo bastante específico, no necesito exponer mi cuerpo ¿o sí?
Aoshi tomó aire.
—Yo también debo exponer el mío, para que te acostumbres a la idea de estar con un hombre y no lo veas como algo terrorífico. Recuerda que esto se trata de prepararte ante cualquier situación; no siempre te dejaran, eventualmente, dejarte la ropa puesta.
Misao entendió. Trató de ser positiva. Se trataba de Aoshi y él nunca trataría de aprovecharse de ella… ¿Qué había dicho? ¿Qué se quitaría la ropa? ¡Oh, no! Estaba segura de que babearía y no quería que él viera eso.
Aoshi se puso de pie y se quitó la parte superior de la ropa, para seguir con el pantalón y la ropa interior. Apretó los puños y le pidió a Misao que lo mirara, sin vergüenza. Trató de mantenerse sereno, pero un ligero rubor cubrió sus mejillas en los primeros momentos.
Desde su torso lleno de cicatrices hasta los muslos musculosos y sus angulosas pantorrillas, pasando por sus brazos de bíceps especialmente desarrollados, su vista invariablemente bajaba hasta el lugar donde se unían sus piernas y su miembro colgaba flácido. Misao nunca antes había visto así y se sentía sumamente avergonzada ante la situación, hasta que Aoshi le hizo una seña. Debía desvestirse también.
No fue tan fácil exponerse ante él como pensó. Le temblaron mucho las manos cada vez que se sacó una prenda y para peor, sabía que, a diferencia de su compañero, que era un monumento de hombre (y no era que sólo ella lo pensara) ella era más bien delgada, pequeña y poco desarrollada.
Nunca le habían dolido tanto esas características como en ese momento. Dejó caer la última prenda de ropa y dejó que él recorriera su cuerpo con la vista.
Senos pequeños, torso esbelto y cintura fina, caderas redondas y piernas de contorno suave. Aoshi la miró con el mismo interés con que se mira un árbol al pasar. Dio un paso hacia ella y luego otro, hasta que quedó casi tocándola. Misao temblaba como la gelatina.
—¿Tienes frío?
—Sí, mucho. ¿Usted no?
—Tranquila, pronto terminaremos. Primero que todo, debo besarte.
Sin dar mayores explicaciones, Aoshi se inclinó y besó sus labios. Al principio fue superficial, pero ante su contacto, Misao sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo por completo. Aoshi se separó de ella y la miró a los ojos, antes de erguirse por completo.
—Ese es el beso básico. Ahora viene uno más complejo e intimidante, según la situación, porque debo… meter mi lengua en tu boca.
A Misao le pareció que se le saldría el corazón y luego no tuvo espacio mental para pensar. Tal como había anunciado, Aoshi la tomó por la nuca, inmovilizándola, y le dio un beso mucho más profundo.
Sintió su lengua caliente entrar en ella y hacer contacto con la propia. Era raro, pero no sintió asco, sin embargo, le parecía sumamente irreal todo lo que le estaba pasando. Aoshi pronto la soltó y le pidió que replicara en él lo que le había mostrado. Nerviosa, obedeció y curiosamente recibió un par de correcciones, después de los cuales debió "demostrar" lo aprendido. Tras el tercer intento, Aoshi le comentó que con eso era suficiente.
—Ahora te tocaré. Es lo que haría cualquier hombre. También te acariciaré con mi boca. Debes estar tranquila, ¿entiendes?
Aoshi alargó una mano hasta su seno, pero luego se lo pensó mejor al notar como temblaba.
—Acuéstate. Lo haremos en el futón, estarás más cómoda.
La joven pensó que esto no se parecía en nada a sus ensoñaciones y que tal como dijo Okon, era como hacerlo con un tronco. Esperaba que terminara pronto todo eso. Sintió la mano de Aoshi tocando su seno y luego pellizcando ligeramente un pezón y luego el otro.
—Durante una violación, la forma en que te toque la otra persona te podría llegar a causar dolor. Tómalo como una tortura. Yo debería replicar un poco eso contigo, pero no lo haré porque confío en que tú podrás defenderte de algo así, y en parte porque no es mi intención lastimarte, pero debes saber que una de las zonas que puedan recibir mayor daño, además de tu entrepierna, son los senos. Te podrían apretar, morder o lastimar y causarte dolor. Cuando el ataque es inminente, algunas ninjas optan por quedarse quietas, sin gritar ni llorar. Esto a veces desmotiva a su asaltante. En otras ocasiones se evaden mentalmente, imaginando que se desconectan de sus cuerpos atacados para que su alma se mantenga pura. Cuando se trata de un hombre a quien seduces, podría hacerte esto con mucho más cuidado, más o menos como lo estoy haciendo yo. Si el hombre te gusta, debería causarte placer, en especial si estás relajada.
Apoyado sobre un codo, Aoshi frotaba sus manos sobre el pecho de Misao. Ella cerró los ojos. En verdad se sentía bien. Suspiró.
