Hola.
Les traigo una nueva historia que traía rondando mi cabeza. Espero les guste, no duden en decirme lo que les pareció. Gracias por leer. Saludos.
CAPÍTULO I Recuerdos del paraíso.
-Estoy bien, ¿Cuántas veces debo decirlo para que me creas?- Llevaba cerca de diez minutos al teléfono con su mejor amiga, Intentaba convencerle de que no tenía de qué preocuparse, intentaba convencerle de que estaba bien. -Es que ya te lo he repetido muchas veces y empiezo a perder la paciencia, cariño.- Dio un sorbo a su café mientras se internaba entre la multitud del centro de su ciudad. Adoraba Boston, incluso en horas pico, incluso cuando debía esquivar turistas distraídos y empleados retrasados; hacía diez años que había resuelto mudarse y había sido la mejor decisión de su vida. -Estoy a unas cuadras Male, tengo que dejarte…- Un sorbo más. En media hora todo habría acabado… -Lo prometo, ¿Vale?, prometo llamarte apenas terminemos.- Una cuadra más. Un sorbo más. El primer suspiro. -Yo también te quiero, cariño. Te llamo apenas salga, un beso. Ciao.-
La calma que había tenido durante toda la llamada empezaba a desvanecerse. Estaba afuera del lugar, aún tenía unos minutos para entrar, se detuvo justo frente a las puertas de cristal y levantó la vista, era en el piso diecinueve, temblaba, podía sentir los latidos de su corazón, respiró profundo, un sorbo más, cerró los ojos intentando calmar todos sus sentidos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco segundos. Llegó el momento y sin mas se internó en el edificio.
-Buen día. Soy Regina Mills y estoy buscando al Sr Gold.- Las puertas del ascensor se había cerrado tras ella, estaba frente a lo que parecía ser su secretaria.
-Buenos días Sra. Mills. Está en una reunión todavía pero me dio instrucción de hacerle pasar, espera no demorarse demasiado, es usted la primera en llegar.- Morena. Ojos obscuros. Labios rojos. Falda entallada y un escote que invita a mirarle. -Sígame por favor.- La indicación era llevarle a la sala de juntas mientras esperaban a los demás. -Pase por favor.- La morena pasó delante de ella mientras le sostenía la puerta. -¿Puedo ofrecerle algo de beber?-
-Estoy bien, gracias.- Levantó su café a modo de respuesta.
-Muy bien, Sra. Mills, espero no tenga que esperar demasiado, si necesita algo no dude en llamarme.- Una media sonrisa se dibujó en su rostro, era realmente una bella mujer. -Me retiro.- Dio media vuelta y abandonó la sala.
Un sorbo más. La vista que tenía el despacho era realmente hermosa, podía apreciarse la ciudad. Se acercó a la ventana y retiró profundo. Los recuerdos, uno a uno, se hacían presentes. Había logrado ejercer control sobre ellos, había logrado mantenerlos a raya por bastante tiempo y sin embargo ahora se cruzaban por su mente, uno tras otro. Un sorbo más. Era normal sentirse así, lo tenía presupuestado, era cuestión de aguantar media hora. Un sorbo más. Un recuerdo más. El mismo. El que más se repetía. El primero.
Diez años antes…
-¡Aquí estás!- No podía creer que sus amenazas hubieran surtido efecto. -¡Sabía que no me dejarías sola!- Se acercó a su mejor amiga y le besó en ambas mejillas.
-Técnicamente no estás sola.- Recorrió con la vista la mesa y notó que por lo menos había otras diez personas festejando el cumpleaños de su amiga. Levantó una ceja a modo de reproche mientras su amiga le devolvía una de esas sonrisas que hacían que uno se olvidara de lo que le había molestado en primer lugar.
-Pero eres tú la más importante, cariño.- Se había acercado a su amiga para susurrarle al oido. -Muchas gracias por venir, lo digo de verdad.-
-Si mañana no llego a mi examen te lo recordaré toda la vida.- Cruzó los brazos en un intento de mostrarse molesta, era una lástima que Male la conociera tan bien como para creérselo.