Abrió los ojos, sorprendida segundos después, cuando Aoshi le pasó la lengua sobre el sensible pezón. Fue sólo una vez y tenía que ver con algo que ella debía aprender.
—En una mujer su excitación se nota en esta zona. ¿Ves tus pezones? Están erguidos. Dado que ya resolvimos el tema del frío, esto que evidencias es una respuesta sexual.
Automáticamente, la joven se cubrió los senos. No quería que él la leyera tan fácilmente. Aoshi esbozó algo parecido a una sonrisa y señaló su propio pecho.
—A nosotros también nos pasa. No te asustes, es normal que nos suceda. Ahora debes tocarme tú a mí como yo lo he hecho contigo.
Aoshi se tendió de espaldas y Misao, un poco avergonzada, se levantó e hizo lo que él le acababa de enseñar. No estaba muy convencida de su proceder, sobre todo porque parecía que a Aoshi no le pasaba nada especial con eso. Minutos después él le indicó repasar todo lo aprendido y le dio algunos consejos. Luego le pasó su ropa y regresaron al Aoiya.
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A pesar de lo sucedido, Misao no tuvo ganas de fantasear esa noche con Aoshi. Por un lado, se sentía avergonzada y por otro, muy decepcionada. Él siempre se mantuvo hablando con ese tono impersonal que tenía, diciéndole lo que hacer como quien indica a otro cómo revolver una olla. Si las cosas seguían en ese tono, no quiso pensar cómo sería cuando llegaran a la desfloración. Ese día hizo todos sus deberes y por la noche siguió al ninja, resuelta a enfrentar su destino. Todo por la ceremonia. Todo por ver feliz a Okina.
Al llegar a la cabaña, Aoshi la hizo desnudarse al entrar. Ella notó una pequeña flor que había sobre el futón y se la señaló al ninja.
—Seguro la trajo el viento —repuso, apartándola de un manotazo al abrir la cama. Misao se metió bajo el cobertor.
—Diga lo que diga, mañana voy a traer una yukata, señor Aoshi.
—Veo que tu resistencia al frío es casi nula. Debes mejorarla.
Se tendió a su lado y se cubrió. Era hora de seguir la clase.
—Ayer te hablé sobre las señales de excitación en una mujer o un hombre. Debo añadir que en tal situación, en los hombres nuestro miembro se erecta, se pone bastante grande y es algo que podrás reconocer tocándolo o mirándolo. Hay situaciones en las que necesitas simular una excitación sexual y aunque para los hombres es relativamente sencillo lograrlo con un poco de imaginación, para la mujer es más complejo. Si imaginas algo que te cause placer, es posible que consigas una apariencia "excitada".
Aoshi cerró los ojos y pronto, Misao sintió algo caliente contra su muslo. ¿Era así de rápido? No lo podía creer. Aoshi la invitó a hacer lo mismo, pero tras varios minutos, Misao fue incapaz de hacerlo. Diablos, sólo podía pensar en él, ¡mirándola como si fuera un bicho de experimentación!
Aoshi se levantó de la cama y fue hacia su ropa, de donde sacó un pequeño frasco.
—Dado que no puedes lograr excitarte, usaremos un poco de esto. Separa las piernas.
—¿Qué es eso?
—Lubricante. Ayudará a que te penetre más rápido.
—¿Qué? Pero… señor Aoshi, ¿no podemos hacerlo de otra manera? ¿Podemos dejarlo para mañana?
Aoshi sólo la miró y con sus dedos empapados en una cosa púrpura, buscó su abertura. La joven cerró los ojos y movió la cabeza hacia un lado.
—No nos podemos atrasar en el programa. Créeme que esto me agrada tanto como a ti y no quiero alargarlo más de lo debido.
Misao sintió como sus dedos llegaban al lugar que buscaban y se introducían ligeramente en ella. Le dio mucha vergüenza y se sonrojó furiosamente.
—¿Me está poniendo eso porque no me excité?
—Exacto.
—Pero ayer… usted dijo que estaba excitada —dijo la joven apoyándose en los codos —. Si en vez de ponerme a imaginar cosas, usted me besa y me toca, seguro yo podré.
Se arqueó hacia atrás cuando Aoshi introdujo dos dedos por completo.
—Ya estoy trabajando en eso —dijo con su característica falta de matices. Misao gimió y volvió a recostarse en la cama, sintiendo esos dedos acariciarla y estimular un lugar que no sabía que existía durante largos minutos. Ruborizada y jadeando, sin poder contenerse, Aoshi la observó, retiró sus manos y se situó entre sus piernas.
—Lo que te acabo de hacer ayudó a que te lubricaras naturalmente y puedes hacerlo tú misma cuando gustes. De esa forma lo que te haré a continuación no te debería doler demasiado.
Los músculos de Misao se tensaron y Aoshi comprendió que no debió haberle avisado lo que haría. Retrocedió y recordó algo que ella le había dicho. Pensó un poco y consideró que podía saltarse un poco el protocolo, bajando a los labios de Misao para besarlos.