-Por supuesto que vas a levantarte, cariño, y vas a ser la mejor de la clase, como siempre. Tú ya lo tienes todo en esa cabecita.- Dijo esto último mientras le servia el primer trago a su amiga. -¡Anda ya! Vamos a pasarla bien, que es nuestro último año de universidad, por favor.- Le tendió el trago a Regina y ésta por fin le regalo la sonrisa que estaba esperando. -Esa es la actitud que estaba esperando.- Se acercó le beso la mejilla mientras le tomaba del brazo para ir a bailar, Regina era, sin lugar a dudas, su alma gemela.
Era la tercera vez que cruzaba mirada con ella. Había bailado apenas dos canciones cuando notó que alguien le miraba. Una rubia de ojos verdes y cabello rizado le sonreía a la distancia. Al parecer iba con un par de amigas, que a decir verdad parecían más bien pareja. No le había sonreído, tampoco había bajado la mirada, le observaba, ella sin embargo no dejaba de sonreír, como quien es dueña de un secreto que no estaba dispuesta a compartir, no le quitaba los ojos de encima. Esa había sido la primera vez.
Había decidido que era momento de dejar de bailar, nunca había sido muy buena para ello, era siempre Male quien le forzaba y a ella a quien no le quedaba de otra. Al tercer intento consiguió que su amiga desistiera y ambas volvieron a la mesa, había perdido la cuenta de la cantidad de tragos que llevaba, pero estos ya le estaban cobrando factura, tomó a Male del brazo y se encaminó rumbo a los sanitarios. Justo en la entrada se topó nuevamente con esos ojos verdes, le había parecido que era bonita pero ahora estaba segura de que era preciosa. Al verle, como acto reflejo, la rubia sonrió y ella a modo de respuesta frunció el ceño, la rubia parecía divertida, inclinó la cabeza como preguntando qué pasaba, no pudo continuar con su intercambio de miradas porque Male le jaló y nuevamente le perdió de vista. Esa había sido la segunda ocasión.
Estaba experimentando la tercera. La rubia había decidido que era momento de ir a presentarse a su mesa.
-Hola. Soy Emma Swan, ¿Y tú?-
-Regina Mills.- Emma Swan parecía no tener idea de lo que era el espacio personal, se había acercado tanto y de una forma tan imprevista que había conseguido ponerle sumamente nerviosa.
-¿Quieres bailar conmigo, Regina Mills?-
Como si estuviera segura de cuál sería la respuesta había tomado su mano y se había encaminado a la pista de baile. Seguramente era la cantidad de alcohol que tenía en las venas la que había evitado que se negara a semejante invitación. Esa era su coartada favorita cada vez que Emma le picaba con ello; pero la verdad solo la sabía ella.
Apenas cruzaron palabra durante todo el tiempo que bailaron aquella noche, era más un juego de miradas, era más los pequeños roces, las caricias. Emma delineando su rostro con la yema de los dedos. Ella recorriendo los torneados brazos de la rubia. Emma acercándose tanto que podía sentir su respiración contra sus labios. Ella desafiando a la rubia a besarle de una vez por todas. Emma tomándole por la cintura y besándole despacio. Ella susurrándole que vayan a otro lugar. Emma tomándole de la mano y sacándole de ahí.
El rechinar de la puerta le sacó de su ensimismamiento.
-Sra Regina, Mr Gold está listo, únicamente fue a recoger los papeles a su oficina y me informan también que Emma Swan acaba de llegar a recepción.- La morena se había puesto pálida, le daba la impresión de que estaba mucho más afectada de lo que parecía.
-Perfecto.- Vacío, eso era lo que sentía, un vacío.
-No se preocupe, la firma de un divorcio no lleva más de media hora.-
-Perfecto.- Respiró profundo, estaba intentado a toda costa recuperar la tranquilidad perdida, pero cómo hacerlo si el recuerdo de las manos de Emma recorriendo su cuerpo le taladraba la cabeza.
Supongo que al final uno siempre termina recordando el principio.
...Continuará...