La besó con calma, cerrando los ojos y de pronto sintió que ella le correspondía y le echaba los brazos al cuello. Arqueó su cuerpo y la penetró de una sola embestida, resbalando con cierta facilidad dentro de ella, a pesar de una ligera barrera que pudo notar. Estaba bien, era hora de retirarse, porque ya la había desflorado, pero entró en ella nuevamente.
No recordaba cuándo había sido la última vez que estuvo con una mujer y se dijo que por eso tenía ganas de estar unos momentos aprovechándose de Misao. La besó una vez más, como una forma de disculparse por usar su cuerpo para saciarse y siguió adelante en lo que hacía hasta que sintió que era momento de retirarse. Misao sintió frío cuando se levantó.
—¿Ya terminó?
—Por hoy, sí. Vas muy bien, aunque te sugiero practicar.
—¿Practicar? ¿Cómo? Es decir, esto se hace de a dos y no tengo con quien. Y no creo que usted…
—La práctica tiene que ver con aprender a relajar a conciencia los músculos de tu pelvis, para facilitar cualquier entrada forzosa, a modo de minimizar el daño. Puedes hacerlo tú misma, mañana hablaremos de eso.
Las ideas que Aoshi le daba sobre un posible ataque sexual le parecían terribles y no le gustaba pensar en ellas. Empezó a vestirse, sintiendo cierto ardor en su entrepierna.
—Espera. Debes asearte. Te traeré agua —dijo Aoshi tratando de no mirarla. Se sentía un poco culpable, así que salió y regresó con una palangana, dejándola a solas. Cuando Misao estuvo lista, caminaron de regreso a casa—. Siempre debes asearte después que suceda, es importante que lo hagas, ¿está bien?
—¿Por qué?
—Es un simple tema de higiene. No quiero que sufras algún tipo de malestar por no seguir esa recomendación.
Misao siempre había pensado en el sexo como la culminación de sus más apasionados sueños de amor, en que el instinto y la pasión la llevarían a entregarse al hombre amado para compartir su cuerpo con él. Ahora pensaba que tal como otras cosas que había aprendido en el pasado, si había mucho de técnica y de conocimientos que manejar y en los que poner atención. Lo de la excitación era algo novedoso y placentero que tenía diferentes fines. Protegerla del dolor era uno de ellos, hacerla desear llegar al final del acto sexual, embarazarse y perpetuar la especie, pero para Aoshi, lo importante era que ella aprendiera a manejar ese tema para simular una relación en caso de espionaje o minimizar el dolor en una violación. Era algo en lo que estaba muy enfocado y no podía decir que estuviera mal.
—¿Realmente esto tenía que pasar cuando yo cumpliera trece años? —preguntó de pronto. Aoshi la miró, caminando a su lado, iluminado por la plateada luz de la media luna.
—Sí. Es la norma en nuestro clan.
—Creo que me hubiera dado mucha más vergüenza que ahora, y miedo.
Un brillo de ternura se coló en la mirada de Aoshi. Quería ser amable con ella.
—Quiero que sepas que yo… tengo el conocimiento, pero es la primera vez que me toca traspasarlo a mí. No me es cómodo contigo, pero porque nos conocemos hace años y ya hemos trabajado juntos en misión. No quiero que esto te moleste.
Algo en el interior de Misao vibró. Tal vez era su corazón al escuchar tales palabras del atractivo ninja.
—Gracias. Me resulta muy importante saberlo —dijo con una sonrisa feliz, pero sin atreverse a mirarlo, pues sabía que él no respondía bien a las muestras de cariño.
El Aoiya se encontraba en penumbras cuando llegaron y Misao corrió a su dormitorio. Se arropó hasta la coronilla y cerró los ojos, evocando la manera en que Aoshi había estado dentro de su cuerpo, frotándose con ella. ¿De verdad eso le había sucedido a ella?
Quizá esta sería la única oportunidad que tendría para experimentar tal cosa, por lo de pondría mucha atención y de paso, sería más arrojada. Si sólo le quedaban cinco días más de didáctica intimidad con Aoshi, buscaría la manera de mostrarle lo que lo quería. No podía expresárselo con palabras, pero ahora se encontraba lo suficientemente cerca como para tocarlo, aprendiendo las herramientas para excitarlo y demostrárselo. Pidió a los dioses antes de dormir que él la pudiera entender.
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Fin acto uno de dos.
Julio 1, 2017.
Notas de autora.
Sí, sé que es super predecible y todo eso, pero amé la idea apenas llegó a mi mente. Honestamente, no sé si alguien haya escrito de algo parecido últimamente, quizá sí, pero estoy tan colapsada con los asuntillos familiares de aquí que no he tenido tiempo de verificar. Por lo mismo tuve que dividir el cuento en dos, porque le falta un resto a la segunda parte. Snif.
Bien, las dejo, tengo sueño, quiero dormir y mi gata está encima, ronroneándome y rasguñándome el cuello. Creo que un día acabará conmigo.
Cariños, besiños y no me maten por la idea ligeramente perver. Ya estoy vieja y no sé en qué pienso, o sea sí sé, pero ya no razono. ¡En verdad tengo sueño!
